N/A: Ahora vengo con otro Hawksilver, mas bien un Two-Shot. Ojala les guste.
Disclaimer: Los personajes de The Avengers no me pertenecen, ellos son de Marvel y Stan Lee.
Pairings: Hawksilver, Brutasha, ScottSam, Standa/ AU.
Capitulo Uno: Vecino.
El portazo resuena en toda la pequeña casa de manera totalmente inesperada, logrando hacer que la dueña brincase del cómodo sillón por el susto y lanzase lejos el libro que comenzaba apenas a leer al suelo; perdiendo de aquella manera la pagina en la que estaba ensimismada. Wanda gira dramáticamente su cabeza hacia la entrada, viendo a su hermano entrar echa una furia. Con las mejillas rojas, dientes apretados y una expresión de querer destruir todo aquello que tuviera enfrente, como había ocurrido una vez luego de que el profesor Ross lo echara del equipo de fútbol. Para su suerte, el mayor sigue de largo hacia la pequeña cocina. Donde escucha el agua correr y los murmullos ahogados de Pietro, soltando, tal vez, maldiciones en su idioma natal.
Recuperando solo un poco el aliento, la muchacha suspira con cierto desgano y recoge del suelo el nuevo libro que Visión le regaló para su último cumpleaños: Prohibido Suicidarse en Primavera. Guarda su nueva adquisición en el estante junto al televisor apagado y voltea su cuerpo en dirección a la cocina, allí donde su gemelo seguía mojándose la cara con agresividad. Tal vez para bajarse la furia que bullía de él, descontrolada. Camina los pocos pasos de distancia en su dirección y se recarga sobre el marco de la puerta abierta al instante que cruzaba sus brazos sobre su pecho con pose descuidada. Observa cuidadosamente a su gemelo, sabiendo perfectamente que era lo que le sucedía y porqué. Después de todo se lo había advertido, al igual que Visión y los dos raritos que su hermano tiene por amigos; Scott y Sam.
Pietro hace lo posible por ignorarla, por ya no sentir su mirada clavándose como agujas en su cuello, pero le es inútil y Wanda no quiere dejárselo pasar. No va a dejárselo pasar.
- ¿Que haces aquí? -pregunta ella, sin molestarse en elevar su tono de voz. Pietro no se gira a verla pero no le importa, prosigue- Creí que para estos momentos estarías abriéndote de piernas para Barton.
Su hermano seca su rostro furioso con una toalla azul y la encara. Su cuerpo tenso se acerca a ella cual animal salvaje y Wanda sabe que no va hacerle nada. Pietro seria incapaz de ponerle un solo dedo encima. Aun así, eso no evita que respingue al ver su mirada tan herida y envenenada, el color de sus ojos apocados por el dolor que envolvía su alma. Y se odia por ello. Por que pudo haberlo evitado, lo sabía. Ahora Pietro estaba sufriendo por algo que pudo detener y no hizo, solo para que él aprendiera la lección de una buena vez por todas. Para que dejara de buscar algo que era imposible, algo que nunca podría alcanzar.
El peliblanco está a dos centímetros de ella, alza una mano para apuntarle con el dedo y allí se queda, en total silencio. Viéndola de manera acusadora, como si de aquel modo las penas de su hermano tuvieran todas las respuestas, como si culparla a ella el dolor pesaría menos. La entrecortada respiración del muchacho la pone nerviosa, Pietro no parece estar por calmarse. Solo empeoraba. Sus ojos empañandose más, su labio inferior temblando levemente y algo dentro de Wanda se rompe.
No lo soporta, no puede seguir viéndolo de aquella manera. Quiere que Pietro deje de sufrir.
Wanda atrae a su hermano hacia su cuerpo y lo acuna entre sus brazos, de manera en que la cabeza del más alto quedara protegida sobre su hombro. Sus manos se deslizan por la espalda de Pietro lentamente, queriendo demostrarle su apoyo incondicional y aprieta su agarre tanto como puede sin llegar hacerle daño. Su hermano solo se apoya sobre ella, agotado. Como si ya no tuviera fuerzas ni para sostenerse por sí mismo. Wanda le susurra por lo bajo cariñosas palabras en un idioma que solo ellos entienden, uno que habían aprendido a dejar de usar desde que la guerra acabo con Sokovia.
Ambos se separan del abrazo fraternal luego de estar de aquella manera por casi diez minutos.
