La última prueba
Por Ade Mozart
Disclaimer: Todos los personajes y elementos de My Little Pony: FiM son propiedad de Hasbro y Lauren Faust. No recibo ninguno beneficio económico por esto.
Advertencias: Clásico fic donde Twilight se convierte en una alicornio inmortal, con todas las repercusiones que eso conlleva. Insinuaciones a algunos shippings.
Especiales gracias a Volgrad por echarle un ojo.
Capítulo 1: Las sombras del ocaso
Con el disco solar aproximándose cada más a poniente la bóveda celeste empezó a teñirse con los colores característicos del atardecer, bruñendo al mundo inferior con sus cálidas tonalidades. Sin embargo la visión de tal maravilla no encontró ojos que pudieran admirar su belleza, a razón de que ningún particular parecía encontrarse en las cercanías, inclusive la vida silvestre permanecía sumergida en un insólito mutismo.
Los vientos provenientes del norte transportaron consigo la perturbarte serenidad que arremetía con la otrora vivida ciudad hacia las tierras limítrofes en el sur. Ahora todo lo que perduraba de la legendaria Ponyville eran sus edificios intactos, abandonados apresuradamente por sus dueños. A este insólito comportamiento sólo se le podía atribuir una explicación; miedo. Pero ¿Qué o quién causaría dicha conmoción? Quizá el fin del mundo había llegado, o en su histeria colectiva eso concluyeron los ponis.
Empero el responsable de tal calamidad dejó rastro de su visita allá en las orillas que limitaban Ponyville, en el extremo suroeste que conducía al bosque Everfree, donde una vasta línea de árboles de manzano señalaba el hogar de los padres fundadores, en donde actualmente reposaban los vestigios de lo que por muchos años fuera la granja más prospera de Equestria, más ahora los escombros de lo que otrora fueran novedosas edificaciones habían sido transfigurados en meros fragmentos de silíceo.
No obsta el lugar aún distaba de convertirse en un pueblo fantasma pues en dirección al suroeste, a pocas millas de distancia de las parcelas pertenecientes a los Carrot, cerca de las montañas por las cuales el tren de Equestria atravesaba camino a Canterlot, un acalorado enfrentamiento estaba tomando lugar. Dos antiguos enemigos sumergidos en una intrínseca persecución aérea donde magia negra y magia de alicornio se entrecruzaban en una danza mortal.
Por un corto intervalo la balanza en la contienda se mantuvo imparcial, a raíz del brío que se apoderó de la psique de los contrincantes; uno de ellos era un mundo infestado por la ambición de una milenaria venganza, un odio inmortal que nunca le permitiría doblegarse ante nadie, sumergiéndose en una eterna guerra con el mundo. Tanto que la otra se nutría con un bien disfrazado temor, no por la propia seguridad sino por la de los ciudadanos del pueblo en el que otrora viviera con sus cinco amigas ponis. Y cuando los niveles de adrenalina alcanzaron su punto culminante, la ferocidad en la batalla adquirió otro nivel; poderosos encantamientos estallando a centímetros de sus blancos, chocándose entre ellos, acrobacias aéreas solemnemente efectuadas con motivo a esquivar los ataques enemigos.
Sin embargo los vientos de la victoria pronto empezaron a soplar en favor del inescrupuloso dictador que en la antigüedad convirtió al Imperio de Cristal en una tierra distópica. Todo sucedió demasiado rápido, en su forma etérea el unicornio negro esquivó un nuevo ataque y sin perder tiempo lanzó un rayo de energía oscura, dejándole escasos segundos a la princesa Twilight para reaccionar a la ofensiva. En tal epifanía orbes de luz magenta comenzaron a iluminar su cuerno, en un intento de conjurar un escudo protector. Empero su reacción llegó demasiado tarde, el hechizo la alcanzó antes de que pudiera acumular suficiente magia.
Agonía, la sensación de su piel siendo quemada, su ser siendo partido por los efectos de la maldición. Tenía que hacer algo, contratacar, no obstante el dolor era inmensurable, inhabilitada incluso para mantenerse en vuelo su cuerpo comenzó un vertiginoso descenso hasta estrellarse sobre la superficie. En una caída que hubiera partido los huesos a cualquier mortal.
Lo primero de su anatomía en hacer contacto con el suelo fue su grupa, absorbiendo la mayor parte del impacto, seguida de sus costados y si bien su cabeza no recibió lo peor de la colisión, esta rebotó sobre el terreno varias veces antes de que todo su cuerpo yaciera inmóvil, sumido en un caótico sueño.
Ante tan grande acontecimiento que le llenó de un inmenso júbilo, el monarca aterrizó, queriendo ver con sus propios ojos a su postrada enemiga, otorgándole a tremenda contingencia los honores que se merecía y yendo a su encuentro en su forma corpórea.
Cuando llegó hasta el sitio, a veinte pies de distancia, se dedicó a contemplar su obra, a la pequeña de Celestia; permanecía quieta, sin mostrar signos de conciencia, doblegada ante su poder. Ante aquella visión sonrió morbosamente, la ira en sus ojos fulgurando con la intensidad del fuego solar ante la sucesión de escenas que comenzaron a asaltar su memoria y en las cuales los roles se invertían; dos princesas despojándolo de su imperio, un imperio donde el orden era lo primero y lo último cuando las demás naciones sucumbían a hambrunas y rebeliones, una nación destinada a durar mil años bajo su puño de hierro, más ahora dicha tierra había quedado rebajada al estatus de protectorado, regida por gobernantes que rendían tributo a Celestia, en quien reposaba la última palabra sobre su jurisdicción.
