Disclaimer applied.

Advertencias: Universo alterno, Ooc, lime.

Nota: ¡Hola, mentes pervertidas! No, no, es broma… :D

En fin, les vengo con un nuevo Fanfic. Me inspiré en él gracias un sueño que tuve… bastante bizarro, por cierto, pero que me dejó demasiadas ideas para una historia. Es algo fantasioso, y un tema nuevo para mí pues si se han dado cuenta los argumentos que utilizo son más bien de temas cotidianos, meterme en este tipo de temas me emociona mucho. Aunque no creo que sea muy largo, dos o tres capítulos a lo mucho.

Así que, por favor, disfruten del siguiente capítulo.


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Vєℓαѕ, яσѕαѕ y ѕєяριєитєѕ

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Esa mañana, como todos los días, despertó temprano. Se duchó, vistió y salió de casa antes de que el viejo reloj cucú que adornaba en su sala marcara las seis. Era un hábito común, no porque le gustara ser puntual ni mucho menos. Es más, si por ella fuese se quedaría en cama hasta entrada la tarde. Pero había algo, o mejor dicho alguien a quien deseaba ver fervientemente y esa era la única hora del día en que podrían compartir un momento más íntimo.

Y justamente, estaba ahí, esperando tranquilamente por el transporte público junto a la señal de parada. Su nombre era Itachi Uchiha. Un chico mayor que ella por dos años. Alto, delgado y varonil. Con el cabello lo suficientemente largo para poder hacerse una coleta apretada a la altura de la nuca. Bastante inteligente, por cierto, con la elegancia digna de un príncipe. Viera por donde lo viera era perfecto. ¡Dios! Sí que la volvía loca.

Caminó hacia él con falso desinterés y cuando estuvo lo suficientemente cerca como para que notara su presencia sin parecer obvia, lo miró de reojo, simulando sorpresa por encontrarlo allí en el momento en que él se giró a observarla.

—Buenos días, Itachi— murmuró con una timidez bastante inusual en ella mientras sonreía tras la bufanda.

—Buenos días, Sakura— respondió el chico, sonriéndole.

—Hace frío, ¿no?

—Bastante, ahora que lo dices.

Y eso era todo. No tenía imaginación para entablar una plática que durara más de dos frases. Ni esperaba que Itachi la iniciara, pues normalmente parecía andar en un mundo ajeno a éste. Si nadie le dirigía la palabra, lo cual era imposible recordando que tenía el puesto de presidente estudiantil, podría estar todo el día sin despegar los labios.

Sakura se restregó los brazos con ambas manos, para calmar los nervios, aunque Itachi lo interpretó como un acto para guardar calor. Se quitó la gruesa chaqueta grisácea que traía puesta y la colocó en los escuetos hombros de la chica. Ella se ruborizó inmediatamente al sentir la tibia prenda impregnada con el aroma del Uchiha envolviéndola.

—¡Pe…pero-!

—Puedes devolvérmela después— se le adelantó el pelinegro, guardando las manos en sus bolsillos.

—Gracias— respondió titubeante, sonriendo con torpeza.

Se miraron directamente a los ojos. Itachi sonrió y Sakura avergonzada abrió la boca, intentando decir algo. Pero un automóvil plateado se estacionó frente a la acera unos minutos más tarde. Al bajar la ventanilla salió una rubia bastante sonriente, mirando en dirección a la chica de cabellera rosa mientras alzaba una y otra vez las cejas.

—Disculpen que os moleste en un momento tan… romántico.

—¡Ino!…es decir, no molestas ¿cierto?

—Bueno-.

—¡Pero mira que tarde es!— exclamó, sobreactuando sin permitir que Itachi siguiera —Nos tenemos que ir para coger buen lugar en el estacionamiento ¡Ya, vámonos!

El rostro de Sakura se sonrojó tanto que parecía una braza ardiendo. Con vergüenza mal disimulada pidió disculpas Itachi, quien sonreía ciertamente entretenido ante la escena, y se adentró al coche a trompicones, no sin aferrarse firmemente al abrigo gris sobre su espalda. Su amiga arrancó el motor, silbándole al muchacho con el claxon. Ya en la intimidad del vehículo dejó que su pervertida sonrisa intuitiva floreciera.

—Sakura, que guardado te lo tenías— comenzó la rubia, lanzándole una significativa mirada —mira que pensar que eras una santa y luego, ¡Terminas andando con un chico mayor que tú!

—¡Ino!— la reprendió. Suspiró pesadamente, envolviéndose con el grueso abrigo y dejó caer la cabeza contra el respaldo —que más quisiera yo.

—Sí, sí, lo que tú digas. Que te diera su chaqueta no significa nada— dijo sarcástica, encogiéndose de hombros.