Wanda apoya una mano en la mejilla de Pietro, obligandolo a mirarla. El dolor en sus orbes azules sigue allí a pesar de todo y la muchacha sabe que esos permanecerán así por un largo tiempo más.
- ¿Que sucedió? -pregunta ella, dulce.
Pietro sonríe sin gracia alguna.
- Lo de siempre, hermanita -contesta con la voz ronca- Tenias razón, él volvió a rechazarme. Solo que esta vez, procuró romperme el corazón... Como un recordatorio de lo estúpido que puedo llegar a ser.
Sus palabras abandonan su boca de forma herida, como si tan solo pronunciarlas hicieran que doliese más ¿Como podían hacerlo? Tal vez el recordarlo no hacia que dolieran más, sino prolongaba más del que de por sí ya siente. Como si este fuera eterno, algo que le hacia pensar al que debería acostumbrarse.
Pietro se libera de su hermana, gira su cuerpo y vuelve una vez más a la sala para marcharse hacia su habitación. El sonido de sus pasos retumban al subir las escaleras y finaliza con la puerta de su habitación cerrándose con suavidad, luego solo el silencio le hace compañía y Wanda no sabe que hacer.
Vuelve nuevamente a la sala y se deja caer descuidadamente sobre el sillón, inclina su cuerpo hacia adelante, apoyando sus codos sobre su regazo, y sostiene su cabeza entre sus palmas abiertas. Su cabello cae en cascada sobre sus hombros y cierra por un momento sus ojos. Su mente es un torbellino de ideas inconexas, debatiéndose entre ir donde su vecino para molerlo a golpes y obligarlo a corresponder los sentimientos de su hermano, o ir a la habitación de Pietro y abrazarle para dormir juntos como hacían de niños, aunque aquello último no seria lo mejor -y lo primero tampoco arreglaría nada, pero Wanda no lo admitiría-, Pietro necesitaba estar solo por esa noche. Lo necesitaba, ambos manejaban el dolor de diferentes maneras y su hermano era propenso a callarse todo aquello que lo heria.
Wanda aprieta fuertemente sus labios, siente sus ojos picarle debido a las lagrimas que reprime y toma de la mesita ratona frente al sillón su celular. Busca entre sus contactos a su novio, el nombre de Steve junto a un corazoncito le iluminan la cara y su dedo queda suspendido sobre el icono de llamar. Al final vuelve a bloquear el móvil, recuesta su cabeza entre sus brazos y allí se queda.
Mientras tanto, Pietro se recuesta en su cama a medio hacer sin siquiera sacarse la ropa. Esta demasiado agotado psicológicamente como para buscar en su armario su ropa de dormir, desvestirse rápidamente para no sentir el frió del invierno y acostarse esperando a quedarse dormido de inmediato. Sinceramente, no tienes ganas de absolutamente nada. Y a pesar de que sus ojos pesan en cansancio, su mente, tal cual perra cruel, le repite una y otra vez el rechazo que recibió por parte de Clint Barton, su vecino.
Muerde con fuerza sus labios, lastimándose. No quiere llorar, no debería llorar por algo tan patético como el amor no correspondido. Él sobrevivió a la guerra, perdió a sus padres en un bombardeo y los militares lo enviaron lejos luego de que su país natal dejara de existir. Aun siendo un niño debió valerse por sí mismo, debió buscar trabajo para mantener a Wanda y enviarla a una buena escuela. Debió sacrificar muchas cosas para que a ella no le faltara nada, incluso tomo varios trabajos que no le permitían estar en casa durante todo el día. Debio soportar abusos para poder llevarle un plato de comida a su hermana ¿Y se dejaba derrumbar por su vecino?
"Eres un maldito marica ¿Porque pensaste que en algún momento ibas a gustarme? Me das asco y lastima, deja de humillarte de esta manera porque nunca vas a interesarme de ninguna manera ¿De acuerdo? Y si vuelves a insinuarteme, juro que voy a golpearte"
Las palabras de Clint, crueles y venenosas, le retumban en la cabeza y Pietro siente como nuevamente su corazón se encoje.
Duele.
Recordar su mirada burlesca, como si el herirle le divirtiera, le hace temblar el cuerpo en sensaciones nada agradables. La mueca de su rostro, aquella que le decía que si iba a golpearlo si nuevamente volvía hablarle, solo hacia todo peor. Su repuesta, el rechazo que vivió frente a la casa de su vecino, es algo que no olvidaría fácilmente.
