Hola, mis queridos lectores. He venido con una nueva historia para ustedes. Tendrá de dos a tres capítulos, dependiendo de qué tan largos sean los capítulos*-*
Espero que puedan agregarme a mi facebook personal Anne Kris Uchiha (en mi perfil está el enlace directo a mi perfil) desde allí estaré pendiente de ustedes y publicaré sobre mis próximas actualizaciones. Sin más que decirles, espero que disfruten de este nuevo proyecto que he traído para ustedes.
Los personajes de Naruto pertenecen a Masashi Kishimoto.
Just Hold On
Capítulo 1.
"Fuiste una existencia efímera en mi vida, pero la más hermosa de todas"
En ese instante de su vida, todo estaba jodidamente mal. En realidad, siempre había estado mal. Sus padres murieron cuando apenas era un niño, un tipo ebrio se llevó su auto cuando ambos iban de regreso a casa luego de la celebración su decimoquinto aniversario de bodas. Ahora, la única persona que le quedaba en ese mundo, acababa de perder la lucha contra una terrible enfermedad de la cual los médicos nunca encontraron razón de ser, ni un efectivo tratamiento, sólo un método efectivo para alargar su vida un tiempo.
En el momento en que su hermano cerró los ojos para siempre, huyó como un cobarde. No pudo soportar verlo descansar tan pacíficamente, no podía concebir que ya no sería capaz de ver esa sonrisa amable que siempre le traía tranquilidad y que le aseguraba que todo estaría bien, a pesar de que no era así. Corrió por los tétricos pasillos del hospital, ignorando las numerosas advertencias por parte de las enfermeras. Últimamente había comenzado a odiar ese lugar. El pesado ambiente, el aroma a medicamentos y enfermedad, todo.
Salió al jardín del hospital, inconscientemente fue a parar a la banca donde siempre iba a con su hermano cuando se le permitía salir de su permanente habitación. No le importaba que lo vieran llorar, su pequeño mundo acababa de derrumbarse, la única luz de su vida acababa de extinguirse. Dejó que todo lo que había estado conteniendo desde que su hermano entró a la unidad de cuidados intensivos, saliera. Lloró como no lo había hecho desde que sus padres murieron, no, esta vez era peor. Porque aquella vez su hermano permaneció siempre a su lado y ambos se apoyaron mutuamente, pero ahora... no existía persona en el planeta que le diera paz a su alma.
– ¿Sabes? Sé que debe ser duro, pero debes intentar ser fuerte o esa persona se pondrá peor al verte así– dijo una voz femenina. Estaba dispuesto a decirle que se largara, pero se quedó sin habla al verla. Una chica de grandes ojos jades y cortó cabello rosa estaba sentada junto a él, dedicándole una cálida sonrisa. La presencia de la extraña chica le transmitió una inmensa paz por unos instantes. Un ser precioso que había conseguido dejarlo atónito con sólo mirarlo.
– Odio cuando mis padres se ponen sentimentales porque estoy aquí, pero sólo me hacen sentirme una carga pesada para ellos– continuó. El pelinegro se limpió las lágrimas con la manga de su sudadera y se enderezó para brindarle su atención a la joven. Se permitió detallarla con atención. Sin duda una chica linda, extremadamente pálida, pero supuso que aquella bata de hospital no era por nada. Pensó que tal vez se había escapado, pero descartó la posibilidad cuando vio que una enfermera la vigilaba desde lejos.
– ¡Oye, no vas a decirme nada!– reclamó ofendida. Sasuke catalogó a esa chica como molesta.
– Hmp, molestia– masculló, ganándose una mirada enojada por parte de ella.
– Eres un grosero, sólo intentaba ser...
– Mi hermano acaba de morir– pronunció, dejándola con la oración a medias.
– Lo lamento mucho– dijo poniendo una mano en su hombro. Él miró la flacucha mano de ella por unos instantes y luego sus ojos se clavaron en los de ella.
– Gracias– agradeció con voz ronca, a penas y podía pronunciar bien las palabras.
– Señorita Haruno, es hora de volver– llamó la enfermera que cuidaba de ella. La pelirrosa bufó y soltó un par de groserías antes de levantarse de la banca.
– Por cierto, ¿Dije mi nombre?– inquirió dudosa mientras caminaba de espaldas para no perder de vista al pelinegro. Él negó levemente.
– ¡De prisa, es hora de su medicación!– gritó impaciente la mujer. La pelirrosa bufó y se giró para continuar con su camino hasta la enfermera.