Y la imagen de esos traidores, esos inútiles ponis que no podían defenderse a sí mismos sin la intercesión de un mágico corazoncito de cristal, lo hacía enervar.
Habiendo vivido en una era donde el caos se esparcía por toda la Tierra como la peor de las pandemias, él aseguró la supervivencia de sus súbditos valiéndose de cualquier recurso, aplastando la libertad de esos a quienes intentaba proteger, creyéndose todopoderoso por haber dominado la magia más terrible de todas.
Antiquísimamente en los tenebrosos días del reinado de Discord sobre Equestria, conocidos como la era del caos, él abrió las puertas del imperio a todo equestriano que solicitara asilo, empero justo como hiciera con los naturales se aseguró de extender su influencia a las mentes de los extranjeros.
Y eso fue lo que nunca llegaron a entender esos ponis de cristal. Cuando el caos está esperando en las puertas, el uso de cualquier método expeditivo está justificado. El precio a pagar por la vida era terrible, más ellos no podían entender los acuerdos sobre los cuales la vida se fundamentaba; la vida debía continuar, la vida implicaba lucha* y el dolor era un elemento innato en ella. Por tal razón sólo él podía ostentar el trono, un dictador con el suficiente brío para salvaguardar la perpetuidad del imperio.
¿Quieres paz? Entonces prepárate para la guerra.
¡Malditos, malditos traidores todos!
— Esclava del sol, despierta—. Pronunció con una voz cavernosa, mirando a la princesa como si de una alimaña se tratase.
Por un par de minutos ninguna eventualidad se sucedió, más al rato fue testigo de cómo la yegua regresaba lentamente a la vida, primero sus costados empezaron el clásico vaivén de unos pulmones aspirando el bendito oxígeno, luego sus párpados se abrieron pesadamente. Sus ojos ostentando una mirada desorientada, como si realmente vieran sin verdaderamente impregnarse de la imagen ante ellos. Sin embargo tal expresión pronto fue reemplazada por una que dejaba traslucir su shock, los eventos del día habían vuelto a su cabeza.
— ¡Sombra!—. Exclamó eufórica, reuniendo todas sus fuerzas para levantarse a pesar de sus heridas aún no sanadas. Y en el momento en el cual ambos quedaron cara a cara por segunda vez en aquel día desde que fuera enviada al Imperio de Cristal para derrotarlo, hacía más de cien años, la cara de la yegua se transfiguró completamente.
Ahora un siglo después de ser coronada cuarta princesa alicornio, irremisiblemente las cinco antiguas portadoras de los elementos habían ido a pagar la deuda de todo ser vivo, yendo a encarar la muerte que desde su nacimiento las había marcado. Era un círculo primordial en el mundo, talmente como el ciclo del día y la noche, la muerte daba paso para que nueva vida fructificara, así como la oscuridad traía el descanso a la Tierra. Y finalmente cuando las arenas del tiempo se detuvieron para la última de ellas sus dichas pasadas se tornaron en un trago agridulce para su memoria.
Un momento lleno de incertidumbre, en el cual los enemigos se observaron con la misma intensidad que depredador y presa empleaban para medir las fuerzas del otro, esperando por el primer indicador para dar inició a la antiquísima lucha por la supervivencia. Pero de repente la princesa se lanzó hacia el borde del camino y en un rápido movimiento apuntó su cuerno hacia el belicoso rey. Empero para su sorpresa la familiar sensación de la magia energizando todas las moléculas de su cuerpo hasta acumularse en su frente nunca llegó, todo lo que vino a ella fue una terrible migraña.
— ¿Qué me pasa? —preguntó para sí, volviendo a repetir la acción una, dos veces, logrando nada. Entonces viró la vista al rey Sombra, notando con terror que este se aproximaba a ella con un paso calmo, plasmando su burda confidencia en la forma de una sonrisa que dejaba entrever los blanquecinos colmillos y la morada miasma secretando de sus ojos— ¿Qué me hiciste? —. Gritó en un ataque de pánico. Ante eso su enemigo tan sólo replicó lo siguiente:
— Dime, esclava del sol, que prefieres. ¿Qué haga desaparecer a este pueblo y cace a todos sus ocupantes, o dirija mi atención hacia la guarida de tu ama? —. Abriendo los ojos con incredulidad, temerosos por el testamento pronunciado, descubriéndose en la peor de las situaciones ahora que su magia no podía ampararla, su mente se debatía entre la figura ante ella e intentar idear un plan de emergencia, no obstante cada uno de ellos culminaba en el peor de los escenarios. Ahora sin magia, su único método para contactar a las princesas era volando hasta Canterlot, lo que significaría abandonar a un maniático para que hiciese cuanto quisiese.
Spike, rápido, llévate a todos lejos.
Más sus alarmas pronto alcanzaron un punto crítico cuando la figura del unicornio se transfiguró en una negruzca masa incorpórea y penetró en la espesura de un bosquecillo al borde del camino en el cual se encontraban.
— ¡No! —. Gritó y en un impulsivo ataque de desesperación se internó igualmente entre el follaje, dando inicio a la cacería.
Notas:
Si llegaste hasta aquí te lo agradezco y espero que el destino nos vuelva a reunir en el siguiente fragmento.
Críticas, análisis, consejos son bien recibidos.
* Fragmento tomado de la fan historia "La saga leonina" de los autores John Burkitt y David Morris.
El cover de la historia corre a cargo del increíble Raikoh illust, quien en su página en dA especificó que sus imágenes eran de uso público siempre y cuando no se obtuvieran beneficios económicos.
