El diario de una chica rara.

Hoooolaaa! Este es la segunda historia que, creo yo, irá para largo. Espero la disfruten en leerla como yo disfruto en escribirla...okey.

=Demeshita! PowerPuffGirl Z no me pertenece, solo la historia... ¡está recién sacada de mi imaginación!

=Universo Alterno


Desde que cumplí 12 sentí un cambio muy notorio, no fue físicamente como se piensa. Desde ese entonces me sentí más sola de lo normal. Siempre observaba todo en silencio, apartada de los demás, analizaba mi entorno. Durante ese tiempo prendí que cuando una persona es buena con los demás terminan usándolo, que las personas por más rudas o maleantes que parezcan tienen un lado demasiado meloso, que hasta el ser más inocente tiene perversión en su mente y que las personas directas o serias se ocultaban bajo esa faceta.

Desde que tengo memoria tuve una infancia complicada, siempre me evitaban mis compañeros de curso y me decían cosas hirientes para reír un rato. Nunca me afecto eso directamente, así que esos estúpidos cometarios se me resbalaban. Nunca tuve un amigo real, me encantaba platicar con Blossom, mi amiga imaginaria. Me tachaban de loca y Blossom los regañaba, eso siempre me causaba gracias por lo que me reía.

A los 7 años descubrí que Blossom no era mi amiga imaginaria, si no que esa niña de enormes ojos rosados y enorme moño rojo era mi conciencia, mi loca y sobre protectora conciencia. A menudo me perdía del mundo, subía a cualquier árbol alto y me pasaba horas observando aquella sociedad de mierda, platicando con ella.

Durante mi niñez evité un poco a mis padres, rara vez congeniaba con ellos. No les conté muchas de las cosas importantes que me sucedieron, como la primera vez que se me cayó un diente o cuando aprendí a leer, pero a los años aprendí a relacionarme con ellos. A mi hermana Kuriko, siempre la evité completamente, me parecía infantil y chillona, completamente chillona.

A los 14 años comencé a trabajar con la señorita Keane en la biblioteca de la ciudad. Me dedicaba a acomodar los libros o limpiar los estantes. Casi siempre me regañaba con un "Una niña no debe trabajar aún". Le había pedido ayudarla desde que comencé a confiar en ella, ella es una de las pocas personas en las que llegué a admirar.

Keane fue una desconocida que llegue a querer casi de la misma forma en que amo a mi familia, la considero como parte de ella. A pesar que nunca tuve un amigo real en quien confiar o a alguien tan cercano a mí, mamá, papá, Kuriko y Keane siempre me apoyaron.

Al cumplir 15 años salí de la secundaria y mis padres me adentraron a un colegio de paga, decían que era una chica dotada y que debía desenvolverme más. En el colegio seguía comportándome igual, no por estar en un lugar así me comportaría como alguien que no era. Sin saber el motivo los profesores comenzaron a regañarme más de lo normal. Ahora acababa de cumplir 16 años.

Estaba de costado sobre mi cama observando la libre danza que hacia la gruesa cortina que cubría mi ventana. Desde horas atrás sentía una opresión en el pecho, como si algo abrumador estaba a punto de pasar. Con cansancio miré el reloj, faltaban unos minutos para que sonara la alarma.

Como de costumbre, tomé las cosas necesarias y salí al baño. Salí de mi habitación sin hacer ruido alguno, mi padre había llegado muy tarde en la noche de una reunión laboral y mamá se estaba preparando para su próximo viaje, así que aún dormían. Noté que casi amanecía así que me adentré al baño. Pasados unos minutos salí con una toalla enredada en la cabeza mientras me abrochaba la falda del uniforme.

Era viernes y también el último día antes de vacaciones, no me desagradaba la escuela pero me aburría la rutina. Estaba consiente que estudiaba para ser una más del montón y que competiría en una eterna competencia de quien era el mejor en algo, pero inconscientemente sacaba muy buenas notas.

Entre a mi habitación acomodándome el polo escolar y paré en seco. No recordaba desde cuando comencé a ser un desastre. Admiré con un poco de asco mi habitación. Ropa y basura por doquier, los muebles estaban hechos un desastre y miles de libros apilados se regaban por todo el escritorio.

Pase de largo recogiendo un par de flats negras del suelo, me las puse sobre las medias blancas y me dirigí al espejo. Me hice una coleta alta, dejando mi corto fleco suelto y decoré mi extraño cabello naranja con un moño rojo. Vestí el suéter escolar y me eché mi mochila a los hombros.

Baje las escaleras sin prisa, rogaba internamente que no hubiese nadie en la cocina pero un delicioso aroma a comida recién hecha interrumpió mis ruegos e hizo que mi estómago gruñera descaradamente. Entré a la cocina, encontrando la rojiza cabellera de mamá moviéndose por doquier, preparando el desayuno.

-Buenos días, mamá-salude sonriente. Ella me dio un beso en la frente como cada mañana.

-Buenos días, Momo-saludó. Acercó con par de platos con desayuno y se sentó en el comedor frente a mí-creí que ya te habías marchado, aún faltan algunos minutos para que el camión te levante-

Negué sonriendo, eso no era nada relevante. Mamá trabajaba como publicista en una empresa y salía muy a menudo, así que estaba contenta de verla ahora. Charlamos mientras desayunábamos, me contó que Kuriko ya se había ido a la escuela y papá aun dormía.

