Holaaaaaaaaaaa… Bueno, aquí esta lo alocada escritora que no tiene nada mejor que hacer y que, como le aburre un poco escribir siempre lo mismo, de vez en cuando escribe algo completamente distinto. Aquí les traigo esta historia, que es originalmente un One-Shot, pero era muy largo así que lo corté en dos partes… La otra la subiré el domingo. Claro, dependiendo de cuanto guste.

Ya sé, no es un TixPo… Ya se que la tentación es grande, pero por favor abstenerse de poner babosadas como "Tixpo es mejor, esto no sirve" o "¿Tai Lung? ¿Enserio? Debes estar loca, dijiste que te gustaba el TixPo… Bla, Bla, Bla". Si van a criticar, por favor que sea críticas constructivas, con coherencia y sin insultos.

Creo que no tengo nada más que decir, excepto que espero que les guste…

Kung fa panda no me pertenece… De ser así, Tai Lung seguiría vivo, con diez novias y viviendo la vida loca por algún lugar de China XD

Única

Sus ojos eran enormes. Enormes, tiernos y feroces a la vez. Eran del color de una gema, del color del rubí, con motas anaranjadas, y… Tristes. Estaban tristes y envueltos en lágrimas.

Aquel dia, me escapé del Palacio de Jade y corrí más allá del bosque de bambú… No se porque fui, solo quise salir a dar una vuelta. Mi padre no estaba, hace un par de días que se había ido, y aun no volvía. Llegué a una especie de colina y allí la vi. Estaba sentada en el suelo, con las piernitas cruzadas en posición de loto y la espalda apoyada en un árbol.

Quise acercarme, mas no lo hice. La observé de lejos, escondido tras un árbol… Frente a ella, había unas cuantas fichas de madera tiradas en el césped, recuerdo que yo tenia unas parecidas cuando era mas chico. Aquella cachorra las observaba y sollozaba, sin más, lo que se me hizo aun más raro. ¿Se le habrán roto? Me pregunté, pero entonces, ella intentó tomar una de esas fichas con la punta de los dedos y colocarla parada en el suelo. Le tembló la mano y, finalmente, centímetros antes de lograr su cometido, aquella madera se rompió.

Ella rugió, increíblemente fuerte, y golpeó el suelo, furiosa. Yo solo pude mirar, impresionado… Era muy fuerte.

–Sé que estas ahí— La oí decir. Su voz era tierna, como la de cualquier niña, pero un poco ronca.

No me moví, era imposible que me haya visto, y tampoco hice algún ruido como para que me escuchara. Solo procuré que el tronco de aquel árbol me cubriera por completo.

— ¡Te he oído, imbecil! ¡Sal de ahí!—,

Wou, que carácter. Era obvio que me hablaba a mí. Pero… ¿Cómo supo que estaba aquí? ¡Es una bruja! Casi grité, pero en ese momento una mano de pelaje anaranjado me tomó del hombro derecho y me obligó a voltearme. ¡Auch! Eso me dolió aun más que cualquier golpe que me haya dado hasta el momento ¿Cómo llegó hasta aquí y no la oí? Yo tenia un buen oído, con ocho años, casi ningún sonido pasaba desapercibido para mi.

—Yo… Yo…

Tartamudee y ni siquiera supe porque. Quería hablar, pero solo conseguía gesticular y mover de un lado a otro los brazos. Tal vez sea esa mirada de mala muerte, tal vez el leve gruñido que emitía, o tal vez que su cola serpenteaba en el aire, furiosa… No. Eran sus ojos, aquel color rubí envuelto en lágrimas.

— ¿Por qué me espiabas?— Quiso saber. Yo también — ¿Por qué no contestas? ¿Es que acaso tienes miedo?—.

En ese momento, su voz detonaba la misma furia que cuando gritó, pero con algo mas… Bajo la mirada a suelo y me soltó. Pude ver lágrimas recorriendo sus mejillas y su pecho subía y bajaba irregularmente por culpa de los sollozos. No se porque, quise abrazarla. Pero no lo hice, no pude. Ella me soltó y corrió hasta quedar, otra vez, bajo la sombra de aquel árbol.

