Hola chicos y chicas... un varios de mis fics lo mencioné... este two shot para ustedes, una manera de agradecer todos los reviews que me mandaron... todo esto está inspirado totalmente para ustedes, GRACIAS!... en serio... muy inspirado por las 1,830 palabras en word, sin contar el título y las instrucciones de escritura :3

El 31 viene el segundo capítulo... el de Inuyasha :D

Espero que disfruten este primer capítulo referente a Kagome... que conste que ella no hace Pov's aquí, ¿Ok?

-.-

vvv-narraciones

vvv-conversaciones

"vvv"- pensamientos

(Estas son las reglas de escritura je!)


Una vida sin tí

Cap. 1 - Kagome


- Keh… te dije que las iba a cuidar bien – dijo él.

- ¿Bien?... ¿Bien?... llevarlas a pasear y luego perderlas en un juego ¿Es cuidarlas bien? – le reprochó

Era un día muy… MUY… soleado y MUY ajetreado. Se escuchaba el hermoso canto de las aves y la reconfortante brisa golpeaba suavemente los rostros de las personas que habitaban en el Sengoku.

¿El problema?

Pues en este día tan soleado, a la miko del futuro se le ocurre viajar a su época para traer algunas cosas que les gusta a su esposo y a sus adoradas gemelas, tales como ramen, algunas paletitas, un poco más de ramen, juguetes, más ramen y crayolas.

Dejó a cargo a sus amadas niñas con su adorado hanyou, confiando en que él por fin había madurado lo suficiente como para dejar el cuidado de las niñas en sus "capaces" manos.

Pero al volver, su día fue totalmente arruinado al ver a ese adorado hanyou, a la anciana Kaede, a Sango -con sus respectivas hijas en mano-junto a Miroku, Shippo y a todos los aldeanos, buscando a sus hijas por toda la aldea.

- Solo jugábamos aquí, a las escondidas – dijo Inuyasha parándose al lado del Goshimboku – Yo me tapé los ojos y empecé a contar, pero cuando terminé, las busqué y no las encontré.

- Inuyasha, te las confié ahora y me fallaste – dijo ella visiblemente ofuscada y con algunas lágrimas de desesperación que querían salir a la luz – PERDISTE A TUS PROPIAS HIJAS ¡TORPE! ¡ABAJO!

El lugar se movió un poco debido a la fuerza con la que Inuyasha besó el piso.

- Pe-pero e-ellas son fuertes y valientes como yo y… - murmuró mientras se levantaba, pero Kagome lo interrumpe.

- ¡ME VALE UN COMINO INUYASHA! ELLAS TIENEN 5 AÑOS,¡ ¿A DÓNDE PUDIERON HABER IDO?! – gritó la azabache.

- Calma, las voy a encontrar

- No, yo lo haré, ya has hecho demasiado por hoy – dijo lo último con ironía.

- Pero…

- ¡Dije que yo iré! – con esto último se fue caminando dispuesta a buscarlas, mientras que Inuyasha se quedaba allí parado.

Sí, era cierto que Kagome se molestaba por cualquier cosa, pero esto era con mayor razón su culpa, así que se fue por el camino contrario al que tomó Kagome.

-.-

Siete años exactos son los que ella está con Inuyasha.

Al primer año, ella volvió al Sengoku y descubrió –con ayuda de los pergaminos de la señora Kaede- que el pozo devorador de huesos se podría mantener abierto y ella podría ir de una época a otra como hacía tres años atrás.

Al siguiente año, Inuyasha –por fin– le pidió matrimonio y al tercero supo que estaba en cinta, no de una, sino de dos pequeñas niñas preciosas, que no solo nacieron gemelas, si no, que eran la viva imagen de su padre, las dos poseían cabello plateado y ojos dorados, sin olvidar mencionar que cada una tenía un par de orejitas en sus hermosas cabecitas.

Las habían nombrado Isayoi e Iriela.

Ambas, en luna nueva, iguales a su progenitor, cambiaban a su apariencia humana, siendo iguales a su madre, ambas con el cabello azabache y ojos chocolate.

