Antes de nada: Si veis a Lovino muy Ooc, obviamente es mi culpa, que estoy maldiciendo mi word por hacerme escribir de nuevo y no acordarme del texto original.
El móvil que robó
Entre todas las ideas que había tenido, esa sin duda era la más loca y disparatada. En vez de, como toda la gente normal, dejar un sobre sin nombre y olvidarse del tema, decidió robar el teléfono a su crush para poder tener una cita. Cualquier persona tenía derecho a pensar que estaba realmente loco, pues no era un método siquiera legal, pero ya estaba harto de ser solo uno más de los que andaban en el pasillo para él.
¡Hola, que estaba ahí!
Fue muy fácil adivinar la contraseña ( nunca era buena idea para ser una contraseña) y buscó el número que ponía "casa". No podía creer su buena suerte cuando fue él quien contestó, pues si lo hacía su hermano no sabía que iba a decirle.
- ¿Hola?- preguntó como un idiota
- ¿Eres quien ha encontrado mi teléfono?- le dijo un si bastante cortado- ¡Gracias a dios! ¿Quien eres?
- Lovino- le dijo restando importancia- ¿Podemos quedar en el parque cerca del instituto para dártelo?
- Tengo entrenamiento, pero estaré a punto a las 5
Colgó el teléfono y no tardó en gritar como un fanboy. Su hermano no preguntó que pasaba, pero tampoco le iba a contar que acababa de lograr y con que método. Lo vio salir a los entrenamientos de su chico (el alemán que tan mal le caían, pero entrenaba con el chico que le gustaba) y entró en su habitación para intentar estar lo más casual y perfecto posible. No podía ir con el uniforme del colegio, no gustaba en absoluto, pero tampoco podía llegar con lo primero que encontrara en su armario. No dejaba de mirar el reloj, deseando que la hora llegara. La idea de llegar puntual no salía de su cabeza. Junto con el teléfono en el bolsillo, tenía un pequeño chocolate un poco mal envuelto, y deseaba que no se derritiera fácil.
Al llegar al lugar y a la hora, vio que todavía él no había llegado y se sentó en el primer banco que vio. El tiempo pensaba y la idea de que lo había dejado plantado cada vez era más fuerte en su cabeza. Quería pensar que llegaba tarde porque los idiotas de Paco y Gilberto lo habían retenido, pero solo podía pensar en que el muy idiota lo iba a dejar plantado.
- ¿Eres tu Lovino?- oh, dios. Se quedo sin respiración por un momento, en shock. Se había olvidado de que Antonio no sabía como era él. Sacó el teléfono y muy pegado a él el pobre chocolate a nada de derretirse por el calor que tenía en las manos- ¡Muchas gracias!- Ahí estaba aquella sonrisa que volvía loco a todo el mundo. Nadie podía resistirse a aquella sonrisa.
Le dio las dos cosas y salió del lugar bastante nervioso, para sorpresa del español, que solo podía reír ante la situación y comer aquel regalo extra. Quizás debía volver a perder el móvil, a ver si la siguiente persona le hacía pasar tan buen rato.
