Quizá, no era de extrañarse leer aquella nota en el periódico, la cual anunciaba el asesinato de un dulce joven de ojos verdes a manos del ser que amaba, seguido del suicidio de este.
Quizá, todo el tiempo estuvo esperando por aquel fatal desenlace que ahora se había transformado en una página de papel. Una página de papel cargada de tinta industrial que ahora sacaba un pequeño grito ahogado a aquellos que casualmente llegaban a leerla, pero que pronto sería desechada o utilizada por amas de casa en toda la ciudad para realizar quehaceres domésticos.
Sin embargo, el pequeño rubio decidió separar cuidadosamente aquella nota que sería olvidada en los recovecos de la ciudad, y guardarla en el bolsillo del largo abrigo que cubría su delicado cuerpo del viento helado que parecía rugir por entre los altos edificios que deberían haberle frenado. Sus botas de piel resonaron suavemente sobre el asfalto de la acera que bordeaba al pequeño parque donde se encontraba, el cual aún conservaba algunos árboles, mientras daba la vuelta y se alejaba con paso lento del lugar donde un rato antes había conseguido el ejemplar del periódico de aquel día en un pequeño puesto metálico. El viento tan feroz le despeinaba sin cesar el cabello amarillo que le cubría las orejas, meciéndose sin parar ante él, nublándole la vista y metiéndosele en la boca de paso. Gruñó con suavidad y apretó los dientes mientras alzaba las manos enfundadas en guantes gruesos, con la intención de apartarse el cabello del rostro y visualizar mejor los objetos que podrían meterse en su camino y provocarle un accidente: Gente, perros, botes de basura. Niños, autos, postes. Objetos cotidianos que ahora le parecían alejados a su realidad. Sabía que caminaba, porque aún escuchaba sus pisadas al andar, pero se sentía flotando, como si se encontrara dentro de un sueño. Y… cómo le hubiese gustado que sólo fuera eso.
Un triste y doloroso sueño.
Volvió a meter una de sus manos en el bolsillo del abrigo que contenía la nota del periódico, y apretó esta, dejando que su crujir le recordara que todo cuanto había ocurrido era real. Mordió su labio inferior en un intento de evitar llorar, pero las lágrimas se anegaron en sus ojos y terminó ofreciendo al exterior una mueca que mostraba la profunda desesperación e impotencia que ya habían llenado todo su ser. Agachando la cabeza de modo brusco para que los peatones no notasen sus turbulentos sentimientos, dos lágrimas acabaron por escurrir hacia el asfalto mientras un débil quejido salía de su garganta, graznante.
-Eres un gran idiota, Eren… - Susurró a nadie y al aludido a la vez, pese a que sabía jamás volvería a verle, al menos durante lo que quedaba de esa vida.
1 año antes.
-¡Maldita sea, Armin, te dije que te detuvieras! – Gruñó en evidente señal de molestia un joven castaño mientras perseguía a su amigo de la infancia, jadeante. Le sorprendía que el contrario fuera capaz de andar a aquella enorme velocidad dada su débil complexión, pero, claro… iban tarde a clases, era de esperar que pusiera todo de sí para llegar a tiempo. -¡Por favor, 2 minutos de retraso no te matarán!
-¡Por amor de Dios, Eren, no son sólo "dos minutos", ya llevamos veinte de retraso! –Gruñó en respuesta el rubio, sin aminorar la marcha. -¡Todo porque me apagaste la alarma, gran idiota!- Gritó a su amigo, molesto por la actitud tan despreocupada que este tomaba ante situaciones como esas.
-¡Ya te dije que lo siento, ¿sí?! ¡No sabía que ese era el botón de apagar!- Respondió con igual molestia, siendo ignorado magistralmente por el otro.
Por su parte, Armin se dedicó a beber apresuradamente del envase de yogurt que había sacado del refrigerador para tener algo en el estómago; dado que no le había dado tiempo de desayunar nada. Habiéndolo vaciado, lo arrojó dentro de un contenedor de basura que encontró una vez que logró entrar al enorme establecimiento que fungía como la universidad donde ambos estudiaban. Subió corriendo las escaleras que lo llevarían al piso superior del edificio mientras ignoraba las peticiones de bajar la velocidad que su mejor amigo, a quien ya había dejado bastante atrás, le hacía. Como un bólido, atravesó los últimos metros que le separaban del salón donde tendría la primer clase del día y abrió la puerta de este, jadeante. -¡Siento mucho la tardanza! –dijo en voz alta al docente que se encontraba de pie frente a él, mirándolo con cierto disgusto.