Eran adictas al ramen –característica predominante del padre- y se divertían viendo discutir a sus padres por cosas insignificantes, y por último, ver como con una sola palabra, esta lo mandaba al piso a su padre.

"Maldito Inuyasha y maldita sea su inmadurez, si no fuera por él, ahora estaría conversando con Isayoi y jugando con Iriela. Ojalá nunca lo hubiera conocido" iba caminando repitiéndose aquel pensamiento.

De repente se sintió más cansada de lo normal, se sentó al pie de un árbol cualquiera y puso un pequeño campo de energía a su alrededor para que nadie pudiese molestarla mientras se tomaba una pequeña siesta.

Apenas cerró los ojos, los volvió a abrir, fijándose en que no se encontraba en el mismo lugar, de hecho, ni siquiera llevaba la ropa de sacerdotisa que acostumbraba a llevar en la época antigua.

¿Quién la llevó allí?… ¿Quién la cambió?

- Hey, Kagome… ¿Estás bien? – escuchó una voz masculina, conocida… muy conocida… ESPEREN…

- ¿Ho-hojo? - en ese momento se dio cuenta de dónde estaba.

En un Ford azul en el que ella iba de copiloto, vistiendo una ombliguera color lila pastel junto a un par de pantalones blancos de mezclilla, unas sandalias con tacones del mismo color, su cabello amarrado por una coleta morada alta y un collar con una perla color rosado claro… parecía la perla de Shikon que desapareció cuando derrotaron a Naraku…

¿Qué hacía allí?... ¿Dónde estaba Inuyasha? ¿Dónde estaban Isayoi e Iriela?

- ¿Qué-qué hago aquí?

- ¿No te acuerdas Kagome? – Vio como ella negaba – nos vamos a casa después de recoger a nuestro pequeño del nido – le respondió como si fuera lo más simple del mundo.

¿Nos vamos?... ¿Casa?... ¿Nuestro pequeño?... ¿Qué?

- Hojo, no estoy para bromas.

- ¿Qué pasa Kagome? - dijo él apartando un momento su mirada del frente – Antes de subir al auto estabas perfectamente bien, pero después de dormir – volvió a mirar el camino – no sé qué te pasa, es como si me hubieras olvidado a Kyun y a mí – dijo dolido

- No es eso, solo que… me siento un poco rara, nada más

- Está bien

Todo el camino era demasiado callado e incómodo.

Hasta que llegaron a una gran casa de tres pisos pintada de color marrón.

Algo rústico para estar en la ciudad.

Todo olía a madera recién cortada, y a frutas, como fresas, naranjas y limones.

¿Habría árboles frutales?

Hojo sacó un manojo de llaves del bolsillo izquierdo de su blanca camisa, y escogió la dorada para abrir la puerta de lo que parecía ser caoba.

El niño se va corriendo hasta su habitación y los dos adultos se quedan solos en la parte de abajo.

- Hojo…

- Dime – fue cortante al subir las escaleras. De verdad le tuvo que molestar el no acordarse de él.

- ¿En realidad estamos casados? – preguntó ella mientras se quedaba en el primer escalón.

- ¿Quieres que te lo demuestre? – preguntó él bajando lentamente, mirándola como cuando un feroz animal se quiere comer a un animalito pequeño.

- Yo… no… Hojo… yo…

Él se acercó a ella y la agarró de las muñecas empujándola hasta una pared, en donde la acorraló con su cuerpo que parecía estar ya excitado, besándole el cuello a Kagome, mientras que ella forcejeaba con él para que la soltara

¿Desde cuándo la miraba, la tocaba y la llamaba con tanta confianza?... antes la llamaba por su apellido, y ahora… ahora la llama por su nombre… lo dice con tanta seguridad, que pareciera que el chico tímido que ella había conocido había desaparecido por completo.

"No… no quiero esta vida por más que bonita que sea… yo quiero amor y solo lo encuentro con Inuyasha, quiero volver a ver a mis hijas, las adoro, por favor, quiero volver con mi familia, soportar la actitud testaruda, un poco arrogante y molesta de mi verdadero esposo y estar con mis juguetonas y traviesas hijas…" pensó Kagome cerrando sus ojos, deseando con toda su fuerza que todo volviera a ser como antes.

