I
De regreso a Arkham.
Las puertas metálicas se abrían lentamente, como lo hacían en las películas de terror, sólo que esta vez no era ninguna película, era la vida real y ella regresaba por cuarta o quinta vez (no sabía, realmente. Había perdido la cuenta) a Arkham. Regresaba siempre sola, nunca en compañía de su pudding. Cuánto hubiera deseado, que si los atrapaban, entrasen ellos dos, gritando y explotando a carcajadas, desconcertando a los psiquiatras, planeando el próximo escape.
Pero nunca pasaría. A Harley jamás la "atrapaban", siempre era él, en un ataque de histeria, por un plan fallido, o uno demasiado exitoso llevado a cabo por ella, que se veía obligado a un cruel castigo: golpes, azotes, caer de un barranco, quebrarse costillas, piernas, o brazos, mientras ella sólo terminaba siendo encontrada por la policía o el imbécil de Batman. Era entregada, así de simple.
—Es la secuaz del Joker –comentó uno de los guardias—, trae la camisa de fuerza, no queremos otra fuga. ¿Sabes cómo está la prensa desde que se enteraron que vendría de nuevo aquí?
—Olvídalo, Frank, mira como está. —El otro hombre sacó un cuaderno y leyó: —"Brazo torcido, fractura de tobillo". ¿No te das cuenta de que es sólo una distracción? No creo que tenga deseos de escapar.
—No, no, tú eres el que no entiende, Otto —rió Frank—Debe ser porque eres nuevo aquí, pero Harley Quinn no es chiste, está obsesionada con el Joker y no importa lo que le haga, siempre volverá como una perra. —Y, esta vez, ambos rieron. Harley solo se limitaba a mirar el suelo; siquiera era capaz de pensar en su dolor físico, sólo en el emocional. Porque muchas veces pasaba, pero esta vez…
Esta vez era diferente.
Los hombres le colocaron la camisa de fuerza y la depositaron en su celda, que estaba alejada de las principales; era fría, húmeda, la luz se filtraba escueta y tenebrosamente por una rendija, y las paredes tenían marcas de sangre o estaban desagradablemente rayadas. Era obvio que se la quería muy lejos; ni ella recordaba por donde había entrado, y sabía que para eso había una zona llamada "Laberinto". La recordaba; así había conocido al Joker, después de su enésimo intento de escape.
La rubia se puso de pie y caminó en círculos, pensando, pensando una y mil veces qué fue lo que hizo mal para haber sido devuelta a Arkham.
—Oh, pudding… tal vez debería dejar de intentarlo. Si no soy útil para ti… ya no tiene sentido volver a estorbar.
Y por primera vez, desde que cambió sus ropas y nombre, se puso a llorar.
...
—¿Va a ir a ver a Quinn, señor Bruce?
—Tengo que interrogarla, Alfred… tal vez sepa que fue del Joker y finalmente podré atraparlo y acabar con todo esto. No puedo proteger a Gótica del mismo loco tantas veces, y, aunque no lo parezca, Quinn lo conoce mejor que cualquier otro. —Bruce se colocó la máscara de Batman y emprendió el viaje para la cita con la paciente. En el fondo, sentía algo de lástima por esa mujer. ¿Cuántas veces más pensaba en seguir regresando al asilo por las mismas razones? Recordó cuando la encontró, hace dos semanas...
—Mr. J… ¿Batman… Batman ya está muerto? —Asomaba la cabeza por entre los escombros de la explosión, pero, cuando intentó ponerse de pie, gritó. —¡Mierda! Creo que me he roto el tobillo —se quejó, cojeando como una moribunda mientras buscaba con la mirada al psicópata que ya estaba de pie, sacudiéndose el polvo del traje violeta. Bruce estaba escondido detrás de una de las estatuas que habían permanecido intactas; necesitaba descansar un par de minutos.
—Nena, si no puedes llevar el ritmo, papi no puede esperarte toda la vida. —Y, con terror de quedarse sola, fue corriendo hacia los brazos que extrañamente estaban abiertos; pero el dolor era tal que la hizo tropezar a sus pies. —Estás muy lastimada –le dijo con falsa pena y le acarició la frente, y ella no hizo más que sonrojarse y sonreír—, así que, jejeje, dejemos que Batsy te recoja y te lleve a donde puedan cuidarte.
—¿Qué? Oh, puding, no me dejes… cada vez es más difícil salir de allí sin tu ayuda... —Con desespero le abrazó una pierna. —Puedo seguir el ritmo, mira. —Se puso de pie y se escuchó un crujido desagradable. Harley volvió a caer.
—¿Lo ves, cariño? —La tomó del pecho y la levantó a su altura. —¡No sólo colocaste mal el tiempo de detonación, si no que todos estuvimos a punto de morir! ¡Si me acompañas, solo estorbarás, tonta!
—Pero, puding, yo puedo hacerlo mejor. —Unas lágrimas amenazaban con resbalar por su rostro. —¡Sólo tienes que darme la oportunidad adecuada! —Nunca le había gritado, pero tenía que hacerle entender que realmente sí podía.
—Olvídalo, niña. —La tiró al suelo y escapó. Bruce corrió tras él, pero algo se había aferrado a ambas piernas obligándolo a tropezar. Se sacudió, pero, cuando lanzó una patada, se dio cuenta quién era la única persona que podría detenerlo de esa manera. Sus ojos se cruzaron con los de la verdadera Harley Quinn: una chiquilla llorando, empecinada en proteger la que más amaba en el mundo pase lo que pase.