Pietro gime cual animal herido, se encoje sobre la cama y se cubre con las sabanas por completo.
Tal vez de aquella manera el dolor no lo encontraba y se iba.
Cuando despierta, el olor al desayuno invade por completo la casa. Se siente levemente perdido y el sueño se niega a abandonarlo, en su despertador se marcan las 9:51 a.m y si no fuera porque quedo verse con sus amigos Pietro ni de chiste dejaría su cama. Los domingos no se habían hecho para levantarse tan temprano.
Resignado, termina por levantarse cinco minutos después. Se asea un poco y baja a la cocina para reunirse con su hermana. Los sucesos del día anterior están muy presentes en su cabeza, repitiéndose tal cual película de drama oriental. Pero los ignora, aparenta que ya no le afectan. Después de todo, debe seguir adelante. Así como lo viene haciendo desde que el gobierno de Estados Unidos lo alejo de sus tierras para enviarlo a ese infierno personal del cual no podía escapar. Tal vez ya era hora de que comenzase a entender que él no seria feliz nunca y que debía conformarse con que Wanda si lo era, tal vez eso era todo lo que necesitase e iba recibir a cambio de todo los sacrificios que había hecho.
Pietro gruñe, ya sin ánimos de nada e ingresa en la cocina llevándose la sorpresa de que el novio de su hermana estaba allí con varios papeles sobre la mesa.
-Hasta que al fin despiertas -lo recibe Steve con una media sonrisa, más concentrado en su trabajo.
-Por lo que yo sabia, comúnmente se suele recibir al dueño de casa con un amable "Hola", pero por esta ocasión lo dejare pasar... -responde sarcástico Pietro, sentándose a su lado- ¿Cuando llegaste? Creí que estarías ocupado con tus chicos del fútbol...
-Bucky los llevo al centro recreativo de Industrias Stark, cree que si la prensa los ve conseguirían más patrocinadores para la próxima temporada -le informa Steve, dejando a un lado los papeles.
-No creí que estaban faltos de dinero -dice Pietro al momento en que Wanda dejaba un plato con panqueques y miel frente a él.
Steve niega y le sonríe a la chica cuando ella deposita su café en la mesa junto a los folios.
-En la temporada anterior recibimos tres patrocinadores menos. Bucky cree que fue por la falta de desempeño del equipo y Tony nos esta dando una mano para que el público vea la actividad de los jugadores. De ese modo el equipo recibiría atención y como resultado, más propuestas de marca.
-Si, si. Todo muy lindo, niños pero ¿Podríamos comer ya? -se queja Wanda, sentándose frente a ellos.
Steve, como no podía ser de otra, obedece. Pietro, en cambio, sonríe burlón antes de comenzar a comer.
El silencio que los invade no es agradable como solia hacerlo entre ellos, Pietro lo nota.
La tensión en el aire era palpable y hace todo lo posible por no tirar todo lo que hubiese sobre la mesa, finge que no siente la mirada de esos dos sobre él y come con cierta agresividad. Wanda y Steve no estaban siendo nada sutiles y Pietro no desea gritarles, porque sabe que terminaría por descargarse con ellos todo el daño que le genero Clint con tan pocas palabras y no desea eso. Entiende que no lo hacen apropósito, pero lo último que en verdad necesita es recibir la mirada de lastima de alguien. Suficiente tuvo con tener la lastima de todos cuando llego por primera vez a Estados Unidos y Maximoff estaba lo suficientemente "mayor" como para volver a recibirlas. Ya no.
Así que antes de cometer una locura, deja su plato a medio terminar y se dirige a la sala para tomar su chaqueta e irse al punto de encuentro que había acordado con Sam y Scott.
Escucha algunos murmullos en la cocina pero no logra entenderlos, luego le siguen los pasos de alguien y la figura de Steve se presenta frente a él antes de que sea capaz de tomar sus llaves. Pietro frunce el ceño, tratando de intimidarlo inútilmente. El rubio frente a él le llevaba una cabeza de altura y su cuerpo era mucho más musculoso que el suyo, sino fuera porque el mayor era un pan de azúcar y cachorros, seria Pietro quien debería sentirse intimidado por el otro.
Steve lo ve en silencio, se planta frente a él y apoya una mano sobre su hombro. No hace nada más, solo se deja estar allí y sonríe como quien quiere dar una mala noticia. Pietro desvía su mirada y se deshace de su agarre sin llegar a ser brusco. Se da vuelta sobre su propio eje y abre la puerta de entrada.
