La noche dio paso al día y la tempestad a la calma. La batalla acabo antes de haber comenzado. Los muertos eran más y tal y como aseguro Jon, no se cansaban, no dormían, no comían. Eran el ejercito perfecto. No necesitaban reponer fuerzas, ni se quejaban de sus heridas. Ni siquiera tenían que ser retirados del campo de batalla por sus compañeros. Si perdían un brazo luchaban con el otro, si perdían las piernas se arrastraban y atacaban desde abajo. Eran la perfecta arma de destrucción y para su desgracia era su especie la que deseaban destruir.

Fue un grave error desde el principio. Dejaron a los niños, a los inválidos y a todos aquellos que eran incapaces de sostener un arma encerrados en el sitio que históricamente había sido inexpugnable. Pero no contaron con ellos. Con todos los que allí descansaban. Con sus cuerpos quedados, momificados o podridos, generaciones de hombres y mujeres Stark fueron despertados de su merecido descanso por el rey de la noche. Salieron de sus tumbas a base de golpes y arañazos y despedazaron a todos los que allí se encontraron. Los convirtieron en nuevos soldados para un ejercito eterno. Ante aquella espantosa situación las puertas que guardaban la cripta fueron abiertas y los más desvalidos pisoteados para pasar por encima de sus marchitos cuerpos con el fin de salvarse primeros.

El caos no tardo en presentarse. Al frente los soldados luchaban y retrocedían buscando espacio para maniobrar. Pero en su retaguarda los civiles gritaban histéricos mientras uno a uno se convertían en muertos vivientes y atacaban a su vez a aquellos que habían jurado protegerles. Solo tuvieron una oportunidad para lograr una tregua. Fue una orden directa del rey del norte y como tal se cumplió. Los vivos abandonaron la protección de la fortaleza mientras los dragones barrían con su fuego a todos aquellos que quedaron rezagados. Miles de vidas se perdieron aquel día y todas fueron a para a la conciencia del bastardo de Invernalia, quien nada más replegarse al interior vómito, aun sin contemplar la escena humeante.

El armisticio llego con las primeras luces del alaba. No porque los muertos necesitasen el descanso, si no para acabar aún más con las esperanzas de los que todavía respiraban. Una manera sutil y directa de recordarles que ellos serían los ganadores y también de hacerles saber en que se convertirían. No hubo nadie que no llorase aquel día. Los dothraki gritaban ensalmos a sus caídos, los hombres del hierro pedían justicia a su dios ahogado y los niños Stark se debatían entre la madurez y el dolor.

Ansa Stark señora de Invernalia, hija del anterior guardián del norte y hermana del caído joven lobo lloraba en silencio mientras acariciaba la cabeza de su pequeña hermana. Arya había corrido a las criptas al escuchar la notica, si sus muertos resurgían era lógico que fuese su descendencia quien les devolviese al sueño del que nunca debieron haber despertado. Combatió de manera ejemplar, ayudo a escapar a las gentes y obstaculizo la persecución. Gracias a ella ahora Sasnsa seguía respirando. Fue la pequeña la que la arrastro hasta el frente de batalla mientras respiraba con dificultad. Quizás si se hubiese enfrentado a otro el resultado había sido diferente, pero hacerle frente a él fue algo imposible de aceptar.

Con el rostro cubierto por el cabello pelirrojo Sansa recordaba cada gesto, cada palabra, cada mirada. Especialmente esa que ambas hermanas dedicaron a la cabeza de huargo cosida sobre los hombros de un hombre. Fue el último regalo de Ramsay para su esposa. Trajo el cuerpo del señor caído y lo sepulto en una elegante tumba, como si en verdad en el algún extraño momento habría deseado hacerse querer. Él las siguió, las dio caza y las hirió. A cualquier otro Arya le habría desmembrado sin problemas, pero a aquella figura solo pudo atravesarla el corazón después de que él la abriese las tripas con una espada desgastada. Murió en sus manos, entre toses y vómitos escarlatas.

Gendry no tardo en encontrarlas y sus gritos se hicieron eco de los de los demás. Se abrazo al cuerpo de la mujer que había amado y beso sus labios como si estos aún albergasen algo de vida en ellos. Jon por su parte fue incapaz de llorarla. Aún no se podía permitir ser un humano, aún debía ser el comandante que todos obedeciesen. Ordeno traer la leña y construir piras, ordeno quemar los cadáveres y se alejo hasta el bosque de dioses para gritar de rabia y dolor.

