¡Saludos! Este fic, está basado en la serie animada: Liga de la Justicia y Liga de la Justicia Ilimitada.
(Hawkgirl / GL) Serán tres capítulos en total.
Los personajes no me pertenecen, únicamente la trama.
Dedicado a: Urie Tsuyitani.
Tres extremos.
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Una figura alta y fornida, de cabellos negros, piel morena y atrayente musculatura se debatía incesante en su cama, el rictus doloso, la frente perlada en sudor. Las gotas salinas corrían desde ahí, hasta alcanzar su cuello y bajaban con una gracia serena hasta llegar al nacimiento de los pectorales.
Abstraído en terribles pesadillas, se aferraba a las sábanas de su cama a medida que suplicaba redención o piedad.
—¡No! basta. ¡Yo no quiero dañarla!
—Pero quieres domarla, poseerla, hacer tuya a la mujer que por más de 8,000 años se te ha sido negada.
—¡Dije que no!
—Tu boca lo niega, pero tu cuerpo. Oh, ese, sí que la anhela…—Carter sintió un nuevo estremecimiento recorrerle la piel. Como viento helado, un suave escalofrío lo acarició, mismo que erizó sus vellos y endureció sus pezones. Se llevó la mano diestra a la parte álgida de su entrepierna, la sábana hacía rato que había abandonado sus formas. Con un jadeo de resignación, apretó su erección de considerable tamaño y también dolor.
La sombra que habitaba su mente comenzó a reír, le mostró imágenes de su amada en los viejos y buenos tiempos. Cuando vestían túnicas ceremoniales, cuando su piel era bronceada, producto de las arenas del desierto, sus cabellos igualmente rojos, pero cubiertos por el tocado que hacía referencia a su estatus de Diosa y sus ojos, verdes como el jade, delineados de esa manera tan exquisita que sin lugar a dudas realzaba su basta belleza.
Su encantadora Shayera, desnuda debajo de la túnica, cual era la usanza de aquella época, se entregaba a él con besos, caricias, furia y encanto. Su espíritu indomable, absolutamente ingobernable se debatía contra él y es que para estas alturas, ya sabía que inclusive en la cama, esa mujer hacía de él lo que quería y la dejaba ser porque le pertenecía.
¡Era suya! ¡Suya y de nadie más!
De ningún otro hombre y era así como por siempre, debía estar.
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Él la sometía a la fuerza con su sobrada musculatura y rompía sus labios para que el sabor óxido de su sangre perteneciera a los dos, él la doblegaba boca abajo sobre la mullida cama, la tomaba con la misma furia que demostraba ella. Y es que si había algo que había aprendido en el ultimo pasar de meses, es que en realidad, ella no lo quería.
Las circunstancias de su exilio fueron las que los llevaron a yacer juntos, pero después de tantos años, de tanto poder, de tanto aislamiento.
Ella necesitaba más.
Un hijo…—había pedido en algún momento a su amado, esposo y señor. Éste se negó rotundamente a la idea, le importaban más sus conquistas, el imperio, todo lo alto que sus nombres pudieran llegar a ser enunciados y recordados, pero en lo concerniente a ella, la trataba cual si fuera un objeto.
Pelearon, esa noche como otras tantas para terminar con ella, cediendo ante él.
Los besos, las caricias, el sudor. Sus alas blancas cubriéndolos a ambos y es que al menos debía admitir que era un espectáculo formidable, ese de ver a dos criaturas aladas, convertirse en uno.
—Bébelo.
—¡NO!
—Hazlo ya, amada mía. Sabes bien que no quiero tener un hijo.
—Pero yo sí…—él la golpeaba de nuevo, en la boca del estómago para ser más precisos y la obligaba a beber un brebaje que impediría que tuvieran un niño, ella lloraba, él la besaba, la adoraba como a una Diosa y antes de terminar, la abrazaba para susurrar que era suya y de nadie más.
—Hasta el final de los tiempos, hasta que la muerte nos alcance…mía y de nadie más.
—Mía…
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—2—
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—¡NO!
Shayera despertó dentro de su alcoba en la Atalaya, las prendas de dormir adheridas a su esbelta figura a causa del sudor, se llevó las manos a la frente, tratando de despejar la mente.
Esos sueños cada vez se volvían más intensos, se abrazó a sí misma, buscando algo de tranquilidad pero llegados a este punto, debía admitir que lo que necesitaba más que nada, era el abrazo de algún buen amante.
Ordenó a su corazón tranquilizarse, a su cuerpo ponerse de pie y a sus alas dejar de temblar. La jarra con agua que normalmente tenía en una encimera junto a la cama aparecía vacía, de modo que se tendría que arrastrar a la cantina. No se molestó, ni en revisar la hora, cuidar su peinado u atuendo. Se sentía tan mal que estuvo tentada a beber el agua del grifo pero además de apaciguar su sed, esperaba encontrar algún medicamento que la obligara a dormir.
Llevaba semanas sintiéndose así y los demás ya lo estaban notando.
Hace dos noches, dejó caer su mazo en medio de un discurso interminable de Superman, el estruendoso sonido que emitió al impactar, no solo la despertó, sino que fue interpretado de muy mala manera por el resto de sus compañeros.
Solo Wally se le acercó al terminar la junta, acarició su rostro como el hermano menor que ambos sabían que no era y se mostró preocupado por las oscuras sombras que comenzaban a formarse debajo de sus ojos.
Entonces se animó a confesar que estaba siendo presa de pesadillas.
—Tal vez J'on…—intentó sugerir Flash pero ella se negó. No quería a nadie entrando en su cabeza, revelando esos sueños donde era Carter y no el hombre que creía que amaba quien besaba sus labios y tomaba su cuerpo. En cierta medida, estaba de acuerdo con Linterna en eso.
Si es que ese era su destino, ella se resistiría por todos los medios a aceptarlo.
Era una guerrera nata y había demostrado no conocer la lealtad o piedad, aunque quizás era por eso, que ella…—Se colocó frente a la puerta corrediza de la recámara y ésta se abrió de manera automática.
Tenía que ser demasiado tarde puesto que las luces del pasillo eran anaranjadas en lugar blancas. Los que no estaban de guardia debían estar durmiendo y esa iluminación, si bien no resultaba cegadora, ayudaba a mantenerte alerta.
Trastabilló unos cuantos metros, antes de escuchar el sonido de algunas voces al fondo del corredor, la más gruesa era de Linterna, la seductora era de Vixen y la jovial y desenfadada de Flash, doblaron en una esquina para dirigirse hacia ella, consideró por dos centésimas de segundo regresar sobre sus pasos pero entonces su cuerpo ya no respondió…
La conversación que sostenían entre ellos, fuera del tema que fuera, se vio interrumpida por un grito que decía su nombre, aunque no supo a ciencia cierta quien de los tres lo enunció.
Se derrumbó agotada a la nada pero afortunadamente Wally la atrapó.
—Tranquila Shayera, te tengo. Te tengo…—ella se removió incómoda contra invisibles ataduras, desde siempre había detestado que tocaran sus alas, pero en este momento, no era eso lo que más la perturbaba.
Ya eran demasiadas personas, en torno a ella.
—Está ardiendo en fiebre…—comentó Vixen colocando una tibia mano sobre su frente.
—Creo que no me reconoce.—inquirió preocupado Flash.
—No es eso grandísimo idiota.—reclamó Linterna para usar su anillo y arrebatarla de sus brazos.—Estás aplastando sus alas, imbécil. No le gusta que nadie las toque, excepto...
—Gracias…—interrumpió con voz pastosa, extendiendo sus alas, las cuales también se vieron víctima de su estado.
