1- Cuidado con lo que dices
Estaba caminando por los terrenos de Hogwarts, cerca del lago donde a lo lejos diviso una cabellera rojiza que ondeaba de lado a lado por culpa del viento otoñal.
El chico se desordeno su caballera castaña, la cual mas desordenada era imposible.
Con paso firme camino por verde césped casi recién cortado y camino hacia la cabellera rojiza. Con su vista pudo ver que la imagen se iba aclarando, paso de solo una cabellera rojo fuego a una figura delgada pero con curvas esbeltas que resaltaban debajo de su túnica negra y también con su bello y fino cuello rodeado por una bufanda de colores roja y amarilla.
El muchacho rodeo el árbol nogal y se acerco sigilosamente detrás de la joven y se acerco a su oído.
- Las flores florecen cuando tu estas cerca. Eres una amenaza para ellas – susurro a su oído.
La joven dio un respingo y se dio media vuelta para posar sus fulminantes ojos verdes esmeraldas en los avellanas del chico tras sus gafas de lente redondo.
- La única amenaza aquí eres tú. Con tus pésimos intentos de galantería las pobres flores mueren Potter – dijo ácidamente Lily Evans. Se alejo de él con la cabeza bien altiva como siempre en ella y camino de nuevo hacia al castillo.
James Potter había quedado estático al escuchar el comentario ácido de su amada. Más que nada se había quedado atontado por escuchar su melodiosa voz y su rostro tan cerca. Demasiado cerca para sus propias hormonas viriles.
Rápidamente James la alcanzo y parándose frente a ella obligándola a parar su camino. Lily rodó los ojos y cruzo sus brazos. Lo mire expectante pero también exasperada.
- Lily, Lily. Cuando vas aprender que mi galantería es lo mas codiciado por el publico masculino – dijo egocéntricamente con esa sonrisa socarrona característica de el en su rostro.
Lily rió suavemente. Para ella Potter siempre fue patético, idiota y sin cerebro. Y un comentario así era tan…Potter.
- Tus dotes no me impresionan Potter. Vete con una de tus fans, justo hay unas cuantas esperándote en el vestíbulo – dijo Lily mordazmente.
Efectivamente, cuando el chico echo un vistazo tras de él vio que había un grupo de jovencitas paradas en el vestíbulo mirando a su dirección y cuando se dieron cuenta que las estaba mirando le sonrieron o tiraron besos.
James se dio vuelta para encarar a Lily cuando confuso observo que ya no estaba allí. Se dio vuelta y vio a Lily caminar el castillo.
Lily antes de pisar el vestíbulo miro tras su hombro y le sonrió levemente a James.
- Cuando los cerdos hablen y McGonnagoll deje de ser tan amargada saldré contigo. Hasta entonces, ve con tus enamoradas Potter. Ellas si saben apreciarte, galán – dijo con tono burlón y sin creer lo que veían los ojos de James, Lily le guiño y se fue de allí atravesando el vestíbulo con su cuerpo temblando ligeramente, del cual James creyó en su mundo feliz que era causa de risas esporádicas.
James Potter sonrió triunfal y en sus ojos se reflejo la victoria anticipada.
- No esperes sentada. En cualquier momento serás mía finalmente Lily Evans – susurro para si mismo.
Se revolvió su ya revuelto cabello y se acomodo sus gafas. Puso las manos en los bolsillos y se alejo por el vestíbulo dejando atrás a sus decepcionadas fans.
James Potter sostuvo esa sonrisa satisfactoria durante todo el día. Lo que la chica no se había dado cuenta es que acaba de firmar su sentencia.
Regla Nº1: Nunca apuestes contra James Potter.
Cuidado con lo que dices la próxima vez pelirroja.
James al doblar la esquina del tercer piso empezó a correr a toda velocidad llevándose por delante a pobres alumnos de los cuales se lamento. En su rostro estaba la sonrisa más abierta e iluminada que alguien había visto en su corta y larga vida.
El castaño llego a las escaleras movedizas. Subió los escalones de dos en dos y finalmente se puso en frente del retrato de la Dama Gorda en el séptimo piso.
- Coraje lumínico – pronunció la contraseña. La Dama Gorda lo cuestiono con la mirada pero lo dejo pasar abriendo el retrato.
El chico entro velozmente tras el y echo un vistazo a la Sala Común. Estaba poblado de alumnos de primer año y de años superiores. Pero sus amigos no estaban.
Subió las escaleras de espiral llegando a una puerta de madera. Giro el picaporte y entro tras ellas cerrándola de un portazo.