Ignorándola se llevó instintivamente la prenda a la nariz. La olfateó, causando que miles de mariposas revolotearan en su estómago. El aroma de Itachi era bastante peculiar, una mezcla de dulce y picante que causaba una cosquillosa sensación en las mejillas. Cuando volvió a ver a Ino se sintió bastante estúpida gracias a la incredulidad con que la miraba.

—Olvídalo… Sólo dije que tenía frío y me la dio, no es que signifique que le gusto o algo así. Además, sabes lo popular que es. Miles de chicas, mucho más guapas que yo, andan tras suyo. Está claro que escogería a cualquiera de ellas antes que a mí.

—O puede que te escoja a ti.

—Cómo puede que no, ya lo dije. No hay manera de preverlo.

—De hecho la hay.

Sakura resopló con incredulidad. Ino encogió nuevamente los hombros, mientras giraba el volante en la calle continua.

—Mira, ya sabes que eso del tarot y demás simplezas no me van.

La rubia frenó en seco. Varios autos detrás, los cuales se detuvieron sin chocar por pura suerte, le silbaron.

—Pues que incrédula eres, Sakurita— fastidiada por la tormenta de claxonazos arrancó de nuevo —En cualquier caso, no es tarot de lo que estaba hablando. Magia blanca. Eso es efectivo.

Sakura forzó una sonrisa.

—Quien no debería ser tan crédula eres tú, cerdita. Se ha demostrado científicamente más de una vez que la magia no existe.

Situada en el estacionamiento escolar Ino se deshizo del cinturón de seguridad mientras Sakura hacía lo propio. Cogieron los bolsos del asiento trasero e iniciaron marcha al colosal edificio de su universidad que se imponía delante de ellas.

—Tu ciencia dirá lo que quieras pero con mis amarres de amor tengo a más de uno dispuesto a mis pies— dicho esto le guiñó el ojo a un muchacho que caminaba a su lado, quien quedó sonriendo tontamente.

La pelirrosa se cruzó los brazos. Fastidiada, sólo por ésta vez le daría la razón a su amiga. Más que nada para demostrarle que eso no funcionaba ni funcionaría a patadas.

—Ésta bien, ¿Qué se supone que tengo que hacer?

Una sonrisa satisfecha apareció en los rosados labios abrillantados de la rubia.

—Consigue un par de velas rojas, incienso, rosas blancas y…— frunció el ceño, con el dedo en la barbilla, intentando recordar la receta indicada de tantas que había leído en cuanto libro de magia pasó por sus manos —¡Un pentagrama! Sí, eso. Lo dibujas en el piso con tiza y encima le pones sal en grano.

—Entiendo…— murmuró en voz baja, desconfiada —¿No tengo que decir palabras mágicas o algo así?

—Claro que no, tonta, eso sólo se hace en las películas— respondió mosqueada —Pero es más eficaz si lo haces en luna llena. Además, en medio de la figura debes dejar caer unas gotitas de tu sangre.

—¿Cortarme? Olvídalo, masoca.

—¡Vamos! Es una gota no un litro ¿Es que acaso Itachi no lo vale? —la tomó por los hombros para girarla y poder observar al guapo chico que caminaba distraídamente por el pasillo, inmerso en sus pensamientos hasta que una pelirroja de aspecto coqueto lo detuvo, flirteando descaradamente, con la excusa de algún trabajo sin importancia.

Sakura se mordió el pulgar, celosa.

—Creo que no pierdo nada.


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Sentada en el sofá con un ramillete de rosas deshojado entre las manos, un paquete de velas aromáticas de un lado y sal de mar en el otro Sakura se sintió una completa ridícula. En primer lugar, no sabía porque estaba haciendo aquello. Rayos, tenía suficientes veintiún años y un cuerpo medianamente atractivo como para necesitar de magia para atraer a Itachi. Y en segunda ni siquiera estaba segura si funcionaría, ya que iba a hacer el ridículo consigo misma al menos que no fuera en vano.

Sin embargo ya se había gastado casi treinta euros entre las velas y las flores, así que no pensaba malgastarlas.

Salió al jardín con los ingredientes entre los brazos. Cogió un gis gastado y en el sucio suelo de la terraza trazó una estrella de cinco picos encerrada en un círculo, cuidando especialmente que la luz de la luna le diera por completo. Delineó la figura con los granos de sal y por encima regó los tersos pétalos rojizos. Con un encendedor prendió las velas rojas y la varilla del oloroso incienso antes de tomar titubeante un cuchillo. La acercó a su piel, temblando de pies a cabeza y miró una última vez el reloj cucú, confirmando que era media noche tal como indicó Ino. Se pasó rápidamente la hoja del cuchillo por la muñeca izquierda y dejó que la sangre corriera libre.