— ¿Cómo te llamas?— Le pregunté, parado en mi lugar. ¿Por qué no podía moverme?

—No te importa. Vete—.

Era una orden. ¿Ella me estaba ordenando a mí? Algo en mi estomago se revolvió, a mi nadie me daba ordenes… Chiquilla mal humorada. Yo soy amable y ¿Ella? Ella me ordena que me valla ¡Claro que no! Puse rectos los hombros y, a zancadas, caminé en su dirección. Se que me oyó, pero no volteo a verme.

—Te he dicho que te vallas. Déjame sola— Volvió a ordenar.

Yo solo sonreí y, parado junto a ella, recargué mi hombro en el tronco del árbol. Siguió sin voltear a verme, con la cabeza gacha y la mirada fija en sus fichas, que aun seguían en el suelo… ¿Por qué me ignora?

—Lo siento, niña. No veo tu nombre en el árbol—.

Ella levantó la cabeza, con la mirada fija en algún lugar frente a ella. Sonreí, tal vez volteaba a verme. Pero no… Levantó una zarpa y mostró sus garras. Yo tragué grueso, no por miedo a ella, claro que no, pero estoy seguro que esas cosas podían rebanarme el cuello. Sin embargo, no lo hizo. En vez de eso, apoyó una de sus "agraciadas" garras en el tronco del árbol y talló una palabra.

—Listo, mi nombre está ahí. Ahora vete—.

Leí la palabra y casi me ahogó al contener una carcajada… Esa chiquilla tiene que estar de broma.

— Claro. Me dirás que ese es tu nombre— Me burlé —Ya, enserio ¿Cómo te llamas?—.

Ella volteó a verme ¡Al fin! Esbozó una ladina sonrisa y arqueó una ceja. Había visto ese gesto en miles de personas, pero jamás me pareció tan odioso.

—Si no me crees, no es mi problema—.

—Claro que lo es— Repliqué, ni siquiera sé porque —Si no se tu nombre ¿Cómo esperas que te diga el mío?—.

—No me interesa tu nombre—.

Esta niña es rara… No le conteste. Solo la observé por unos minutos, mientras ella me ignoraba olímpicamente y trataba de parar una ficha de madera sin destrozarla. ¿Es que enserio no puede hacerlo? ¡Es fácil!

— ¿Te ayudo con eso?— Le pregunté. Ella no contestó.

Rodé los ojos y, sin preguntar, caminé hasta quedar delante de ella y me senté en el suelo… Solo le quedaban tres fichas, las otras estaban destrozadas, y era claro que cualquiera que tocara la destrozaría igual que a las otras. Esperé a que tomara una ficha y, antes de que hiciera algún movimiento, coloqué mi mano alrededor de la suya.

Se sintió raro. Una especie de cosquilleó, el cual traté de ignorar. Ella levantó la mirada hacia mí y yo esbocé una burlona sonrisa.

— Escucha, tienes que ser cuidadosa— Dije, recordando las palabras de mi padre —Tómalo con calma y tomate tu tiempo. Metaliza que esto es algo valioso, algo que quieres—.

Ella me miraba, mientras yo guiaba su mano. Hice lo mismo otras dos veces, hasta que las tres fichas estuvieron colocadas una a la par de otra. Sonreí, victorioso, al ver como ella arrugaba el entrecejo y miraba contrariada las fichas… Yo solía hacer los mismos ejercicios, mi padre me enseñó a controlar la fuerza desde pequeño.

— Emm… Ya puedes soltarme la mano— Murmuró ella.

Rápidamente le solté la mano. No se porqué, pero en ese momento sentí caliente toda la cara y el rubor cubrió mis mejillas. Suerte que mi pelaje lo tapaba… La miré de reojo, pero ella estaba muy ocupada con sus fichas como para mirarme.

— ¿Entonces? ¿Me dirás tu nombre?— Insistí.

—Ya lo sabes— Respondió, señalando el tronco del árbol, y pude notar algo de molestia en su voz.

Otra vez, rodé los ojos… Bien, no insistiría en eso. Era obvio que no me lo diría. Al menos, no el verdadero.