Varias plumas se desprendieron y volaron entre ellos hasta alcanzar el suelo, ella se sintió desarmada, peor que si la vieran desnuda. Linterna los fulminó a ambos con la mirada, en señal inequívoca de que una palabra fuera de lugar en relación a su estado y estarían en problemas.
La llevó con ayuda de su anillo a la enfermería, sin decir una sola palabra o despedir a su novia, ella intentó convencerlo de que se encontraba bien, sólo necesitaba agua y unas dos o tres píldoras para dormir.
—Te conozco, —declaró cuando la enfermería resultó ser la habitación privada de J'on.—Sé que estás ocultando algo, torturándote por algo. Todos aquí te hemos perdonado, quizá no hemos sido tan cercanos como en un principio, pero no es nada personal.
—¿No lo es?—cuestionó en un segundo aire. La ira y el instinto de conservación, siempre le habían dado sobrada fortaleza interior.—¡Míranos!. —demandó. Mirándolo a los ojos a través del halo de energía verde que había creado para transportarla.
—Shayera, yo…—ella lamentó no tener su maza a la mano para reventar su energía y de paso tirarle unos cuantos dientes.
—¿Ya ni siquiera puedes tocarme?
—Eso es porque estoy con Vixen.
—¿Y yo con quien…?—la puerta de J'on se abrió de golpe. El detective marciano apareció detrás de ellos y Shayera sintió una obvia intrusión a su mente, golpeo la energía de Linterna usando su codo y cayó al piso una segunda vez aunque en esta ocasión estaba dispuesta a gritar y pelear hasta su ultimo aliento.
—Lo siento, yo no quería…—se disculpó J'on, acostumbrado como estaba ahora, a hacer el trabajo primero y las preguntas después. De las imágenes que alcanzó a vislumbrar en su mente, todas eran caóticas y perturbadas.
Un grito sordo en un inmenso vacío de soledad.
—¡Yo no les estoy pidiendo que hagan por mi nada! ¡Así que manténganse a un lado o aténganse a las consecuencias!—bramó un poco histérica, con los puños cerrados en guardia y la posición defensiva.
—¿Es esta una amenaza?—inquirió el marciano. Shayera volvió a levantar el rostro pero a leguas de distancia se reconocía el precario estado de su cuerpo.
El sudor seguía surcando su frente, su pecho subía y bajaba trabajosamente, su alas apenas si se movían. John Stewart quería saber desde cuando se encontraba así y más importante que eso, desde cuando dejó de importarle tanto como para no notarlo.
—Correcto, señores.—interrumpió Flecha Verde. —Yo no sé que es lo que está pasando aquí, pero según entiendo, ella sólo quería un vaso con agua y eso es justamente lo que mi querida Canario Negro estaba por ir a buscar, ¿Cierto querida?—la aludida asintió, invitando a Shayera a acompañarla pero manteniéndose a una distancia prudente.
Tan pronto como se alejaron la Tanagariana se permitió suspirar y respirar.
—¿Te das cuenta de cómo se te ocurrió salir de la cama?—Shayera no entendió la pregunta, sobretodo porque venía de una mujer con nada más que un diminuto traje ceñido a la cintura, medias transparentes y una chaqueta a juego que no dejaba nada a la imaginación pero la mirada de Canario Negro era tan insistente que se dignó a revisar su cuerpo.
Estaba en ropas de dormir, eso era cierto, pero consistentes en un diminuto short y una camiseta de tirantes, tan pegada a su pecho que no dejaba muchas cosas a la interpretación.
—Yo…tenía calor.
—Ya lo creo que si querida, pero pregúntate ahora, ¿Quien de ellos será el que tenga calor?—Canario Negro le guiñó un ojo, por fin estaban en la cantina y por fin podía servirse un vaso hondo de cristalina y helada agua.
Canario jaló una silla junto a la suya y comenzó a rebuscar en los bolsillos de su chaqueta.
—¿Bien, de qué se trata? ¿Problemas personales? ¿O para dormir?
—¿Perdón?—cuestionó, comenzando a cansarse de que todos se inmiscuyeran en sus asuntos.
—Pregunto por si puedo ayudar. Verás, si son pesadillas, éstas píldoras son bastante efectivas, sólo apagarán tu cerebro por cuatro o seis horas. No soñarás con nada, te lo garantizo. Pero si son problemas personales…mucho me temo que no puedo ayudarte.
—¿Qué te hace suponer que tendría problemas personales?
—¡Oh, por favor! Todos en la Atalaya lo saben, pero si tanto así quieres guardar el secreto, te lo concedo. Tomate sólo una, yo tengo con media píldora para dormir a pierna suelta.
—¿Por qué tú…?
—No eres la única con trastornos del sueño, te veré en la mañana, Pajarita. —un beso soplado al aire y Shayera tuvo que contar hasta diez para no saltarle encima y estropear su preciosa cara a golpes.
Aunque en su estado actual, lo más probable sería que Canario Negro barriera todo el hangar con ella. Se sirvió un segundo y tercer vaso de agua helada antes de decidirse a volver. Si cerraba los ojos, las imágenes se repetirían.
Siempre era la misma escena de ella y Carter consumiéndose a besos para después doblegarse.
No era eso lo que quería ella, quería a John, extrañaba tanto a John, pero evidentemente…él no.
—Perdón…no era mi intensión...—se disculpó apresuradamente para extender sus alas y emprender el vuelo.
Se había encontrado a la pareja de ensueño compartiendo un beso a medio pasillo.
Que sus habitaciones estuvieran tan cerca una de la otra, no ayudaba en nada con su tormento pero así era esto. Rodeo el pabellón de las habitaciones hasta que volvió a alcanzar la suya y una vez adentro se recargó avergonzada contra la puerta.
—¡Oye, no tenías por qué hacer eso! —Vixen aporreaba la puerta, lo que quería decir que John se sentía igual o peor que ella.—¿Estás bien? ¡Maldición, sé que es incómodo pero creí que éramos amigas!
—¡Y lo somos!—respondió con la misma voz en grito. —Sólo que no estoy preparada para que tantas personas me vean así.
—¿Quieres que me quede a cuidarte?
—Canario ya se ocupó de eso, estaré bien.
—¿Entonces nos vemos mañana para entrenar?
—Seguro…—Vixen se fue y ella dedicó una atención especial al frasco con las píldoras para dormir.
Decidió que era patético, todo esto. Tanto su situación personal, como ese supuesto amor reencarnado. Dejó el frasco sobre la encimera, apagó la luz y regresó a la cama sin ser consciente de las sombras que se arremolinaban a su alrededor.
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—3—
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—¡Quiero que la dejes!—gritaba Carter a la sombra que había vuelto a su forma corpórea y miraba a Shayera Hol, a través de un espejo.
—Eso no es cierto. ¿Sabes como lo sé? Porque yo soy tú y tú la quieres. Me creaste para arrebatar todo lo que no te atreves a tomar y cuando te lo entregue, me concederás mi libertad.
—¡NO!
—Sí, Esa mujer es lo único que quieres, y yo encontraré la forma de entregártela.
La sombra desapareció en el interior del espejo, Carter se acomodó sus ropas guerreras, vistió las alas y tomó su hacha. No tenía manera de llegar a la Atalaya o de contactar con alguno de ellos a no ser que hiciera un acto desesperado.
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Shayera volvió a soñar y despertar con la misma escena. Se llevó las manos al rostro y consideró la posibilidad de tragarse el frasco de fármacos de un tirón. Jamás había sido propensa a las pesadillas, más cuando las sufría, normalmente tenían que ver con ella encerrada en alguna tumba.
El espejo de su alcoba se movió o al menos esa fue la impresión que le dio.
