Disclaimer: Los personajes, trama y detalles originales de Naruto son propiedad de Masashi Kishimoto.
Cuentos de Ichiraku
El cocinero no es una persona aislada que vive y trabaja sólo para dar de comer a sus huéspedes.
Un cocinero se convierte en artista cuando tiene cosas que decir a través de sus platos, cuando tiene historias que contar a través de cada preparación, cuando cada platillo atesora un encuentro, un momento, una sola escena que aún sin ser el protagonista, forma parte de su día a día.
Fic para la campaña el valor de los extras (más información en mi perfil)
Advertencias:
Ninguna, o bueno, nada que no sepamos ya.
Notas introductorias:
Con este fic comienza formalmente mi campaña "El Valor de los Extras" así que trataré de resaltar a personajes que muchos otros autores ni siquiera recuerdan, aunque no por eso se necesita ser un experto en Naruto para poder disfrutar de mis divagues, igual tendremos apariciones de conocidos en sus años mozos y en algún momento entraré con la gente que ya conocemos.
Tengo mucha fe en que saldrá bien, básicamente contaré la historia de Naruto a través de la gente del ramen, pero daré mi mayor esfuerzo para que no se trate de un refrito corriente. Espero que sea de su agrado esta extraña idea.
Shio Ramen
De cómo los fideos llegaron a Konoha
A medida que se acercaba podía ver con mayor claridad la muralla de lo que sería su nuevo hogar. Se sintió aliviado de finalmente establecerse y aunque se trataba una aldea ninja y los peligros estuvieran a la orden del día, estaba seguro que el destino sería amable con ellos, con los únicos sobrevivientes de la aldea del bambú.
Miró a su alrededor; una veintena de gentes caminaba junto con él llevando algunas de las pertenencias que habían logrado rescatar después de que su pacífica aldea se viera involucrada en esta la gran tercer guerra ninja. Se detuvieron ante el umbral de la imponente puerta de madera bajo la estricta inspección de los shinobi apostados a los laterales. Pero ninguno cruzó el vano que se abría frente a ellos. Dejaron un momento sus posesiones y se acercaron dejando a los ancianos al frente, seguidos por los jóvenes recién casados, los solteros y los niños, en ese orden. Todos juntaron sus manos, inclinaron la cabeza y comenzaron a recitar una oración en su lengua natal siendo posiblemente la última vez que la hablarían.
Los shinobi mantuvieron fija la vista en cada una de las personas, atentos a cualquier indicio que implicara algún ataque, pero nada. Solo era una plegaria que no les llevó más que unos minutos.
Del otro lado de la muralla, algunos de los habitantes originarios de Konoha se acercaban curiosos al grupo que llegaba. De entre la multitud se acercó despacio del Sandaime vistiendo con las típicas ropas de su cargo, sosteniendo el sombrero con una mano pues el viento amenazaba con quitárselo mientras la capa ondeaba gloriosamente dándole al hombre un recuadro digno de admiración. Permaneció quieto y en silencio hasta que los otros terminaron, entonces acortó el espacio que los separaba aún tendiendo la mano al hombre mayor que venía dirigiendo la compañía, este levantó el rostro, pues era muy bajito a comparación del Hokage, le correspondió el gesto y sonriendo con alivio hizo una pequeña reverencia…
Parecía que desde ese día en que llegó a Konoha solo habían pasado unos días, cuando en realidad ya corrían tres años. Se detuvo un momento para mirar la calle, aún era bastante temprano así que no había mucha gente de pie, pero quienes lo hacían se tomaban un tiempo para darle el buenos días. Sin duda esa aldea estaba llena de gente optimista, pues aunque una guerra más poderosa estallara en esos momentos, los shinobi estarían ahí para protegerles, eso les hacía sentirse seguros.
Retomó su labor de limpiar su parte de la acera arrojando un poco de agua para no levantar polvo y luego con la escoba se encargaba de quitar la basura que el viento llevaba de un lado a otro. No podía evitar el sonreír, ese día prometía ser el más importante de toda su nueva vida.
Terminó pronto con esa tarea así que sin perder tiempo regresó al interior del local haciendo sonar el chime* de bambú originario de su aldea y que había pertenecido a su familia por generaciones, ya que, en palabras de su abuelo "el destino los había elegido para ser gente de fideos". Aún tenía mucho que preparar para ese gran día y como no le gustaba estar bajo presión lo haría todo en buenos horarios.
A su paso acomodó por enésima vez la pequeña fuente que estaba sobre la mesa de madera cerca de la entrada, el agua debía correr exactamente al sudoeste si quería prosperidad para su negocio. Miró con orgullo las paredes rojas con decorados amarillos que le recordaban su lugar de origen y representaban el fuego, el gris y plata de sus instrumentos eran el metal, y hábilmente había combinado también el verde de la tierra de Konoha, su nuevo hogar y que además, servía para sintonizar el azul del agua para que no apagara la llama del rojo.