- ¡Lily Evans ser mía a fin de mes! – exclamó levantando ambos brazos de forma de victoria y sonriendo abiertamente mientras se echaba en su cama y miraba el techo de esta aun sonriendo.
Un chico de ojos grises y cabello negro largo hasta la nuca lo miro estupefacto. Luego se acerco a la cama de su amigo y le toco la frente con la mano.
- Prongs, ¿tienes fiebre? Solo en sus horas de agonía Evans aceptaría una cita contigo – dijo escuetamente su amigo sin tacto alguno.
James rodó los ojos pero aun sonriendo le tiro la almohada a su amigo que se quejo.
- Cállate Sirius. Ella acaba de hacer su apuesta, y sabes que nadie le gana a James Charles Potter – dijo satisfactoriamente James.
Sirius lo miro aun mas confundido. No llego a decir nada cuando el tercer integrante de la habitación. Un chico de ojos miel y cabello rubio castaño alzo una ceja detrás de un gran libro que leía sentado cómodamente en su cama.
- Concuerdo increíblemente con Sirius. Lily jamás aceptaría algo que tenga que ver contigo y ella en la misma oración o espacio físico. Y es cierto, como dice Sirius, en su agonía aceptaría. Y mira que para estar de acuerdo con él debió decir algo meramente inteligente y sabemos que nuestro amigo carece de una neurona menos – dijo solemnemente Remus Lupin pero sonriendo de lado.
- ¡Hey! – se quejo el aludido fulminando con la mirada a su amigo lupino.
James rió férvidamente.
- Tienes razón Remus. Nuestro Sirius no tiene muchas neuronas. Pero pobre, admite que al menos lo intenta – dijo burlonamente ganándose un golpe amistoso de parte de su amigo moreno.
- No te pases Prongs – dijo ofendido Sirius y luego miro a Remus – Y tú deja de leer tanto que para tu asombrosa información de los libros no salen mujeres desnudas repitiendo: ¡Remusin! Ay Remusin yo se que puedes ¡Remusin! – dijo Sirius imitando patéticamente similar a un chillido a una mujer.
James no pudo más y rodó de la cama hasta caer al suelo y seguir riendo a carcajadas cuando Remus rodó los ojos y bufó.
- No molestes Sirius. Si sigues molestándome despídete de Orionito – dijo sonriendo de lado sosteniendo en sus manos un peluche de forma de un perro negro como la noche y ojos amarillentos.
Sirius se incorporo de la cama y corrió al lado de Remus, pero el ya se había movido de su lugar y corría por la habitación con el moreno detrás tratando de alcanzar a su peluche favorito.
- ¡Deja en paz a Orionito Lupin! ¡El no tiene la culpo de tu fobia a las mujeres! – casi grito Sirius cruzando de brazos en la mitad de la sala y haciendo un mohín en los labios que derretiría a cualquiera menos a Remus John Lúpin.
- El paga por tus errores. Eres tan idiota y egocéntrico que tu propio peluche se llama como tú, Orion – dijo riendo levemente.
Sirius bufo y James se incorporo del suelo y entre risas los miro.
- Bueno…ya…basta – pidió entre risas. Respiro hondo y se tranquilizo – Lily dijo que saldría conmigo si hago que un cerdo hable y McGonnagoll deje de ser amargada. Lo del cerdo es pan comido, el problema es McGonnagoll – les dijo tomándose el mentón con expresión pensante.
- Podríamos bajarle los pantalones a Snape, con eso ríe – dijo como si nada Sirius pero después frunció el seño – Oh no, solo nosotros y el resto del alumnado reirá de Snape – reflexiono el moreno.
El chico de gafas volvió a reír casi a carcajadas. Remus volvió a rodar los ojos y camino a la puerta. La abrió y luego los miro a los dos sobre el hombro.
- Será difícil, pero cuentas conmigo James. Ahora, no se ustedes pero mi amigo peludo tiene hambre – aclaró sonriendo y salio por la puerta.
- Luego del almuerzo trazamos el plan. Ven Padfoot, la comida te hará bien – dijo James a su amigo.
Sirius asintió pero antes cogio a su peluche, Orionito y lo dejo bien acomodado en su cama. Lo tapo con el edredón y deposito un beso en la frente de algodón del peluche.
- Mamá vendrá después, descansa – le dijo al peluche inanimado maternalmente. Luego fue hasta la puerta donde su amigo lo miraba confundido y sorprendido – Tienes razón Prongs, ¡A la ataque comida! – grito lo último y salio por la puerta también.
James salio de su ensoña ración negando con la cabeza y salio por la puerta cerrándola tras de si.
Estaba empezando a juzgar el mal juicio de su amigo seriamente.