Probó a encender la luz pero no funcionó. Eso era imposible, la planta eléctrica de la Atalaya funcionaba veinticuatro por siete. A no ser que derribaran el reactor central en cuyo caso ya habría escuchado a todos los superhéroes gritar sobre un atentado enemigo. Se levantó con cautela, tomando su mazo como primer mandato, la sombra que previamente creyó haber visto estaba ahí: desgarbada y alargada ante ella. Iluminó su mazo, el arma resplandeció pero sólo un segundo.
Sus fuerzas estaban casi reducidas a nada, al igual que toda ella.
La sombra lo sabía y sonrío.
—Esperaba este momento con ansias, arpía Tanagariana…
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John Stewart despertó en compañía de Vixen, la mente nublada y el corazón acelerado. No había querido decir o pensar en nada a lo largo de toda la noche, tan solo le dio la espalda al cuerpo que lo abrazaba y se encerró en su mutismo.
Soñó con aquella historia, 8,000 años atrás. La forma en que se enamoraron y la manera en que se unieron. Ella era preciosa, toda una deidad con sus cabellos de fuego y sus alas de oro. Él un simple mortal, capitán de los ejércitos de su majestad, aunque en aquel entonces, si alguno tomó la iniciativa para enamorar al otro habría que acotar que lo hicieron los dos.
—Lo habría dejado…—confesó su Reina.
¿Y a caso él, no podía dejarla?
Vixen interrumpió sus cavilaciones, recién salía del cuarto de baño, ataviada con las prendas deportivas y su encantadora sonrisa.
—Para que veas que soy buena chica, la dejaré levantar todo el peso que quiera esta vez.
—Dame un segundo, te acompaño.
—Por supuesto. —la morena aprovechó la pausa para retocar su maquillaje, aunque por el rabillo del ojo, no le quitaba la vista de encima. John se vistió el traje de Linterna en un parpadeo y así salieron los dos en dirección del gimnasio, los visitantes habituales pero ni rastro de Shayera.
—Que extraño,—comentó Vixen. —¿Se quedaría dormida?
—Espero se trate de eso y no que se encuentre…—a medio camino de las habitaciones, se encontraron con Batman que venía corriendo todo lo rápido que podía en compañía del Hombre Halcón, éste volando bajo con su estúpida hacha en manos.
—¡Hey! ¿Qué está sucediendo?—quiso saber Flash, pues pronto eran varios los héroes que pululaban a su alrededor. Fiel a su doctrina el Caballero Nocturno permaneció en silencio hasta que se detuvo en la habitación de Shayera.
—Si quieren ayudar, sugiero que se hagan a un lado para que pueda derribar la puerta.— muchos asintieron a esto, pero ninguno se retiró.
Hombre Halcón fue el que tumbo la puerta, entrando con estrépito sólo para tirarse al piso y soltar un audible lamento.
—No, Dios mío…qué has hecho.
Batman dejó escapar una exclamación similar por lo que Linterna, presa de la locura y desesperación, levantó la voz para demandar que todo el que no fuera un miembro fundador de la liga se retirara. Vixen trató de quedarse, pero J'on se lo impidió.
—Es un asunto privado, lo siento…—la morena asintió y se retiró en compañía de otros tantos. Canario Negro había escuchado el estrépito y sigilosa como una pantera se atrevió a unirse al revuelo.
—¿Qué está…?—inquirió preocupada.
—No lo sabemos, querida. Sólo sé que llegó Batman en compañía del Hombre Halcón y que ambos se derrumbaron en el umbral de su puerta luego de declarar haber llegado demasiado tarde.
—¿Qué…?¡NO!—Canario se libró de las manos de Flecha Verde, hizo a un lado a J'on, Flash, Superman y pasó a duras penas junto a la formidable Mujer Maravilla.
En el interior de la alcoba estaba el Caballero de la Noche, junto a un devastado Hombre Halcón y un irreconocible Linterna Verde, en el centro de todos ellos se encontraba la Guerrera Tanagariana, desparramada en la cama con las alas extendidas, las piernas dobladas por lo bajo y brazos contorsionados por lo alto, en el interior de la palma diestra, podían verse algunas de las pastillas que hacía unas horas le facilitó.
Canario Negro se quedó sin labia, cayó de rodillas pero de inmediato se recuperó.
—¡No te las di para que hicieras esto! ¡¿Cómo te atreves a hacernos esto?! —su voz sonó rota, indignada e imperiosa pero gracias a los poderes de J'on el sonido no se propagó.
Linterna y el Hombre Halcón estaban congelados en su sitio. La imagen que ofrecía su amada, era un espejo de la escena de su muerte, tantos años atrás, en el Antiguo Egipto: Los cabellos diseminados, los ojos entreabiertos, al igual que los rosados labios. John comenzó a llorar, Carter hincó una rodilla al piso y levantó la otra al aire.
La historia volvía a repetirse aunque de manera sumamente dolosa.
En aquel entonces había estado con su amante y ahora yacía totalmente sola.
—No ingirió las pastillas.—anunció Batman para alivio y sorpresa de todos.—Quien quiera que la atacara, nos quiso hacer creer eso.
—¿Qué?—cuestionó de inmediato John, haciendo brillar su anillo y resplandecer con rabia los iris de sus ojos.
—Si no estuvieran doblados por el horror, lo verían. Canario, no te lo tomes a mal pero Shayera no querría demasiadas personas viendo esto. Lo mismo va para ti, Diana, Superman, controla los rumores entre los héroes, que no salga nada de esto de nuestro circulo, Flash, si crees que puedes conservar la calma…
—¡Soy un forense entrenado, maldita sea! Claro que puedo conservar la puñetera calma.
—Entonces deja de maldecir y ven aquí a decirme qué es lo que ves. —Wally hizo caso omiso de las figuras dolientes y se concentró en la escena, habló con voz calma, justo como lo hacía en la estación de policía.
—La habitación está destrozada, hubo una pelea.
—En efecto,—respondió Batman. —su mazo está en el suelo, el espejo, además de otros objetos totalmente destruidos.
—Trató de defenderse,—corroboró Flash. —pero a consecuencia de su estado no debió lograrlo.—Batman asintió, se acomodó los guantes, hizo a un lado la capa y después espetó.—Si ninguno de ustedes va a saltarme encima, quisiera comprobar sus signos vitales.
Carter asintió, haciéndose a un lado. El dolor y la culpa lo iban consumiendo de a poco, esto no pasó desapercibido para el Detective Marciano, John por su parte, se apartó un mínimo, sin dejar de observar lo frágil y demacrada que lucía su guerrera alada.
Batman se arrodilló junto a ella, sin tocarla, tomó un pequeño fragmento de espejo y lo colocó ante su rostro. Si respiraba podría ver un ligero vaho y este se mostró después de un tortuoso rato. Acto seguido le buscó el pulso, su corazón latía rápido, quizás demasiado. Justo como los pájaros, la asociación le produjo un profundo desasosiego.
Él tenía algunas avecillas aguardándolo en casa y conocía otras más, guerreras indómitas que cuidaban de su ciudad en su ausencia. Le sostuvo el pulso con firmeza y Shayera reaccionó, sus dedos se movieron, eso podía ser algo bueno, pero también un acto reflejo, fuera lo que fuera, Stewart no quiso esperar más.
—Si ya terminaron de analizar la escena del crimen, voy a llevarla a la enfermería.—no era una pregunta, ni tampoco dio pie a que respondieran, el cuerpo de Shayera se iluminó con el resplandor de su anillo y la levanto con cuidado para llevarla afuera.
—¿Ahora si la llevarás a la enfermería?—inquirió Flash, con una inflexión que pocas veces se escuchaba en su voz.
—Lo haré.
