Las Estrellas Entre Nosotros
¿Jamás se han preguntado qué pensarían las estrellas si tuvieran mente propia? ¿Qué nos podrían decir de todo lo que han visto desde el cielo? Desde su nacimiento en la oscuridad hasta su fin en la luz, de algo se puede estar seguro: si las estrellas de Lylat System pudieran compartir historias de lo que han visto, seguramente quedarían asombrados.
Desde el inicio de la vida uno de los planetas hasta el expansión de toda sus razas alrededor del sistema. Sus batallas, sus innovaciones, tanto lo que pudieron observar las estrellas desde arriba en silencio.
Pero aunque suene fascinante para nosotros, no crean que las estrellas estarían asombradas de ver la historia desarrollarse frente a sus ojos. Hay ciertas ocasiones en donde la historia se repite y el asombro es arrebatado por eventos trágicos que ocurren una y otra vez, pero con caras y circunstancias diferentes.
Pero este ciclo era posible de romperse y Dash Bowman juró retar al destino que las estrellas predestinaban y hacer todo lo que estuviera a su poder para limpiar el horrendo pasado que yacía en su familia. Con solamente 18 años de edad, el joven Dash Bowman logró graduarse con honores de la academia de Corneria y asistió al ejército cuando los Anglars atacaron el Sistema Lylat. Recibiendo medallas, honores y varios ascensos, el joven primate parecía haber limpiado el nombre de su familia… pero para él, no era suficiente.
Aunque siempre hubiese admirado la inteligencia de su abuelo, el malvado científico Andross, tenía presente las atrocidades que había hecho en el pasado. Sabía que el planeta Venom era su legado más espantoso y Dash estaba dispuesto a aceptarlo para transformarlo en un planeta pacífico y capaz de albergar vida. Desde el primer día que entró a la Academia de Croneria, todos los ojos estaban puestos en él y aún así logró ganar el respeto de varios superiores.
Entre ellos estaba el General Peppy Hare, que con buenas intenciones lo introdujo a varios funcionaros del gobierno de Corneria que estaba seguro que lo podrían ayudar a reconstruir el inhóspito planeta. Así logró hacer alianzas y lo que comenzó como un simple proyecto de exploración por Venom, terminó siendo la construcción de un nuevo planeta que pronto fue reconocido como un lugar habitable por las Organización de Planetas Unidos.
El día que anunciaron a Dash Bowman como canciller del país capital del planeta Venom, el primate estaba convencido que le había probado a las estrellas que su predicción había sido incorrecta. El destino es algo curioso que Dash se sintió dueño y lo manejó para tomar el legado de su abuelo y transformarlo en algo mejor para la galaxia.
Peppy se sentía orgulloso de Dash; cuando se encontraba leyendo el periódico que celebraba el éxito del joven primate, supo que había hecho bien al no juzgarlo por ser el nieto de Andross. Pero el sonido de una campana le quitó su atención del periódico y con una sonrisa lo dobló dejándolo a un lado del banco mientras esperaba ansiosamente de ver a sus nietos.
Una de las pocas cosas que disfrutaba de su vida de jubilado era poder recoger a sus nietos de la escuela y quedarse con ellos por un par de horas. Cuando notó a varios niños salir corriendo del edificio, Peppy se acomodó en su banco en el parque del frente sabiendo que sus nietos solían tardarse un poco para salir y ajustando su sombrero de vaquero, se preparó para esperarlos por unos minutos más.
Finalmente pudo diferenciar entre la gran cantidad de niños un pelaje azul turquesa detectando así a Marcus, quien naturalmente se encontraría con su otra nieta Molly y el pequeño Ben. Peppy le agradeció al cielo que los hermanos de Ben Toad asistieran a otra escuela ya que sino fuese así, le tocaría recoger a sus otros cinco hermanos y hermanas.
-¡Abuelito! —gritó con gran felicidad la pequeña Molly de doce años mientras corría hacia el parque para encontrarse con su abuelo, Marcus y Ben siguiéndola bien de cerca.