El fuego produce tierra; la tierra produce metal; el metal produce agua; el agua produce madera; la madera produce fuego; esa era la filosofía de la aldea del bambú, todo es un círculo que permite visualizar un ciclo eterno de equilibrio de las diferentes energías, pues no hay energías positivas y negativas, solo malas combinaciones y no es conveniente que una energía domine más que otra.
Había prescindido de la colocación de los guardianes dragón porque el espacio era muy reducido, y si bien le gustaría tenerlos ahí, prefería dar a sus clientes mayor libertad de movimiento, después de todo, solo un puñado de personas sabrían que deberían estar y no los puso.
Se dirigió a la bodega pasando por la cocina blanca perfectamente ordenada dando una rápida inspección para que todo estuviera donde debiera; las sartenes bien acomodadas en la parte baja de la barra de servicio, los cuchillos alineados y afilados en su base, un ramo de lirios y narcisos frescos en la isla de preparación. Todo en perfecto. La trastienda estaba al noroeste, lo que la hacía un poco fría y por tanto perfecta para almacenar los alimentos. La hora se acercaba, ya tenía que empezar a preparar todo, así que tomó los cajones de verduras, condimentos y por supuesto, los fideos que necesitaba por lo que volvió a la cocina.
Los fideos los tenía preparados desde la noche anterior ya que hacerlos era particularmente laborioso además de que la pasta necesitaba reposarse para conseguir una consistencia perfecta. El día de hoy solo alistaría los caldos correspondientes.
El día le pareció terriblemente corto.
Ya caía el sol de la tarde, la hora se acercaba peligrosamente. Terminó de cortar la última zanahoria demostrando maestría impresionante con el cuchillo. Apresuradamente comenzó a recoger las cáscaras y residuos, limpió sus menesteres dejando todo tan en orden como fuera posible y salió de la cocina.
Estaba nervioso como nunca y se suponía que no era la primera vez que preparaba un plato de ramen. El estómago se le comprimía por la emoción y el corazón de golpeaba el pecho, menos mal que no tenía problemas cardiacos o eso habría sido bastante molesto, hoy sería el día más importante de su vida en la aldea de Konoha. Entró apresurado al cuarto de baño en el que había puesto especial esmero en la limpieza, se lavó perfectamente las manos, revisó su ropa, no se había ensuciado y estaba blanco impecable aún, se lavó la cara para retirar la ligera capa de sudor que se había formado en su nariz y sienes por el calor de la cocina, se acomodó la pañoleta que sujetaba su cabello y salió de nuevo.
En un par de zancadas alcanzó la puerta principal viendo nuevamente la fuente por si acaso se había desviado un poco de su camino, pero no, estaba bien.
Corrió el cancel de papel para dejar toda la entrada expuesta como era costumbre en los negocios y encendió las luces exteriores, pues ya estaba oscureciendo. Su sonrisa se amplió bastante. El contraste amarillento de la bombilla hacía un reflejo naranja con las secciones rojizas del umbral que resultaba bastante agradable y parecía hacer que el pequeño local se viera más grande de lo que en realidad era.
No esperó mucho, apenas colocaba el letrero de inauguración una sombra se colocó detrás suyo después de caer ágilmente del tejado vecino, no se sobresaltó pues en realidad lo estaba esperando y la costumbre de que la gente se apareciera así ya dominaba completamente cualquier sorpresa.
— ¿Todo listo? — le preguntó un joven rubio al hombre. El aludido giró sobre sus talones e inclinó un poco la cabeza a modo de saludo.
—Todo en orden Minato-san, me alegra que seas el primero en venir.
El rayo amarillo de Konoha sonrió levemente y extendió su mano que tenía un pequeño envoltorio rojo que entregó al otro quien lo tomó con cuidado.
—Me comentaron que en la aldea del bambú se acostumbraba que el primer cliente de un negocio debiera regalar esto para la prosperidad.
— ¿Quién te dijo eso?
—Lee-san.
—En realidad los debe dar un amigo cercano.
—Bueno yo…
—Lo que hace muy indicado que seas tú quien me lo dé, hijo… pasa, ya está todo listo.
Los dos cruzaron las cortinas de papel, el dueño por delante para indicar el camino. El más joven recorrió con la mirada el sitio, los detalles no eran muy cargados, afortunadamente, porque el color robaba la atención de todo: rojo, no le gustaba mucho porque se le figuraba a la sangre y al fuego, y las dos cosas las había visto en situaciones no muy agradables. Caminó hasta la barra principal, esta era blanca con algunas líneas negras que hacían trazos ligeros de siluetas de montañas y bosques de bambú. Tomó uno de los bancos y se sentó mientras su anfitrión nuevamente se lavaba las manos.
— ¿Qué vas a querer?
