Renuncia: todo de Jinsei Kataoka y Kasuma Kondou *heart*

Prompt: #017 [Los Cuervos de las Navidades Pasadas; Fandom Insano]

Advertencia: Spoilers.

N/A: ¡Estreno fandom muerto! este manga es de mis preferidos y no lo escribiría de no ser por Boogie, a quien le regalo este drabble con la esperanza de que regrese algún día y lo lea y charlemos nuevamente.


Que coman golosinas y ella pueda mirarle entre mordiscos a una galleta y con música de piano de fondo (teclas inconstantes que rebosen sentimientos con cada Do y cada La y sean suaves y fuertes a la vez, igual que el instrumento) es suficiente.

Pues le gustaba estar con él, cuando niños, pese a su hábito de romper juguetes, y le gusta ahora que son más grandes.

Ya que aunque Ganta no la recordara, al principio, seguía siendo Ganta y que él con el paso de los años no sea otra persona es un consuelo puesto que a ella le encantaría decir lo mismo de sí, y no puede.

«Shiro es mala persona».

Y comprende que bajo sus guantes hay cicatrices incontables, ríos y ríos de estas, y sangre que brota a borbotones. No de ella, sino de otros. Muchas vidas inocentes. Como Ganta.

Entiende también que detrás de sus ojos rojizos hay lágrimas no derramadas y que tras su sonrisa amable e infantil hay otra más oscura, socarrona y cruel (una sonrisa podrida) que acarrea destrucción y pérdidas. Y lo sabe, oh lo sabe, así como que no lo merece a él tampoco.

«Pero Shiro protege a Ganta, Shiro es fuerte».

Y cuando llega el inevitable momento, cuando Ganta se entera de todo —Sorae, su madre y Hagire y los experimentos— y recuerda su niñez juntos Shiro sólo atina a llorar. Llora con ganas y con pesadumbre y diciéndose a sí misma que es preferible que sea ella la rota y no Ganta.

Que no es tan malo que fuese elegida en lugar de él.

«Shiro ama a Ganta, lo amo, lo amo, en serio que sí».

Pero continúa doliendo. En el fondo. Bajo las inyecciones y los huesos quebrados y los moretones y suturas. Duele.

No es digna de él, de su preocupación, de su esfuerzo por protegerla, de sus disculpas si le alza la voz, de sus sonrojos ante el parloteo ocasional de Senji. Shiro quiere vivir con Ganta, empero, desea con más fervor devolverle su vida al joven, aún a costa de la suya (así que le pide que la mate, por favor, que la asesine).

«Shiro lo lamenta, perdón».

Y es que eso hace un superhéroe ¿no? salvar al prójimo. Y Ganta es débil, más débil que Shiro al menos, y por eso ella debe ser la que se meta en el papel de héroe y le socorra.

No ser Shiro, ni El Hombre Rojo, sino Aceman. Por Ganta, todo por Ganta.

Para enmendarse un poquito, sentirse menos sucia y que cesen los sollozos ante la impotencia de no creerse capaz de tomarlo de la mano. Pues el piano ya no se escucha, la melodía se detuvo y las galletas se acabaron y esas cosas no vuelven y Ganta lo tiene claro.

«Pero aunque no sea capaz de perdonarte, ni tú a ti misma, está bien».

Sin embargo, no la abandona y su cuerpo es cálido contra el suyo, al abrazarle entre la esperanza centelleante (por qué por qué), demostrándole que está ahí, que ambos lo están.

Porque hasta un héroe como Aceman, merece ser salvado algunas veces.

«Y tú eres Shiro, pese a todo».

(Ganta ama a Shiro).