Pequeños Secretos

Disclaimer: Avatar The last air bender no me pertenece, uso sus personajes sin fines de lucro solo por entretención.

Aclaraciones: Creo que este año me he inspirado a subir mis pequeñas historias, estos son pequeños secretos que nuestro personaje: Azula, esconde. Me los he inventado, no creo que tengan mucha relación a la serie. Son mini historias de ciertas cosas que no se saben de Azula, algunos son entretenidos, otros un poco más profundos y quizás un humor irónico, creo que es mi especialidad. No son tan cortos porque no tengo habilidad para escribir fics cortos. Están ambientados antes de la Guerra para derrotar a Ozai y no se relacionan con la serie "Avatar: La leyenda de Korra". Si alguna de las mini historias tiene relación con Korra, lo diré. Sin más preámbulos, lean :D

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Chapter 1: "Aprendiendo a Cocinar"

Azula desde pequeña siempre tuvo acceso a los mejores objetos del mercado; los más finos, costosos y delicados que podrían existir y ello era irrefutable teniendo al padre con más dominios, poder y fortuna entre las 4 naciones… o mejor dicho, entre las 3 todavía existentes ya que los maestros aire habían muerto hace más de 100 años. Los empleados debían correr a los mercados más cercanos, hacer filas de horas y horas para obtener el objeto, juguete, alhaja, corona o lo que sea que la niña mimada quisiera. Por ello no era un secreto el odio que los funcionarios guardaban hacia ella. Cómo deseaban que fuera humilde, sencilla y atenta como su hermano Zuko. Pero ello era un milagro que los dioses no podrían nunca cumplir – la bondad no había brindado sus dotes a la niña Azula cuando nació-.

De todos los funcionarios del palacete de su padre, sin duda, había solo uno que detestaba a la niña mucho más que cualquier cosa en la vida; esa persona era La cocinara. Porque por mucho que Azula se jactara de su espelta figura y su cuerpo trabajado por el ejercicio- porque sí, desde pequeña siempre entrenaba con su magnífico fuego control- Azula era una completa glotona, amaba comer toda clase de pasteles, tortas, dulces, manjares. Todo lo que el reino Fuego le pudiera brindar con su exquisita variedad de platos. Pero sobre todo, había solo un bocado que Azula no podía dejar de comer: la carne, ya sea azada, cruda, frita, cocida ¾, recocida, sazonada; como fuera, para Azula un pedazo de carne era un manjar de los mil dioses. La cocinera lo sabía muy bien y lo detestaba porque la pequeña demonio no se conformaba con los almuerzos del día a día, siempre pedía un plato diferente al que La cocinera presupuestaba. Azula le exigía un postre diferente, una ensalada más grande, un trozo de carne hecha de una manera distinta; lo que sea, nunca se conformaba con la comida y su adorado padre la dejaba ser, de todas formas los empleados estaban para cumplir ordenes.


El 20 de Mayo* era un día especial en el palacio. Todos iban de un lado a otro arreglando el hall de entrada, ordenando y limpiando por aquí y por allá. Se preparaban y arreglaban cada detalle para la gran noche: El cumpleaños del Señor Ozai. Estaba claro que ningún empleado lo estimaba como para hacerle una gran fiesta – de hecho le tenían terror- pero preferían eso a sufrir las consecuencias de un señor maestro fuego enfurecido. De esta manera, todos se esmeraban para la gran ocasión y Azula no era la excepción.

Hace un tiempo Azula se preguntaba cuál sería el mejor regalo para su padre. Era difícil de complacer y cumplir con las expectativas puesto que lo tenía todo, al igual que ella. Sin embargo, su hija predilecta deseaba impresionarlo, enorgullecerlo de tenerla a ella como su hija y en ello se le ocurrió prepararle un pastel de cumpleaños; ya que al igual que ella, su padre amaba los dulces y la comida, además a los hombres se les conquistaba por el estomago o algo así le había escuchado a una funcionaria. Eso sí impresionaría a su padre.

Con ese propósito se dirigió 3 días antes del gran banquete, a la cocina un lugar nunca antes frecuentado porque solo los empleados debían pasar en ella, para Azula ese lugar estaba prohibido, pero ese día haría una excepción solo por su padre.

Al presentarse en el lugar, todos los trabajadores quedaron asombrados y temerosos por su presencia intentaron razonar con ella que ese lugar era peligroso para ella por las ollas calientes, por el horno y ella no era digna de él. Azula les mandó a callar, les ordenó dejar sus labores y salir porque ella deseaba a solo una cocinera con ella: la encargada de cocinar todos sus pasteles y cumplir sus caprichos. La pobre señora tuvo que sentarse de la conmoción, o eso significaba que la despedirían o un magnífico y complejo alimento quería esa loca niña que ella le hiciera. De todas formas su presencia en la cocina no avecinaba nada bueno…

Cuando todos hubieron salido del lugar, no sin antes dedicarle miradas de compasión La cocinera. Azula habló:

- Quiero que me enseñes a hacer pasteles- declaró con su voz firme y autoritaria de siempre.

