T solo por si acaso, soy paranoica.
Nada de esto es mio esto pertenece a Martin.
La noche era fría para cualquier persona que estuviese en el exterior del castillo. Nevaba y no por primera vez, con una fuerza que los sureños hubiesen pensado que era invierno, pero allí, en el Norte, solo era una más de todas las nevadas de verano.
Su señor padre había dicho que esa vez le tocaba a ella junto a Rickon y, como poco se podía confiar en ellos dos, según todos, debían ser acompañados por uno de sus hermanos mayores. Era un milagro de que Sansa no se hubiese ofrecido y, en su lugar, estaba Jon, su hermano favorito, que le dedicaba una sonrisa traviesa, mientras se adentraban en el bosque más y más.
Arya llevaba a su hermanito de la mano, con firmeza, aunque se tambalease cada poco tiempo, ya que tenía aún piernas débiles para afrontar tantos baches en tal oscuridad.
Ella se había acostumbrado a la penumbra, y las sombras eran como parte de ella para ese momento.
Arya lo prefería así, por la noche no había personas que se asustasen de solo verlos y podía correr cuanto quisiese y jugar con sus hermanos. Aunque era decepcionante de que no hubiese venido Bran, porque le gustaba también divertirse con él. Estaba conforme de que Robb no hubiese ido, en cambio, pues era muy controlador y le decía todo a su padre al mayor exceso o travesura que hiciese. Y, a pesar de que a su padre le divertía, (Podía vérselo en la cara),terminaba castigándola.
Sintió a Rickon volver a tropezarse y lo agarró con más fuerza, tirando de él para que no cayese. Vio a Jon pararse pocos metros después de eso, ya muy entrados en el la profundidad del bosque y mirar hacia ella, dándole una de sus miradas de entendimiento y haciendo un gesto hacía su hermano más pequeño.
– Quédate con Jon, Rickon, ahora vuelvo – le dio un último apretón cuando llego al centro, dándole un vistazo y sonriendo a sus ojos azules ansiosos.
No tardó mucho tiempo en ponerse detrás de unos árboles de troncos gruesos y resguardados, allí comenzó a desvestirse, a pesar del frió abrumador que la hizo tiritar incontrolablemente.
Se estaba soltando el pelo cuando oyó un aullido cercano, tanto que le resonó en los oídos con una pizca de dolor. Pero no se amedrentó en lo más mínimo, en realidad se dejó el cabello oscuro suelto con rapidez y se quedó quieta como un tempano.
Buscó la sensación abrumadora de salvajismo que estaba siempre presente en ella, una parte muy grande de sí misma, y se dejó consumir por ella como un manto.
Sintió cada pedacito de su piel remodelarse y una sensación de cosquilleo la gobernó cuando el pelo le empezó a crecer por todas partes. Tan desnuda como el día en que nació, no rajó ningún paño que llevase puesto, como le había pasado unas cuantas veces a lo largo de los años, y su cuerpo cambió, libre de ataduras de tela.
Se puso a cuatro patas cuando ya no podía sostenerse más y sus manos cambiaron a pezuñas chicas. Aún no había crecido lo suficiente como para ser más grande que un lobo normal, era solo un cachorro y cuando, por un lado, apareció su hermano Jon, él era mucho más grande que ella.
Fantasma, así se denominaba a la otra forma de su hermano. Como se había llamado y ella, Nymeria, saltó hacia él con toda la fuerza que pudo reunir, intentando tirarlo al suelo, pero no se movió ni un ápice.
Rickon, un cachorro casi de la misma estatura que la de un gato grande, le mordió la pata, luchando contra ella, por diversión.
Los dientes de Peludo tampoco hicieron mucho daño, pero ella se lo sacudió y le dio una mirada llena de advertencia juguetona, antes de correr hacia él, provocando que este se escapase de ella.
Rickon y todos los demás siempre veían mucho mejor en la oscuridad en sus formas de huargos, por eso no se tropezó en ningún momento ni se estrelló contra cualquier árbol. Su hermano Fantasma también empezó a perseguirlos, pisando fuerte, para que supiesen donde estaba, aunque era completamente mudo y si quería podía no hacer ni el más mínimo ruido.
Era divertido pasar la noche con sus hermanos, parando solo para descansar un poco, aunque con esos cuerpos se sentían todos mucho más fuertes y energéticos.
Su madre había dicho que era una maldición que habían poseído pocos Stark a lo largo de la historia. Ella estaba horrorizada la primera vez que lo vio en su pequeño Robb, a la tierna edad de tres años, y en el hijo bastardo, la misma que la de Rickon en ese momento, aunque el más joven había desarrollado su habilidad un poco antes y ya se había acostumbrado a la rutina.
De Jon en realidad no se sabía la edad exacta de su primer atisbo de cambio, había sido secreto, solo Lord Stark lo había visto y él callaba como una tumba.
Su padre se lo había tomado mucho mejor y había pensado en seguida en ocultarlo. Cuando su hija Sansa, con cuatro años, también lo había desarrollado, más cuidado había tenido. Tanto era así que, al tener a Arya, sus precauciones se habían extremado considerablemente y solo unos pocos sabían de las condiciones de sus hijos, Jory Cassel, Ser Rodrik Cassel, la Vieja Nana y el maestre Luwin. Ni si quiera la septa Mordane sabía de ello y Arya se alegraba, porque puede que incluso en su forma de lobo la hubiese acompañado solo para mostrarle modales de cómo se comportaba una dama.
Su hermano Bran había cambiado a la edad de dos años, igual que Arya y apenas sabían andar o escalar (en el caso de Bran) cuando ya estaban por los bosques correteando a cuatro patas.
Su hermano pequeño había tardado mucho en darse un nombre, al contrario que ella, que con cuatro ya había elegido y solo a los seis se había nombrado como Verano. Sansa, como no, había optado por ser llamada Dama y Robb, mientras tanto, tenía el nombre impresionante de Viento Gris.
Mientras corría por el bosque de los lobos, llamado así por la inmensa población de ellos, se preguntó qué pasaría ahora, con la inminente llegada de los invitados.
Por pura experiencia sabía que si no se transformaba cada poco tiempo a Arya le empezaba a picar la piel y después de un poco más un dolor inimaginable la recorría por todo el cuerpo. Así habían descubierto sus límites, a Robb le pasaba cada dos semanas, más o menos y Sansa podía aguantar durante un mes entero sin necesidad de transformarse, pero los demás eran distintos, Rickon solo aguantaba una semana y Bran, Jon y ella misma, cuatro días, antes habían podido soportar tanto como su hermanito más chico, pero a medida que crecían, los tres habían acortado su tiempo de espera, hasta reducirse a eso.
Su padre decía que era porque su sangre de lobo era mucho más prominente y eso era seguro, su aspecto y el de Jon eran idénticos a los de un Stark, sin embargo, eso no explicaba a Bran, que tenía el obvio parecido Tully, quizás, a pesar de su aspecto también tuviese mucha sangre de su padre.
Cuando alzó la cabeza por primera vez en toda la noche, que no fuese para otra cosa que para aullar, se encontró con que amanecía ya y era tiempo de volver al lugar de antes y dejar su forma de animal.
Nymeria desaparecería para dar pasa a la hija menor de los Stark y tendría otra clase insufrible de costura. Olvidando su salvajismo, al que tanto desprecio y miedo le tenía su madre.
Aulló una última vez a la Luna, que ya no se veía, antes de cambiar para ser una simple niña.
