Los personajes no me pertenecen, sino a Blizzard. La imagen tampoco es mía, la encontré en internet. La historia si es mía (este One Shot se me vino a la mente después de leer uno en ingles).
Disfruten. Reviews con cuenta registrada responderé con gusto.
Capítulo Único.
Memorias.
Arthas Menethil sonrió, contemplando el cuerpo a sus pies del Elfo Nocturno renegado, Illidan Stormrage. Su enemigo tenía una herida profunda y sangrante por todo el pecho, bañando de carmesí la nieve que poblaba toda Corona de Hielo.
—Ahora aprenderás que nadie puede derrotar la fuerza de Frostmoure, cazador del demonios —como última despedida le escupió en el rostro y se dio la vuelta con un ondeo de su espesa capa de piel y caminó hacia la puerta que conducía hacia el trono congelado, previamente abierto gracias a la activación de los cuatro obeliscos encantados.
Caminó a paso firme pero tranquilo, saboreando su victoria con cada nuevo peldaño que iba subiendo hacia el trono del Rey Lich que le esperaba. El viento frío y cruento gritó alrededor de él, mas no lo sentía. La única cosa en su mente ahora era liberar a su amo y reclamar su jugosa recompensa.
Más poder, más súbditos, más tierras. Inmediatamente, como si fuera un sueño o quizá su conciencia dormida milagrosamente entrando en acción haciendo estragos, las memorias del pasado vinieran a él como ó cuando él era un príncipe, y un paladín de la mano de plata, luchando por su padre y la luz.
"Todavía no eres mi rey, chico, y tampoco obedecería esa orden si lo fueras."… "¿Traición? Has perdido el juicio, Arthas…" Ese Uther y sus ideales, siempre le pareció demasiado blando y benevolente para su propio bien. Se merecía acabar bajo tierra.
"Mentiste a tus hombres y traicionaste a los mercenarios que lucharon por ti ¿Qué te sucede, Arthas? ¿La venganza es lo más importante para ti?"… "¡Olvídate de esta venganza y conduce a tu hombres a casa!" Ése era Muradin Bronzebeard, quien fue su amigo y mentor por mucho tiempo. Aunque fue muy valioso en sus planes y lucha, Arthas simplemente le dio su merecido por intentar ponerse en su contra.
Nunca nadie lo entendió totalmente. Nadie comprendió que la venganza fue y será siempre lo más importante.
"Te amo, Arthas. Siempre puedes contar conmigo"
Paró en seco ante el recuerdo de aquella voz femenina, que siempre le decía esas palabras después de compartir el lecho cuando estaban juntos. Cuando todo era luz y justicia. Cuando era el orgullo de Lordaeron y su padre, el rey. Cuando tenía una prometida a desposar.
"Lo siento, Arthas, no quiero presenciar lo que vas a hacer…"
Increíble el cómo habían cambiado tanto las cosas en unos cuantos meses. ¿Cómo estaba ella? Hacía mucho que no la veía, obviamente. En tiempos anteriores, Artha habpia considerado a Jaina Proudmoore la persona que tenía, la único para quién habría considerado dar la vuelta alguna vez. Ese día en Stratholme, Jaina lo había mirado con tristeza y desesperanza sobre su hermosa cara cuando Arthas le dijo que iría a Northrend a buscar a Mal'Ganis.
Era como si ella viera muerte para él en aquel lugar desolado y frío. Y después, cuando Arthas la vio irse lejos con Uther, Arthas tenía la esperanza que Jaina diera vuelta atrás en el último momento, que lo siguiera hacia donde sea que fuera, como siempre le había asegurado que haría sin importar las circunstancias. Pero no lo hizo. Y su corazón se hizo piedra en ese instante. Jaina no quiso mirarlo ni un solo momento mientras se marchaba.
Arthas se detuvo de su ascensión, mirando hacia un punto fijo inexistente del paisaje, su aguda mente trabajando vertiginosamente, ordenando sus ideas. Todo rey necesita una reina. Todo comandante de un ejército necesita un segundo al mano. Yo tengo que reclamar una última cosa que perdí antes de tomar el lugar que me pertenece en este lugar.