—¿De verdad, o vas a despertarla para herir sus sentimientos otra vez?—Flash estaba molesto, sumamente enfadado y eso se notaba en las ligeras descargas eléctricas que recorrían su cuerpo.
—¿De qué se supone que estás…?—Flash levantó el rostro, dispuesto a enfrentarlo y arrebatar a su hermana de su lado pero afortunadamente, no fue el único que lo pensó.
—Si no les molesta, caballeros. Seré yo quien supervise su estado, así que si me permites, Linterna. —John asintió, colocando a Shayera en los brazos de J'on, el detective marciano tenía que admitir, que era mucho más ligera de lo que recordaba.
Una vez se quedaron a solas, Batman volvió a tomar el liderazgo de la conversación.
—Mejor empiezas a explicar eso que no podía esperar y que te orilló a derribar un edificio en mi ciudad, Hombre Halcón. —Carter asintió, desprendiéndose del hacha y del casco, las alas las conservó por nostalgia o quizá para poder escapar en caso de ser necesario.
—Es mi culpa.—confesó torturado, mirando a todos y a ningún sitio en particular. Linterna cerró los brazos a la altura del pecho, Flash había decidido acompañar a J'on con Shayera y Batman por su parte, tenía intención de cobrarse el daño a propiedad publica con una buena tanda de golpes.
—Sé más específico.—demandó Linterna, con la vieja voz de mando aprendida de sus años en el ejército.
—Es el Ladrón de Sombras, no puedo controlarlo.
—¿No estaba encerrado en tu cuerpo?—inquirió John, iluminando su anillo y apuntando con él al aludido.
—Lo estaba, por todos estos meses lo creí desaparecido, pero en realidad se encontraba en reposo, guardando fuerzas, almacenando datos.
—¿Qué clase de datos?—quiso saber ahora el Caballero Nocturno, Carter ensombreció el rostro, avergonzado dirigió una mirada a Batman.
—Tú sabes cual, le advertiste sobre mi en el pasado.—Bruce reaccionó colérico, tomó al hombre por los hombros y estampó su osamenta contra la pared.
—¡Has estado acosándola todo este maldito tiempo!
—No es acoso, ni siquiera le hablo o dejo que me vea, tan solo la sigo porque estoy preocupado.
—¿Por qué habría de creerte?
—Porque al parecer a nadie más le preocupa. —y esto lo dijo a la cara de Batman pero dirigido hacia John. —Ha estado cometiendo locuras últimamente, poniéndose en la linea de fuego, recibiendo más golpes que cualquiera, su mazo, ya casi no lo usa. Nuestras armas, son como tu anillo, funcionan a nuestra merced y de lo que creemos.
El hecho de que ya no pueda usarlo, es lo que en realidad me preocupó.
Está débil, creo que ha perdido peso, además de fortaleza interna, sus alas, su cabello, ya no resplandecen como antes, la luz de sus ojos…
—¡Suficiente!—demandó John.
—No, ¡Quiero saber por qué ninguno de ustedes la ha cuidado!
—¿Perdón?—se disculpó Batman.
Ellos no eran sus malditas niñeras, aunque claro está, que si Flash escuchaba esto, sería el primero en decir que al ser una paria para su propia gente y al no conocer a nadie más que a ellos en el planeta Tierra, técnicamente, era su responsabilidad cuidarla. Aún así, se defendió.
—No fuimos nosotros quienes mostraron su debilidad a un ente desconocido.
—¡No era mi intensión que sucediera esto!
—¿Y cual si lo era?—inquirió John, acercándose a ellos. Batman se apartó un poco, permitiendo que se arreglaran entre ellos.
—No creo que quieras saberlo.—reconoció Hombre Halcón.
—Pruébame.—respondió Linterna amenazando con su energía verde.
—No te diré cual es mi verdadera intensión para con Shayera, porque eso ambos lo saben. Lo que si te diré, es que buscaré a ese maldito y lo haré pagar por lo que le hizo.
—¿Hay alguna clase de convenio entre ustedes? ¿Por qué estabas tan seguro de que la atacaría esta noche?—preguntó Batman.
—Porque me lo dijo, prometió encontrar una forma de hacerla mía.
—¿¡ASÍ TE LA ENTREGUE MUERTA!?—inquirió John, perdiendo los estribos y colocando un merecido golpe sobre su mandíbula.
—¡ANTES MURIÓ POR TI!—se defendió el arqueólogo, limpiando la sangre que manó de la herida y respondiendo con otro golpe igual.
—Murió conmigo, en tu cama de hecho.—se ufanó John a lo que Batman sólo pudo rodar los ojos. Esos detalles de su pasado los desconocía, Linterna había sido escueto en su explicación y Shayera, sólo había preguntado si es que a caso él, creía que eso podía ser posible.
Almas reencarnadas, destinadas a destruirse o consumarse hasta el final de los tiempos.
—No vamos a ganar nada si se dedican a pelear entre ustedes.—declaró el murciélago.
—Claro que si. —reconoció Linterna. —Me liberaré del estrés que desde hacía meses me está matando.
—¿Estrés? ¿Tú que duermes con una súper modelo mientras la mujer de mi vida, arriesga la suya en un campo minado?
—Ella sabe cuidarse sola.
—¿Entonces por eso está bien dejar que su luz se extinga?
Un nuevo choque de puños se hizo presente, la pelea entre ambos terminó por destruir lo que quedaba de la habitación de Shayera y culminó a medio pasillo donde otros héroes les descubrieron.
Los guerreros luchaban cuerpo a cuerpo, sin desplegar la energía del anillo o batir sus alas milenarias, después de un momento que Batman consideró extenso intervino.
—No me obliguen a inutilizarlos a ambos usando uno de mis Batarangs. —John lo miró de mal modo, pero después de reparar en el daño ocasionado se contuvo.
Carter por su parte solo se levantó del piso y se cruzó de brazos.
—Los dos vendrán conmigo a encontrar algún modo de detener a ese espectro.
—¿Espectro?—quiso saber Pregunta. El detective sin rostro era uno de los que tenía asiento en primera fila para el espectáculo mano a mano.
—Lo que atacó a Shayera fue un ladrón de sombras, ¿Has escuchado de ellos?—Pregunta se llevó la mano diestra al mentón, meditando la cuestión y asintió con ligereza.
—Creo que tengo algo en algún sitio, ¿Entonces los rumores de su intento de suicidio están totalmente descartados?—Batman lo levantó del piso, usando una sola mano colocada en el cuello y el resto de observadores, entre los que destacaban Superman y Mujer Maravilla guardaron silencio.
—Fue agredida, en su cama, dentro de esta instalación, al parecer a rebosar de idiotas como tú. El que crea que Shayera Hol es capaz de cometer suicidio que haga favor de dirigirse al hangar y largarse de aquí. No voy a tolerar especulaciones de ningún tipo. ¿Quedó claro? —Pregunta asintió, aunque no sin antes forcejear para liberarse y agregar.
—¿Esto que estás experimentando ahora, es sentimiento de culpa, Batman?
—¿Qué?
—¿No fueron ustedes los primeros de aquí en marginarla?—Diana se colocó detrás de ellos, su postura delataba su imponente estampa. Al percibir como terminaría el espectáculo, los curiosos se diseminaron.
En la sala quedaban pues, los miembros fundadores de la Liga, junto a Hombre Halcón y Pregunta, que seguía sometido por Batman.
—¿De qué estás hablando?
—Me invitaron a unirme a este circo porque soy el único que mira donde otros, no. El que pregunta donde otros, no. Y en este caso específico, soy el único que se ha dado cuenta de lo que han hecho con ella. —Batman lo liberó de su agarre y el hombre sin rostro se acomodó el nudo de la corbata y prosiguió.
