Hola, ¿Como estan? Bueno, les traigo mi nueva historia. No es la que había dicho antes, la que prometí en la que Finnick y Annie se llevarían mal y todo eso, NO, esta es la historia de Annie, sus juegos, como Finnick le dice que la quiere, y no se hasta donde llegará. Todo depende de como la reciban ustedes. Pues bien. Tengo tres capitulos escritos y la verdad quedó basntante lindo. Me cuentan ¿Si? Un beso a todas.

NOTA: La verdad no quería escribir una fic de los Juegos de Annie, porque era un tema muy trillado, no tanto aca en , si no más en PoterFics, y me pareció que no quería hacer algo tan recurrente, pero decidí hacerlo ya que vi en casi todas las historias un mismo patrón de como fueron sucediendo las cosas para que Annie fuera a Los Juegos, así que decidí inventarme algunas cosas buenas que podrían funcionar.

Besos!


Capitulo Uno: Introducción:

- Hey, hey, despierta, despierta. – Grito Annie. – Hey, vamos. – Cansada de no obtener respuestas respiró hondo y gritó: - FINNICK!

- Hay hay hay, podrías ser mas sutil. – Contestó despertando, Annie rodó los ojos.

- Vamos Finnick, dijiste que íbamos a pescar hoy. ¡Te olvidas de todo! – Dijo enojada.

- Oh no, me había olvidado, es que anoche… - Intentó explicarse y luego se cortó en seco. – Estuve ocupado con temas de trabajo.

- Pero Finnick, La Cosecha es dentro de dos días. – Notaba el tono, Annie estaba enojada. Se dio cuenta cuando lo llamó "Finnick" Nunca lo llamaba así.

- Vamos Annie, no te enojes…- Le contestó acariciando su rostro dulcemente. – Hay muchas cosas que hacer antes de el día de La Cosecha. – Murmuró.

- Da igual. Me voy a mi casa. – Contestó enojada.

- No te vallas… - Susurró sosteniendo su brazo. – No te enojes. - Ella no contestó. - ¿Annie?

- De acuerdo, de acuerdo. Igual tengo que irme.

- Estas enojada.

- No, no estoy enojada. – La realidad era que Annie si estaba enojada. – Me voy, tengo algunas cosas que haces. Adios Finn…ick

- Annie…

- Adios Finn. – Contestó cerrando la puerta

- Demonios, está muy molesta.

¿Por qué? ¿Por qué? Se preguntaba Annie. Finnick se había quedado en el Capitolio hasta la madrugada con una mujer de allí. Aunque no le contara, ella sabía perfectamente lo que hacía. Y le molestaba. Mucho. Pero no por celos, si no porque el no le contara lo que hacía, ¿Qué no era ella su amiga? ¿No era que se podían confiar todo? Parece que algunas cosas no se las confiaba…

Se sentó en la arena, en la orilla del mar, mirando al horizonte sin ninguna expresión.

- Hey, espera… - Susurró sin aliento.

- ¿Corriste de tu casa hasta aquí? – Preguntó Annie dándose vuelta. – Hey Finn, te podrías haber dado un ataque.

- Lo vales, y espero que me perdones si no esto no lo valdría.

- ¿Entonces lo vale solo si te perdono?

- ¡Annie! Te estoy pidiendo perdón, ¿Tanto cuesta aceptarlo?

- Bueno, esta bien, lo siento. Es que… no nada no importa.

- ¿Qué te pasa Annie?

- Nada Finn, lo siento. Debe ser el miedo a la Cosecha. Lo siento de verdad.

- Esta bien, sabes que no puedo enojarme contigo. – Contestó cruzándole los brazos por el pecho. – Vamos es tarde para pescar.

- Lo se. Pero me gusta mirar el horizonte.

- ¿Qué ves en el Annie?

- Es bellos Finn… en Panem hay pocas cosas así. – Contestó levantándose de la arena.

- Tienes razón. – Dijo Finnick bajando la cabeza y maldiciendo su suerte. – Vamos.

Caminaron en silencio todo el trayecto, con la cabeza clavada en sus pies. Al final Finnick rompió el hielo.

- Voy a irme Annie, tengo cosas que hacer ¿Si?

- Por supuesto Finn. Hasta mañana.

- Hasta luego. – Dijo haciendo una reverencia y Annie rió. Ella dio la vuelta y fue en sentido contrario. Volvió a la playa. Se quedó mirando el sol en lo alto del cielo. Del otro lado del horizonte. ¿Qué había allí? ¿Por qué nunca pudo nadar tanto como para llegar al otro lado? Finnick le había dicho que era imposible hasta para el mejor nadador. Pero sabía que eso no era cierto. Annie estaba completamente segura de que del otro lado, había algo mejor. Una vida mejor, un futuro feliz. Del otro lado del horizonte, estaba su libertad.

Unas manos le taparon los ojos.

- ¿No te habías ido Finn?

- No soy "Finn" – Rugió del otro lado Edwin.

- ¡Edwin! – Gritó dándose vuelta - ¿Qué haces aquí?

- Te vi y quise venir a saludar. – Dijo algo nervioso.

- Que bueno Ed, ¿Qué hacías?

- Nada, solo pensaba. – Suspiró con pesadez.

- ¿Qué ocurre? – Pregunto sentándose en la arena

- Tengo miedo.

- ¿De la Cosecha?

- Si, pero… no por mi

- ¿Por tus hermanos?

- Si, y… y por ti. – Comentó en un susurró casi inaudible.

- ¿Por mi? No tiene que preocuparte. A mi no me va a pasar nada Ed, tranquilo. Además si me eligieran usaría mi astucia para sobrevivir. Sabes que Finn será mi mentor, el me ayudará de sobremanera.

- "Finn" – Lo burló de forma despectiva.

- Siempre he visto que tienen problemas, ¿Por qué?

- Bueno, digamos que ambos queremos algo que solo puede pertenecer a uno.

- ¿Si? Pero podrían llegar a un acuerdo.

- Cuando se trata de algo tan valioso… es difícil un acuerdo.

- Debe tratarse de algo importantísimo…

- Si supieras Annie… - Murmuró. – Si supieras…. – Se levantó y le agarró el rostro con sus manos. – No importa que suceda, siempre, siempre, tienes que elegir lo que quieras y ser feliz Ann.

- ¿Por qué me dices eso? – Preguntó atontada.

- Porque no falta mucho para que utilices mi consejo. – Edwin se paró. – Vamos, hace frío hoy.

- De acuerdo. – Contestó levantándose. – Vamos.