LH no me pertenece.
Del sexo y de lo que pasó después
El sexo con Miguel usualmente era bueno, del salvaje y torpe. Martín no era de ser tan bruto, pero Miguel tampoco era de ser muy romanticón en la cama porque simplemente no le ligada. Además de que entre ellos dos no había espacio para romance. Sólo cariño y amistad, nada más. O bueno, calentura también.
Con Miguel siempre era espontáneo, podía suceder de un momento al otro y repentinamente Martín podía hallarse sentado en el suelo, apoyado con la espalda contra la pared, respirando agitadamente mientras trataba de recuperarse del orgasmo. Y Miguel igual. Sólo que Miguel siempre se quedaba con los ojos cerrados y una sonrisa boba. Martín lo observaba mientras seguía jadeando, teniendo que sonreír también cuando se dice lo lindo que se ve con esa sonrisa de idiota. Martín siempre le decía a Miguel que era lindo, principalmente porque a Miguel le jodía eso.
Usualmente era cuando estaban en la facultad, porque ahí es donde normalemente se veían, pero a veces estaban en casa de alguno y podía suceder también. Martín nunca lo admitiría abiertamente, pero comenzaba a preferir el culo de Miguel antes que un par de pechos y piernas lindas. Cuando lo hacían en una de sus casas, usualmente en la de Miguel, se quedaban echados en la cama por largo rato, incluso después de haberse enfriado sus cuerpos. Miguel a veces se acurrucaba, normalmente sólo en invierno porque en verano el calor no lo dejaba, y Martín no tenía nada en contra de abrazarlo y besarlo una vez más. Miguel era torpe para los besos, no lo hacía tal como a Martín realmente le gustaba, pero había algo en su manera que siempre lo hacía volver a su boca.
En algún momento, Martín no recordaba exactamente cuál, Miguel comenzó a salir con Francisca. Al principio seguían haciéndolo, pero luego de unas semanas, Miguel volteó el rostro evitando el beso que Martín había pretendido darle.
-No, hoy no –farfulló el chico y después de eso no lo volvieron a hacer.
La relación con Panchita duró casi medio año, pero finalmente terminaron. Miguel y Martín se habían distanciado. Entre que la universidad los tenía demasiado ocupados y sus círculos de amigos se habían diferenciado, muy poco tiempo les quedó para volver a dirigirse la palabra. Los días pasaban sin que se diesen cuenta, sin que registrasen de que ya no pasaban tiempo juntos, hasta que finalmente uno de los dos se percató, pero ya era demasiado tarde. Ya no eran realmente amigos.
(Pero se extrañaban.)
Fue en una fiesta de Luciano que se volvieron a ver. El brasilero era uno de las pocas amistades que seguían teniendo en común, por lo que cuando el moreno celebró su cumpleaños número veintidos, fue inevitable que los dos chicos coincidieran en aquella fiesta. Martín trató de convencerse de que no sintió nada cuando Miguel lo saludó con una sonrisa bastante amigable, que su estómago no dio un vuelco, y Miguel trató de no quedarse mirando a Martín mientras este le conversaba.
Pero al final todo fue en vano.
Al final ninguno de los dos pudo realmente engañarse a sí mismo, porque al final fueron ambos los que se arrastraron mutuamente a encerrarse en el baño y fueron ambos los que se buscaron en ese beso desesperado. Aunque fue Martín solo quien empujó a Miguel contra la puerta y fue Miguel solo quien echó la cabeza hacia atrás, entregándole su cuello a Martín. Pero sí, fueron ambos juntos tratando de suprimir sus gemidos ansisos. Y así entre besos torpes y extrañados, caricias que no eran tan caricias y mordidas necesitadas, Martín soltó un "no me dejes" y Miguel lo besó con ganas, respondiendo con un "no me dejes ir".
(Y todo eso hizo que no importara el hecho de que hayan tenido sexo en el baño de Luciano mientras los demás le cantaban feliz cumpleaños.)