—Ya no confían en ella.—declaró mirando a la Amazona, quien tensó su postura y respondió.
—Nos traicionó.
—Y también les dio los elementos para salir victoriosos.
—Probando con ello que no conoce la lealtad. Nos traicionó primero y después a su pueblo.
—Hizo lo que consideró correcto.
—¿Según quien?
—Sus propios principios, los que considero más honorables que los tuyos, princesa.
—¿Perdón?
—Tú la llamaste cobarde, tan pronto como la creyeron muerta. Pensaste que sucumbió a la debilidad, que se quebró con tu pequeña tortura.
—¿Disculpa?
—Crees que eres sutil, pero en realidad no es así. Cada que ha intentado acercarse a un miembro Fundador de la Liga tú has aparecido para impedirlo, Superman, Batman, inclusive con J'on y Flash, de Linterna no tuviste que ocuparte, ya que la situación entre ellos está tan tensa que hasta podría cortarse con un cuchillo, pero a tu manera, has impedido que hable con ellos.
—Yo sólo…
—¿Querías protegerlos? ¿O deseabas que regresara al profundo abismo de dónde jamás debió haber emergido?
—En Temiscira, a los traidores se les condena con la pena de muerte. En el mejor de los casos, se les remite a una existencia de total aislamiento.
—¿Entonces era eso lo que querías? Te felicito, lo has conseguido. En las ultimas ocho semanas, apenas si se acerca a la cantina para comer. Ya no se ejercita como antes, pues si bien la encantadora Vixen, intenta limar asperesas, debe ser demasiado incómodo saber que te han cambiado por alguien de tu propia especie y además modelo. En cuanto a las misiones, ¿Dime, cual es el protocolo apropiado para tratar con los traidores en Marte, J'on?
—No entiendo tu pregunta, detective.—respondió el marciano, recién integrado a la conversación.
—¿No? —Pregunta dirigió su rostro una vez más a Batman. —Vamos, tú eres por muchos considerado el mejor detective del mundo, dime que viste las cámaras.
—Lo hice.
—En mi alcoba no hay ninguna de esas y asumo que en las de ustedes tampoco. ¿Eso fue idea tuya, J'on?
—Sólo como una precaución y por si en algún momento la historia volvía a repetirse.
—Entonces Batman, tú acusas al Hombre Halcón de acosarla, cuando es en realidad el Detective Marciano quien no le ha quitado el ojo de encima.
—No he visto una sola grabación en todo este tiempo.
—Te creo, de hacerlo dudo que hubieras permitido esto.
—Yo…—J'on intentó disculparse, pero no sabía a quién dirigir sus palabras. ¿A John Stewart por ser su antiguo amante? ¿O al Hombre Halcón por ser el más interesado en ella? Llegados a este punto, si había alguien más indignado que Batman, ese era Superman.
—No la invité a regresar a la Liga, para que ustedes la trataran así.
—Tú tampoco estás libre de culpa, hombre de acero. Sólo te limitaste a traerla y seguir con tu vida.
—Estoy ocupado.
—Todos lo estamos, incluyendo a quien le hiciera esto.—Pregunta hizo ademán de dirigirse a la habitación donde concertaban sus reuniones privadas para decidir asuntos de la Liga, los héroes lo siguieron de cerca, aunque no sin antes esperar el diagnóstico de J'on.
—Flash se quedará con ella, sus signos vitales se encuentran al límite, pero estables. Intenté entrar en su mente, pero una barrera psíquica me lo impidió. Puede que la levantara ella o el agresor.
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En la sala de reuniones J'on accedió a la imagen de video de las cámaras en la habitación de Shayera, retrocedió doce horas del tiempo actual.
Pudieron ver su caótico sueño, las pesadillas de las que Pregunta, dijo haber sospechado desde hacía unas dos o tres semanas.
—Había oscuras sombras debajo de sus ojos, la traidora Tanagariana, no acostumbra usar maquillaje, pero de ese tiempo hacia acá lo ha estado haciendo.
John se quejó por su uso del lenguaje. Pregunta aclaró, que la había llamado así, porque creyó que se sentirían cómodos con el calificativo.
Llegaron finalmente a la parte en que regresó a su alcoba, la vieron tirarse contra la puerta corrediza que era aporreada por el otro lado por Vixen, Linterna tuvo un doloroso aguijonazo de culpa, Shayera no era ni la sombra de lo que en tiempos mejores había sido, la palidez de su rostro, lo roto de su espíritu.
Se quedó en el piso hasta que el silencio se hizo presente, cubriendo su figura con sus alas, las cuales desprendían plumas, cual si fueran lágrimas, luego levantó el rostro, los cabellos rojos ondeando detrás de su cuerpo, incorporó su osamenta y colocó las pastillas de Canario sobre la encimera.
Luego apagó la luz e intentó conciliar el sueño.
John recordó lo que era dormir con ella y Carter lo que era soñar con ella.
El reposo de la guerrera, lentamente pasó de la serenidad al caos, aunque en esta ocasión fueron testigos de una neblina que emergía del espejo y flotaba sobre su cuerpo, como nube negra.
Shayera no despertó hasta que su cuerpo dio la impresión de estar siendo sometido por otro. Las alas extendidas por lo bajo, los brazos doblados por lo alto, Carter reconocía la postura, era la que tomaba en sus sueños. Cuando él la obligaba a hacerle el amor, su rostro palideció. J'on percibió una vez más esa peligrosa culpa que habitaba en él, quiso sondear su mente pero aguardó.
Cuando la pelirroja despertó, quiso encender la luz, pero no funcionó. Su corazón latía acelerado, las prendas de dormir se encontraban adheridas a su esbelta figura, al igual que los cabellos, apelmazados por el sudor. La sombra se refugio en el espejo, pero la alcanzó a ver por el rabillo del ojo.
Salió de la cama, tomó su mazo e hizo encender su luz, pero la misma se apagó.
Se encontraba al límite de sus fuerzas, deseos y voluntad.
La sombra en el espejo percibió todo eso, sonrió y se mostró corpórea ante ella.
—Esperaba este momento con ansias, arpía Tanagariana…
—Ladrón de sombras…
El mazo cayó al suelo a la misma velocidad con que todo se volvía denso. Superman y el resto, sabían que su amiga era Claustrofóbica. No toleraba los espacios tan reducidos, ni tampoco la ausencia total de luz, la sombra se cernió como un remolino en torno a su cuerpo, los gritos que exclamó los llamaban a ellos. A ninguno en específico, puesto que todo lo que quería, era que la sacaran de ahí. Comenzó llamando a Vixen, por ser la más cercana y la última que había visto. Luego llamó a J'on, Superman, Batman, Flash, y por último a John.
—¡Ayúdame John, por favor…!
—¡Por favor!
—Te lo suplico…—el cuerpo agotado cayó sobre la cama en la exacta posición que la hallaron, la sombra volvió a recuperar su figura habitual y lo siguiente que hizo fue sembrar la evidencia.
–Antes te quitaste la vida por mano propia, mi encantadora Reina. Me pregunto si la historia, estará escrita para poder a repetirse. Aunque si no lo hace, deberías tomarlo como una advertencia.—ella se removió incómoda, las píldoras bailaron en el interior de su mano, la sombra insistió. —Bébelo. —Shayera negó con el rostro. La guerrera obstinada que era, aún no se rendía del todo y como última afrenta, la sombra se transformó en humo y amenazó.
—Bien, si no morirás por las buenas, entonces será por las malas…—el humo negro entró en su cuerpo por los labios y fosas nasales y ahí se quedó, hasta que Carter Hall, derribó la puerta y la encontró.
