–Sverige…–

Cada silaba reptó cantarina por las arboledas, rebotó en los troncos y llegó hasta sus oídos, cortándole los tímpanos igual que el filo del hacha se encajaba en los tallos de las hayas, desquebrajando la madera en lacerantes tronidos que percibía cada vez más cercanos.

¿Desde dónde?

Ya no lo sabía. Las fallas en sus sentidos aumentaban y avanzar a rastras entre la nieve, que se negaba a seguir calmando el dolor de sus heridas, resultaba más tortuoso a cada minuto.

–¿Cuánto más seguiremos jugando?–La suela molió sus nudillos y al mirar arriba, la sonrisa deslumbrante: –¡Volví a encontrarte!–