Después de compartir sus saludos, Peppy se levantó con un poco de dificultad del banco para dirigirse a su casa a un viaje de autobús. Mientras esperaban en la parada, los niños no tardaron mucho para iniciar una conversación con su abuelo.
-Abuelo Peppy, —dijo el pequeño Marcus llamando su atención— ¿tú hiciste la prueba de ingreso para la Academia de Corneria, verdad?
-Por supuesto, Marcus —respondió Peppy con una sonrisa.
-Está bien, ¿podrías decirle a Ben que no es tan difícil? —dijo Marcus con un tono de voz molesto dirigiéndose a su amigo anfibio— estoy seguro que los tres pasaremos sin problemas.
-Es fácil decirlo para ti —respondió molesto Ben Toad con casi un salto a su amigo— tú y Molly no se marearon cuando fuimos al emulador de vuelo en el museo el otro día.
-Pero al menos no vomitaste como el resto —agregó Molly.
-No, no vomitó en frente de los demás como el resto —corrigió Marcus cruzando sus brazos— a mi me tocó llevarte al baño para que vomitaras en uno de los inodoros y no en las vasijas de la exhibición.
Lo que comenzó como una charla casual terminó siendo una pelea inmadura entre los dos niños de once años. Mientras que Molly cruzaba sus brazos y suspiraba molesta, Peppy se rió al notar lo parecida que era la pequeña a su mamá Lucy. Desde que el conflicto con los Anglars terminó, el Equipo Star Fox decidió separarse para iniciar una nueva vida. Fox yendo a buscar a Krystal, Slippy regresando a los brazos de su prometida y Falco desapareciéndose del mapa como siempre. Aunque de vez en cuando escuchara del halcón, Peppy no podía evitar extrañar un poco al pajarraco necio cabeza de alcornoque. Lo último que había escuchado de él, que le había contado Fox, era que se encontraba viviendo en Zoness con un hijo. Al igual que Slippy y Fox, Peppy no tenía idea de quién era la madre del niño; por Dios ni siquiera lo había conocido en persona. Pero estaban seguros que no podía ser Katt Monroe ya que ella vivía en Corneria con una hija. El único que hablaba con Falco era Fox, que hablaban por teléfono muy seguido pero por alguna razón siempre evitaba verlos en persona siempre poniendo una excusa cada vez que trataban de organizar alguna visita o reunión.
Peppy se encontraba tan absorbido en sus pensamientos que no notó el bus y muy asustado miró como sus nietos entraron al vehículo y partieron sin él. Mientras que el pobre corría desesperadamente atrás del bus, los niños bajaron sus ventanas para reírse de su abuelo desatento que ignoró sus múltiples llamados.
El conductor se detuvo cuando notó a un anciano conejo con sombrero de vaquero corriendo atrás de él y después de abrir sus puertas, lo observó extrañado notando su mirada furibunda que dirigió a sus nietos que se encontraban en unos asientos tratando de retener sus risas sin éxito alguno.
-Si me da un paro cardiaco y muero, quiero que sepan que mi espíritu los acosará para siempre —dijo enojado Peppy mientras se sentaba entre Ben Toad y Molly, quienes se tapaban su boca de sapo tratando de retener su risa.
-Fue tu culpa por no hacernos caso —dijo Molly mientras se reía.
-¿En qué pensabas abuelo? —cuestionó Marcus— parecías muy concentrado. ¡Estoy seguro que estabas pensando en tus días como piloto!
-No seas inmaduro —respondió Molly molesta mientras abrazaba el brazo de su abuelo— estoy seguro que abuelito estaba pensando en algo más importante.
-Es cierto —dijo Ben mientras volteaba a ver a Marcus con una sonrisa— ¡estoy seguro que estaba pensando en cómo pateó el trasero de los malos cuando era piloto!
Ambos niños chocaron palmas emocionados mientras que Molly volvía a suspirar molesta. Peppy solamente sonrió y miró a Ben y a Marcus. Definitivamente eran las vivas imágenes de sus padres. Cuando Fox y Krystal tuvieron a Marcus, Slippy y Amanda aparecieron con seis bebés unos meses después que nacieron al mismo tiempo y Peppy no se sorprendió cuando Slippy anunció su vasectomía un año después.