—Hasta la pregunta es necia, me enviciaste con esos fideos tuyos ¿Y todavía preguntas?
—Tranquilo, entonces Shio Ramen en camino.
Se dio la vuelta para vaciar una porción de verduras en una cacerola con agua que comenzaba hervir. El caer de los trocitos de verdura fue el único ruido que se escuchó.
Minato alzó la vista tratando de ver por encima de la barra y sonrió de lado al ver todas las cosas que tenía el hombre a su disposición para cocinar, había vasijas con más verduras, camarones, carne cocida, carne cruda, salsas de distintos tipos, hongos, trozos de pescado, mariscos, de todo para preparar cualquier variedad de esos adictivos fideos.
— ¿Quieres que le ponga huevo cocido?
—No, así como siempre.
—Minato-san, solo es el fideo salado con col y zanahoria.
—Así déjalo.
—No voy a cobrártelo extra.
El joven rubio soltó una sonora carcajada que muy seguramente se escucho por fuera también.
—No es por eso, solo me gustan así, sin más, como los que preparabas cuando tenías el carrito afuera de la torre del Sandaime.
—No lo niego, pero los preparaba así de "pobres" porque no tenía para ponerle más.
—… ¿En dónde está Ayame-chan?
—En casa con su madre, llegarán en un rato junto con los otros para hacer la inauguración formal.
—Ya decía yo que no había nadie, me equivoqué de hora ¿Verdad?
—No, quería estar un rato con un amigo antes de tener aquí a un mar de gente que solo vendrá por lo que pueda regalarles.
Pasó un rato y el aroma del fideo cocido comenzaba a dispersarse suavemente por el local, el joven aspiro el aroma cerrando los ojos, desde que los había probado por primera vez se habían convertido en uno de sus platillos favoritos. Nunca en la aldea se había visto algo así, las comidas originarias de la aldea o eran demasiado exuberantes, y costosas dicho sea de paso, aprovechando el hecho del bondadoso clima del país del fuego permitía cosechas variadas o simplemente eran suplementos alimenticios, igualmente caros por ser una novedad para los viajeros, que no tenían sabor ni por asomo a comida. El trigo lo usaban para hacer pan, pero pasta no. Sin duda los refugiados habían traído cosas interesantes.
Sintiendo el llamado que le hacía el ruido de la sopa transparente sirviéndose en el bol, giró la vista de nuevo al anfitrión que concentrado en no derramar nada mantenía la mirada fija en el cucharón, agregó unas semillas de sésamo sin mezclarlas propiamente, colocó los palillos sobre el borde y lo entregó.
El ninja solo miraba la lenta ceremonia que el otro hacía, solo para torturarlo porque en realidad trabajaba muy rápido, con ganas de arrebatarle el bol, servirlo él mismo porque no había comido desde la mañana por estar entre misión y misión, y su estómago exigía ser alimentado en ese momento, pero se mantuvo sereno en todo momento, rasgo característico en él. En cuanto estuvo servida su orden, mientras luchaba contra sus instintos de tragarse hasta la pieza de cerámica; tomó los palillos, los separó con cuidado como si no tuviera prisa alguna.
—Itadakimasu. — dijo educadamente, para enseguida proceder a comer.
La sensación suave de la pasta caliente en su boca era agradable, el sabor directo de los fideos no lo podían esconder las verduras por más que lo intentaran. Tenía hambre y no lo negaba, pero no pensaba tragarse la sopa sin disfrutarla, la comida era uno de los pocos momentos en los que no era necesario estar haciendo todo con prisa. Podía quedarse el tiempo que quisiera escuchando al viejo contarle historias sobre su desaparecida aldea natal, sobre su padre y abuelo, y cómo habían conseguido ser el restaurante más prestigioso de aquél lugar, también le hablaba sobre su ideal de convertirse ahora en el mejor sitio de ramen de Konoha, lo que le resultaba curioso porque prácticamente lo era al no haber más locales que se dedicaran a hacer fideos.
Pasaron quizás dos horas, cuando afuera ya se hacía notorio el bullicio de la gente que llegaba a la hora marcada por el dueño para hacer la ceremonia de inauguración. Ajustando su pañoleta blanca como hacían los ninjas son su banda, se dirigió a su comensal.
—Ya es hora.
Minato terminó lo que quedaba de su décima ración y salió tranquilo atrás del hombre nuevamente pasando por la zona de mesas, rojo, no le gustaba el rojo.
Cometarios y aclaraciones:
*Chime, Wind o como se dice coloquialmente; un "espanta fantasmas", son los tubitos que emiten sonidos con el viento, al mover la puerta o al pasar cerca.
Cada capítulo tiene por título una receta de fideos y a lo largo del mismo se rebelan los ingredientes y forma de preparar XD digo, por si alguien tiene ganas, nada más en lugar de preparar la masa pueden comprar el paquete de pasta pre cocida.
¡Gracias por leer!