- ¡¿QUÉ?!- La pobre señora agradecía estar sentada en esos momentos u otra hubiera sido la historia a contar. Cuando se compuso de su asombro pudo articular- Perdone señorita ¿Qué ha dicho?

- Ya me escuchaste cocinera, me enseñarás a cocinar pasteles. No creo que sea algo tan descabellado para que me mires así- La niña le fulminó con la mirada y la señora cambió su semblante.

Azula continuó- Deseo darle un regalo a mi padre algo especial y por ello le prepararé un pastel de cumpleaños que haré solo yo y tu me enseñarás –

El tono de seriedad que se escuchaba de Azula, hacía reír a la señora, el problema es que no podía burlarse al frente de ella. Esa niña estaba realmente loca si quería que en un día le enseñara las artes culinarias y la paciencia para hacer un pastel. ¿Cómo le enseraría a esa niña mimada y testaruda a cortar un simple biscocho por la mitad? Si en todos los años que había servido no solo a la familia de Ozai, también a otros aristocráticas; en todos sus años de servicio siempre veía a las mismas personas incapaces de diferenciar el pavo del pollo, no tenían capacidades para la cocina, quizás iría en su sangre azul de realeza, no lo sabía. Y ahora esa niñata se presentaba de la nada a exigirle que le enseñara… era una ignorante, sí eso era.

- Pero mi niña, usted no debe hacer estas cosas porque nosotros estamos para servirle, no se rebajará a nuestro nivel para satisfacer el estómago de su padre. Yo puedo hacerle su pastel favorito y no habría necesidad de que usted se ensuciara las manos o se lastimara con algún cuchillo.- Intentó persuadirla, pero por el rostro contenido de la niña, notó que esas no eran las mejores palabras…

- ¿Estás insinuando que soy tan estúpida como para cortarme con algún cuchillo? ¿Acaso crees que eres la única capaz de cocinar delicias? Por qué yo debería tener algún problema para hornear un pastel si tú lo haces, una simple empleada. Yo soy mucho mejor que tú, obviamente sabré hacer un pastel para mi padre- Dejó explotar su ira lentamente, intentado degradar a la mujer, como su padre le había enseñado. Porque ningún empleado de mala suerte le diría qué hacer eso sí que no.

- Lo... lamento si la he ofendido...- No importaba cuantas ganas tuviera de pegarle una bofetada a esa niña, debía contenerse, debía pedir disculpas… porque ella era la hija del jefe, solo por eso.

- Muy bien, mañana a primera hora vendré aquí para que me enseñes- Una sonrisa triunfante salió del rostro de la niña.- y saca a esos otros empleados de aquí no deseo que me estorben-

-P – pero los necesito para hacer las comidas- protestó la mujer.

- No te quitaré mucho tiempo, soy muy lista y aprendo rápido. Antes del desayuno ya habré aprendido lo necesario- Le aseguró con una sonrisa. Sin duda, no sabía a lo que se enfrentaba.

Salió del lugar tarareando una canción dejando a La cocinera con un sentimiento de odio profundo, pero no importaba, porque sería un ogro con esa niña, no se la haría fácil y se desquitaría por los años de aguantar sus caprichos.

Al día siguiente, al contrario de lo que Azula creía, no le fue tan fácil cocinar un "simple" pastel. La cocinera se divirtió mucho al ver los intentos de la niña por quebrar los huevos sin que cayeran al suelo. De los 20 que quebró, solo 1 se salvó.

Intentó hacer un bizcochuelo, pero la mezcla tenía mucha harina y quedó horrenda. El merengue no quedó bien batido y la cocina tenía rastros de él por todos lados; la crema se le cortó y las guindas de adorno se las comió- no resistió la tentación- y a cada intento fallido la cocinera exigía que lo intentara otra vez para reírse un poco más. Azula la amenazaba con todo lo que se le cruzaba por la mente para que le ayudara. La señora, siempre impasible hacía caso omiso argumentando que seguía sus ordenes cuando le dijo: "solo yo confeccionaré el pastel".

Cabe agregar que todas las torturas antes sufridas por esa niña, ahora se veían compensadas al ver lo horrible que era la niña en la cocina. Tuvo que reprimir muchas carcajadas al verla fracasar, aunque debía confesar que sentía un poco de remordimiento el cual era espantado cuando la niña la amenazaba.

Al atardecer, por fin la niña se dio por vencida. Excusando su ineficiencia a que los dioses habían hecho las labores domésticas a empleados y plebeyos, no para ella porque su condición de fortuna y educación no le hacían apta para tales labores.

-Ahora debe ordenar todo señorita- Le indicó La cocinera- Porque aquí nosotros cocinamos y limpiamos, como debe de ser.