-Buenas noches, joven Arlert. Me alegra que nos honre con su presencia. –Respondió fríamente el hombre pelinegro que se encontraba frente a la pizarra, evidentemente impartiendo una lección antes de haber sido interrumpido por la abrupta entrada del joven. Si bien este era unos centímetros más bajo que Armin, sin duda era mucho más imponente. Su sola presencia bastaba para helar a todos los estudiantes, quienes miraban llenos de preocupación al joven rubio, temiendo por la sanción que el profesor fuese capaz de imponerle. Inclusive aquellos que, como Sasha, no poseían mucho instinto de supervivencia, sabían mantenerse calmados y siguiendo las reglas al pie de la letra durante esa única clase (durante el resto dejaban salir toda la energía que a los jóvenes caracteiza).
Al notar lo realmente inoportuna que había sido su entrada, el intimidado estudiante volteó hacia la puerta que se comenzaba a abrir, dejando entrar a su amigo de la infancia. Le fulminó con la mirada, entre enojado y angustiado, mientras intentaba pasarle un mensaje con los ojos: "¡Hemos interrumpido la clase del profesor Levi!". Afortunadamente, el otro captó fácilmente y antes de comenzar a montar un numerito estúpido bajó la cabeza, mostrando arrepentimiento.
-Perdone mi tardanza y la de Arlert, todo fue culpa mía. Le ruego que por favor disculpe a mi amigo e imponga a mi persona la sanción que considere necesaria… -Dijo Eren con voz firme, sin por ello perder el suave deje que denotaba temor, dirigiéndose al profesor más temido del campus.
Suspirando, su interlocutor negó con la cabeza y habló a ambos. –Si van a sentarse y me dejan impartir mi clase, tendré tiempo de pensar en cuál es la mejor manera de proceder con ustedes. –Pronunció evidentemente molesto a sus dos estudiantes, quienes sólo pudieron responder "¡Si, señor!" antes de huir despavoridos hacia los dos lugares que quedaban vacantes gracias a otro joven castaño, quien se había encargado de apartarlos para ellos.
-Hey, Armin, ¿qué fue lo que ocurrió? No es propio de ti… -Susurró con preocupación aquel joven al rubio, teniendo cuidado de no ser escuchado por el profesor. –Me lo creo de Eren, pero es la primera vez que a ti te ocurre esto. –Continuó en cuchicheos, a lo que el otro resopló con evidente enfado mientras le miraba.
-Precisamente, Jean. Es por Eren que estas cosas pueden ocurrirme a mí. –Respondió también susurrando a su amigo, evitando con todas sus fuerzas no gritar y ocasionar un alboroto que le costaría el cuello (y probablemente, uno que otro golpe a Eren). –Al menos se comportó frente al profesor Levi y estamos seguros por el momento, pero eso no quita que llegamos más tarde de lo que está permitido y, para colmo, hicimos enojar al docente más temible de toda la universidad… -concluyó, aun evidentemente frustrado mientras resoplaba y de su mochila sacaba la carpeta y un bolígrafo, los cuales utilizaba para hacer apuntes. Miró nuevamente a Jean y dejó escapar un pequeño suspiro, en un intento casi exitoso de controlar su agitación. –Jean, ¿podrías pasarme las notas de antes de que llegáramos TARDE?
-Ah, claro, toma… -respondió el aludido, extendiéndole su propio cuaderno, bastante sorprendido. Es decir… Era ARMIN, el pequeño genio, la adoración de los profesores, quien le estaba solicitando ayuda a él, Jean. Bueno, tampoco es que al rubio le agradase mucho la idea, pero la situación lo ameritaba. Y de todas las personas a quienes se los podía solicitar, fue a él, Y SÓLO A ÉL, a quien le pidió sus apuntes. Debía contar de algo, ¿no?
-¡Armin, ya te dije que lo sentía, ¿vale?! –Contraatacó ofendido el castaño, alzando sólo un poco la voz en el proceso. Sin embargo, esto fue suficiente para que el resto de la clase se quedara en un silencio sepulcral, conteniendo la respiración prácticamente, sabiendo que aquellas palabras habían llegado claramente a los oídos de su docente, pese a la distancia que separaba a ambos.