-¿Cómo está tu hermanita, Marcus? —cuestionó Peppy tratando de cambiar el tema de conversación, no se sentía cómodo de hablar sobre Falco con los niños ya que para ellos era un completo desconocido—, tu madre me contó que había estado algo enferma estos últimos días.
-Solo es una gripe —respondió Marcus sin darle mucha importancia— todos los niños de la clase de Vixie se enfermaron y tuvieron que cancelar clases en su guardería con miedo de que se enfermaran más. Pero mi hermanita es fuerte, podrá ser llorona y callada pero sé que puede soportar una gripe.
-No es justo —se quejó Molly mientras cruzaba sus brazos— yo quiero tener una hermanita.
-Si quieres te regalo uno de los míos —dijo el pequeño sapo anaranjado molesto— ¿sabes lo que es compartir tu cuarto con tres hermanos? ¡Es horrible!
-¿Qué hay de tus hermanas? —cuestionó Marcus— ¿no puedes compartir cuarto con ellas?
-Son niñas así que solo lo comparten entre dos —respondió Ben— pero son tan niñas que jamás pondría un pie en su territorio. No me caen bien las niñas.
-¿Qué hay de mi? —preguntó furiosa Molly— ¿te caigo mal por ser niña?
-No, a ti te tolero —respondió Ben sacándole una risa a Peppy por su respuesta— tu no tratas de maquillarme o ponerme perfume cuando me quedo dormido viendo televisión.
Lucy Hare, la hija de Peppy, tristemente había sufrido el mismo destino que su padre y era una mujer viuda cuidando a su hija sin un padre que la acompañara. Pero la liebre jamás se encontraba sola, recibiendo ayuda constante por parte de su padre y de sus amigos (sobretodo de Krystal, Katt y Amanda) Lucy supo que Molly y ella tenían una familia tan grande que jamás se enfrentaría a algo por su cuenta. Peppy se sintió triste al pensar cuántas veces su hija le dijo de pequeña que cuando fuera madre tendría por lo menos tres hijos, pero debido a las circunstancias apenas pudo tener una.
-Abuelito, ya estamos cerca de nuestra parada —dijo Molly llamando su atención.
-Sí y tú tienes las llaves así que no te podemos dejar —dijo Marcus con una sonrisa traviesa, igual que su padre cuando tenía su edad.
Al retirarse del ejercito, Peppy buscó una casa humilde en las afueras de la capital para tener un jardín donde sus nietos podrían visitarlo para jugar. Después de dejar sus mochilas en la sala, los niños fueron con su abuelo a la cocina para comer el almuerzo que Peppy les tenía preparado. Mientras comían, los niños hablaban de lo emocionados que estaban por la prueba que se acercaba.
Queriendo seguir los pasos de sus padres, el trío había decidido entrar a la Academia de Corneria juntos y convertirse en pilotos. Se podía ingresar a la institución cuando los niños fueran mayores de once años y los pequeños ya estaban cerca de terminar su último año en la escuela para aplicar a la academia.
-¿No sería genial que nos dejaran volar naves de verdad en la prueba? —dijo Marcus casualmente mientras comía sus verduras con un poco de disgusto— la única vez que papá me dejó subirme a una fue cuando me llevó a su trabajo en el ejército.
-Yo siempre ando entre naves —dijo Ben con una sonrisa confiada— mi papá siempre anda arreglándolas y yo siempre estoy ahí para ayudarlos.
-Yo no necesito haber estado en una nave para saber que volaría una mejor que ustedes —respondió Molly sabiendo que ella jamás había tenido la oportunidad de estar en una nave de asalto— estoy segura que sacaré mejor nota que ustedes en la prueba.
Algo que había notado Peppy durante su conversación era el nerviosismo que emitía Ben cuando el tema de la prueba salía. Después de terminar su comida y lavar los platos, los niños se fueron al jardín para pasar el resto de la tarde jugando futbol, aunque Ben les dijo a sus dos amigos que los alcanzaría después. Sin darle mucha importancia, Molly y Marcus hicieron una carrera hacia el jardín para ver quién era más rápido. Cuando Peppy terminó de guardar los platos, se extrañó al ver a Ben contemplando unos marcos de fotos en la sala.
