Este fanfic, al igual que el anterior, se ubica en la etapa telenovelera de Austen, y también fue publicado en mi LJ.
Escalera.
La paciencia comienza a consumírseme por dentro hasta que se acaba por completo. He esperado tantas horas en este lugar, que he comenzado a desanimarme otra vez.
Hoy todo sucedió como en las noches anteriores: Terminé de dar las clases vespertinas a los de primer año y atravesé la mansión entera para llegar, a tiempo, a este lugar, el sillón del recibidor de la mansión.
Llevo sentado unas tres horas, esperando a que el "magnífico" Bobby Drake se digne a regresar de su misión y asome ese cerebro congelado que tiene, por la puerta. Es la desventaja de no haber sido asignado a ese escuadrón.
—¡Estúpido Summers! —digo por lo bajo mientras mantengo al nivel de los ojos, el libro de seiscientas páginas escrito por Marc Wright. Pero este desciende a la altura de la boca y asciende una y otra vez, cada que la puerta se abre y entra alguien. He leído el mismo párrafo en los últimos cincuenta minutos.
Yo, el gran Jean-Paul Beaubier, conocido con mi nombre clave de Northstar, me tengo que conformar con reprimir mis poderes mutantes y enseñarle literatura y economía a los púberes, rebeldes de esta mansión. Bien podría encontrarme pateando traseros para deshastiarme y estarle salvando el pellejo a cierto cubito de hielo cada vez que me fuera posible, pero no, aquí estoy, esperando su regreso triunfal, para poder verle.
Rogue y Remy ya me han descubierto. Ya se habían tardado, pues más evidente no puedo ser, y cada vez que me observan me lanzan miradas de complicidad. Lorna me mira con desdén cada vez que aterriza el X-jet. Havok ni se molesta en llegar a la conclusión, tan despistado como su hermano. Y Bobby, ¡ese papanatas! Ni siquiera se las huele, y cada vez que llega me saluda con un "¡Hola JP!" y esa sonrisa de oreja a oreja y esos ojos bien abiertos que me vuelven loco cada vez que los miro directamente.
—¡Ya me he cansado de esperar! —espeto nuevamente, esta vez en voz alta—. Si sigo sentado por más tiempo, me saldrán raíces.
Contemplo el libro que tengo entre las manos y me doy cuenta del poco progreso que conseguí al leerlo. Lo cierro de golpe y me levanto de un salto. Me estiro con los brazos en alto y emito un sonoro bostezo, esperando que nadie me haya visto hacer eso. Me dirijo hacia la escalera que me llevará a mi habitacin y el corazón me da un respingo y me susurra. Espero un segundo más. Volteo por última vez a la puerta y me detengo en seco. Y nada, ni señales de él.
En definitiva, no llegar hoy tampoco. Camino, apesadumbrado, hasta mi cuarto esperando que nada malo le haya pasado en esa misión y que regrese al día siguiente, mostrando esa sonrisa y esa mirada de siempre.
Fin.