Nada.

Esperó a que la sangre penetrara en los pétalos hasta entintarlas de un rojo oscuro, pero no vio ningún movimiento fuera de lo común. Tampoco salieron burbujas, humo o alguna señal de que estuviera haciendo efecto.

Lanzó un audible suspiró de defraudación dando la media vuelta, dispuesta a ir a la cama y no volver a auto agredirse para una tontería como esa, cuando de pronto sintió el suelo temblando. Asustada y al mismo tiempo sorprendida, puesto que no sabía de ningún terremoto originado en París, no pensó en nada más que cubrirse la cabeza.

El temblor no duró por mucho más, en cambio el asfalto comenzó a abrirse. Como si se absorbiera a sí mismo. Sakura creyó que un nuevo túnel de gusano se estaba erigiendo en su jardín.

Cerró los ojos, aterrada, mientras le rezaba a todos los dioses y deidades de las que había oído hablar. Cuando volvió a abrirlos en el lugar donde la tierra partió por la mitad encontró una serpiente gigantesca, larga y gruesa, enroscada sobre sí misma. La miraba entre las pequeñas rendijas amarillas que conformaban sus ojos.

Decir que tenía miedo sería poco, estaba a punto de orinar su pantalón.

En un intento por defenderse le lanzó la navaja con la que anteriormente se había cortado y echó a correr como alma que lleva el diablo. Fue mayor el tiempo que llegó el arma a su blanco que la serpiente deslizarse hasta su lugar y enrollarla con su escamoso cuerpo. Sakura ahogó un grito cuando sintió los pulmones comprimidos entre la áspera piel del animal.

—¡Auxilio!— gritó lo suficientemente alto como para que le oyeran en cuatro manzanas a la redonda.

El reptil se acercó lentamente a su rostro, abrió la boca descubriendo su carnoso interior rosáceo y siseó tan cerca que sintió la lengüetilla rozar sus mejillas.

—No eres más que una insípida humana— logró entender que decía entre siseos.

—¿Ha…hablas?— balbució, abriendo los ojos como platos.

—Por supuesto— respondió sin soltarla —Mucho mejor que tú, por lo que veo.

Sakura seguía sin comprender que sucedía. Primero se abría el suelo bajo sus pies y ahora una serpiente parlante la tenía aprisionada. Si no estaba soñando definitivamente era una loca.

—¿Qué quieres?

—Esa es mi línea, fuiste tú quien me llamó.

—Yo…yo no llamé nada, menos a ti… sea lo que seas.

El réptil ciclópeo deslizó la mirada hasta el lugar donde Sakura había dibujado un pentagrama.

—Un demonio, humana tonta, y esa marca que hiciste en el suelo es el portal de mi mundo al tuyo.

—¿Pero qué dices? Tu… eres… un ¡No!— tartamudeó aterrada —¡Yo lo que quería era un hombre!

No estaba segura, pero creyó ver que las comisuras de aquella escamosa boca se curvaron en una sonrisa antes de que su cuerpo comenzara a hervir, como si se derritiera. Sakura cayó al suelo estrepitosamente en mitad de un charco negruzco y espumoso. Cuando la espuma se disipó distinguió a un individuo abrazado a su cintura, un joven hombre… ¡desnudo y abrazándola!

—Entiendo, querías procrear— susurró él sonriendo de tal manera que toda la piel de Sakura se encrespó —No hay problema, con éste cuerpo podremos hacerlo muy bien.

Antes de que intentara cualquier cosa para escapar, o si lo hubiese pensado si no estuviese tan impactada por el increíble parecido del demonio con Itachi, el chico la atrajo hacia sí y presionó fuertemente sus labios contra los de ella. Introdujo una fría mano por debajo del chándal áspero que cubría su torso, acariciando la erizada piel de su espalda de arriba abajo. Aunque no movía ni un músculo para participar tampoco lo paraba. Y sabía que debía detenerlo pero besaba tan condenadamente bien que pensar en interrumpirlo era un insulto.

El varonil cuerpo se movió al compás de la intensidad del beso y las caderas de Sakura correspondieron por inercia. Eso se le estaba yendo de las manos más rápido de lo que creyó. Para su fortuna el timbre sonó, causando que él se distrajera, momento en que aprovechó para sacárselo de encima e ir a abrir la puerta.

Ni siquiera comprobó por la mirilla de quien se trataba, sólo giró el pomo, desesperada.

—¡Sakura! ¿Estás bien? ¿Pasó algo? Escuché un gritó que venía desde aquí.