– Mi nombre es Sakura, por cierto– se presentó mirándolo por encima del hombro. Sasuke llegó a cuestionarse cómo es que una persona que está en un lugar así puede sonreír tanto. Su hermano no borraba su sonrisa cuando él venía a visitarlo, incluso no lo hizo hasta su último aliento– ¿Y tú?– esa pregunta lo sacó de sus cavilaciones.
– Sasuke– respondió, pero ella no alcanzó a escucharlo.
Los días siguientes fueron terribles para él, a pesar de que no estaba solo en su duelo. La novia de su hermano se había convertido en su pilar para soportar tanto dolor y él el de ella. Izumi había sido novia de Itachi por varios años, pero él nunca quiso pedirle matrimonio porque en el fondo sabía que la enfermedad acabarían con su vida. Desde entonces Sasuke no volvió al hospital, no volvió a ver a aquella ocurrente chica que lo había iluminado con su presencia.
...
Ese día estaba harta de todo, sólo quería correr y correr hasta que sus pies sangrarán y sus pulmones ardieran. Huyó de la consulta del oncólogo luego de escuchar con horror todos los tratamientos a los que sería sometida. Maldito cáncer, ¿por qué precisamente a ella? El sólo pensar en las palabras quimioterapia y radioterapia le hacían estremecer. Dietas especiales a las cuales someterse, estaría más cansada que de costumbre, perdería su cabello. Todo lo que implica el cáncer, es un verdadero martirio.
Llegó a un parque cercano al hospital, no es mucha la distancia que su enfermo cuerpo le ayudará a recorrer. En una banca, con la mirada perdida en el cielo, estaba ese chico azabache que le aceleró el corazón en cuanto sus profundos ojos negros se clavaron en ella.
– ¿Siempre nos encontraremos en un lugar así?– preguntó divertida, dejando de lado todos sus problemas y aparentando que eso es un encuentro casual entre ambos.
– Parece que sí– respondió con suavidad– Sakura– la profundidad de su voz al pronunciar su nombre, aceleró su corazón igual que el día en que se conocieron.
– No es justo, tú sabes mi nombre, pero yo no conozco el tuyo– dijo berrinchuda. Él hizo un ademán de sonrisa y habló.
– Comencemos de nuevo– tendió su mano hacia ella– Uchiha Sasuke, un gusto conocerte.
– Haruno Sakura, el placer es mío– sonrió mientras estrechaba su mano– ¿Cómo has estado estos días?– se atrevió a preguntar– me habría gustado mucho seguir hablando contigo, pero tenía que ir por mis medicinas.
– Bien, supongo, estoy vivo– contestó– ¿y tú?– sería hipócrita de su parte decir que estaba bien sólo por el hecho de estar viva. En su condición, estar viva es una total mierda.
– Jodidamente bien– respondió con una sonrisa falsa.
– No lo parece– comentó encogiéndose de hombros. Su fachada no consiguió convencerlo completamente.
– ¿Quieres dar un paseo?– propuso intentando hacer que él se olvidara del tema. Él no respondió, simplemente se puso de pie y la miró esperando que ella lo siguiera. La suave brisa de primavera movía sus cabellos al compás del viento.
– Hagamos un juego– propuso ella, rompiendo el cómodo silencio. Él permaneció callado, brindándole su atención– te haré treinta preguntas y debes responderme con sinceridad.
– Quince– replicó el pelinegro.
– Veinticinco– debatió ella.
– Veinte– sentenció él.
– Hecho– accedió emocionada.
– A ver...– había demasiado que quería preguntarle, pero sólo le había otorgado 20 preguntas y debía pensar bien en cuales le haría– ¿Qué edad tienes?– una pregunta común e incluso mediocre, pero ella necesitaba saberlo.
– 16 años– respondió– siguiente.
– Hmmh, ¿ Estás solo?– preguntó, él se mostró confundido– Me refiero a este mundo– aclaró.
– Siguiente pregunta– respondió entre dientes. Sakura vio la soledad reflejada en sus ojos y se arrepintió de haberlo hecho.
– Lo siento, no fue mi intención– se disculpó– sin embargo, me gustaría saberlo.
– Mi hermano era el único familiar que me quedaba, aún así, no estoy del todo solo– contestó– la mujer que era su novia, decidió encargarse de mi, hasta que termine la escuela.
– ¿Cuál es tu sueño?
