Por Siempre Jamás.

Prologo:

A mediados del siglo XIX, la gran Dama Marie Therese, una anciana de casi 80 años de edad, yace en su dormitorio alrededor de sus criados más fieles, agobiada por una enfermedad que la hace estar atada a su cama; mirando el retrato de su tatara Abuela colgado en una de las paredes frente a su lujosa y espaciosa cama.

Mira con atención los rasgos delicados de su antepasado, y se pierde en esos ojos achocolatados que la miran a diario atreves de la pintura, sonríe recordando la historia que tantas veces escucho de su abuela y su madre, le hubiese encantado conocer personalmente a la protagonista de aquel exquisito cuadro, pero eso hubiese sido imposible, esa historia ocurrió mucho antes de que su madre hubiese nacido.

-Su Majestad. – uno de los criados entra en la habitación sacando de su ensueño a la anciana. – Los hermanos Grimm han llegado.

Marie asiente acomodándose en la espaciosa y suave cama, sonríe para sí misma y pasa un par de veces sus manos por las arrugas inexistentes del mullido cojín mirando con atención como las puertas dobles de roble se abren lentamente para dar paso a un par de hombres.

-Muchas gracias Caballeros. – saluda la Dama.

A pesar de su apariencia frágil, su voz denota poder y sobresale por el murmullo de los demás criados, que, al darles una mirada, salen de la enorme pieza dejando a la dama con los recién llegados.

-Gracias por venir. – vuelve a hablar y con su mano apunta hacia un par de cómodos sillones frente a ella. – Tomen asiento por favor.

Con un movimiento de su mano, hace que uno de los sirvientes que se había quedado apostado frente a las puertas se apresure a servirles un refrigerio.

Los hermanos asienten tomando una taza con un humeante té cada uno. Miran con atención a la hermosa anciana frente a ellos.

Sus caras denotan confusión, incluso antes de haber llegado al enorme palacio. Ellos no sabían el porqué una persona del status de su Majestad Marie Therese, que con cariño las personas solían llamarle "La Gran Dama", le había insistido en tener una reunión con ellos.

-Supongo. – continuo hablando la Dama tomando también una taza con té. – Que se preguntaran como una persona de mi edad, está interesada en hablar con alguien que escribe cuentos para niños.

Ambos escritores sonrieron, tomando la palabra uno de ellos.

-Su carta era muy interesante señora- explicó Jacob Grimm.

-Me parece que su colección de cuentos, es en verdad brillante. – alabó Marie.

-Gracias. – contestaron los escritores orgullosos.

-Pero debo decir. – susurró la Reina. – Que me moleste mucho cuando leí su versión de la Cenicienta.

Ambos caballeros se miraron entre sí sin saber que decir.

Wilhelm Grimm rió con nerviosismo. – Hay personas que aseguran que la versión de los ratones con el Hada Madrina y la calabaza mágica es más verídica.

-Algunos dicen que la zapatilla era de piel, otros que era de cristal. – comento Jacob secundando a su hermano. – Bueno nunca lo sabremos.

La Dama de cabellos blancos como la nieve miro a uno de sus sirvientes. Esté como si pudiera leer su mente camino apresurado hasta una mesa al fondo de la habitación y en un santiamén regreso con un cofre en sus manos.

Los Hermanos Grimm miraban con atención al sirviente que con mucha pantomima dejaba frente a la Dama el cofre, que ahora que lo veían más de cerca, llevaba incrustaciones de piedras preciosas.

-Disculpe su majestad. – exclamó Wilhelm. – ¿Puedo preguntarle a cerca de la pintura? Es en verdad extraordinaria.

Ahora los dos hermanos junto con la Dama miraban con atención el cuadro.

Wilhelm miraba fascinado a la jovencita de esté, de piel de porcelana y cabellos chocolate, de mirada profunda y sonrisa de ángel.

La Dama sonrió con agrado. – Su nombre era Isabella Swan y esta- exclamó mientras el sirviente abria el cofre.- Era su zapatilla de Cristal.

En sus delicadas manos sostenía una zapatilla, una hermosa zapatilla que brillaba como si tuviese vida propia.

Los hermanos Grimm se miraron sin poder creerlo, la Dama sonrió satisfecha al verles el rostro.

-Tal vez. – comentó la mujer. – Me permitan aclarar la versión.

-E…entonces es verdad…. la historia. – comentó Jacob dubitativo mirando de hito en hito a su hermano que seguía con la boca abierta.

La dama asintió sonriente, había captado bien la atención de los escritores.

-Ahora veamos. –Exclamó pensativa la gran Dama- ¿Cómo es que dicen ustedes?

Guardó silencio por algunos segundos y sonrió.

-¡Oh si!

"Había una vez una pequeña que amaba mucho a su padre…"