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—¡NO!— gritó el Hombre Halcón golpeando con ambos puños la mesa de reuniones, John no esperó un solo segundo para atacarlo con la fuerza de su anillo, lo inmovilizó contra la pared, colocando grilletes en torno a sus alas, tobillos y muñecas.
—¡¿ERA ESTO LO QUE QUERÍAS?! —acusó.
—¡POR SUPUESTO QUE NO!—bramó enloquecido.
—¡No van a volver a pelear entre ustedes! —declaró Batman, sacando un par de Batarangs para amenazarlos, por su parte, Pregunta comentó.
—Debemos traer a Destino, él tiene que ser el único que pueda tratar con esa cosa.
—¡Él creó esa cosa! —recriminó Linterna, presionando el agarre que ofrecía contra el guerrero.
—No estoy de acuerdo, por lo que he escuchado, que ha sido mucho ya que todos ustedes son de lo menos discretos.
Él tocó la llave y esa criatura se despertó. Es un ladrón de sombras, eso es cierto, pero no pertenece a este mundo. Eso lo convierte en un Señor del caos, por lo que corres el riesgo de que tus más profundos deseos se conviertan en pesadillas...
—¿Cómo es que sabes…?—inquirió Carter.
—Mi trabajo es hacer las preguntas. Ahora responde, tú dices amar a esa mujer...
—¡Ella es mi destino, nosotros renacimos para…!
—Morir de nuevo,—interrumpió Pregunta. —Tú ya no eres el Rey Khufu, ni ella la Reina Chay-Ara, esto no es el antiguo Egipto, aunque te concedo una cosa. Puede que si renacieran para encontrarse y destruirse de nuevo.
—¡Yo nunca quise…!
—Pero la asesinaste entonces y ahora que estás aquí, lo intentas de nuevo.
Pregunta se levantó de la mesa, dispuesto a hablar personalmente con Destino. No fue necesario hacerlo, el hechicero ya había percibido la invasión que se obró en su antigua amiga y protegida.
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—5—
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—¿Despertará?—inquirió Flash a punto de comenzar a crear rayos de luz con los brazos.
—En este momento, lo que más me preocupa es que despierte.—respondió Destino.
—Explícate.—demandó Linterna, quien venía entrando en compañía de Superman y Batman.
—Su mente pertenece a la sombra, es presa de un sueño sin fin…
—¿Como esas alucinaciones que conducen a la muerte?—inquirió Superman.
—Así es, comenzará teniendo todo lo que siempre quiso, pero eventualmente lo perderá.
—¿No hay manera de despertarla?—Clark recordaba lo que era eso. El sueño de muerte: Su vida en Kriptón, su hijo y sus padres. Lo tenía todo y a la vez, sabía que nada de eso podía ser real.
La felicidad, así de magnificente, no estaba hecha para él.
—No puedo llegar a ella.—reconoció Destino. —La conciencia de ahora es débil. Lo ha perdido todo: su hogar, sus amigos, su valía y por tanto se refugia con la del pasado, puede que aquella voluntad prevalezca y que si despierta, ya no sea la Shayera Hol que conocemos, sino la Reina de Egipto, consorte del Rey Khufu, es así como la sombra se la entregará.
—No…—protestó Linterna. —No puede simplemente desaparecer así…se supone que nosotros…—esa parte de su discurso se la calló, pero Batman entendió.
Se suponía que ellos iban a casarse en algún futuro distante y concebir un niño que crecería para convertirse en Warhawk.
—Los lazos que la unen a su pasado, también están vinculados contigo, puedo abrir un portal para integrarte a su sueño, aunque corres el riesgo de que cuando te vea, no te reconozca.
—Lo hará,—respondió Linterna. ¿qué tengo que hacer?
—En primera, —interrumpió Flash. —Largarte de aquí. Si alguien va a entrar ahí y hablará con ella, seré yo.
—Tú, no…—protestó el moreno, pero Destino lo interrumpió.
—Tú no estás vinculado con su pasado, es más probable que la confundas y la pierdas.
—¿Sí? Pues él tampoco es la mejor opción. Ni siquiera sabe si todavía la ama o no.
—¡Por supuesto que la amo!—declaró John, para sorpresa de Flash, Superman y del propio Destino.
—¿Entonces por qué?—inquirió el velocista.
—Porque la vida de los adultos es más complicada que la de los niños, ahora deja de molestar y si quieres golpear a alguien, te sugiero al otro sujeto alado.
—¿Hombre Halcón? ¿Qué tiene que ver con esto?
—Prácticamente todo, patéalo a mi salud, hijo.
—Trae a mi chica de vuelta, y le daré uno bueno en los bajos.
—Bien, ¿Qué tengo que hacer, Destino?
—Sólo recuéstate a un lado…—Stewart obedeció, la cama donde yacía Shayera era lo suficientemente grande para que cupieran los dos y haciendo memoria. Era en una cama de esas, donde habían compartido su primer beso.—…Cierra los ojos, concéntrate en el sonido de mi voz.
Bien, ahora duerme.
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John, despertó con el calor del sol acariciando su rostro, sintió además de eso la pesada brisa del desierto y las áridas arenas fueron las que le dieron la bienvenida, aunadas a una cara conocida.
—Viniste.—declaró Shayera, sin mirarlo a los ojos, estaba perdida en el horizonte, contemplando una escena que se le escapaba del todo, puesto que el escenario que él quería ver y en el que se quería perder, era el resplandeciente rostro de esta mujer.
—¿Dónde…?—preguntó una vez que se incorporó. Estaba vestido aún con el traje de Linterna, pero ella estaba ataviada con un traje de dos piezas color arena que realzaba su belleza, los cabellos sueltos, los pies desnudos.
—En mi sueño…
—¿El Desierto?
—Es aquí dónde pertenezco, y sé perfectamente bien a qué viniste. Mi respuesta es, no.
—¿No?
—No voy a regresar, ni tampoco ella va a despertar.
—¿Ella?—Shayera dejó de hacer lo que hacía y dirigió su mirada a él. Ya no lo miraba como siempre.
Antes eran miradas de amor furtivo, entre divertidas y seductoras, luego fueron miradas esquivas, entre arrepentidas y nostálgicas. Esta era una mirada vacía, entre la resignación y la pena. Él se atrevió a buscar su tacto, acarició su mano, que lejos de lo que aparentaba se sentía fría, tanto que estremeció.
—Estos son, los tres extremos de lo que soy…—comentó la Tanagariana a medida que extendía sus alas y le invitaba a emprender el vuelo.
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Por la parte baja de ellos, sobre las arenas del Desierto se encontraba Chay-Ara, yaciendo junto a Khufu, enterrados juntos, en el mismo sarcófago con las manos enlazadas emulando lo eterno.
—A ti te enterraron en una fosa común, te culparon de nuestras muertes y olvidaron tu nombre, pero afortunadamente, ambos sabemos que no es cierto.
Fuimos envenenados, con la misma pócima que me obligaba a beber mi esposo.
—No entiendo…
—Yo quería un niño, él no. Ese brebaje hacía que no concibiéramos y cuando comencé a dormir contigo, también lo bebí.
—¿Eso era lo que bebías todo el tiempo?
—Una copa para ti, otra para mi. Lamento haber ocasionado tu muerte, Bashari.—Shayera lo buscó ahora, encontró una de sus manos por la parte baja y acarició su rostro con la otra, lo miró a los ojos con todo ese amor jamás profeso y él correspondió el gesto, pero antes de unir sus labios, el enlace se rompió.
La imagen central del Desierto, mostraba escenas de Tanagar.
Los sobrevivientes a la invasión de la Tierra eran masacrados por la armada enemiga, siendo su antiguo compañero y amante el primero en morir en una explosión que lo consumió todo.