– Desearía ser médico y poder algún día encontrar la cura para la enfermedad que me quitó a Itachi, y que otras personas no sufran lo mismo que yo– contestó con sinceridad. Ella sonrió inconscientemente, no imaginaba que un chico tan apático como él, tuviera tales convicciones.
– ¿Color favorito?.
– ¿Eso acaso importa?– cuestionó extrañado. Pero al ver sus ojos, supo que si importaba– Azúl– contestó el primero que se le vino a la mente.
– ¿Comida Favorita?– otra pregunta tonta.
– Tomate y Onigiri– dijo.
– ¿Comida que odias?– Sasuke puso los ojos en blanco.
– Las cosas dulces, excepto los dangos cuando los compartía con mi hermano– declaró– ¿Pretendes usar las 14 preguntas restantes en algo tan tonto?
– ¿Alguna sugerencia?– inquirió ella.
– Acabas de desperdiciar una pregunta, te quedan 13– comentó burlón.
– ¿Por qué eres tan malo?– chilló indignada.
– Doce– refutó en el mismo tono.
– Deja de jugar conmigo– reclamó ligeramente ofendida– ¿Qué lugar fuera de Japón te gustaría conocer?
– La verdad nunca había pensado en ello– comentó pensativo– supongo que cualquier país de Europa, para así ir a un partido de fútbol de la Champions League y cumplir también con el sueño de mi hermano.
– Supongo que preguntar si te gusta algún deporte queda descartado– aventuró Sakura– ¿Cuáles son tus pasatiempos favoritos?
– No es mucho, en realidad. Sólo me gustan los paseos largos, los lugares silenciosos, un buen libro en compañía de un café amargo– la manera en la que él hablaba de ello, la dejaron fascinada. Entendió que para algunas personas, las cosas simples podrían hacerlos felices.
– ¿Tienes amigos?– quiso saber.
– Sólo uno, pero él solo se basta para no querer tener más.
– Ah, ya veo– suspiró decepcionada.
– ¿Qué sucede?– interrogó Sasuke.
– Es que yo quería ser tu amiga– musitó con un ligero rubor en las mejillas.
– ¿Tienes novia?– preguntó en un susurro casi inaudible.
– No, tenía demasiados problemas como para ocuparme de una mujer fastidiosa con delirios de grandeza– respondió con fastidio.
– Esta pregunta no será parte de las que faltan, digamos que será la 11.5– aseveró, él reprimió una carcajada– ¿Acaso te parezco fastidiosa yo también? Digo, como te refieres a todas en general.
– Supongo que cuando las chicas te acosan y no te dejan ni disfrutar de tu almuerzo en paz, llegará un momento en el todas te resultaran fastidiosas– comentó con desagrado– pero tú no, tú eres una molestia.
– ¿ Cuál es la diferencia entre una y la otra?– interrogó intrigada.
– ¿Otro derivado de la pregunta 11?– inquirió divertido. Ella asintió efusiva– está bien. La diferencia es que si me resultaras fastidiosa, tú y yo no tendríamos esta conversación ahora mismo.
– Sigo sin entender, pero parece que tú eres el complicado– el azabache se encogió de hombros, dándole completamente la razón.
– ¿Qué piensas sobre...– vaciló un poco–... el cáncer?
– El cáncer es un crecimiento anormal de células que van hacia el torrente sanguíneo, producto de una alteración en el ciclo celular– recitó sin titubear. Sakura quedó perpleja ante el conocimiento de él sobre el tema– ¿Qué? Una persona que quiere ser médico algún día, debe tener al menos una noción de lo que es uno de males que más afecta la humanidad.
– Eres un chico listo– alabó la pelirrosa.
De pronto, la carrera que había hecho del parque al hospital, estaba comenzando a pasarle factura. La fatiga comenzó a agobiarla, la vista le comenzó a nublarse. El llamado alarmado de su nuevo amigo, fue lo último que escuchó antes de que todo se volviera oscuro.
– ¡O-oye!– gritó Sasuke alterado al ver a la pelirrosa desvanecerse. Logró sujetarla a tiempo antes de que se golpeara con el suelo. La sostuvo con firmeza entre sus brazos y corrió al hospital, por fortuna no estaba muy lejos de allí. Cerca de la puerta del hospital, había un hombre de cabello rosa opaco y una mujer rubia, quienes corrieron preocupados hacia él en cuanto lo vieron venir.
– Gracias por traerla, chico– agradeció el hombre, arrebatándosela de los brazos y corrió con ella al interior del hospital.