Miré a mi alrededor, como buscando algo. A ella parecía no importarle que yo estuviera allí, aunque tampoco parecía agradarle de todo… Sonreí. A ella parecía exasperarle todo y se veía divertida con el entrecejo fruncido. Yo estaba aburrido, así que ¿Por qué no molestar solo un poquito?

—Si adivino tu nombre ¿Me lo dirás? — No respondió, solo se encogió de hombres. Me llevé un dedo a la mandíbula y miré hacía arriba, en expresión pensativa —Puede ser… ¿Ming? ¿Ling? ¿Mei-Ling?...

Ella, a cada nombre, respondía con un "Pareces tonto" o alguna palabra medianamente ofensiva… Esta niña tiene peor carácter que las viejas del Valle de la Paz. Entonces, se me ocurrió algo. Solo una bromita.

—Bien, si ninguno de esos es tu nombre...— Dije, dejando las palabras al aire. A miré, fingiendo examinarla de arriba abajo. Ella pareció molestarse con ese gesto, ya que me gruñó, pero no le hice caso —Garras, colmillos y unos ojos rojos y malos… ¿No serás un monstruo?—.

Ella me miró, me miró… Y me miró. Una mirada perdida, pensativa. Yo sonreí, y estuve a punto de soltar una carcajada, de no ser porque en un abrir y cerrar de ojos ella se colocó de pie y tres fichas de madera impactaron dolorosamente en mi rostro.

— ¡Si! ¡Tal vez sea un monstruo! ¡¿Y que?!—.


— ¿Tai Lung?— Llamó una voz. Se oyó lejana y la ignoré — ¡Tai Lung, te estoy hablando!—.

Pegué un respingo y me llevé las manos a las orejas al oír el grito de mi padre… No se veía contento con mi falta de interés. Y con razón. Estábamos en el salón de los héroes. El había llegado esta mañana, llevaba horas hablándome sobre no-se-que, y yo muy perdido en algo que sucedió hace una semana.

—Perdón— Murmuré —Estaba distraído—.

— ¿Y se puede saber porque?—.

—Emm… yo… solo…

¿Qué le decía? "papá he conocido a una niña con muy mal carácter, que me golpeó con tres fichas de madera y ahora no puedo dejar de pensar en ella"… No, sonaba muy tonto y era ridículo.

—Tai Lung, ¿Sucede algo que deba saber?—.

Parecía preocupado. Tenia que dar una explicación… Pero yo no tenía ninguna. Así que solo negué y el continuó hablando. Al parecer, adoptaría a una niña del orfanato de Bao Gu. Al parecer, seria una hija mas para él y una estudiante también. Me explicó que ella tenía un carácter especial , me dijo que era menor que yo y me pidió que la tratara bien. No le puse replica y solo contesté un "Esta bien", pero no me parecía una gran idea.

Y, al dia siguiente, cuando la vi siguió sin parecerme una gran idea… Shifu fue a despertarme a mi cuarto y, sin darme tiempo a desayunar, me llevó hasta el salón de los héroes. Durante todo el camino, lo miré de reojo. Se veía emocionado por presentarme a la nenita, lo que no me agrado. Mucho menos cuando, al llegar, vi a aquella cachorra de tigre junto a Oogway.

Estaban de espaldas, mirando el estanque de lágrimas sagradas, pero no había manera de confundirme… Era ella. Y lo confirmé cuando voltearon.

—Tai Lung, ella es Tigresa— Nos presentó Shifu —Tigresa, el es mi hijo Tai Lung—.

Ella mi miró, con el entrecejo fruncido, como si no creyera lo que veía, mas no dijo nada… ¡Jah! La niña tonta me recuerda. Un incomodo silencio se formó en el lugar. Oogway me miraba, cauteloso, y Shifu parecía nervioso. Finalmente, me decidí a hablar.

—Hola… Tigresa— Saludé, con mi mejor sonrisa altanera.

—Hola— Masculló ella.

Hola. Solo hola… Otra vez, me molesto su indiferencia. Su tono de voz tan tierno, pero que a la vez parecía un insulto. Y Shifu pareció notarlo, ya que colocó una mano en mi hombro y me dio un apretón. Se que esperaba que yo la tratara bien a ella, que nos lleváramos bien. Pero ¡Por favor! Hace tan solo una semana esa niña casi me desfiguró la cara con unas fichas de madera. Eso, creo yo, no es amabilidad.