Azula enfureció, le gritó, pataleó y amenazó con despedirla. Pero la cocinera era astuta y le dijo: - Mañana es el día de su padre. Todo debe estar en orden y si no lo está, nosotros los cocineros no podremos hacer el pastel de cumpleaños – la niña agachó la cabeza compungida- ni preparar todos los mejores manjares que usted y su padre deseen comer-

-Por ello debes limpiar, ese es tu deber- Argumentó la niña ya hastiada de todo. Entonces la cocinera cambió de táctica. Le dio la espalda, arreglando un poco los utensilios de cocina y con un tono casual le indicó:

- No creo que a su padre le agrade saber que usted anduvo por aquí señorita, ni mucho menos que ocasionó todo este desastre.

La niña asombrada por la manipulación espetó- No te creería-

- Todos los cocineros te vieron entrar y como te conoce se dará cuenta mañana que hay algo raro en ti. ¿Por qué no habría de creernos?- Si algo había aprendido de la niña Azula era a chantajear y le estaba dando resultados.

Solo basta decir que por mucho que Azula maldijera, tuvo que ceder pero ante su orgullo se decía así misma que era solo para no causarle un mal rato a su padre en su cumpleaños.

Al llegar a su cuarto por la noche, reflexionó en su cama por el día vivido. Se sentía humillada ¿Cómo una simple cocinera sería capaz de hacer algo y ella no? Azula era una chica lista, manipuladora, obstinada y por eso lograba todo lo que deseaba. Pero también era muy capaz de hacer lo que se proponía. Esa tonta cocinera no podría ganarle. Fue entonces cuando lo de cocinar ya no era un asunto de capricho, sino algo personal para demostrarle a esa vejeta de lo que ella era capaz.

Esa noche se dedicó a explorar en la biblioteca de su padre, todos los libros culinarios que pudiera encontrar, los leyó todos sin excepción. Se aprendió todas las definiciones de las distintas maneras de cocción: sofreír, hervir, azar, freír, hornear, etc… Se dedicó a aprender las distintas maneras de cortar carne y otros manjares. Esos libros eran su salvación, fue muy tonta al intentar pedirle ayuda a una cocinera cuando tenía todo lo que necesitaba allí- pensó. Cuando hubo aprendido todo lo teórico. Se dirigió a la cocina a hacer la práctica para ver cuánto realmente había aprendido.

En el lugar no había nadie, así que aprovecho el tiempo. Se preparó para hacer el bizcocho, ahora entendía por qué le había quedado horrible. Con la cantidad justa de huevo y bien batido, más la harina y los otros ingredientes le quedaría estupendo. Aún no sabía cómo manejar el horno y en su intento se quemó muchas veces las manos, pero su obstinación y decisión no la hicieron desistir. Cuando hubo acabado de preparar todo. Con su dedo meñique sacó un poco del merengue que adornaba la torta y se asombró al darse cuenta que no estaba tan mal. Guardó las cosas en el refrigerador y esperó ansiosa por el día siguiente para enorgullecer a su padre.

Al otro día, la niña volvió a presentarse en la cocina anunciando que a su padre se le daría el pastel que ella había horneado y no otro. Todos quedaron confundidos con su noticia y la cocinera se reía a sus adentros porque no concebía la idea, ella había estado con la niña Azula y no habían logrado hacer nada. Cuando abrieron el refrigerador se dieron cuenta del pastel de la niña y todos aclamaron en asombro ¿Cómo era eso posible? La chica salió de la cocina sin dar explicaciones y le sonrió socarronamente a la Cocinera.

Grande fue la conmoción en la mesa cuando su madre, su hermano y su padre se enteraron que ella había cocinado. Pero más inmensa fue la decepción de Azula cuando su padre, delante de todos le reclamó que una dama jamás debería hacer esas cosas. Que le había decepcionado, que no se lo esperaba de ella, que no importaba el esfuerzo, su deber era mandar no cocinar estupideces. Desde ese día Azula se prometió que nunca volvería a cocinar, porque se sintió miserable luego de la reprimenda de su padre.

Sin embargo, años después no se esperaría que estando en la casa de Mai con Ty-lee, la nana que cuidaba de Mai se hubiera ausentado, que los padres de la niña estaban de viaje y ninguna de las Mansiones – ni la de Ty-lee ni la de Azula- quedaran cerca como para comer allí. Fue entonces cuando tuvo que cocinar para todas sino morirían de hambre. Fue ese día cuando Mai y Ty-lee degustaron sus comidas, alagaron su talento y quedaron muy asombradas de ese pequeño secreto que Azula escondía y que ella nunca pensó contar.

Y lo más importante, que desde ese día Azula encontró a alguien que pudiera apreciar su talento y entendió que las amigas, también saben guardar secretos.

FIN

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* No sé si ese es el cumpleaños de Ozai, pero me lo inventé xD.