- No fue tu culpa. – La voz de Daenerys hizo eco en sus oídos y el se giro para encararla. – Todos pensaron igual que tú. Y tenías razón. Nada podía entrar.

Jon se acerco hasta ella y la abrazo transmitiéndola todo su dolor, toda su pena. Y allí la beso bajo el arcino. La besó como nunca lo había hecho, con amor, con osadía y desesperación y ella se dejó amar.

- Yo no quiero el trono Dany. – Dijo con los ojos hinchados por las lágrimas. – Yo solo quiero … quería que mis hermanas viviesen. Solo quería … solo quería una puta familia Dany. – Cayo de rodillas frente a ella y se abrazo a su cintura llorando hasta que no quedo nada en su interior. Solo después pudo regresar a la casa que le había visto crecer y hacer recuento de los caídos.

Muchos nombres, muchos cadáveres. Arya cayo junta a las murallas otros no tuvieron tanta suerte. Gilly y el pequeño Sammy fueron pisoteados por aquellos a los que habían tratado de ayudar. Missandei presentaba un corte profundo en el cuello realizado por un difunto. Por suerte para ella no realizaría sola el último viaje, fueron varios Inmaculados los que se necesitaron para colocar a su lado el cuerpo de Gusano Gris, asesinado en el campo de batalla. También Poldrick fue acomodado en esa improvisada pira. Y Brienne doncella de Tarht besos sus labios a modo de despedida.

- ¿Le queríais? – Pregunto sorprendido Jaimie Lannister y ella solo atino a secarse una lágrima.

- Era el hombre más dulce que he conocido. – Quizás fue el cansancio o el ambiente apesadumbrado pero lo cierto es que la recién nombrada caballero no pudo más que llorar y dejarse abrazar por un Tormund más herido que sano. El hombre pelirrojo intercambio una mirada con el antiguo león dorado y siguió dibujando círculos con su mano en la espalda de la joven.

- No lloréis mujer. Ya veréis que pronto nos encontraremos con él. – Aventuro el pelirrojo regalándola una gran sonrisa y ella no estuvo segura de si había acabado perdiendo el juicio o es que en realidad no lo tuvo nunca.

Jon se acercó a Sir Davos sin saber a quien mirar primero. Su pequeña hermana estaba en una pira a punto de ser incinerada, su mejor amigo se disponía a quemar a su mujer y a su hijo adoptivo y la mujer que amaba se paseaba entre las filas de sus muertos desviando la mirada hacía su escolta y su traductora caídos, hacía sus amigos.

- ¿Cuántos? – Pregunto para evitar hacer cualquier otra cosa.

- Demasiados. – Contesto el hombre cansado. – Tyrion dice que casi todos los que estaban en las criptas y en el campo de batalla aún están recogiendo cuerpo. El perro, Dondarrion y Theon también han caído. Y esos solo son los que he buscado personalmente. La niña Mormont sigue viva si te sirve de consuelo. – Y Jon esboza un amago de sonrisa. – Quizás vivamos unas horas más o …. ¡Que cojones hace aquí! – Verle perder el control a un hombre que ha sido ladrón y contrabandista es algo nuevo para Jon y por eso desvía la mirada en la dirección que este observa. Y lo hace para encontrarse con la imagen de una mujer a la que no pensó jamás volver a ver.

Con su cabello de fuego y su vestido rojo Melisandre parece una antorcha cruzando los paramos helados del norte. Entre en la fortaleza como si fuese su casa y ni siquiera espera a que el caballo pare para descabalgar. Es Sir Davos quien intenta interceptarla para cumplir la promesa que la hizo. La matará. Lo hará en compensación por la vida que ello arrebato. La quemará viva como ella quemo a la niña que él juro proteger. Y sin embargo ala llegar a su altura ella le corta en seco sin dejarle si quiera quejarse.

- Nuestra historia deberá esperar hasta ganar esta batalla Sir Davos. Después me someteré a vuestra justicia, pero ahora todavía pertenezco al señor de luz y éste quiere que nos demos prisa. – Miro a los ojos a Jon y hablo con sinceridad. – He tenido una visión y me ha pedido que quemes todos los cadáveres. Tanto de los vivos como de los muertos. Y debes hacerlo ya, antes de que vuelvan a atacar.

Jon la estudia con gesto agotado y después suspira resignando.

- Es algo que ya estamos preparando mi señora.