– ¡Disculpe!– llamó desesperado a la mujer, odiaba el hecho de no saber prácticamente nada de ella– ¿Qué le pasó a Sakura? ¿por qué ustedes no parecen sorprendidos de verla en ese estado?
– ¿Eres amigo de Sakura?– preguntó dulcemente la rubia, él asintió– nunca te he visto.
– Nos conocimos hace poco, ella apareció de repente un día– comentó obviando las condiciones en las que ella lo había encontrado– hoy volví a verla de nuevo, me dijo que quería dar un paseo y luego simplemente se desmayó. No obvie mi pregunta, señora, ella no está bien ¿cierto?
– Te invito un café y hablemos de ello– ofreció amablemente. Sasuke meditó las palabras de la mujer y luego asintió.
– ¿Cómo te llamas, cariño?– preguntó.
– Sasuke– respondió. Ella le dedicó una sonrisa maternal y lo invitó a seguirla a la cafetería del hospital. Sasuke se sentó en silencio en una mesa, mientras observaba distraídamente sus dedos inquietos. Una mano flacucha y con arrugas se posó sus manos, haciendo que las dejara tranquilas.
– ¿Qué tienes?– preguntó amablemente la madre de Sakura. Él no respondió, simplemente siguió observando sus manos.
– En este lugar– comenzó en un susurro– en este lugar... siempre he recibido no más que malas noticias... así que no le dé más vueltas al asunto, dígame que sucede. Créame, podré ser capaz de aguantarlo, estoy acostumbrado a las malas noticias– sentenció mirado fijamente a la mujer frente a él.
– Bien, te diré todo– suspiró profundamente y comenzó a hablar.
Sasuke pensó que las palabras de la mujer, que no supo su nombre sino hasta el final de la conversación, no serían capaces de afectarlo tanto. Sakura padece de cáncer en etapa III que lamentablemente no pudieron detectarlo a tiempo, Mebuki le aseguró que los médicos están siendo optimistas con su caso. Le habló de que las quimioterapias y radioterapias comenzarían en unos cuantos días.
– ¿Puedo pedirle una cosa antes de irme?– preguntó poniéndose en pie.
– Por supuesto– respondió con una sonrisa.
– ¿Me dejaría verla un momento? Necesito entregarle algo– dijo.
– Acompáñame– indicó. Sasuke la siguió a una distancia prudencial, en el camino no dejaba de analizar todo lo que había escuchado. Aún le era imposible asimilarlo. ¿Acaso la vida se empeñaba en siempre quitarle a las personas con las que solía encariñarse? Si, lamentablemente estaba comenzando a encariñarse con la pelirrosa.
Dudó en entrar a la habitación de ella una vez que estuvo frente a la puerta, desde esa distancia podía notar lo pálida que ella estaba. El hombre de cabello rosa no dejaba de mirarlo con cautela, pero una simple advertencia por parte de su mujer fue más que suficiente para que se relajara.
– ¿Puedo quedarme a solas con ella un momento?– pidió entrando a la habitación. Mebuki asintió en silencio y arrastró a su esposo fuera de la habitación.
Se sentó en la silla que estaba en la camilla y se dedicó a observar el delicado, pero demacrado rostro de la chica. Sacó una libreta de sus mochila y comenzó a escribir una nota para ella. Al terminar, la dobló a la mitad, le escribió su nombre y la puso cuidadosamente debajo de la mano de ella. Con la esperanza de que se percate de la hoja en su mano al despertar. Salió de allí, no sin antes despedirse de la familia de ella con un simple asentimiento de cabeza.
Aunque no lo quisiera, debía volver a casa. Después de la muerte de su hermano, procuraba volver tarde. Siempre era el último en irse de la escuela y luego se iba a visitar a su amigo o simplemente vagar por las calles hasta que ya era demasiado tarde para ello. El parque cerca del hospital era su lugar favorito, solía hacer allí sus deberes escolares o simplemente acostarse en el césped hasta que se hacía de noche.
– Bienvenido a casa– saludó Izumi intentando sonreír, fracasando en el intento. Se notaba a leguas que había estado llorando, de nuevo. Pobre mujer, tener que hacerse cargo del hermano de su novio muerto, tener que vivir en su casa, dormir en su habitación. Un recuerdo constante que no le permite sanar su herida.
– Estoy en casa– respondió en voz baja– no tengo hambre– anunció yéndose directamente a su habitación.
Se despojó de su uniforme escolar y se metió al baño que tiene en su habitación. Permaneció en la bañera hasta que el agua se enfrió. Vistió sólo un pantalón de pijama, se lanzó a su cama y se quedó contemplando el techo hasta que el sueño lo venció.
