Estar con él le producía confusión. Confusión como ninguna otra. A diferencia de los pokémon, la única forma en la que se atacaba a sí misma era con palabras, con cosas que no quería decir, con tartamudeos sin sentido. Y ese sudor de manos tan curioso era un indicador. Le quería más que a un compañero, más que a un amigo.
Le quería cuando se comportaba como un mentecato. Le quería cuando se comportaba como un táctico experto en luchar con pokémon de renta. Le quería en todo momento. Y esa tarde, los dos solos sentados en las escaleras del Dojo Batalla, le quería mucho más.
-Entonces, ¿quién te gusta?
La pregunta de Noland la tomó por sorpresa. Se supone que esas cosas no se debían preguntar tan de la nada, tan sorpresivamente. Tan casualmente.
-Tú…
Hubo un incómodo silencio entre los dos. Greta estaba convencida de su respuesta cuando la dijo, pero pasados unos segundos comenzó a dudar y retiró lo dicho.
-Tú no –respondió seriamente, cambiando su anterior respuesta. Él rió, dándole una juguetona palmada en la espalda creyendo que era una de sus usuales bromas
-Tonta, no le diré a nadie. Confía en mí
No tenía las agallas suficientes como para decírselo. Quizá algún día.
