–¡Me voy!, ¡Nos vamos!, es hora de empacar.
–Creo que tu y yo tomaremos unas vacaciones, para siempre.
Chimuelo miraba estupefacto a Hipo, este sólo respondió con un suspiro que daba mucho de que pensar.
–Se que no te quieres ir amigo, a decir verdad, yo tampoco me quiero ir… ¡pero es completamente necesario!.- se dijo a si mismo, no tenía intenciones de cambiar de opinión, era una decisión que ya había tomado con sumo cuidado.
Él no podía describir el nudo de sentimientos que experimentaba en ese momento, una parte de él le decía que se quedara, que todo cambiaría, que ellos…
No, eso no va a pasar.
Hipo se montó en Chimuelo, este aun confundido obedeció la orden de su amigo de prepararse y despedirse de el lugar en el que había estado por meses y se había vuelto su hogar.
El ojiverde le dio un último adiós a Berk, emprendió el vuelo, y silenciosamente se fue alejando poco a poco, hasta ya no poder ver la silueta de la isla.
–Amigo, creo que nos tendremos que buscar una vida nueva.- dio un largo suspiro que transmitía tristeza y preocupación por el futuro que se estaba avecinando.
Chimuelo no tenía la intención de seguir volando, habían pasado horas después de su partida e Hipo no había dicho nada, estaba sumido en sus pensamientos, pensando en como reaccionarían al no verlo, al saber que ha desaparecido, rompió el llanto, por muchas cosas que pudo haber hecho, mostrar que los dragones no son lo que creían.
Tan solo pensar en los miles de dragones que cayeron en batalla le hacían pensar en la isla de monstruos en el que habiataba, "Nosotros les arrebatamos todo", "Nosotros somos los que estamos invadiendo".
Trató de ya no pensar en eso, le traían depresión y culpa, eso no lo necesitaba ahora, pero la desesperación vino al no saber que hacer y como hacerlo, el nunca se ha valido por si mismo, siempre encuentra ayuda de alguien mayor a él, su papá era el que de cierta forma, más apoyaba, él tuvo en sus manos desterrarlo o mejor dicho desheredarlo, pero nunca lo hizo, algo que Hipo siempre agradeció.
–Chimuelo… detente aquí.
Estaba nublado, pero aun así granizaba ya que era época, el castaño no estaba del todo feliz, esos días eran los más feos, a él no le gustaba que las piedritas le pegaran, era muy doloroso en ocasiones.
Al ver alrededor, se dio cuenta de que había cabañas establecidas, la mayoría destruidas o quemadas, no había casi nada de árboles, ya que la isla era muy pequeña y supone que debieron de haber ocupado la mayoría para sus necesidades, recorrió la isla y no encontró nada que comer, le agradeció a Odín encontrar una cabaña que no había sido destruida, sería un buen lugar para pasar la noche.
Utilizo sus ultimas fuerzas para lograr crear un prototipo de cama, con ramas y una tela que aunque estaba quemada le serviría para taparse, recorrió cada rincón de la cabaña, encontró mapas, con lo que parecían calaveras y dragones, también encontró una brújula y una espada con un escudo, que estaban escondidos atrás de un mueble.
Se acostó en su prototipo, y vio para arriba, lo que vería lo dejaría sin habla.
Se dio cuenta al ver la insignia de un clan, que su padre le había dado como un trofeo de batalla de hace tiempo la misma insignia, Estoico le había contado que vivían ocho personas que, según su criterio estaban completamente locos, ya que contaban con dragones en libertad, algo que no se estilaba en Berk.
Desgraciadamente la isla fue destruida por el propio Estoico, al no concordar con sus ideales, declaró una guerra, que a pesar de ser absurda era injusta, toda una isla con cientos de vikingos contra solo 8 personas. Aun así dieron mucha batalla.
Estoico proclamó suya la isla, pero al ver que era disfuncional, no había nada que explotar, o por lo menos era lo que parecía, era, por así decirlo, una isla desierta, dejó la isla y solo se llevó lo que pudiera ser de utilidad en Berk.
Debería estar arrepentido, no subestimen a alguien con una capacidad mayor a la suya
–Amigo, creo que esta isla, será nuestro hogar de ahora en adelante–