-¿Pasa algo Ben? —preguntó Peppy mientras se acercaba curioso de ver cuál foto se encontraba mirando. Levantó el marco y pudo ver una foto que siempre conservaba con mucho cariño, era una en donde se encontraba con Fox, Falco y Slippy después del Lylat Wars celebrando en un pequeño bar su victoria en la guerra.
-¿Y si no soy tan listo como mi papá? —dijo Ben preocupado mirando a Slippy en la foto— sé que él jamás fue tan buen piloto como el tío Fox o ese Falco que siempre habla, pero al menos podía construir cosas geniales y reparar cualquier cosa. Yo sé que no seré tan bueno como Molly y Marcus, ¿qué podría hacer yo si no soy tan listo como él? ¿Y si no apruebo esa estúpida prueba?
Preocupado por Ben, Peppy se preguntó qué podía hacer para aumentar su confianza. Mientras que Ben continuaba mirando la foto, Peppy se quitó su sombrero de vaquero y se lo puso al niño sapo. Cuando sintió el material teniendo contacto con su cabeza, el niño observó extrañado a la liebre que con una sonrisa le dijo:
-Ese es mi sombrero de la suerte, más te vale cuidarlo ya que lo necesitarás para la prueba.
Ben respondió dándole un gran abrazo y con una sonrisa, corrió al jardín para unirse al juego con sus amigos. Peppy se rió y pensó que necesitaría comprar otro sombrero prontamente; aunque no de vaquero, quería dejarle el estilo del oeste a Ben.
El primero que vino para recoger a su hijo fue Slippy, que con sus otros cinco hijos apareció frente a su casa para saludarlo. Después de saludarse entre todos, los niños se fueron al jardín para jugar con el trío y los dos adultos se fueron a la cocina para servirse un poco de café.
Mientras que Peppy preparaba la cafetera, Slippy le contaba a su viejo amigo las novedades de su trabajo que involucraban máquinas de industria pesada para Venom. Ahora que el planeta ya podía albergar vida, la agricultura se encontraba desarrollándose en proporciones masivas y una empresa le pidió su ayuda para mejorar la maquinaria.
-¿Has hablado con Falco? —le preguntó Peppy a Slippy— si no recuerdo mal su cumpleaños es en Junio.
-Ese pajarraco ni se molesta en contestar el teléfono —respondió molesto Slippy mientras revisaba la cafetera de la liebre, que lo encontraba algo lenta para su gusto— y las pocas veces que lo hace siempre está ocupado haciendo mil cosas al mismo tiempo. La última vez que fui a Zoness lo busqué para visitarlo y nadie me recibió en su casa, sus vecinos me comentaron lo felices que estaban cuando la mujer loca de a lado se fue dejando abandonando a su familia. Ahora tenemos una pista más de quién podría ser la madre del hijo de Falco: una maldita mujer loca que hacía mucho ruido.
-Si tan solo hubiera dejado el orgullo a un lado —dijo Peppy mientras servía el café al invitado— estoy seguro que hubiera tenido una vida feliz con Katt.
-No lo sé —respondió Slippy— entre tú y yo, escuché cuando Amanda hablaba con ella y le comentaba lo mucho que se peleaban cuando eran novios. No es que el ex esposo de Katt sea una maravilla pero al menos ese maldito ayuda un poco con la crianza de Kathy.
-Estoy feliz que Katt no lo perdonara —dijo Peppy recordando el difícil divorcio que había cruzado la felina, aunque jamás fuera muy cercano a ella apreciaba su amistad con su hija— la infidelidad no es algo perdonable si me preguntas a mi.
Antes de que su conversación continuara, escucharon un ruido en el jardín y mientras que Slippy iba a revisar, Peppy atendió la puerta al escuchar alguien abriéndola. Eran Lucy y Amanda, que con una sonrisa saludaron a la liebre mayor mientras entraban a la casa.
-¡Tom me empujó primero! —se quejó una de las sapitas mientras lloraba en el suelo.