-Yeager… No sólo llega tarde, sino que además tiene el descaro de distraer al resto de sus compañeros. Ya que parece no tener ni un ápice de vergüenza, le tomaré la palabra y aplicaré a usted una sanción, más la que tenía reservada para su amigo. Después de que sus clases hayan finalizado el día de hoy, búsqueme en mi oficina, y le informaré que debe realizar… Hasta entonces, compórtese como el adulto que ya debería ser y guarde silencio el resto de la hora, o tendré que además pedirle su retirada del aula. –Fue el regaño que Eren recibió como cortesía de Levi en aquella situación, a lo que el joven estudiante solamente bajó la cabeza mientras mascullaba un "Lo siento, señor" entre dientes, provocando que una sonrisita de satisfacción (la cual nadie, ni siquiera los estudiantes más atentos, notaron) se dibujara breve y rápidamente en el rostro del mayor.
Sacando sus cosas de la mochila que cargaba, el castaño continuó mirando a su mejor amigo como diciéndole "perdóname", o más bien suplicándole, mientras este otro sólo hacía un mohín de enfado y se encargaba de copiar casi todo lo que Levi explicaba. Ya había perdido tiempo valioso de la clase gracias a Eren, y no estaba dispuesto a dejar que le robara más. Pronto serían los exámenes parciales, y si quería conservar la beca académica que le permitía estudiar en aquella escuela privada y con bastante prestigio, bajo ninguna circunstancia podía permitirse descender sus calificaciones. No le importaba ser considerado un ratón de biblioteca; si estaba ahí es porque tenía un deseo que quería ver cumplido, y sólo aquel lugar sería capaz de ayudarle a realizarlo.
-"Eren, eres un idiota." –Fue lo último que pensó antes de concentrarse por completo en aquello que ocurría frente a la pizarra e ignorar por completo a los amigos y compañeros que se sentaban a su alrededor, dispersados por toda el aula de clases. Sabía que no era del todo correcto el ser tan "matado", pero no podía evitarlo: Tenía que mantener la beca, aún si esto le costaba varias oportunidades de socializar y adaptarse a su ambiente. Era consciente de los comentarios maliciosos que hacían algunos referentes a él y su manera de actuar… así como del hecho que casi siempre era Eren quien le defendía.
Eren. Su querido y más viejo amigo. Aún le causaba cierto sentimiento de tranquilidad el saber que se encontraban en la misma universidad, estudiando ambos la misma carrera… e incluso, viviendo juntos. Si bien aún tenían deslices como el de aquel día, eso no quitaba lo agradecido que se encontraba de poder tenerlo aún a su lado. Y es que hubo un tiempo en que creyó lo perdería para siempre, lo cual ocurrió cuando supo que la hermana adoptiva de este (y quien también su amiga fuera), Mikasa, escogió un camino distinto al que ellos tres ya habían pactado, siendo más jóvenes. Creyó que Eren también iría por una senda diferente, y fue enorme su alivio cuando aquello no ocurrió, pese a la enorme tristeza que le embargó cuando de 3 sólo quedaron 2.
-¡Por favor, son casi las 10 y no hemos comido nada! ¿No podría dejarnos salir antes para comer un poco? ¡Tenemos hambre, hemos estado aquí desde muy temprano! –Fue el quejido que soltó una hambrienta castaña ante su estómago rugiente, mismo que sacó bastantes carcajadas a los alumnos y a la profesora en turno.
-¿Es que no te cansas de comer? ¡No tienes descaro! ¡Llevas devorando quién sabe cuántos paquetes de galletas y demás comida basura desde que inició el día! –Fue la respuesta que le gritó el mejor amigo de esta, Connie; lo cual sólo provocó que las risas intensificaran su volumen e intensidad.
-Quizá sea cierto, pero estamos otros que en efecto no hemos comido nada en todo el día… -Repuso con una sonrisa un alto y amable pelinegro, dirigiéndose a la docente de aquella clase.-Quedan 20 minutos antes del cambio, ¿no podría permitirnos salir en este momento para ver si pillamos algo de comer, señorita Hanji? –A lo que todos los presentes corearon un "Por favor" lastimoso, en orden de intensificar la fuerza de la petición.