De inmediato sintió sueño en exceso, cayendo al piso volviéndose todo alrededor de ella color negro.

Sentía alrededor de ella un calor especial, como si alguien le transmitiera su preocupación y … amor.

En ese momento abrió los ojos y que Su hanyou la abrazaba con ternura, correspondiéndole al instante.

- Kagome, despierta por favor, no quiero aquí conmigo, no te vayas antes de tiempo que sin ti me muero – lo escuchó murmurar.

- Tra-Tranquilo I-Inuyasha, estoy bien, sólo me quedé dormida – respondió ella levantándose.

Recordó su deseo y aquel extraño sueño en el que la desaparecida perla Shikon había tenido que ver.

Tal vez quería que valorara más a su familia… o a Inuyasha y todo el esfuerzo que este ponía para poder ser el esposo y padre ideal.

- Encontré a las niñas Kagome, en este momento están con la anciana Kaede… estaban escondidas en las copas de unos árboles y… - calló al sentir los labios de su esposa envolviendo los suyos.

- Te… felicito Inuyasha… qué bien… que… las… encontraras – habló entre besos, mientras acariciaba lentamente los brazos de Inuyasha hasta llegar a las aberturas de su haori rojo y lo sacaba junto al kosode blanco.

- Aquí no Kagome, estamos en medio del bosque – gruñó sintiendo cómo ella tocaba aquella parte sensible por sobre la tela del fundoshi.

- Entonces no hay que perder el tiempo – lo empujo hasta el árbol más cercano y se alejó un poco de él para sacarse su propia vestimenta de sacerdotisa con una lentitud que dejaba al hanyou con las ansias de sacarle la ropa a pedazos.

Nuevamente se acercó a él, quién con ambas manos impulsó a Kagome a levantarse para que rodee su cadera con sus piernas.

Kagome tomó la iniciativa y agarró el gran miembro de su esposo colocándolo en su propia entrada para adentrarlo hasta el fondo.

- Ahhh! – grita Kagome por el placer de tenerlo dentro.

- ¡Kag-Kagome! – grita Inuyasha a la par de ella.

Los movimientos que ambos hacían se hacían más fuertes, dentro, fuera, dentro y fuera, tanto como los gemidos de parte de ella y los gruñidos de parte de él.

Cada vez sintiéndose más en el cielo, con cada arremetida ambos se alejaban más de la tierra con el objetivo de poder tocar las estrellas con sus propias manos.

Estuvieron así por unos minutos, hasta que llegaron al clímax, él se retiró de ella y se fue deslizando en forma descendente hasta llegar al piso y sentarse con Kagome encima de él.

- Te amo Kagome – reveló el hanyou.

- Yo también Inuyasha – respondió ella – quiero que sepas que Una vida sin ti, sería un gran dolor para mí, gracias por estar conmigo.

- Gracias a ti Kagome… yo solo soy un sucio hanyou que no merece estar con alguien tan bueno como tú, pero me has demostrado que eso no importa, gracias por darme una familia – dijo él mientras la besaba cariñosamente y luego con su mano busco su haori para taparlos a ambos y poder conciliar el sueño un poco.

Fin… ¡Alto!

- Espera Inuyasha… - llamó su atención al recordar algo.

- ¿Si? – abrió los ojos con pesar y se fijó en los ojos chocolates que lo miraban.

- ¿Es cierto que si yo me mu$ero tú también? – preguntó con inocencia.

- Pues claro – dijo muy serio.

- Ouu… que romántico – dijo mientras lo abrazaba con fuerza.

- ¿Por qué?, es la verdad, si ya te marqué quiere decir que estamos unidos, entonces si tu mueres yo también y al revés.

Luego de esa corta explicación, sintió como Kagome se levanta de su lugar, aferrándose al haori rojo para tapar su desnudez.

- Tú sí sabes cómo matar el momento… ¡Abajo!

Ahora sí… Fin :D


¿Reviews?... ¿Sí?

Una vez más, Gracias a todos los que leyeron mis fics, a los que

dejaron su review, a los lectores silenciosos, a todos, Gracias... y

Feliz Navidad! :3

Bye

By: valeaome