-¡No es cierto! —gritó otro de los sapitos furibundo— ¡Gisel fue la que me pegó cuando no quise pasarle la pelota!
-No pasaron cinco minutos y ya hay problemas —dijo Amanda con un suspiro mientras se retiraba al jardín para ayudar a su esposo con los niños.
Con una sonrisa, Peppy y Lucy fueron a la cocina para preparar la cena que les esperaba esa misma noche. Era una costumbre de ellos que cada viernes se juntaran después de la escuela y el trabajo para compartir una cena familiar entre todos. Otra razón para disfrutar su vida de veterano retirado, pensó Peppy con una sonrisa mientras que Lucy sacaba el pastel que había comprado en la pastelería.
Cuando escucharon el timbre, Peppy se acercó sabiendo quienes eran los últimos que faltaban. Para su sorpresa, no se topó con Fox, Krystal y su hija Vixie; tenía frente a él a un perro café con el uniforme de piloto y un casco verde en su brazo.
-¡Si es el viejo Peppy! —dijo Bill Grey con una sonrisa mientras abrazaba a la liebre.
-¡Bill! —replicó extrañado— no esperaba verte hasta Navidad.
-Bueno, tenía unos asuntos aquí en la capital y decidí pasar a saludar —el perro observó a la liebre y dejó que una carcajada se escapara de su boca, cada día su pelaje se tornaba más blanco— maldición, estás viejo amigo.
-También te pasará a ti —replicó con una risa dejándolo pasar.
En el momento que entró, se podían escuchar los gritos de los dos sapitos peleándose entre ellos y sus padres tratando de tranquilizarlos.
-¡Qué dicen si dejan de pelear y vienen a saludar a su tío Bill! —gritó el perro llamando la atención de todos, fue así como el ejército de niños se lanzaron sobre él para abrazarlo entre todos.
Peppy se rió, los niños adoraban a Bill. Aunque el perro hubiera logrado llegar al puesto de coronel sin problemas, jamás se casó diciendo que no necesitaba una esposa para ser feliz. Aunque Fox le comentó a la liebre que estaba seguro que estaba enamorado de alguien y jamás logró superarlo.
En el momento que Lucy salió de la cocina para saludar a su hija, Bill se levantó rápidamente para arreglar su uniforme ahora desarreglado por el ataque de los niños. Peppy observó bien el comportamiento del perro y suspiró, definitivamente tenía que estar de acuerdo con Fox y su teoría de por qué Bill jamás se casó.
Un pequeño rato después aparecieron Krystal y Fox, quien tenía en sus brazos a una pequeña zorrita café muy bien abrigada durmiendo tranquilamente. Cuando Vixie abrió sus ojos turquesas, iguales a los de su madre, y miró a la liebre frente a ella, la pequeña extendió sus brazos queriendo ser cargada por su abuelo. La pequeña a penas tenía tres años y cuando estaba enferma le gustaba dormir entre los brazos de Peppy.
Cada viernes era un día especial para la liebre, era uno de esos momentos que le recordaban lo feliz que estaba con su vida. Cuando se sentaron el la gran mesa del comedor para refaccionar, Peppy le hubiera gustado tener unas cuantas sillas extras para aquellas personas que le hacían falta. Muchas veces deseaba poder ver a Vivian junto a su nieta o a James con los niños compartiendo sus historias de las travesuras que hacía con él cuando estaban en la escuela, también le gustaría volver a ver a su yerno para que le contara lo orgulloso que estaba de su hija mientras observaba sus fotos en su billetera o incluso a Falco, que seguramente se estaría quejando por el ruido o por el café. Pero aunque extrañara mucho a aquellas personas, no podía negar lo feliz que se sentía cada viernes cuando iba a recoger al pequeño trío de la escuela y después en la noche compartiría una cena con el resto de su familia.
Las estrellas en el cielo podían observar esa felicidad, aquella alegría que emitía la acogedora casa de la liebre a las afueras de la capital de Corneria que siempre iluminaba las noches de los viernes con cada cena que compartía con su familia. Pero al igual que podían ver el feliz y dulce presente, también podían saber y predecir el futuro que se aproximaba. Ya que, después de todo, la historia tiende a repetirse...