—Joven, Tai Lung— Habló Oogway, con una mano en la espalda de ella. Odiaba ese tono de voz —Shifu es padre adoptivo de Tigresa, así como tuyo, por lo tanto ella es una hermana para ti. Solo esperamos que la trates bien—.

Yo asentí. Si abría la boca, no se ni que iba a decir… Unos minutos después, Shifu y Oogway salieron del salón hablando sobre algo que no me importaba, dejándonos solos a mí y a Tigresa. Ella, inmediatamente, se alejó de mí y se fue a sentar al borde del estanque, en posición de loto. Yo la observé.

Shifu se veía emocionado con ella y Oogway nunca me trató así, con tal confianza. ¿Por qué a ella si? Miles de ideas pasaron por mi mente… Tirarla al estanque y salir corriendo. Buscar algún bicho y ponérselo en la cabeza. Bromas inofensivas, pero que a cualquier niña le molestaría. Querían que fuéramos hermanos ¿No? Bien, seria un ejemplar perfecto de hermano mayor.

Pero no… No pude. Me acerqué a ella, intenté empujarla, pero la imagen de aquellos ojos de rubí envueltos en lágrimas me detuvo. No pude y aquello, aquella sensación de debilidad, me molestó más de lo que me imaginé.


¿Qué tiene ella de especial? Me pregunté en la noche, acostado en mi cama, mirando al techo… En todo el dia la evite. Entrené el doble, medité a solas. Lo que sea para no encontrármela, aunque ella tampoco hizo gran cosa por hablarme. Se la pasó todo el día con Oogway, hablando de vaya alguien a saber que.

—No… No… No soy un monstruo…

La voz de ella, en la habitación de al lado, me llamó la atención… Sollozaba y repetía una y otra vez lo mismo. A través del fino papel de la pared, la vi dar vueltas una y otra vez en la cama. Estaba dormida y parecía tener una pesadilla.

La ignoré… La ignoré… Y la ignoré. Hasta que sus sollozos se hicieron insoportable. Me levanté de mi cama y, sin saber bien qué estaba haciendo, salí de mi cuarto. En cuanto estuve frente a su puerta, me arrepentí de haber ido. ¿Qué carajos hacía ahí? Me reprendí una y otra vez. Ella no era nada. Solo una niña huérfana con suerte, una niña rara que se había ganado la lastima de Shifu.

Molesto conmigo mismo, me volví a mi cuarto… Pero las noches siguientes, pasó lo mismo. Ella tenía pesadillas y lloraba en dormida, siempre despertaba con los ojos enrojecidos. Lo que solo le servia para conseguir la atención de Oogway y Shifu. ¡Esto era insoportable! Era como tener a una bebé, todos a su alrededor para consentirla. Yo la ignoraba, dia tras dia, y ella parecía hacer lo mismo.

Shifu nos entrenaba a ambos… A mi me dejaba ejercicios en el circuito y se iba con ella. Le hablaba sobre meditar, sobre como controlar bien su fuerza. Le enseñaba a pelear y defenderse. ¡Ahora se de donde salieron esas fichas! ¡Eran las mías!

—Tai Lung— Me llamó mi padre.

No contesté, estaba enojado y solo quería golpear los malditos muñecos del madera y destrozarlos… En realidad, era a Tigresa a quien quería golpear. Pero no podía, por dos razones: Una, Shifu me mataría y dos, tampoco podía golpearla. Si lo intentaba, estaba seguro que mi puño se detendría a un centímetro de su rostro. La vería ahí, parada frente mió, con los ojos abiertos como platos y el temor en su mirada, y ya no podría ni tocarla. Eso era lo que mas me enfurecía.

— ¡Tai Lung!—.

— ¡¿Qué?!— Rompí el brazo del muñeco y voltee a verlos. Tigresa estaba levemente escondida tras de Shifu, solo un brazos, ocultando su miedo, pero conozco su mirada y se que le asustó. Me sentí una basura —Perdón. No quise…

Shifu alzó una mano, para que callara… Estaba molesto, demasiado molesto, y agradecí a los dioses que no se pusiera a gritarme justo en ese momento.