—Soy una destructora…—comentó a la nada, pero finalmente el único que escuchó fue John.
—Eso no es cierto.
—Sabes que sí. Te asesiné en el pasado, hice que masacraran a todos en mi planeta natal. Traicioné a la primer familia que tuve en esta nueva existencia.
—¿Quieres decir que tú…?
—Nunca me dejaste explicar, por qué Rhod y yo estábamos dedicados el uno al otro.
Él era un soldado de la armada Tanagariana. Cuando nos conocimos, colonias enemigas atacaron la ciudad donde yo vivía, vi a toda mi familia fallecer delante de mis ojos y cuando supe que seguiría tomé un arma de algún cuerpo caído y me uní a la pelea.
Rhod observó mis movimientos, dijo ver talento natural en mi y me convirtió en su protegida. A medida que fui creciendo y aprendiendo, las cosas entre nosotros fueron cambiando, pero al igual que Khufu, estaba más obsesionado con la conquista y la guerra.
—Lo siento.
—De verdad le creí cuando dijo que me enviaría a la Tierra para protegerlos de un posible ataque Gordaniano.
—Shayera…—intentó mediar John, pero la guerrera continuó.
—Lo sé, fui una imbécil. Él prometió que lo sucedido a mi gente no se repetiría en ningún otro planeta. Nadie más moriría delante de mis ojos y yo…
—Basta, no tienes qué decir todo esto.
—Si tengo, Yo los asesiné a todos. —la Tanagariana se abrazó a sí misma, John intentó acercarse, ofrecer consuelo, pero entonces la tercer imagen del Desierto se manifestó.
Shayera limpió sus lágrimas como si las mismas le quemaran, se quitó algunos cabellos de la cara y levantó el rostro dirigiéndose a él.
—Es lo que observaba mientras dormías. Representa mi más profundo deseo y la razón de que vaya a quedarme aquí.
—Si te quedas…—concilió Linterna.
—Moriré, terminará la pesadilla en que todos los que alguna vez amé, me odian.
—Yo no…—Shayera pasó de él, volviendo a concentrarse en la arena. John se le unió de a poco.
En la imagen estaban ellos, pero no eran los de este momento, sino unas versiones mucho más maduras, Shayera llevaba los cabellos largos, a la parte baja de la espalda y él lucía el mismo corte militar, pero en ausencia de barba, ambos estaban juntos, ataviados de blanco, sentados en la arena, mirando embelesados un pequeño manojo de tela.
—Es nuestro hijo, John. Tú ya lo conoces, al guerrero en que se convertirá, pero yo quería verlo así de pequeño. —la pareja en la arena, descubrió el regordete rostro del infante, moreno como su padre y de cabellos negros, sonreía animadamente a quienes le trajeron a la vida sin decidirse aún sobre a quién dedicar el honor de sostenerlo en brazos.
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Shayera volvió a abrazarse a sí misma, Linterna la rodeó por atrás.
Era un espejismo, un sueño, una ilusión y según Superman, esta escena, sólo se pondría peor.
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La mujer de la arena acarició a su hijo, el pequeño rió, manoteo y pataleo, pero en realidad, ella no lo tocó. Sus dedos lo atravesaron y entonces John Stewart comprendió el horror.
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Su versión madura sostuvo al niño, atravesando a su madre, lo sostuvo en brazos y el pequeño suspiró contra su hombro, sin dejar de mirar el fantasma de su madre.
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—¿Tú estás…?—Preguntó Linterna, a una Shayera que ya tenía el rostro enrojecido y bañado en llanto.
—¿Muerta? Si, en esta ilusión fallecí a los pocos minutos del parto, por eso es que esto es perfecto.
—¡¿Te volviste loca?!
—¿¡Es que no lo miras bien!? es hermoso, tan lleno de vida y perfecto.
—¡Nada de este lugar puede ser perfecto!
—Por supuesto que no, para ti jamás lo sería. En tu sueño, es Vixen la que sostiene a tu hijo…
Shayera voló de nuevo, sus alas que ya no eran blancas, los cabellos que lucían deslucidos, la piel pálida cual alabastro y no morena como las arenas de este Desierto, él la siguió a distancia prudente, con algo de dificultad puesto que ahora, una tormenta de arena se interponía entre ellos.
Recordó las palabras que Destino le dijera a Wally, "es probable que la confundas y la pierdas"
Él no quería perderla, de ninguna manera.
Ellos estaban conectados por el Destino, quizá de la misma manera que decía Pregunta. "Para destruirse o consumarse" el problema que había con eso, era que ellos ya se habían destruido. Por la mentira y la intriga, porque él se sintió traicionado y no quiso escuchar una sola palabra y porque ella se sabía traidora y no creía merecer redención.
La alcanzó poco después de que las arenas volvieran a mostrar escenas del antiguo Egipto.
Bashari y Chay-Ara cabalgaban juntos, hasta llegar a las orillas del río dónde descendieron de sus caballos para refrescarse y después besarse.
Ese era su sueño.
La parte en que su Reina confesaba, que de haber sabido antes sobre sus sentimientos, habría dejado a Khufu.
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—¿Y a caso no crees que yo podría dejarla?—preguntó a sus espaldas. El atuendo de Shayera dejaba al descubierto su espalda media, para conceder libertad a sus alas y para cuando giró el rostro y lo miró una vez más estaba llorando.
—¿Perdón…?
—Te hablé de nuestro hijo, te dije que no quería ser un esclavo del destino, pero también dije, que jamás me atrevería a decir que no te amo.
—Ni yo lo diría.
—Entonces vas a volver conmigo, dejaremos que las cosas tomen su curso y después…
—No, ¿Es que no entiendes lo que soy? Destruyo todo lo que toco, por eso nos asesinó Khufu, por eso me utilizó Rhod, por eso es que tú y yo, no podemos...
—Me niego a volver sin ti.
—Y yo me niego a que mueras por mi.
—Moriré sin ti
—Te cuidará Mori, lo ha estado haciendo bastante bien, aunque odio la barba.
—Shayera…
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—6—
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—El tiempo se acaba…—comentó Destino alertando a los héroes entre los que ahora se encontraban Hombre Halcón y Vixen.
—¿Qué sucede?—preguntó la morena alertada por el estado de su novio. No iba a preocuparse por nada, ellos eran cercanos, quizá demasiado. Pero entendía que tuvieron su historia y que John jamás se perdonaría no hacer todo lo que estuviera en sus manos para salvarla.
—Los signos vitales de ambos están bajando, si no saco a Linterna ahora, puede que tampoco despierte.
—¿Y que pasará con ella?—preguntó Flash.—Destino, negó con el rostro. Comenzó a buscar la energía de John Stewart, la encontró en comunión con la de Shayera, los hilos de su destino volvían a enlazarse. Su unión era fuerte, no le quedó la menor duda de que su amor los regresaría.
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—John…—los guerreros en el Desierto se miraron de nuevo. La frialdad y palidez de ella, realmente lo estaban asustando, advirtió sus labios secos, partidos, sintió la increíble necesidad de besarlos, pero sería incorrecto.
Él estaba con Mori y la indecible verdad, era que él...
—¿Sabes por qué no me di cuenta de nada?
—¿Seguimos hablando de lo mal que te sienta esa barba?
—Yo hablo de esto, de tu estado, de todas esas malditas cosas que dijo tu novio…
—Carter Hall, no es mi novio.
—Y me encanta escucharte decir eso. —Shayera le devolvió una mirada de antes: divertida, seductora. Una mirada de ellos y él se tomó la libertad de cerrar el espacio en torno a sus cuerpos y retirar un mechón de cabello suelto hasta colocarlo detrás de su oído.
—Digo, que no me percaté de nada porque me la paso todo el tiempo huyendo de ti.