- Debe hacerse más deprisa. – Espeta ella. – Se nos acaba el tiempo. – Y Jon la odia porque tiene que dar la orden sin poder despedirse de su hermana, sin poder consolar a Sam y opacar la autoridad de su propia reina.

Danerys, Sansa e incluso sir Davos se turnan a solas para chillarle mientras en el patio la mujer roja recita sus salmos y los cuerpos arden como velas en un septo, es entonces cuando el ya no puede más y grita hasta desgarrarse la garganta.

- ¡¿Creéis que quiero hacerlo?! – Les mira a los ojos y todos ven su dolor reflejado en los propios. – Ni siquiera he podido despedirme de Arya. Sam ha perdido a su familia. Tengo a más de mil personas ahí fuera que quien saber dónde están sus familiares y amigos y no se lo puedo decir porque no se a quien estamos quemando. Dadme un respiro queréis. – Exige golpeando una banqueta y lanzándola contra el suelo. – Si queréis gritar a alguien salid ahí fuera y hacedlo con el que ha organizado todo esto.

Nadie se atreve a seguir hablando. Solo se quedan allí de pie, esperando que el momento pase o que alguien interrumpa de mala manera y para sorpresa de todos es Sam quien lo hace. Entra como un rayo en la habitación, con un niño en sus brazos y la alegría brillando en su mirada.

- Es un milagro Jon. – Grita feliz y éste observa al niño que trae en los brazos reconociéndole al instante. – Las hogueras se apagaron de repente y todo el mundo comenzó a levantarse. Es como si ella …

Pero Jon ya no esta escuchando. Le da un beso en la frente y abandona el lugar seguido por aquellos que hace escasos minutos querían cargarle con las culpas de una guerra no deseada. Sale al patio convertido en uno más de esos hombres y mujeres que observan la escena sin saber que creer. Los muertos están despertando de sus tumbas de madera y fuego, pero no son fríos como los que convoca el rey de la noche. Son cálidos y bien recibidos. Y es allí como la ve. Aún más pequeña entre los brazos de Gendry quien la estruja y la besa sin pensar en donde la pueden caer los besos.

- Vale. – Pide ella tratando de respirar, pero él apenas la escucha y cuando lo hace es para dejarle su puesto a Jon y a Sansa que la miran la tocan y la vuelven a abrazar.

Así se tiran un rato hasta que escuchan una risa jovial y algo cínica propia de un Greyjoy recién resucitado.

- Tengo pene. – Dice feliz y se lo ensaña a quien quiera verlo. Sansa se lleva las manos a la cara, pero se ríe en alto y acaba abrazándole tan fuerte que él asegura que le han roto una costilla.

Uno a uno se levantan y se revisan. La cara del perro ya no esta quemada y el ojo de Dondarrion vuelve a estar en su sitio. Arya no tiene cicatrices que marquen su estómago y gusano gris le ha pedido permiso a su reina para disfrutar de una hombría que no tenía desde los nueve años. Es entonces cuando la mayor sorpresa se despierta. Cuando el cuerpo de un hombre asesinado durante una boda convulsiona y la cabeza de un lobo cae contra el pavimente mientras el cuerpo se pone en pie.

Cuando Jon saca su espada y Theon dice que esta seguro de que acaba de mearse en los pantalones. Cuando el cabello rojo de Robb Stark resplandece bajo el sol y su boca se abre tratando de tomar todo el oxígeno que puede.

- Eso es imposible. – Dice Arya y por primera vez en su vida Gendry la ve asustada. – Imposible. – Repite.

Todos le observan el hombre se pone en pie como puede, completamente deshecho. Les mira a todos, uno por uno hasta dar con alguien a quien cree reconocer.

- ¿Jon? -Pregunta y su voz hace que aquellos que le conocieron se estremezcan. - ¿Dónde estoy? ¿Quién es esta gente? ¿Y madre?

Son demasiadas preguntas las que fluyen en el aire y más aún en su cerebro, pero a Jon en ese momento le importa una mierda si la bruja roja se ha pasado en su encantamiento. Si su maldito dios quiere que le veneren o si los muertos van a volver a atacar. En ese instante solo esta seguro de que quiere acabar su vida allí. Abrazando a Robb, aspirando su aroma y llorando como un niño mientras éste trata de arrancarla alguna explicación de como ha acabado en Invernalia cuando lo último que recuerda es al señor de fuerte terror apuñalándole en el corazón. Pero Jon calla porque no tiene respuestas tan solo preguntas y guarda aún más silencio por miedo a que todo sea un sueño y alguien le obligue a despertar.