Digimon no me pertenece. Esta viñeta (sí, justito llega a clasificarse de viñeta) es para el Topic Taiora del foro Proyecto 1-8. Se repartieron palabras al azar a cada participante y había que hacer una historia a partir de ella, para resumir todo en pocas palabras.
Mi palabra para esta viñeta fue: secreto.
Espero disfruten n.n
Sólo los bomberos saben.
Taichi y Sora caminan juntos por la vereda de su edificio. Siempre lo hacen. Suele ser lo primero que hacen en el día, lo último que hacen a la noche. Si alguien pregunta, sus respuestas son siempre las mismas. El silencio. Si nadie pregunta, entonces nadie contesta. Siempre igual. Suena a algo simple, ¿no? Nada extravagante. Puede ser que les guste caminar, que lo hagan por una costumbre. Y sin embargo, todos se preguntan por qué lo hacen. Algunos se atreven a espiarlos, otros a caminar con ellos en esas salidas. Los más atrevidos hasta han organizado reuniones justo en esos momentos. A ninguno de los dos les importa. Siempre lo hacen, y tal parece que siempre lo harán.
Taichi y Sora caminan juntos por la vereda de su edificio. De esquina a esquina, unas cinco veces. Los vecinos se asoman cuando se acerca la hora, por el mero gusto de comprobar que están haciendo lo que ellos saben que están haciendo. Los autos que pasan son los únicos que nunca les prestan atención. A excepción de un camión que usualmente anda por esa calle, haciendo un ruido más que peculiar e identificable al instante, nadie más que vaya sobre dos, cuatro o más ruedas piensa en qué podría ser que llevara a un castaño y a una pelirroja a caminar tanto tiempo juntos.
A decir verdad, las historias que parecen ser respondidas sólo mediante magia son que menos la contienen a la misma, y ésta no es la excepción. Para poder ser sinceros, tenemos que ir a ese primer día. Una semana después de que ambos se mudaran juntos. Ordenaban los últimos detalles, sonriendo, bromeando y, de forma fugaz, enojándose con el otro. Por alguna razón, a pesar de la música alta, cortesía de Sora, escucharon una sirena, que pasaba por la calle de su ventana.
— ¿Qué habrá pasado?— preguntó Sora, hablándose a ella, a su pareja y a la calle.
—Algún incendio —respondió Taichi, con cara de pena pero sin dejar de hacer lo que estaba haciendo.
—¿Incendio? Tendríamos que ver humo, o algo —dudó la pelirroja, insatisfecha con la respuesta que él le ofrecía. Sin ánimo de insistir lo había hecho él. Era lo que más probable le parecía, no más. Y ahora, estaba convencido de ello por alguna razón.
—Ha sido un incendio Sora, créeme. Sé lo que te digo.
—¿Y por qué tan seguro? — preguntó ella.
A lo que él calló.
De alguna manera, sus orgullos terminaron encendidos, haciendo la más remota apuesta que podría ocurrir en los fines de una mudanza. Salieron a comprobar quién tenía razón. El objetivo, como cuando eran niños, era dejar en ridículo al otro. Hacer que cumpliera una promesa que le hiciera quedar mal en algún sentido o, al menos, le costara cierto esfuerzo. Sin maldad, sólo entre risas. Era lo que los hacía tan especiales, poder conservar, uno gracias a la tra y viceversa, a ese niño interior.
La razón era de Sora. Taichi tendría que pagar. Lo hizo caminar. Sin decir nada, dos veces al día. La idea de ella, que todos los que lo vieran se preguntaran por qué lo hacía, y que, al nadie poder dar una explicación, quedaran perplejos ante el comportamiento del castaño. Sabía que eso le frustraría, lo suficiente para reírse, no demasiado como para hacerlo enojar. Al final, como siempre, ella terminó acompañándolo. Se volvió su pequeño secreto personal. Su forma de recordarse que siempre serían así, y que, al final del día, sólo los bomberos podrían entenderlos.