...
Lo último que recordaba era el rostro de preocupación de su nuevo amigo. ¿Cuánto tiempo habrá transcurrido desde entonces? No había manera alguna de saberlo, lamentablemente la habitación que le asignaron esta vez no contaba con una ventana. Esperaba que sus padres se encargarán de conseguirle una. Su único entretenimiento en ese deprimente lugar, era observar las personas que transitaban constantemente por ese jardín. Le encantaba tomar su libreta y plasmar en ella sus pensamientos más profundos. Su sueño es ser escritora algún día, aunque actualmente lo ve como un imposible. Está demasiado cansada como para concretar una idea clara para su historia.
Intentó sentarse en la cama, sintió como una hoja de papel se arrugó entre su mano. Puso todo su esfuerzo en poderse sentar y puso toda su atención en el papel que había puesto en su regazo. Su nombre relucía en él con una letra que no había visto nunca.
"Doce preguntas van, ocho preguntas quedan. Dijiste que querías treinta, sin embargo accediste amablemente a aceptar veinte. Seré condescendiente contigo y te otorgaré cinco preguntas más, no desperdicies en cosas tontas de nuevo.
Espero que te mejores pronto y llámame cuando puedas hacerlo, dejaré mi número escrito debajo.
005 XXX XXX XX
Pd: No te preocupes, tu mamá ya me explicó que sucede contigo. Ahora entiendo a qué vino esa última pregunta que me hiciste.
Sasuke"
Dobló la carta nuevamente y la puso dentro de su libreta, la cual siempre reposa en la mesa junto a su cama. Lamentablemente su celular no estaba o sino lo hubiera llamado de inmediato, aunque no sabía qué hora era y que probablemente él debe estar en la escuela en estos momentos.
– ¿Estás despierta, cariño?– preguntó Mebuki insegura.
– Sí– respondió dejando escapar un suspiro.
– ¿Cómo te sientes?– quiso saber.
– No mejor que ayer, ni mejor que mañana– contestó con desgano.
– No hables así, Sakura– le reprochó con voz quebradiza. Sakura se arrepintió de haber hablado así, sabía que ella no era la única afectada en todo esto. Si hay algo peor que tener cáncer, es tener un hijo con cáncer. Sobretodo si ese hijo es el único que tienes.
– Lo lamento, mamá. Sólo que estoy cansada– se excusó– ¿Puedo comer algo? ¿Podrías darme mi teléfono?
– Te traerán el desayuno en un momento– informó, Sakura torció el gesto con desagrado.
– Detesto esa comida, ¿no te gustaría conseguirme algo más... comestible?– inquirió suplicante.
– Veré que puedo hacer por ti– afirmó, ganándose una sonrisa de agradecimiento por parte de la pelirrosa– vuelvo en un rato– dijo encaminándose hasta la salida, pero la voz de Sakura la detuvo.
– Antes de irte, entrégame mi celular– estiró la mano, esperando que su madre le diera el aparato.
– Lo había olvidado– comentó apenada– toma– se lo entregó y salió de la habitación dispuesta a conseguir un buen desayuno para su hija.
Sakura no perdió de vista los movimientos de su madre hasta que esta no abandonó la habitación. Se quedó un minuto entero sin hacer ningún movimiento, pues su madre a veces se devuelve porque olvidó comentarle algo o simplemente porque no se despidió de ella al salir. Pero no regresó, entonces tomó su libreta y sacó la carta de Sasuke de ella. Miró la hora, aún faltaban unos treinta minutos antes de que comiencen las clases y no dudó en marcarle al instante. Tenía una inexplicable necesidad de hablar con él, de escuchar su voz.
– Buenos días, Uchiha Sasuke al habla– respondió formalmente al tomar la llamada.
– Buenos días, Sasuke-kun– saludó cordialmente– soy Sakura.
– Es bueno saber que ya despertaste– comentó– ¿Cómo te sientes?
– Digamos que bien– divagó. El otro lado de la línea quedó en completo silencio– ¿Sigues ahí?– interrogó.
– Si, sólo estaba pensando– respondió– ¿Cuándo saldrás del hospital?
– No lo sé, ¿por qué lo preguntas?– quiso saber.
– Pensaba en responder las preguntas personalmente, pero creo que voy a tener que hacerlo por teléfono. No creo llegar a tiempo para la hora de visitas– se lamentó. El corazón de Sakura se sacudió con violencia en su pecho, él quería verla, a ella, a una chica enferma que todo el mundo había dejado atrás.