Riendo sonoramente, la aludida sacudió la cabeza mientras guardaba su computadora personal y apagaba el cañón con el cual había estado impartiendo la lección. Mientras lo hacía, miró a todos los alumnos que tenía frente a ella y sonrió. –De acuerdo, Berth, sólo porque todos tus compañeros tienen esas caras de cachorros hambrientos los dejaré ir por el día de hoy; pero más les vale que para la siguiente vengan preparados, como Sasha. Recuerden que ya van a comenzar los parciales, y como vamos atrasados en el temario debemos apresurarnos…
-¿Será difícil el examen?- Preguntó desde el fondo del aula un musculoso muchacho de cabello rubio, evidentemente preocupado por esto.
-Oh, claro que sí, pequeño Reiner… ¡Les puedo asegurar que será muy, pero muy difícil! ¡Ni aunque estudien toda la semana sin parar serán capaces de aprobarlo! –Respondió Hanji antes de soltar una gran carcajada más propia de un villano de telenovela de bajo presupuesto que de una profesora. Al escuchar esto, se escuchó un "¿¡QUÉ!?" cargado de descontento y temor proveniente de gran parte del alumnado. -¡Sin embargo! –gritó sonoramente la castaña, ocasionando que todos volviesen a quedar en silencio.- Podría reconsiderarlo si entre todos me consiguen la nueva Apple TV. ¡Si entre todos cooperan, les resultará muy barata! No es mal trato, ¿a qué no? –Resolvió con una sonrisa pícara y ojos brillantes, que ocasionaron más risas por parte de los alumnos.
-¡Oiga, pero también tenemos que comer, no invente! ¡Si se la compramos no tendrá sentido que hayamos conseguido tiempo para ir a almorzar, nos dejará sin nada! –Espetó entre risas otro de tantos estudiantes, seguido de varios "¡Pos oiga, al menos pase las diapositivas que hemos visto en clase para que podamos estudiar!" de algunos más.
-En ese caso, lo siento.- Dijo mientras se encogía de hombros la alta profesora, caminando hacia la salida. –¡Tendrán que estudiar muchísimo, pequeñines, porque las diapositivas las cobro a 200 por pieza! –Casi bailando, atravesó de un brinco la puerta, gritando alegremente a los que iban saliendo atrás de ella, en dirección a la cafetería- ¡No olviden el avance de su investigación para la siguiente semana, o los lanzaré al león Levi! –Y aun riendo, se alejó caminando por los pasillos ante las miradas de resignación y temor que el nombre "Levi" había provocado en los alumnos.
-Hey, Armin. Vamos a comer algo antes de la siguiente clase…-Fue la petición que Eren hizo a su todavía enojado amigo de la infancia, quien le respondió simplemente con un mohín de desagrado. -¡Oh, vamos, no puedes seguir enojado por eso! Te invitaré algo, lo juro, pero por favor, ¡olvídalo ya!
Soltando un suspiro, el rubio guardó las cosas que aún descansaban sobre la mesa de madera pulida y se puso de pie, jalando consigo su mochila. –De acuerdo, tú lo has dicho. Te toca invitar.-Y dicho esto, sonrió de manera amplia y triunfadoramente, lo que alteró visiblemente al contrario.
-¡Hey, espera! ¡Dije que te invitaría, pero no te agarres de eso e imites las maneras de Sasha! ¡Mi cartera se verá gorda, pero son más que nada un montón de tickets y similares!
-¡Oye, Eren, tampoco exageres el tamaño de mi apetito! –Contraatacó la aludida, quien se encontraba tirando en el cesto de basura ubicado a un lado de la puerta todas las envolturas de comida que había dejado vacías.
-Sasha, cállate. Tus acciones contradicen tus palabras, sólo estás poniendo en evidencia lo glotona que eres, seguro tu mayor pecado es la gula.- Recibió como respuesta empapada en sorna de una chica alta y morena que se disponía a salir también, acompañada de una rubia más bajita quien le tironeó el brazo a modo de regaño.
-¡Ymir, no seas así! –Se escuchó que la más pequeña dijo enfurruñada a la otra. -¡Sasha simplemente tiene un metabolismo diferente, es por ello que necesita comer más que nosotros!
-¡Eso, hazle caso a Historia! –Espetó Sasha, mientras se atiborraba de pan la boca, por lo que sus palabras sonaron más como "¡Ego, ashle casho a Iztogia!", haciendo resoplar a los que aún quedaban presentes mientras ponían los ojos en blanco y un pensamiento colectivo surcaba las mentes de todos: "De esa manera sólo le das la razón a Ymir".