Era Naruto. Su vecino. Quien traía consigo un bate de metal, el torso descubierto y unos pantalones de pijama. Vaya armamento, pensó la frustrada pelirrosa.

—No…quiero decir, sí. No sé, no me lo creerías.

—Si me cuentas tal vez sí.

—Naruto, es alucinante, creo que hay un-….

El demonio, serpiente, hombre o lo que fuera salió caminando tranquilamente desde la puerta trasera. Sin ropa ni pudor se acercó a un Naruto boquiabierto y Sakura, abrazando a ésta última por espalda, con toda la confianza, como si fuesen pareja por mucho tiempo.

—No pasa nada, tiende a ser un poco escandalosa cuando estamos… bueno, tú me entiendes— le explicó al rubio con media sonrisa.

—¡Tú!— el rostro de Sakura hirvió de vergüenza. Trató de apartarlo, golpeándole los brazos —¡Eso es mentira, él y yo no estábamos haciendo nada!

—Supongo que lo de hace un instante para ti no es nada.

El furioso sonrojo que parecía derretir su rostro respondió por ella. Naruto le acompañó, tratando de esconder su rubor tras el bate.

—Descuida, lo entiendo y perdón, no pretendía interrumpir.

—¡No, Naruto no es lo que piensas!— rebatió Sakura mientras intentaba aflojar el abrazo.

Antes de que pudiera objetar más en su defensa la endemoniada criatura cerró la puerta en su nariz. Contrariada, volvió a abrir pero su rubio amigo ya se encontraba lejos, caminando con rapidez murmurando cosas que Sakura no logró escuchar pero por lo visto lo avergonzaban en demasía por el rostro azorado que llevaba.

Se giró hacia el muchacho que la miraba sosegado, como si estar desnudo de pies a cabeza no le alterara en lo absoluto.

—¿Por qué dijiste que estábamos teniendo sexo?

—¿Acaso no lo estábamos haciendo?

—¡Por supuesto que no! Ni siquiera entiendo porque hiciste— trató de buscar una palabra medianamente decente para describir lo sucedido hacía un par de minutos —lo que hiciste.

—Pues para eso me llamaste— explicó, mientras caminaba a la diminuta sala de estar, dándole una gloriosa vista de su trasero —Querías un hombre, aquí me tienes. No encuentro otra razón para la que quisiera un macho que no fuese para follar.

—Espera, ¿qué? En primer lugar, que te quede claro, yo-no-te-llamé y en segundo cuando dije que quería un hombre me refería a uno en específico.

Sakura no podía creer lo que ocurría. Si no fuese por aquel extraño ser estuviese sentado frente a ella, al parecer examinando su entorno. El chico resopló fastidiado, rodando los ojos. De un color negro muy lindo, pensó Sakura.

—La figura y tu sangre forman un pacto, yo, al ser un demonio muy bondadoso he acudido al llamado, "¿Para qué me quieres?" eso lo tienes que decidir sola, ¿ya lo pillas?

El rostro de la pelirrosa palideció. Mirándolo detenidamente reconoció que sus ojos tenían un macabro velo rojizo por sobre el intenso negro. Además, que se transformara de reptil a hombre como mínimo era desconcertante.

Tonta Ino, por su culpa había invocado un demonio. Seguro que le había dado mal las instrucciones. Pero decidió que en otro momento planearía las represalias. Ahora necesitaba pensar en qué hacer con un demonio recién salidito del averno. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal.

—Todo esto está muy bien pero no era mi propósito que aparecieras, y la verdad no sé qué hacer contigo.

—¿Tengo cara de que me importe?

Sakura frunció las cejas, irritada. —Quiero decir, ¿No puedes desaparecer y hacer como si no te hubiera llamado?

La verdad es que si podía pero en el infierno se sentía bastante cansado. Además, era la primera vez que visitaba la Tierra y prefería curiosear un poco más antes que regresar a ese aburrido y monótono lugar.

—No.

Después de un fatigoso suspiro Sakura se encogió de hombros, aceptando de mala manera su suerte.

—¿Y cuál es tu nombre?

—Sasuke— saboreó lentamente, con una sonrisa.

Ella se sintió abochornada cuando sin querer desvió la mirada a la lampiña pelvis del demonio. Él lo notó con satisfacción y agrandó la arrogante sonrisa.

—Bueno, Sasuke, ¿No quieres un poco de ropa?

—Hmmm, ¿Acaso no te gusta lo que ves?— al decir esto abrió un poco más las piernas, sonriendo al ver como ella intentaba cubrirse los ojos.

Sería una experiencia bastante… curiosa.


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Éste Sasuke te bailara un privado si le pones un review en la tanga :O!