– N-no– se apresuró a decir– le preguntaré a mi mamá si sabe cuándo me darán de alta y luego te apunto la dirección de mi casa ¿vale?– se removió ansiosa en su lugar mientras esperaba una respuesta por parte el pelinegro.
– Está bien, esperaré tu respuesta– dijo para luego ponerle fin a la llamada.
– ¿Con quién hablabas?– preguntó su padre con cautela al entrar al habitación.
– Kizashi, no seas así– reclamó la rubia– no le prestes atención, papá sólo quiere saber porque esa sonrisa cuando hablabas por teléfono– los colores se le subieron al rostro, sus padres la habían estado observando y ella no se había percatado de ello.
– Mamá– pronunció sería– ¿Cuándo podré volver a casa?– interrogó.
– Pues... no lo sé– respondió dudosa por la repentina seriedad de la pelirrosa– depende de como estés, debemos esperar que el médico venga a examinarte.
– Bien– resopló, sus progenitores intercambiaron miradas de incredulidad. Sin embargo decidieron callar, últimamente es lo mejor que pueden hacer por ella. Está claro que no deben presionarla, no ha sido fácil para ella asimilar su enfermedad. Estar en la flor de su juventud, con tanto por conocer. Sakura piensa que la vida no ha sido justa con ella, sólo quiere crecer y cumplir sus sueños, pero un maldito tumor tuvo que arruinarlo todo. Sakura está deprimida, eso es un hecho. Pero para los doctores es algo normal, le dijeron que la depresión es uno de los efectos que el cáncer trae consigo.
Para su buena suerte, o al menos por ese día, el médico a cargo de ella le dio de alta ese mismo día. Sus padres la llevaron a casa, acomodaron todo en su habitación para que ella se sintiera cómoda. Odiaba la excesiva atención de sus padres, pero también entendía que sólo lo hacían para aportar, aunque sea poco, algo para su supervivencia. No dudó en poner al tanto a sus padres sobre la visita del Uchiha, su madre saltó de la emoción cuando lo supo, su padre simplemente lo aceptó para no llevarle la contraria a su hija y a su mujer.
Le envió un mensaje a Sasuke con la buenas noticias y le apuntó su dirección de domicilio. El resto del día lo pasó leyendo novelas de autoayuda que su psicólogo le había sugerido. Un verdadero asco, esas cosas no ayudan a nada a su parecer. Así que decidió volver a su libreta, el único instrumento capaz de hacerla olvidarse de todo y transportarse a un mundo diferente cada día. Sólo se detuvo a la hora del almuerzo y cuando debía tomar sus medicamentos.
Un leve golpe a su puerta, la trajo de vuelta a la realidad. Cerró con cuidado su cuaderno y lo hizo a un lado. Miró la hora en su celular, eran pasadas las cinco de la tarde.
– Adelante– pidió mientras intentaba acomodar un poco su cabello, estaba segura de que él ya había llegado.
– Tu amigo está aquí– informó su madre, cediéndole el paso a Sasuke– ¿Te quedas a la cena?– ofreció amablemente.
– Muchas gracias, señora Haruno, pero yo...
– Acompáñanos– interrumpió Sakura. Él hizo un ademán de sonrisa y asintió levemente. La adulta sonrió para sus adentros, ellos se veían tan tiernos juntos. Pero no podía hacerse ilusiones aún, ellos apenas se están conociendo y él parece una persona complicada de comprender.
– ¿Qué tal tu día?– preguntó Sakura queriendo iniciar la conversación.
– Hmp, normal– respondió– mi amigo siendo más ruidoso de lo usual, chicas que no me dejan respirar en paz, maestros, tareas, psicólogo escolar...
– ¿Psicólogo?– cuestionó intrigada.
– Si, me pidieron que asistiera a una sesión con ese sujeto al menos una vez por semana– contó con fastidio– él está intentando "Ayudarme a sobrellevar la pérdida de mi hermano", pero sólo es un charlatán que me saca de quicio. Sigo asistiendo por pura insistencia de Izumi.
– Ya veo– musitó alicaída. Ella no era la única con problemas, de cierta forma le alivió conocer a alguien que conoce su dolor. Aunque también lamenta profundamente el sufrimiento por el que él ha pasado durante toda su vida.
– ¿Tú sigues asistiendo a la escuela?– preguntó él, sacándola de sus deprimentes pensamientos.