-Siempre voy a estar aquí... -le escucha decir por lo bajo, suave.
Pietro no se detiene, sigue caminando y cierra la puerta tras de sí. Una sonrisa débil se forma en su boca sin su consentimiento, las palabras de su cuñado calan en él porque sabe que son verdad. Porque Steve siempre estaba allí. Desde el día en que lo conocieron hace dos años, no había momento en el que el mayor no los apoyara, que estuviera presente para ellos. Y Pietro se lo agradece en silencio, de verdad que lo hacia. Porque Steve Rogers se había convertido en alguien importante para los Maximoff. Pero esta era una lucha que Pietro debía enfrentar solo.
Camina tranquilo por el sendero de adoquin de su jardín delantero, perdido en su mente.
Desde que pudo lograr dormirse ayer en la noche no ha echo más que adentrarse una y otra vez en el caos que era su mente cual masoquista, remembrando las palabras dicha por quien sentía algo más que cariño y dejarse caer en la oscuridad donde se oía cual sinfonía el rechazo que obtuvo como repuesta a su declaración. La crueldad reflejadas en ellas y la repulsión hacia su persona, como si el que Pietro amara fuera algo por el cual sentir asco. La desolación lo envuelve como fiel amiga y su rostro muestra aquella expresión de burla que ha aprendido usar como su mejor arma, para poder aparentar que nada ha calado en él como para llegar a destruirlo. Esa fachada de chico despreocupado cubre lo que en verdad siente, lo que le atormenta. Muchas veces había pensado deshacerse de ella, pero con el tiempo descubrió que gracias a esa mentira de que nada malo puede derribarlo, ha podido seguir en pie. Y Pietro piensa mantenerla siempre, porque había descubierto que con ella demostraba una seguridad que pocos se atrevían a enfrentar.
De aquella manera nadie podía hacerle daño.
Pietro sigue caminando, despreocupado de su entorno hasta que una voz infantil le llama a gritos. Voltea la cabeza en su dirección y sonríe al ver a una niña envuelta en capas de abrigo, Ronin; la hija de Clint.
- ¡Hola, Pietro! -grita la niña feliz, dejando de jugar con la pelota rosada y corriendo en su dirección junto a su hermano mayor.
- Hola, amigo... -dice Francis, queriendo aparentar ser mas maduro.
Ambos niños se colocan a su lado y comienzan a tironear su ropa, queriendo llamar la atención cada uno por su lado.
Pietro no hace más que reírse en alto, siempre era lo mismos con sus dos pequeños vecinos. Desde que los conoció cuando ellos apenas eran unos bebés, en el caso de Ronin, fue como una atracción mutua los que los unió a los tres. Una conexión que los llevo hacer travesuras a todo el vecindario. El peliblanco solo era un adolescente cuando los conoció, pero aquello no evito que entablaran una sana amistad. Wanda y él apenas dominaban el idioma, su acento era mucho mas marcado en aquel entonces, y Francis siempre fue un niño curioso. Luego, cuando los gemelos se ganaron la confianza de todos los vecinos de Cheep Town, no era nada extraño que ellos hicieran de niñeros de los pequeños Barton. Eso fue mucho antes de que Clint se divorciara de Laura y ella se fuera luego del nacimiento de Nathaniel, el tercer hermano.
Con el paso del tiempo y la marcha de su madre, Clint no volvió a llamarlos para cuidar de sus hijos. Pero eso no evito que los niños, incluido el bebé, les tuvieran aprecio y fueran a buscarlos para divertirse e incluso colarse a su casa cuando su padre se ausentaba del trabajo y la nueva niñera fuera lo suficientemente estúpida como para descuidarlos por tres segundos.
No había ni que decir que Pietro recibió uno o dos puñetazos por parte de Clint cuando esto último sucedía. Al parecer, al hombre no le hacia gracia que él alojara a sus hijos cada vez que estos se fugaban de su casa en su ausencia.
- Pietro, vamos a jugar... -invita Ronin, sonriendo y mostrando la falta de dos de sus dientes.
Francis solo asiente de acuerdo con su hermana, tomando de una de sus manos y queriéndolo arrastrar hasta el otro jardín.
El mayor logra poner resistencia y mantenerse en su lugar. Los niños lo ven extrañados, su amigo nunca había hecho eso antes.