-Mamá ya me voy, se me hace tarde-me despedí. Tomé mis cosas y salí de casa al mirar el reloj de pared. Era hora de ir a la escuela así que emprendí camino a la parada de autobuses.

Sinceramente de la escuela todo se me facilitaba, así que no era que me emocionara mucho. No tenía ni siquiera amigos y mucho menos una vida social digna. Nunca tuve la oportunidad de quedarme después de clases a formar parte de algún club y me pasaban las horas pensando como seria convivir con otras personas que no fuesen tu familia.

Matemáticas, lenguaje, civismo, química e historia…las clases pasaban y siempre me las pasaba sola y aburrida. De vez en cuando me saltaba clases y siempre en receso me la pasaba en la biblioteca leyendo cualquier libro. Me encantan los libros de historias ficticias, amor creo que le llaman.

Cuando el timbre sonó regrese a casa a pie, generalmente el chofer esperaba a que los alumnos llenaran su autobús y eso tardaba mucho tiempo.

Cuando entré a casa, no encontré a nadie. Escuché risas desde la cocina, caminé hacia allí. Entré con la curiosidad a flor de piel, encontré a una mujer de largo cabello rubio y rizado, sentada en el comedor.

Mis padres platicaban muy amenamente con ella y noté a Kuriko sentada hasta el otro extremo de la mesa con un aura depresiva.

-Pasa, mi amor-dijo mamá con una cálida sonrisa. Todos dirigieron su mirada hacia mí y sentí un nudo en la garganta cuando la señora rubia me miró. Abrió exageradamente los ojos y se llevó las manos a la boca, al parecer sorprendida. No comprendí que sucedía exactamente y me rasqué la nuca incómoda.

-¿Qué?-solté desesperada. La mirada clavel de mama me miró con reproche, rodé los ojos. Papá rompió el incómodo silencio que se había formado, sarcásticamente.

-Vaya forma de saludar, Momoko- Hice un puchero mientras cruzaba mis brazos, no me gustaba pelear con papá.

-¿Qué Momoko?-miré a la mujer seriamente, ella sonrió-¿ya no recuerdas a la tía Bellum?

Me quede estática. ¡Claro que la recordaba! ¿Cómo olvidar a la única hermana de papá? Cuando era muy pequeña íbamos a visitarla y nos quedábamos unos días en su casa. Horneábamos pasteles juntas, gracias a ella aprendí a cocinar. Con un movimiento de cabeza asentí, ella sonrió.

-Entonces… ¿Por qué no vienes a abrazarme?-hizo un puchero indignada. Ella se levantó de la silla, mostrando que estaba más alta que yo. Modelaba perfectamente un vestido blanco ceñido al cuerpo. Me acerqué a ella y en cuanto llegué me abrazó con fuerza, yo en cambio, le correspondí poco a poco. No recordaba cómo era físicamente, hacía años que no la mirábamos.

-¡Como haz cambiado!-gritó emocionada. En verdad no la reconocía como hermana de papá. Ella era muy entusiasta y él muy serio.

-Si… ¿un poco?-conteste dudosa. En verdad no recordaba cuando fue la última vez que la vi. Mi tía soltó una risilla nasal.

-¿Un poco?-repitió incrédula-Momoko, hacía ocho años que no te miraba y mírate ¡Estas hermosa!-

Pude sentir como en mis mejillas se iba toda la sangre de mi cuerpo. Un poco avergonzada mire hacia donde estaban mis padres.

-Momoko toma asiento. Tenemos algo que decir-cortó papá acomodando su fleco castaño hacia atrás. Un poco nerviosa me senté junto a Kuriko.

-Bueno, iremos de viaje estas vacaciones-habló mamá. Kuriko gritó de emoción y yo sonreí-pero no es como creen…-

-Verán chicas, nuestro aniversario se acerca y decidimos ir a celebrarlo en un crucero. Perdón por no pedir su opinión pero lo planeamos hace unos meses-

-¡Papá no es justo, yo quería ir con ustedes!-el grito de Kuriko no se hizo esperar. Mamá y papá suspiraron aliviados, seguro esperaban otra reacción de Kuriko. Me miraron como si esperaran la mía, me imité a alzar una ceja. No salíamos de vacaciones a menudo y cuando lo hacíamos era familiar, así que por mi estaba bien solo que…

-¿Ella vino a cuidarnos o qué?-murmuré a mis papás. Soltaron el aire contenido y me sonrieron.

-Oh…eso-

-¡Se quedaran n mi casa todas las vacaciones!-mi tía exclamó demasiado emocionada. Solté un suspiro cansino. Intentaba no parecer una chica grosera pero sinceramente no me gustaban las personas tan infantiles como solía ser ella.

-Bueno, si…le contamos lo del viaje y nos pidió que se quedaran a visitarla estas vacaciones en su casa-sonrió mamá. Hmm genial, nos quedaremos en casa de esa loca durante todas las vacaciones. Papá sonrió divertido y Kuriko comenzó a saltar en su lugar emocionada.

-Tomen sus cosas chicas, partimos en un par de horas…


Primer capitulo...¡listo!

Prometo actualizar lo más pronto posible y espero que les guste la historia, aunque sea un poco. Gis les manda un abrazo con olor a amor´s puro y ¡nos leemos pronto!