– Mis padres me sacaron poco tiempo después que me diagnosticaron el cáncer– relató– si ellos no me hubieran sacado por voluntad propia, yo les hubiera pedido que lo hicieran– él levantó las cejas dudoso– mis supuestas "amigas" me dieron la espalda cuando se enteraron. Las muy estúpidas pensaron que el cáncer es una enfermedad contagiosa.
– La estupidez humana no tiene límites– gruñó por lo bajo.
– Exactamente– estuvo de acuerdo– mi única amiga actualmente es mi oncóloga, Ino. Ella es bastante simpática y está un poco mal de la cabeza. Algunas veces pretende ser una adolescente de nuevo, sólo para que yo me sienta cómoda hablando con ella. A pesar de que tiene mucho trabajo y una familia que cuidar, Ino siempre está pendiente de mi. Y ahora estás tú– finalizó con una enorme sonrisa.
– ¿Las preguntas?– inquirió divertido.
– Las preguntas– afirmó ella en el mismo tono. No tardó más de una hora en responder a las trece preguntas restantes, realmente se divirtió en el proceso. Estar con ella hace que se olvide de todo lo malo, a pesar de que ella podría volver eso que está mal, en algo peor. No quiere encariñarse, hubiese preferido no apegarse a ella, pero ya no puede evitarlo. Sakura se metió en su corazón para no salir de allí, tal vez para sanarlo o para terminar de lastimarlo. Quien sabe, la vida da muchas vueltas, algunas para bien y otras no. Sólo deseaba que la de ella fuera buena.
– Háblame de ti– comentó mientras ambos compartían unas galletas saladas que el padre de ella había traído para ellos– lo que te gusta, lo que no, lo que sea que se te ocurra. Pero no hables del cáncer, no, no te conviertas en una de esas personas que se transforman en la enfermedad que padecen, que no tuvieron una vida antes de ella.
– Como gustes, aunque no soy la persona más interesante de este mundo– accedió de buena gana– mi sueño es convertirme en escritora, quiero que mis historias impacten de manera positiva en las personas que las lean y ser recordada por ello.
– Es una buena meta– le concedió Sasuke.
– Lo es– reafirmó ella– no es necesario hablar de la escuela, no quiero recordarlo. Sólo puedo decir que era una estudiante ejemplar– él asintió comprensivo– mi color favorito es el rojo. Nací en primavera, esa es la razón de mi nombre. Mi comida favorita es el anko cubiertos con jarabe, el umeboshi y el anmitsu. Me desagradan los picantes. Hmmh que más...– divagó– nada más, creo, eso es lo básico sobre mí.
– ¿Has comenzado a diseñar alguna historia?– preguntó.
– No, bueno sí– contestó– son sólo ideas inconclusas, nada del otro mundo. Aún no he conseguido lo que necesito para llevar a cabo mi historia– finalizó encogiéndose de hombros.
El resto de la tarde fue acompañado de temas de conversación sin sentido y risas por montón, ambas mayormente proporcionadas por ella. Una tarde donde aprendieron a conocerse mejor, donde ya no eran un par de simples extraños. Conocieron sus momentos de felicidad y sus pesares, se apoyaron mutuamente en silencio. Él le prometió estar allí con ella el día en que las quimioterapias comenzarán. Sakura tenía miedo, pero sabía que era por su bien. Aún les espera una larga batalla y no se iba a dejar derrotar, pelearía por su vida hasta su último aliento.
Esa mañana, la familia Haruno y Sasuke llegaron bastante temprano al hospital. El momento había llegado, la verdadera lucha daría comienzo ese día. Tres pares de ojos no perdían de vista los movimientos de la persona que estaba encargada de colocarle la vía endovenosa por donde sería administrada la quimioterapia. Sakura permanecía en la cama de hospital con los ojos apretados, ella odiaba cada vez que tenían que canalizarle una vía. Ya con sólo ver alguna mariposa, su cuerpo comienza a estremecerse. El suero comenzó a gotear lentamente, por fin había comenzado. La enfermera se fue, la doctora comenzó a explicar los efectos secundarios, a pesar de que ellos ya se los saben de memoria. Una vez que Ino se fue, sus padres se acercaron a ella. Sasuke sin embargo, se quedó en su lugar como un simple observador.
– Ha comenzado– declaró señalando el suero colgando de aquel soporte de acero.
– La verdadera batalla es ahora– pronunció su padre, acariciando su cabello.
– Sé que tú estarás bien, siempre has sido una persona fuerte– declaró conteniendo las lágrimas. Se inclinó hacia ella y le dio un beso en la frente.