—Solo iba a preguntarte si querías bajar al valle con nosotros— Dijo. Pero si mirada me dijo lo contrario —Será mejor que te quedes y limpies esto. Más tarde hablaremos—.

Sin más que decir, le hizo una seña a Tigresa para que lo siguiera y salió del salón… Ella se demoró un poco mas, parada en su lugar. Me miraba fijamente, con una mezcla de sorpresa y preocupación. Arrugué el entrecejo, tratando de imitar aquel gesto de ella y hacerlo ver igual de ofensivo que cuando ella lo hacía, pero estoy seguro que no fue lo mismo. Nadie, puede imitarla. Es Única. Y eso es lo que mas detesto. Es única, si, la única que puede hacerme enfadar y, en menos de un segundo, hacerme sentir un completo idiota.

Shifu la llamó desde afuera y ella, sin decir nada, simplemente se fue… Yo quedé solo. En medio de lo que anteriormente fue un muñeco de entrenamiento.

—Los sentimientos son… Algo raro ¿No crees, joven Tai Lung?—.

La voz de Oogway desde la puerta sonó calmada, transmitiendo aquella paz y tranquilidad de siempre, pero algo burlona a la vez… ¡Maldita tortuga!

—Con todo respeto, maestro. No estoy de ánimos para un sermón— Respondí.

El chasqueó la lengua y negó con la cabeza. Yo me giré hacia los muñecos, me senté en el suelo.

—Con esa actitud, solo conseguirás que ella te tema. O peor, que te odie—.

—Que bien— Mascullé —Así no me preocupo por alejarla—.

No había caso en mentirle a esa tortuga. Parecía saberlo todos… Estoy seguro, que hasta sabe que le llamo tortuga vieja en mi mente.

—Haz lo que quieras, Tai Lung. Son tus decisiones y las consecuencias te pertenecerán solo a ti— Dijo, parecía un poco enfadado. ¿Y eso que significa? —Por cierto, se fueron al restaurante del Sr. Ping—.

¿Y eso que me importa a mi?... Me giré para encararlo, pero ya no estaba. Se había ido.

Decidí limpiar aquel desastre, solo para ocuparme de algo. Pero en menos de una hora, me sorprendí a mi mismo bajando las escaleras del palacio a cuatro patas… Clavé las garras en el suelo y me detuve, confundido. ¿Qué carajos hacia aquí? Tendría que estar adentro, destrozando más muñecos. Sin embargo, reanudé la marcha y no pude detenerme.

En menos de diez minutos, atravesé el pueblo en dirección del restaurante del ganso ese… Apenas llegué, los vi sentados en una de las mesas, y yo me subí a un árbol para poder espiar. Shifu le estaba contando algo a Tigresa, quien sonreía y escuchaba atentamente. Tenía una linda sonrisa y sus ojos se iluminaban, resaltando las motas anaranjadas en medio de aquel color carmín. Era muy linda.

¿Linda? ¿Qué carajos pienso? Esa mocosa de cinco o seis años no es linda. Es solo una chiquilla insoportable, que pretende encajar en un lugar al que no pertenece… Salté del árbol y estuve a punto de irme, pero algo me detuvo. Una risa. Era melodiosa, tierna y discreta. Era de Tigresa.

Rápidamente me voltee y lo que vi no me agradó… Un panda. Un panda, más o menos de la misma edad de Tigresa, feo, y regordete, estaba hablando con ella y también reía. Ambos reían.

Continuará…

Bueno, hasta aquí la primera parte. Como ya dije, subiré el otro cap el domingo… Antes de que hablan de mas, porque nunca falta el que saca a relucir la cronología de los hechos en la peli, diré que ya se que tal vez Tai Lung es mucho mayor que Po y Tigresa, que cuando Shifu la adopto a ella el ya estaba encadenado y sometido en prisión. Pero se me ocurrió que podría ser una linda idea. No se, ustedes critique…

Sin mas que decir, me retiro… ¡Paz!