Disclaimer: Los personajes de The Hunger Games pertenecen a Suzanne Collins, yo simplemente los uso con fines de entretenimiento.

NOTA: Hace tiempo dije que iba a iniciar a editarla, la estuve leyendo y me di cuenta que me perdí después del capítulo once. Realmente no me gusto el camino que tomé, por lo que la historia tenía 18 capítulos, los cuales eliminé, tomaré otro rumbo y la historia terminara antes. Los primeros diez capítulos son prácticamente los mismos.


Katniss sonrió cuando el bebé la pateó. Era la primera vez que lo hacía en sus cinco meses de embarazo. Katniss no pudo evitar llorar de la alegría. Esperaba ansiosa de que llegara su esposo para contarle.

Peeta la abrazó por la espalda.

—¿Cómo está la mujer más hermosa de mi universo? —preguntó moviéndose de un lado a otro.

Ella lo miró.

—¡Demasiado feliz! —gritó pasándole los brazos por el cuello.

—Quiero saber si yo soy el motivo de dicha felicidad.

—Eres un factor importante pero… ¡SE HA MOVIDO! —gritó—. ¡El bebé se ha movido! ¿Puedes creerlo?

—¡No puedo creerlo! —Comenzó a girar con ella pero paró de repente-. Lo siento, lo siento.

—Tranquilo, unas vueltas no me harán daño.

—Daría toda mi fortuna por el sólo instante de volver el tiempo y ver como patea —puso la mano sobre su vientre y al momento de terminar esas palabras el bebé pateó—. ¡Oh por dios! —gritó extasiado.

—¡Lo hizo de nuevo! —Katniss lo abrazó—, lo has sentido tú también Peeta. Oh mi bebé, deseo que ya nazcas para tenerte en mis brazos y cuidar de ti siempre.

—Y yo quiero cuidarlas también. Son el motivo de mi felicidad, Katniss. Gracias por todo lo que nos ha tocado en nuestra vida, gracias por existir. No sabes cuánto te amo.

La beso con demasiado cariño, Peeta la seguía tratando con exagerada fragilidad pero podía comprender su motivo.

Tres meses atrás antes de que Katniss supiera que estaba embarazada, se había tropezado y resbalado de las escaleras, sangró tanto que el personal estaba tan alterado que no sabían qué hacer.

Peeta estuvo con ella en todo momento. También alterado y sin saber que hacer, no quería dejarla sola.

Fue ahí cuando se enteraron del embarazo y que por puro milagro el bebé estaba a salvo, Peeta se convirtió en el hombre más feliz del mundo. Y Katniss estaba tan contenta.

—¡Te adoro tanto! —susurró Peeta antes de llevarla al cuarto de arriba y arroparla en la cama.

—Yo a ti, Peeta. ¡Mucho!

—Gracias bebé —susurró en el vientre de ella—. Te amo, mas que tu mamá pero no se lo digas.

—No es necesario. Ya lo he escuchado. Pero si la amó más a ella que a ti, no me lo recrimines.

—O él.

—Ella.

—Él.

—Ella.

—Él.

—Sea lo que sea, ¿lo vas amar de verdad?

—Por supuesto. Del mismo modo que te amaré a ti, siempre.