-Bueno, bueno. –intervino la voz de un dulce joven pelinegro y con el rostro sonriente surcado de pecas.- Dejando ese tema de lado, ¿por qué no mejor vamos a la cafetería antes de que finalice el tiempo libre? De lo contrario no alcanzaremos nada, los de otras carreras están saliendo también... ¿Ven? –Y volteando hacia la puerta abierta, señaló con la mirada a la multitud que comenzaba a salir apresuradamente de los distintos salones que se encontraban en ambos pisos del edificio donde se encontraban.
-¡Mierda, hay que correr o de nada habrá servido salir antes! –Gruñó Jean, y comenzó a empujar a Armin a la salida.- ¡Andando, Eren, o no sólo tendrás que invitarle a Armin… mira que hoy traigo un hambre voraz y podría comerme a la granja entera! –Gritó como reto antes de salir disparado por los pasillos, jalando al rubio consigo.
-¡Con un demonio! ¡JEAN! –Masculló mientras echaba a correr detrás del par, seguido por el resto de sus amigos que, aunque riendo, se encontraban desesperados también por alcanzar algo de comer.
-Ese idiota, un día me las va a pagar… -Espetó Eren mientras caminaba por los pasillos de la universidad y su ceño se fruncía al recordar todo lo que había pagado en la cafetería. Armin había sido quien menos comió, y por tanto su cuenta fue bastante reducida, pero Jean se había excedido y le había dejado totalmente en la quiebra. -¡Tortas, papas, bebidas, ensaladas! ¿¡Es que es el hermano perdido de Sasha, o qué mierda!? –Se quejó mientras alzaba los brazos en señal de evidente descontento. –Tendré que medirme con la comida de la semana si quiero sobrevivir…
-Vamos, nadie te estaba forzando a pagarle la comida. El único culpable de eso, fue tu ego, que parece más propio de un niño de primaria que de un universitario. –Fue lo que Armin respondió a las quejas del otro, antes de darle un suave golpecito en la cabeza como reprimenda y consuelo a la vez.- Da igual, aún me queda suficiente dinero para alimentarnos por el resto del mes, así que quédate tranqui…¡Ah!
-¡Armin, definitivamente eres el mejor, no podría vivir sin ti! –Interrumpió el castaño mientras se le lanzaba encima para poder revolverle el pelo con afecto.
-Sí, sí, lo sé, así que ahora suelta… - Repuso con cierto tono de satisfacción al escuchar las últimas palabras de su mejor amigo. – Mientras no vuelvas a repetir lo de hoy, consideraré el hacerme cargo de ti por el resto de tu vida…
-Y bueno, ¿podría saber qué cosa fue "lo de hoy", la cual provocó la tardanza de ambos? –Interrumpió una dura y fría voz que provocó al instante que ambos jóvenes frenasen en seco y dieran media vuelta en la dirección de donde había surgido dicha voz. -¿Y bien, Yeager? No me diga que ha olvidado la explicación que me debe, y las sanciones que debe pagar…
-Justamente iba a buscarlo a su oficina, profesor Levi, ya que no he olvidado mis sanciones…
-Excelente. En ese caso, vayamos de una vez, no quiero gastar más tiempo del necesario. –Y al finalizar de decir esto, volteó hacia Armin, quien se debatía entre esperar a su amigo o adelantarse a la casa en que ambos vivían. –Joven Arlert, yo que usted me adelantaría a mi casa, las labores que Yaeger debe realizar tomarán bastante tiempo.
-Eh… de acuerdo, señor. Primero pasaré a consultar unas dudas con la profesora Hanji, y después me iré a casa.
-Oh, ya que vas donde la cuatro ojos, llévale esto. – El profesor extendió un libro de tapa dura, con seguramente más de 1000 páginas, al joven rubio que lo sostuvo con bastante dificultad. –Dile que para ser una mierda con lentes, tiene buen gusto.
-Parece tener una relación cercana con la señorita Hanji… -Susurró Eren, pero nadie notó la pequeña molestia que punzaba en su voz, al menos no en ese momento. Tiempo después, Armin recordaría aquel breve instante y se cuestionaría, arrepentido, el por qué no había prestado más atención a su amigo en ese entonces…
-No realmente, es como uno de esos conocidos molestos que no puedes sacar de tu vida por más que quieras, al igual que una mosca. Ahora, andando, Yeager, que el tiempo es valioso. –Espetó el mayor. Y se fueron, profesor y alumno, dejando atrás al rubio que comenzó a caminar en dirección a la oficina de su profesora, dispuesto a entregar el recado que le habían encomendado.