Sasuke sintió que estaba de más en ese íntimo momento familiar, retrocedió unos pasos y salió sin que nadie se diera cuenta de su ausencia. Caminó lentamente por aquellos pasillos que ya se conoce de memoria y se dirigió al único lugar en ese hospital donde él siente paz luego de escapar de la triste realidad. Se encontró con la última persona que esperaba ver en ese lugar...
Sakura miró más allá de sus padres, escuchaba en la lejanía las voces de ellos. Él ya no estaba, había escapado cuando ella más lo necesitaba a su lado. Un sentimiento de abandono la invadió por completo. Entendió que ella no significaba nada para él, por supuesto, nadie sentiría tal aprecio por una persona que apenas acaba de conocer.
– No te acongojes, mi niña– dijo Mebuki, adivinando la dirección de sus pensamientos– a él si le interesas, más de lo que tú crees y más de lo que él quiere admitir. Pero, no debes olvidar que él a pesar de ser una persona que aparenta no tener sentimientos e incluso puede ser un poco brusco en ocasiones, en su interior es un niño asustado que sólo necesita de un cálido abrazo y un "todo estará bien". Él estará aquí para ti, sólo necesita pensar.
Esbozó una pequeña sonrisa en un intento de disipar la preocupación de sus padres. Quizás su madre tenía razón, pero aún así no dejaba de sentirse mal por eso. Era una egoísta, lo sabía, ella sabe que no debe atarlo a ella porque su vida es como una bomba de tiempo que en cualquier momento puede explotar.
¿Cuántas horas han pasado desde que está allí? Quien sabe. El suero estaba a punto de acabarse y sus padres se habían desaparecido desde hacía aproximadamente una hora. La puerta se abrió, dejando a Sasuke a la vista, trayendo consigo una silla de ruedas.
– ¿Para qué la silla?– no dudó en preguntar. Él le hizo un gesto pidiéndole que guardara silencio, a lo que ella obedeció sin problemas.
– Vamos, quiero mostrarte algo– dijo tomándola con cuidado entre sus brazos y poniéndola con delicadeza sobre la silla.
– ¿Por qué tanto misterio?– cuestionó en voz baja. Salieron al pasillo, él revisó que no hubiera alguna persona que pudiera detenerlos. Por fortuna, los pasillos de ese piso estaban casualmente desierto. Llegaron al ascensor, el pelinegro tocó el botón que los llevaría a su destino. La azote.
– ¿Qué hacemos aquí?– cuestionó intrigada– si sabes que te podrías meter en un problema con mis padres por sacarme de mi habitación– argumentó burlona.
– ¿Acaso importa?– debatió con sarcasmo, Sakura rió– tengo el respaldo de alguien.
– ¿Qué hay aquí?– preguntó de nuevo. Sasuke puso los ojos en blanco, a veces le saca de quicio que la pelirrosa sea tan preguntona. Pero él no titubea al momento de responder cada una de ellas.
– Nada especial– contestó acomodando la silla cerca del borde– pero es el único lugar que le puede resultar reconfortante cuando sientes que estás a punto de perder la cordura. Desde aquí se puede observar todo, dijiste que ver las cosas desde lo alto te ayuda a inspirarte en sobre lo que podría estar viviendo esa persona a la que escogiste para tus escritos.
– Me agrada mucho la vista– susurró embelesada con la vista, pero no se trataba precisamente de todo lo que sus ojos podían alcanzar desde allá arriba, sino de la persona que está a su lado. Ese hermoso espécimen que llegó a su vida de una forma inesperada y que se instaló en su corazón de manera permanente.
El negro y el verde chocaron en cuanto sus miradas se cruzaron. No existía nadie más en el mundo, sólo él y ella. Sasuke tomó el rostro de la chica con ambas manos y juntó sus frentes.
– Quiero pedirte algo– habló con suavidad.
– ¿Qué es?– preguntó ella en el mismo tono.
– Sólo aguanta– sentenció dedicándole media sonrisa. Las lágrimas corrieron sin permiso por sus mejillas. Asintió muchas veces como respuesta. Daría todo de sí misma para vencer la enfermedad, aguantaría todos los obstáculos que están por venir. Con él a su lado sería capaz de aguantar.
Hasta aquí este primer capítulo, espero que haya sido de su agrado.
Espero que se tomen la molestia de dejarme sus opiniones en un Rewiers, me encanta leerlos.
Nos leemos en el próximo capítulo. Hasta la próxima.
EAUchiha
