Aquí está mi nuevo fic. Temporalmente he suspendido Tiempos Oscuros por motivo de prioridad, pero supongo que lo acabaré más adelante. Por ahora, espero que disfruten con esta historia para la cual cuento con la ayuda de un buen amigo: Atlas de Karina. ¡Sólo espero leer vuestras críticas, amigos!
Saint Seiya: La legendaria Batalla del Olvido
Los barrios habitados del Santuario apenas contemplaban movimiento. Aunque sus ciudadanos sabían que los caballeros residentes solían gastar el tiempo en las inmediaciones del coliseo, ni éste estaba siendo usado ahora. Caballeros de oro, plata y bronce descansaban para lo que se decía iba a llegar pronto: el sello de Hades estaba debilitándose…
En el palacio de Atenea, cúspide del lugar, la gran estatua erigida a la diosa seguía aún majestuosa: el cetro de mando y el escudo que vestía le daban ese porte tan agresivo que la diosa de la guerra siempre había tenido.
Ahí mismo, a las puertas de su propio templo, la dulce Saori contemplaba cómo iba apagándose el cielo mientras pensaba apoyada en una de las columnas. Habían pasado tantas cosas en el mismo año que estaba decidida a tomar aquella determinación: los caballeros de bronce no merecían ser involucrados en otra batalla.
Mu, subiendo los últimos peldaños que salían del templo del Patriarca, atrajo para sí la atención de la muchacha. El caballero parecía algo agotado, pero a pesar de todo, seguía manteniendo su elegancia y belleza innegable. La armadura de oro que vestía reflejaba el resplandor de las antorchas que iluminaban el solitario lugar.
-Atenea…- el santo se inclinó de rodillas cerrando sus párpados. –parece preocupada. ¿Para qué me ha hecho llamar?
Saori respiró profundamente antes de abandonar su cómoda postura. Intentando ocultar su tristeza, esbozó una falsa sonrisa. La diosa tocó su pecho: necesitaba saber que aún le latía el corazón.
-Disculpa que te haya llamado sin previo aviso- Las palabras que expulsó no eran más que un pretexto para evitar hablar directamente. Tras el silencio que acompañó a su cita, continuó. –sin embargo, necesito que cumplas una orden.
-¿Atenea¿Se encuentra bien?
-Tan sólo es… que no deberás reparar ninguna de las armaduras de los santos de bronce. A partir de ahora, su acceso al santuario debe ser prohibido.
Mu no se sorprendió por aquella orden. Él mismo sabía que los motivos de su diosa eran de peso: el enfrentamiento contra Eris, la rebelión de Saga, el incidente con el anillo de los nibelungos, la batalla contra Poseidón, la desaparición de Mei, y ahora, por último, lo ocurrido en el templo de la corona. Las cosas habían llegado tan lejos que aquellos que no deberían ser más que apoyos de un ejército de caballeros, eran ahora los más fuertes junto con la élite restante.
-¿No preguntas el motivo de mi decisión?- inquirió la muchacha de melena preciosa. Aries sólo sonrió tras hacer una mueca graciosa.
-Seiya y sus amigos han hecho más por usted que nosotros. Ha llegado la hora de que descansen, supongo.
-Ellos deben vivir como jóvenes normales. Es injusto que tengan que servirme tan devotamente.
Aries se dio media vuelta dispuesto a acatar aquella orden, pero la muchacha de vestido blanco corrió a donde estaba para detenerle.
-Espera, Mu…- dijo. –Hay algo que no sabes…
-Atenea…
La diosa de la guerra miró hacia el noreste. Levantando la mano, dijo algo sobre un sello con voz trémula. Atenea pronunció el nombre de su más acérrimo enemigo: Hades.
-El dios de la muerte… supongo que es ese el motivo del toque de queda que tenemos¿no?
-Así es. Te ruego, Mu, que cumplas lo que te he pedido…
-¿Y mi encargo corresponde tan sólo a evitar que vuelvan Seiya y sus amigos? Tanto usted como yo sabemos que será difícil convencerles. ¿No deseará que lo haga por la fuerza…?- El hablante agitó su cabeza mostrándose receloso ante aquella posibilidad.
-Seré sincera, Mu. Tú eres el único que puede reparar las armaduras aquí. Sin embargo, necesito que hagas un viaje. Puesto que ninguno de los defensores de este palacio debe salir del Santuario, me veo obligada a recurrir a ti, quien puede ir de un sitio a otro con su sola magia.
Aries miró con ojos entornados a su diosa. Sabía que tan sólo él y Shaka dominaban las técnicas de teleportación. Ya con lo oído sabía que un lugar lejano le esperaba, así que sin esperar más, preguntó con respeto el objetivo de su magia.
Atenea señaló en la misma dirección que había mirado con anterioridad. Mientras el viento agitaba su violácea melena, susurró un nombre que sólo ambos escucharon: Dohko.
-El guardián de las cascadas de Rozan¿cierto? El viejo maestro…
-¿Nunca te has preguntado el motivo de su pasividad?- preguntó.
-Es el caballero más longevo de todos nosotros. Ha visto más generaciones de caballeros de las que podemos imaginar, y se dice que luchó en la guerra sagrada del Renacimiento. Siendo uno de los supervivientes… ¿quién mejor que él para guardar un lugar como ese?
-Lógica impecable, Mu. Dohko, caballero dorado de Libra, es el custodio de la lejana Torre Arcana del este de Rozan. Allí es donde se selló el poder de Hades.
-Luego usted quiere que vaya a comprobar su estado¿cierto?
Atenea asintió con dulzura. A pesar de la situación tan delicada en que se encontraba, supo sonreír de nuevo. Por muy falsa que fuera aquella sonrisa, la perfección de su rostro serenaba todo mal cercano. Sin embargo, rápido, advirtió a su leal guardia.
-Pero ten cuidado, no te mandaría allí si el caballero de Libra no hubiese avisado de varias cosmoenergías sospechosas. Puede que tengas que usar tus poderes…
-Y si es así, Atenea…- el caballero dio media vuelta para encaminarse a su templo. Mientras su capa era movida de forma desafiante, continuó con aquella frase- …cuente con el poder que mi armadura me otorga.