- Lo siento -se disculpa Pietro- Pero tengo planes con unos amigos en estos momentos, tal vez en otra ocasión -dice mientras se zafa de sus manitos.
Francis y Ronin colocan un mohin en sus rostros pero terminan aceptando. El mayor acepta con un asentimiento de cabeza suave y acaricia los cabellos de ambos, despeinandolos.
- Bien, me marcho. Saluden a su hermanito por mi ¿Si? -pide Pietro, sin demostrar la tristeza que le golpea al pensar que tal vez ya no pueda volver a ver a Nathaniel.
- ¡Claro! -acepta Ronin, sin darse cuenta.
Pietro sonríe y sigue su camino. Los niños los despiden y siguen con su juego de atrapar la pelota.
Las piernas le tiemblan ligeramente, respira profundo y sigue caminando. Habia hecho todo lo posible para no desviar su mirada hacia la casa de Clint, pues habia sentido perfectamente al hombre vigilarlo desde la ventana una vez que empezó hablar con los niños ¿Acaso no iba permitirle verlos? ¿O había creído que les diría algo relacionado con lo de anoche? ¿Tan estúpido y egoísta podía llegar hacer como para prohibirles hablarle? Lo último que le faltaba a Pietro era que Clint comenzara a llenarles de ideas tontas a todos los vecinos para margirnalo.
¿Que más roto quería dejarlo Clint?
El viaje a la cafetería había sido más tedioso y largo que otros días, fue sentir como si nunca llegaría.
Sin darle importancia, Pietro entra al local de Jitter's y busca a sus amigos. Para su suerte, el lugar no esta demasiado lleno y rápidamente los encuentra frente al ventanal. Scott come entretenido unos moffins de naranja mientras Sam teclea algo con su celular, tal vez hablando con uno de los profesores de Arte, ya que si hubiese sido con el estudiante de intercambio, T'Challa, con el que habia entablado una buena amistad, Scott prácticamente estaría sobre el moreno. Lang era algo celoso y Sam muchas veces se aprovechaba de ello.
Pietro sonríe y se acerca a la mesa. Scott es el primero en verlo y saludarlo moviendo exageradamente su mano manchada con glasé anaranjado.
- ¡Amigo, hasta que al fin llegas! -le dice Scott mientras le hace espacio al peliblanco en el asiento.
- Te esperábamos antes, tu café se enfrió -le regaña Sam, guardando el móvil y cruzándose de brazos- ¡Ey, Betty! -llama a la mecera. Una mujer menuda se acerca a ellos y los atiende- ¿Podrías calentar esto para mi amigo? Gracias.
La mujer toma el café y se retira, dejando a los tres amigos solos.
- Lo siento, sucede que Ronin y Francis me interceptaron de camino aquí... -les comenta.
Scott asiente efusivo y palmea su espalda.
- Eso quiere decir que entre tu y Barton termino todo bien ¿Verdad?.
Pietro no contesta de inmediato, baja la mirada con pose desalineada y niega. Trata de ya no recordar, pero no puede hacerlo.
- ¿Que sucedió? -pregunta Sam, siendo más delicado que su pareja.
Scott guarda silencio, esperando a que su amigo tuviera el valor de contarles que sucedió exactamente.
Y Pietro les cuenta.
Les dice como había reunido valor para declararsele al mayor, como se había preparado y vestido para la ocasión. Como se había llenado de ideas positivas, con una sonría enorme y una emoción aun peor. Les confeso cuanto había gastado en su ropa nueva y en el perfume que Steve le regalo para la oportunidad. Como le temblaron las piernas mientras esperaba a que le atendieran luego de tocar el timbre y la sonrisa que le regalo al rubio cuando se vieron de frente. También les dijo como prácticamente le había entregado su corazón con la cursi declaración y como Barton lo destruyo con un solo dialogo. Les hablo de la crueldad de sus palabras y como le había cerrado la puerta en la cara. Termino por contarles como había terminado su noche y como aún seguían doliendo sus palabras. Como le costaba de a tanto respirar, como dolía su pecho y el hecho de que hubiese sido tan idiota al pensar que Clint le correspondiera.
Scott no puede evitar gruñir y gritar maldiciones hacia Barton, alegando decir que debían darle una lección y animándolos a que fueran a buscarlo. Sam, por el contrario, mantiene la calma. Le regala un apretón de manos y lo consuela tanto como puede. Pietro, de alguna manera, lo agradece, pero sus ánimos no eran los mejores como para demostrarlo exteriormente. Más solo le queda desear ha que sus amigos supieran leer su agradecimiento entre líneas.