—¿Tanto me odias?
—Tanto te amo.—corrigió de inmediato.—No puedo verte más de dos minutos sin desear abrazarte y besarte.
—¿Entonces por qué…?
—Por lo mismo que tú esperas quedarte aquí. Me aterroriza pensar que la historia ya esté escrita, que no podamos tomar nuestras propias decisiones, que no seamos tú y yo los que nos amamos, sino nuestros espíritus reencarnados:
El deseo de Bashari por Chay-Ara o los celos de Khufu.
—Bajo esa premisa, diré que exageras.
—¿Y no lo haces tú? No creo que seas una destructora, Destino opinaría igual, pues de no hacerlo, jamás te habría hospedado en su Torre, y Wally, ya está a nada de abrir un vórtice en el tiempo, si no abres los ojos de nuevo.
—Ese tonto.
—Es nuestro tonto, único en su especie, ¿entonces vienes?—Shayera asintió, colocando su mano en el interior de la suya, su tacto era tibio, aun no cálido, pero al menos ya no parecía un cadáver, John estrechó su mano y poco después sintió el llamado de Destino.
—¿Te beso ahora o cuando despiertes?
—Creí que no te gustaba esperar…
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—John Stewart,—llamó el hechicero. —cuando escuches mi voz, despierta…—el moreno asintió, estaba a nada de besar a su amada. Cerró los ojos, más cuando lo hacía alcanzó a percibir una nube de oscuridad acercándose a ellos.
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El beso se cierne en sus labios. La textura por noches ansiada, la suavidad y también humedad.
El espectro grita, la sombra intenta separarlos pero el halo de Linterna Verde los cubre a ambos, su luz que proviene de la fuerza de voluntad y no hay nada que desee más, que extinguir toda sombra y traerla a la luz.
Unen sus cuerpos, además de los labios, ella se coloca de puntas para poder acceder a más de su boca, él pega su cadera a la propia, una mano está sobre su cintura la otra la tiene ella, se besan como hicieron sobre las arenas inmortales del Desierto, como hicieron bajo la mirada adusta de Khufu y de la misma manera hambrienta en que se consumieron segundos antes de yacer muertos.
Un beso antes de tomar la copa, aunque el veneno actuó demasiado rápido y no pudieron volver a unir sus manos.
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—7—
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—Despierta…
Cuando lo hacen, ya no queda más de la sombra, ni de duda en el corazón de ambos, sus manos siguen enlazadas aunque deben soltarse rápido porque Vixen no resiste el impulso de arrojarse sobre su novio, ni Wally el de abrazarla a ella.
Aún se siente agotada, aun le avergüenza su estado, aún debería dar infinidad de explicaciones, pero de momento, lo único que se le ocurre decir es lo siguiente.
—Si no me sueltas ahora, vomitaré en tu traje, Wally
—Pero que asco, —el pelirrojo la libera, dejándola una vez más sobre la cama, le acomoda la almohada y la sábana. Nadie que no esté autorizado debería ver de más las bien torneadas piernas de su hermana.
—¿Qué sucedió con la sombra?—inquirió el Hombre Halcón, sumamente mortificado por lo pasado.
=La elimino Linterna/Shayera. —responden a una sola voz, intercambiando miradas cómplices y sonrisas embaucadoras.
Vixen vuelve a repetirse mentalmente que no va a preocuparse por nada. Sale de la alcoba seguida del resto de la Liga para ofrecerles un poco de intimidad.
Flash sigue acomodado a la izquierda de Shayera, John a la derecha y el Caballero de la Noche contra la puerta. Carter sólo atina a ofrecer una marcada reverencia, seguida de un interminable discurso de que no volverá jamás a cruzarse en su camino.
—No es necesario hacerlo. —interrumpe Shayera, para sorpresa de los otros. —No fue tu intensión lastimarme y si alguien va a mostrarse a favor de las segundas oportunidades, esa seré yo.
—Muchas gracias, mi amada Reina.
—No uses esas palabras conmigo, ni vuelvas a hacer referencia a nuestras vidas pasadas. Si haces todo eso, puede que algún día, hasta seamos amigos.
—¿Lo dices en serio?—pregunta Flash, ansioso por cumplir su parte del trato con Linterna. Una patada en los bajos, seguida de una buena tanda de golpes, para que lo piense dos veces antes de inhalar el mismo aire que Shayera.
La Tanagariana asiente, mirándolo a él y después a Linterna, Carter no insiste, sale de la alcoba custodiado por Batman que aún desea una retribución por el edificio abandonado que derribó en su ciudad.
—Gótica es mía, nadie que no esté autorizado puede poner un pie en ella…
—Entiendo…
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Flash se toma un momento, intentando entender lo que pasa.
—Ustedes se aman, pero no van a estar juntos porque se resisten a la idea de que su destino esté escrito.
—En efecto, hijo.—responde John, para después salir y dejarlos a solas.
—¡¿Están locos, tontos, pateados de la cabeza o es que a caso el viaje en el tiempo y dimensional no le ha enseñado nada?!
—¿Perdón?—se disculpa Shayera, divertida con la imagen del velocista, a punto de sufrir un paroxismo.
—Digo, que aunque el destino esté escrito, ustedes deciden el viaje. Pueden tomar todas las desviaciones que quieran, pero finalmente, estarán ahí.
—Lo sé.
—¿Y entonces, por qué esperar?
—Porque aún no estamos listos para permanecer juntos.
—Locura de dos, eso es lo que ustedes tienen.
—Eso ni siquiera existe.
—Claro que si, te lo dice un forense. Ahora iré a traerte un televisor, dvd, palomitas y todo un maratón de películas de ciencia ficción.
—¿Es necesario?
—Por supuesto, hasta que te den el alta, no vas a deshacerte de mi. ¿Por cierto, por qué sabe tanto de ustedes el murciélago?
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—Ellos me pusieron en medio de su drama romántico, en contra de mi voluntad. —declaró Batman a Superman, J'on y Mujer Maravilla, tan pronto terminó de amedrentar al Hombre Halcón.
—¿Y no dijiste nada? ¿Ni siquiera a nosotros?—recriminó Clark, ligeramente ofendido.
—Creí que tenía que ser discreto. —se defendió.
—¿Es en serio?—reclamó Diana.
—Bueno, yo no sabía si estaban permitidas o no, las relaciones entre compañeros de equipo.
—Lo están.—respondió J'on.—Siempre y cuando, no entorpezcan el trabajo de campo. —Diana asintió alegremente a eso y después le guiñó un ojo al Caballero Nocturno, Clark se ufanó con la idea de ver a esos dos juntos.
—Aún tenemos que disculparnos.
—Mañana la invitaré a comprar zapatos.—ofreció Diana.
—Tú no acostumbras ir de compras y ella puede volar, ¿Para qué necesita zapatos?
—Para patearle los testículos al próximo hombre que quiera acercársele.
—Eso sería efectivo.—reconoció J'on, para espanto de los otros.
—¿Ves? Como guerrera, apreciará el gesto.
—Yo no recuerdo haberle hecho nada, pero con gusto firmaré un cheque para reconstruir su alcoba.—ofreció Bruce.
—Yo quitaré las cámaras de vigilancia.—concedió J'on.
—Bien, entonces yo declaro que a apartar de este momento, los miembros fundadores de la Liga, deben pasar como mínimo una hora de calidad juntos a la semana.
—¿¡Qué!?—se quejaron todos a voz en grito.
—Lo que oyeron, será el viernes, a la hora de la comida. Procuren ser puntuales y antes de que digas una palabra Batman, no es negociable. Invitaré a Aquaman y Destino, parecen llevarse bien con ella.
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—Continuará...
