Disclaimer: Ni Sybill, ni su abuela, ni mucho menos Cassandra Trelawney me pertenecen, son propiedad de J.K. Rowling.

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Este fic participa para el reto especial "Primero de septiembre" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.

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Caminó al frente con decisión.

—H-hola… —titubeó—, mi nombre es S-s-sybill.

"No es posible", pensó, "no es posible". Lo practicó todo el verano. Una y otra vez. Y ahora tartamudeaba. Bajó la vista avergonzada. Ella lo sabía, fallaría en su primer día en Hogwarts. Lo había soñado y ahora se haría realidad. Lo soñó el día que llegó su carta de admisión. En su sueño, había olvidado las gafas… y la ropa. Cuando se dio cuenta, comenzó a tartamudear y no dejó de hacerlo hasta que despertó agitada y al borde de un ataque asmático.

Levantó la cabeza con miedo. La chica la veía con algo parecido a la vergüenza, aunque pronto lo cambió por desprecio. Sybill frunció el ceño y le dio la espalda al espejo haciendo un mohín.

Vivía solo con su abuela, que se las daba de adivina, aunque Sybill sabía que era un fraude. Se la pasaba prediciendo catástrofes de las que se cumplían una de cada tres, las más obvias, por supuesto. Pero su tatarabuela era otra historia. Era una leyenda. La vio un par de veces y una de esas, le dijo que su ojo interior se abriría para dejar pasar dos importantes profecías. Sybill esperaba que su sueño no fuera una de ellas. ¿Qué clase de adivina profetizaría su ruina personal?

Lo volvió a intentar y, nuevamente, falló.

— ¡Syb! —escuchó la atronadora voz de su abuela. Desde que se estaba quedando sorda, era un peligro auditivo—. ¡Ya es hora!

Se acomodó un poco la blusa y la falda. Ok, no estaba desnuda. Se aseguró las gafas sobre su nariz y las posicionó correctamente en las orejas. Anteojos: listos. Le sonrió a la chica enclenque del espejo, en señal de reconciliación, y salió. En parte se sentía como si fuera la primera vez que viera el mundo. Por fin tendría amigas y jugaría con niños de su edad. Por fin.

Viajaron por la red Flu del vecino, ya que no tenían chimenea, y pronto llegaron al andén.

El expreso escarlata le pareció colosal, igual que su tarea de luchar contra la profecía.


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Gracias por leer.