—¡Déjalo en paz! ¡Deja en paz a mi puding! —le gritó, impotente; no tendría la fuerza suficiente para detenerlo por más tiempo. Y la prioridad de Batman era no dejarla morir, por lo que la cargó en brazos y, bajo una lluvia de insultos y sacudidas, consiguió dejarla en un hospital para que la trasladaran a Arkham.
—Si usted está seguro, joven Bruce, buena suerte... Y trate de no mencionar a su "novio", la última vez regresó con un ojo morado.
—Descuida, tendré cuidado. —Subió al batimóvil y emprendió marcha.
Volver a ese lugar no le hacía mucha gracia. Cada cinco celdas, tres de sus ocupantes lo conocían y no perdían la oportunidad de reír como psicópatas o jurar venganza. ¿Cómo podría alguien interesarse en trabajar allí? Y, aun peor, ¿lograr enamorarse de uno de sus pacientes más crueles y peligrosos? Suspiró y entró por una de las salidas de emergencia, para no llamar la atención, acompañado del comisionado Gordon, para evitar problemas.
—¿Estás seguro de esto? ¿Crees que ella sepa algo?
—Lo más probable es que si. —Caminaban a paso rápido. —¿Seguro que este es el camino?
—Si, la última vez, no sé si lo supiste, el Joker fue encerrado en la sección Laberinto del asilo. Es un complejo lleno de pasillos y algunos sin salida para evitar que los prisioneros escapen, no sin antes darles tiempo a los guardias para atraparlos. El Joker consiguió salir de ahí, pero fue porque Quinn estaba libre, y había hecho marcas en las paredes. Técnicamente, como aquí no pueden acceder a nada, si no tienen ayuda del exterior, se pierden. —El hombre se detuvo delante de una puerta metálica, y le dijo al que la custodiaba: —Soy el comisionado Gordon; hice una cita con la paciente Quinn. El guardia lo miró, luego a Batman, y abrió la puerta con cuidado.
—Si tiene problemas, estaré aquí para solucionarlos. —Aclaró, mostrando un rifle con dardos tranquilizantes.
—Gracias, seguro estaremos bien. De todos modos, yo me quedaré aquí afuera. —Prendió un cigarrillo, y dejó que el hombre enmascarado entrara.
De todas las que había visto en su vida, las celdas de la sección Laberinto eran las más deprimentes y deplorables; no era extraño que varios intentaran suicidarse luego de pasar años allí.
Buscó a Harley con la mirada, alerta por si acaso, pero ella se encontraba en la cama mirando el techo, con la piel tan blanca como un muerto y los ojos un tanto hinchados, seguramente por haber…
—¿Has estado llorando por él? —preguntó. Harley lo miró, sorprendentemente, sin odio alguno.
—Ya no lloro más, Batsy —rió—, sólo cuento el tiempo.
—¿El tiempo para cuando él llegue?
—No, sabemos que él no va a venir por mí —Dijo con desgano, negando con la cabeza.
Era una mujer completamente distinta a la que conocía, pero, aunque había sido engañado un par de veces antes con la misma historia, ¿qué era diferente ahora? ¿La falta de euforia en sus palabras?, ¿los suspiros ausentes cuando lo mencionaba?, ¿decir "él" en vez de "puding" o "Mr. J"?. Tal vez había llegado el día en que Harley Quinn volvería a ser Harleen Quinzel. Quizá podría recuperarse de todo el daño, salir de Arkham por su buena salud, hacer una vida normal.
—¿Qué te hace creer eso? —Preguntó.
...Sin embargo, no podía caer tan rápido en la "transformación" de la chica.
—Mira, tú deberías saberlo más que nadie. Cuando pasas tanto tiempo viendo a la tonta de Quinn siendo devuelta una, y otra, y otra vez al mismo lugar, no porque tú la hayas atrapado, si no porque su compañero la abandonó, te hace pensar en dos posibilidades: ella seguirá con eso, o se cansará. Siempre pensé que sería lo primero, pero… soy humana y no lo suficientemente enferma y con la fuerza necesaria para seguir.
—¿Dijo algo diferente a las veces anteriores?
—No, simplemente… no importa cuánto me esfuerce, no va a resultar. Y tú, dime, ¿a qué has venido?
—Necesito que me ayudes a encontrarlo y encerrarlo. Lo conoces, seguramente sabes qué planea.
—No, Batsy, juro que no lo sé. Antes de la explosión, no mencionó nada.
—Todo el cuerpo de investigación cree que lo sabes, y yo también. Si no es por las buenas, el Dr. Arkham puede obligarte a decirlo; este es un asilo psiquiátrico, no tienes ningún derecho. Además, te recuerdo que, al estar en esta sección, eres considerada extremadamente peligrosa. —Le señaló la camisa de fuerza. —Evita un sufrimiento innecesario.
—Uuuh… ¿torturas psicológicas? ¿Qué pasa? Ese no es estilo de Jimmy.
—El último plan del Joker casi mata al hijo del alcalde; no está en su momento más humano. Asignó al detective Kolter para hacer los trabajos más…
—Sucios, me doy una idea. Pero quédate con la que yo te diré por última vez: no tengo idea de que está planeando, ni donde está, pero presta atención a los pedidos que se encarguen en tiendas de armas o fábricas de explosivos... Son muy adictivos y le gustan demasiado.
—Lo tendré en cuenta, pero… —No podía creer que sintiera lástima por ella, pero era la realidad... —No sigas haciendo nada por él.
—Si lo hiciera, sólo estorbaría.
