Bonna sera!
No le busquéis más de lo tiene, este es el resultado de una noche llena de death metal, cerveza y Edgar Allan Poe a las cinco y media de la madrugada.
Reflejo.
Botas militares de cuero negro, pantalón corto vaquero con el botón y la cremallera desabrochados, pelo revuelto y dos condones menos en su bolsillo; en eso se basaba su vida desde hacía meses. Conciertos repletos de adrenalina y música fuerte que acostumbraban a finalizar en el asiento trasero de un viejo coche familiar que no dejaba de sacudirse de arriba a abajo durante varios minutos.
Sólo uno más, se dijo a sí misma. Podía y debía resistir un día más, sólo una noche.
Solía reprocharse a sí misma cada noche al llegar al cuchitril que llamaba "hogar"; no debería consentir ser tratada de esa manera, y sin embargo cada noche caía más y más hondo en el pozo oscuro y sin fin que era su mente devastada. ¿Por qué?, se repetía frente al espejo ennegrecido y viejo. Los cabellos morados habían perdido lustro, y los ojos ahora eran enmarcados por una ensombrecida y profunda grieta que constituía sus párpados. Sonrió sin ganas frente a una mujer que no era ella, o que al menos no deseaba ser.
-Mírate, asustada y revolcándote con cualquier imbécil que se te ponga delante. Me das pena.
Y al hablar, cayó en la cuenta de que la mujer triste, pálida y enfermiza de la que se burlaba era ella misma. Sin pretenderlo, lágrimas aparecieron en los surcos de sus ojos y resbalaron y mojaron allá por donde pasaron. El maquillaje caro acabó extendiéndose por su rostro y la máscara pulcramente creada acabó por desaparecer, mostrando a una niña en el espejo envejecido y triste.
¿Por qué?, gritaba la pequeña desde la jaula en la que estaba encerrada desde hacía años.
Una mano sin fuerzas golpeó el espejo malvado, y la pequeña enjaulada desapareció tan rápido como vino. Los llantos fueron apagados por un sordo jadeo, un grito contenido que avecinaba una tormenta roja y densa, como la sangre que huía inmisericorde de su mano, de su muñeca y de su brazo. Acarició sin querer la herida, y sintió por vez primera que estaba viva, que en su mente inerte y su cuerpo sin vida podían habitar sentimientos y sensaciones. Tocó la sangre, la contempló con adoración y se permitió llorar de felicidad como no lo había hecho nunca, pues si sangraba significaba que estaba viva.
Y de nuevo, con la otra mano bañada en escarlata, golpeó el espejo gris con ira. Sentía los cristales hundirse en su piel, notaba las esquirlas lacerar y arder todo su ser. Pronto se encontró a sí misma arañando y apretando los vestigios del espejo hecho añicos contra su piel, su cuerpo. El dolor le aseguraba que estaba viva; el dolor le permitía asegurarse de que era un ser humano, alguien con derecho a sentir.
Fue entonces cuando percibió con horror que el dolor tiene un precio, que no se le permitiría ser una criatura viva por mucho tiempo. Una risa desquiciada se abrió paso desde lo más hondo de su ser y acabó estallando contra las cuatro paredes que la rodeaban. La vida se le escapaba de entre las manos, los sentimientos que una vez fueron anhelados habían echado raíces en su interior y la niña sollozaba en su prisión, ansiando volver a jugar y poder sentir, como todos los demás.
Y aún así, con la Parca reflejada frente a ella en los trozos del espejo roto, no pudo evitar sonreír una última vez, sabiendo que iba a pudrirse en el Infierno.
¿Y bien?
¿Qué tal ha ido? ¿Demasiado bizarro, tétrico o qué-sé-yo? En principio no iba a subirlo, pero luego pensé que este fandom está necesitado de historias de este estilo. Ya sé que es un AU y que es corto, ¡pero Saeko merece más atención! D:
Y ya que lo has leído, no estaría mal que dejases un sexy review. Porque los reviews son el oxígeno del autor, ¡no me dejéis morir tan joven! T_T
Boogie.