Entonces, con aquella resolución en menta y una sonrisa torcida, dio vuelta atrás y comenzó a descender del trono congelado. Necesitaba robársela antes de que él hiciera cualquier cosa en esas desoladas tierras.
-.-
¿Cuánto tiempo hace que hay paz?
Jaina Proudmoore sonrió tristemente mientras intentó nuevamente concentrarse en sus deberes y responsabilidades como regente de los supervivientes humanos de Lordaeron que ahora residían en la isla Theramore.
En otros tiempos, antes de que vinieran todas las complicaciones de los muertos vivientes, ella vivía una vida feliz y plena, estudiando para ser un Archimaga, practicando sus habilidades en la invocación y conjuros. No tenía ninguna preocupación a excepción de su mentor, Antónidas, que ahora yacía sobre una fría tumba junto con los otros guerreros caídos de Dalaran. Ese había el lugar en el que se crió por tantos años, y había sentido ahí finalmente el calor de un hogar. Pero ahora había desaparecido, arrastrado en la ruina y la desolación Y todo por obra de Arthas.
Tragando difícilmente, Jaina contuvo un sollozo. Había hecho eso a menudo cuando se acordaba de él y todas las cosas maravillosas que pasaron juntos.
"Él nos ha traicionado. Ya no es el Arthas que una vez conocí y ame." Pensó, repitiendo aquél mantra firmemente intentando hacerse a la idea de que aquella época dorada ya jamás volvería. Sumergida en sus pensamientos, apenas y escuchó la voz frenética de uno de sus líderes de la patrulla.
—¡My Lady, debe venir al puerto inmediatamente! —Mirando hacia el oficial que tenía un aire de urgencia mientras exclamaba, Jaina prestó su atención, y entonces el hombre repitió su petición apresuradamente—. ¡Es el príncipe, el Príncipe Arthas! ¡Él ha venido sólo!
Jaina sintió como el mundo se detenía alrededor y luchó difícilmente para no correr hacia fuera en ese momento. "¿Por qué está aquí?" Se repetía incesantemente.
—¿Estás seguro, Boris? —pregunto sin ocultar su miedo. Se había parado de su silla y tenía todo el cuerpo en tensión, lista para atacar de ser necesario—. ¿Cómo pudo haber llegado tan rápido si estaba en la cima del mundo? Los chamanes orcos lo deberían haber visto venir antes de siquiera acercarse a la costa. ¡Nuestras torres tendrían que haberlo detectado acercarse a kilómetros!
El oficial tembló ante la voz de mando de Jaina, pero no se amedentró y habló firmemente.
—Él exige hablar únicamente con usted, y ha amenazado destruir toda la isla si no se cumple de inmediato su petición —carraspeó—. Si me permite, My Lady, el príncipe maldito no parece en lo absoluto a aquel que conocimos. Más se parece a un cadáver. La misma tierra en la que pisa se va pudriendo, y su presencia presagia la enfermedad para todos. ¿Cree poder persuadirlo de no asesinarnos, Mi Lady?
Jaina no sabía ni aseguraba que pudiera ser capaz de hacerlo, pero lo intentaría hasta con su último aliento. Tristemente, también deseaba verlo por otras razones que nada tenían que ver con mantener la diplomacia.
—Iré a su encuentro. Que nos dejen solos.
Sin más dilación, Jaina caminó rápidamente a través de las puertas de su despacho y el castillo, yendo directamente para reunirse con Arthas en el puerto. Mientras se acercaba, notaba como las puertas de las casas se cerraban rápidamente y no había nadie alrededor. Todos estaban asustados de ver al príncipe caído. Justo como lo ordenó, nadie estaba allí para escoltarla, y eso le provocó un escalofrío a Jaina que rápidamente ocultó con un movimiento de su capa.
Entonces lo vio: Parecía la muerte misma. A primera vista no podía reconocerlo, más todavía conservada algunas características de su antiguo yo; era como un fantasma acechándola. Sintió como su corazón dio un vuelco y Jaina no deseó creer que aquella imagen era la del hombre que una vez amo. Arthas se veía ahora como un hombre oscuro, pero igual de atractivo.