Al final se pasan el día allí, entre cafés con crema y moffins de naranja. Hablando de los futuros planes de Scott y el viaje a Nueva York que haría con Hope y Luis para reunirse con Pym. El cómo sería un viaje de una semana, que Sam aprovecharía para redecorar el departamento, y la guía turística que el mismo Scott se ideó para no perderse de nada ya que no creía que volvería hasta que Hank necesitase su ayuda urgentemente. Hablan del trabajo de Pietro en el taller, de la escuela de psicología de Wanda y del estudiante de intercambio del cual Scott estaba muy celoso. Obviamente ni Sam ni Pietro le dicen a Scott que T'Challa estaba casado con una bonita bióloga, Ororo Munroe, ya que era más divertido enfadarlo. Hablan de todo y nada a la vez, se cuentan lo que ya saben y las anécdotas vergonzosas de Sam y su intento de lige con Sharon Carter antes de comenzar una relación seria con Scott.
Pietro se olvida del dolor, de la angustia y de Clint Barton.
Se olvida que alguna vez tuvo el corazón roto y se concentra en disfrutar aquella tarde que tendría con sus amigos antes de que cada uno tuviera que concentrarse en su propia vida.
Por esas pocas horas, Pietro es feliz.
Hasta que la noche se devora por completo al día y el peliblanco se encontraba volviendo a su hogar.
Del vecindario, la casa Maximoff era la más pequeña, porque Pietro no podía darse el lujo de otra y porqué al ser solamente ellos dos era un lugar cómodo y económico. Las facturas de agua y gas eran razonables, la luz era pagada a medias con Steve haciendo que gracias a ello Wanda y él pudiesen irse de vacaciones una vez al año. Y a pesar de tener dos pisos y un desván, seguía siendo de los terrenos más pequeños.
Pietro no se molesta. Poseían una cocina muy bien ordenada, una sala con muebles para organizar los estudios de Wanda y en el piso superior estaban las habitaciones siendo separadas por un baño y una escalera retráctil que llevaba al desorden que era su "cuchitril", como le decía Steve.
Esa casa no podía ser de las más bonitas, pero era su hogar y los Maximoff eran feliz ¿Acaso importaba algo más?
Perdido en su mente, Pietro sigue caminando. Recordando las veces en las que su cuñado les sugirió irse con él a Brooklyn, con la idea de que los tres podrían tener un nuevo comienzo allí. Y a pesar de que hubo muchas cosas que hizo desistir a los hermanos, Clint entraba en una de ellas; que idiota fue. Pero aún así, el muchacho dudaba poder aceptar el irse, después de todo seguía con miedo al cambio. La guerra y la extradicion a Estados Unidos le dejo secuelas un tanto perturbadoras, tanto como para que las pesadillas lo hicieran gritar en las noches.
Los recuerdos del fuego, la sangre y el miedo seguían muy vividos en él. Después de todo no podía olvidar así como así en poco más de diez años ¿Cuanto había pasado en realidad? ¿Quince o trece años? De igual manera, era poco tiempo y Pietro, con sus 24 años, no podía olvidar.
Por lo cual, irse no era una opción.
Sin darse cuenta ya estaba frente a su casa, mira de soslayo hacia su derecha y nota, no sin cierto asombro, que el camaro de Natasha estaba estacionado en la calle frente a la residencia Barton. Al parecer, Clint volvió a salir en una de esas "citas" y había dejado a sus hijos al cuidado de Nath y Bruce.
En otras circunstancias hubiese ido dónde ellos para saludar, jugar con los niños e irse antes de la llegada del dueño. Pero ahora las cosas eran muy diferentes y Pietro ya no desea tener problemas con su vecino, en verdad que no. Además, si Clint se llegase a enterar que estuvo en su casa en su ausencia, lo más probable es que lo molaría a golpes antes de dejarle una denuncia por allanamiento de morada. Gracias pero no gracias.
Así que simplemente suspira a desgano, cruza su jardín delantero y entra a su hogar. El viejo escarabajo azul de Steve aun se encontraba en su garaje, por lo cual su cuñado aún seguía en casa. Pietro lo agradece, al menos así Wanda estuvo acompañada durante el día.
Sin prestarle atención a nada más, Pietro entra a su baño para darse una merecida ducha.
