PRÓLOGO

23 de diciembre del 2016

Querido y estúpido diario:

Estoy en el avión, de camino a casa. Sí, mi casa, mi hogar.

Sé que fui yo la que decidió encerrarse en sí misma, la que decidió apartarse del mundo. Soy yo la razón por la que mis pies no han pisado su hogar en lo que ya son cuatro años. Cuatro largos y míseros años hace ya de aquella noticia que sacudió mi vida.

Nada ni nadie tiene la culpa excepto yo y mis decisiones. Asumo ser la responsable de la vida que llevo y te puedo asegurar que no me arrepiento de nada. Volvería a hacerlo, tú bien lo sabes. No quería ser un estorbo, ¿vale? Y ahora lo sé, ahora lo admito.

He leído miles de finales felices, pero no he experimentado ninguno. ¿Existen realmente esos finales? Estoy casi segura de que no existen, aunque a veces me gusta pensar que todavía no ha llegado el mío. Tal vez soy yo la que opone resistencia a la presencia de la felicidad en mi vida, quién sabe.

Creo que nunca me he sentido tan vacía, nunca he experimentado la tristeza con la magnitud con la que lo hago ahora mismo. Ni siquiera puedo contar con el alivio de las lágrimas, las he agotado todas. Me ha tocado despedirme de muchas personas, pero creo que este es el adiós más duro que puedo decir. ¿Por qué él? Es algo que no entiendo, que jamás entenderé.

Quizás este viaje sume otro fallo más en mi lista de errores, quizás no. Lo único que tengo claro es que jamás me arrepentiré de haberlo hecho, eso lo puedo asegurar.

Tengo miedo, mucho miedo. Miedo del pasado, de los reencuentros, de todo lo que dejé atrás. Me aterroriza la razón de mi regreso, creo que no soy consciente del impacto que realmente representa esta pérdida.

Veintitrés horas hace que no duermo y no porque no esté cansada, me siento exhausta. Aunque, si digo la verdad, hace cuatro años que no duermo como me gustaría, hace cuatro años que el agotamiento se instauró en mi cuerpo. Muchas noches me despierto con una sensación de opresión en el pecho y me siento idiota por seguir así después de tanto tiempo. Esas noches cierro los ojos y pienso en ella. El simple recuerdo de sus ojos me calma. Pero hay días peores, días en los que recuerdo las lágrimas que brotaron de esos ojos por mi culpa. Entonces son mis lágrimas las que caen sin una posible resistencia y lloro, lloro como jamás lo he hecho hasta que me duermo.

Debo irme, el avión va a aterrizar.

Adiós odiado confidente…

S.L

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¡Hola!

¿Qué os parece? ¿A alguien le interesa que continúe con esta pequeña historia? Sé que solo es un prólogo y es bastante corto, pero pronto subiré el primer capítulo.

Por cierto, si por aquí hay algún lector de mis otras dos historias me gustaría deciros que lo siento mucho. No he dejado de lado las historias, es más, tengo varios capítulos escritos. El problema está en que no se encuentran en mi ordenador y estoy esperando a recuperar los documentos que se quedaron en el ordenador de mi hermana. En serio, lo siento mucho. Os aseguro que pronto actualizaré, a ver si este fin de semana puedo recuperar todos mis escritos.

Así que nada, espero vuestros comentarios.

¡Un besazo!