Arthas rápidamente se dio cuenta de la presencia de Jaina, y volteó para observarla sin ningún tipo de discreción. Seguía hermosa y apetecible, con esas curvas que siempre le incitó a recorrer, y los ojos más azules y expresivos que ningún otro humano podría tener.
—Sigues igual que siempre.
El comentario de Arthas fue suficiente para sacar a Jaina de su estupor por verlo, que repentinamente se irguió orgullosa. No se amedrentaría ante aquella mirada lasciva de Arthas, y mucho menos caería ante él.
—¿Cómo te atreves a venir aquí tan campante después de lo que hiciste? —reclamó, asintiendo la ira bullir con cada palabra.
—No me arrepiento ni un segundo de ninguna de las cosas que hice —rebatió Arthas, sonriendo de manera torcida y cínica.
—Te dije que era una trampa. No me escuchaste y te fuiste de todos modos… Y mira lo que hiciste, ya ni te conozco.
—Hice lo que tuve que hacer.
—Vi contigo qué sucedió. Vi morir a mi gente en tus propias manos. Esa no es ninguna razón para haber caído tan bajo como lo hiciste.
—Es demasiado tarde para ese sermón que realmente no me interesa —interrumpió Arthas—. He venido únicamente a ofrecerte un puesto mucho más glorioso que estar en esta isla de mierda. Sé mi reina.
Se miraron fijamente en silencio, con la sorpresa en el rostro de Jaina. No quería ni imaginar lo que conllevaría estar al lado de Arthas ofrecerle, y por más que su corazón galopara ante la expectativa de volver a ser deseada por él como antaño, no estaba dispuesta a aceptarlo, de ningún modo. Por otra parte, le molestó mucho la manera en la que menospreciaba a la isla que con tanto amor ella levantó, que con tanto esfuerzo hizo prosperar de las cenizas de su nación. La nación de la que él repudió.
—No deseo estar en ningún otro lugar que no sea aquí, con mi gente —dio un paso atrás y afianzó el báculo mágico de su mano—. Tú has elegido este camino, y yo el elegido el mío. Ahora estamos más lejos de lo que alguna vez llegue a pensar. Y ya no me queda de otra más que decir hasta nunca… Si es tu decisión atacarnos, te aseguro que estaremos preparados. Prefiero morir aquí que pasar una eternidad viendo los despojos que caminan en tu ejército.
"Aun recuerdo aquellos días felices en que me animabas y encendías mis días. Dudo que ahora recuerdes el pasado Pensé que aun te quedaba algún sentimiento dentro de ti, pero tu rostro me dice claramente que tú no tienes nada."
Arthas apretó la mandíbula y también dio un paso atrás. No estaba en su naturaleza insistir y tampoco quería hacerlo. Le había ofrecido a Jaina saborear las mieles del poder y la gloria, y la muy desgraciada lo había rechazado. Bueno, ya no tenía nada que hacer en esa mugrosa isla.
—Espero que estés consciente de la condena que has dejado caer sobre tu pueblo. Mi respuesta a tu negativa llegará pronto —sacó la Frostmoure y apuntó con el filo hacia el cielo—. Hasta pronto, Jaina —y de un movimiento, una ráfaga de humo oscuro lo rodeó hasta desaparecer su cuerpo por completo, donde sólo quedaron cenizas.
Jaina observó el lugar en el que Arthas había desaparecido por tanto tiempo que sintió sus piernas flaquear y de nuevo, tuvo que reprimir el fuerte sollozo que rompió el silencio de la noche.
—Siempre estarás en mi corazón, Arthas, porque te amo —susurró Jaina al viento, esperando que de esa manera, sus sentimientos también pudieran simplemente irse volando—. Pero por favor, no me causes más sufrimiento.
.
Siempre fantasee con esta escena. En mi mente enamorada no podía concebir que las cosas hubieran resultado así, y aunque me hubiera gustado que Jaina se lanzara a sus brazos y huyera con él, todos sabemos que eso sí es imposible. Ellos están destinados a cosas totalmente diferentes *corazón roto*.
¡Hasta la próxima! Besos, Higushi.
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