Romanticide
by Padfoot & Prongs
Bueno, como siempre, sólo unas cuantas aclaraciones previas para evitarnos molestias y a ustedes, decepciones xD
Esta historia es yaoi, gente, lo que quiere decir que contiene relaciones homosexuales. Si esto te ofende, un buen consejo es que busques algo más en que aprovechar tu tiempo. Además, tendrá lemon en capítulos venideros, así que tampoco es apta para mentes sensibles a esto aunque se avisará al principio del capítulo por si las dudas. De momento, puede leerlo el que desee, que no se topará con nada fuerte. Ni con spoilers potenciales de la serie tampoco.
Oh! Casi lo olvidamos. Se podría decir (bastante acertadamente xDD) que este es un fic anti-Winry. Así que si te agrada la susodicha, NO LO LEAS. Gracias.
En fin, esto apenas empieza, señores xD y las dos tenemos muchos ánimos para continuar rápido la historia, así que se actualizará seguido. Esperamos que tenga buena acogida, de verdad queremos saber qué tan buena (o mala) historia es.
Éste es nuestro granito de arena para todos los fans de Roy x Ed que hay por ahí, así que, disfruten :3
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Chapter I: Wishmaster
Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había pisado ese lugar. Hubiese preferido no volver hasta haber alcanzado completamente su meta, pero… las circunstancias eran distintas a sus deseos, para variar. Detestaba aceptar que necesitaba ayuda para lograrla y que, precisamente, era a eso a lo que venía. A pedirla, después de dos años que, en su opinión, bastaban para haberlo conseguido todo él solo.
Lamentablemente, aquello sólo era alarde. La verdad era que le había faltado poder.
- Necesito ver al Brigadier General Roy Mustang – comunicó, saludando marcialmente al guardia que estaba apostado en las puertas del cuartel.
El hombre centró su vista en el brazo que había levantado; el derecho. Al ver su cara de estupefacción absoluta, no pudo menos que esbozar una sonrisa complacida. Sin duda el oficial le conocía, a él y a sus 'características'. Aquellas por las que era llamado el Fullmetal Alchemist.
- ¿Es usted de verdad Edward Elric-san? – preguntó al fin el guardia, lanzándole una mirada desconfiada.
- Por supuesto que lo soy – resignado, le enseñó el reloj de plata que tenía todo alquimista del Estado – Dígame, ¿se encuentra el Brigadier?
- H-hai! ¡Discúlpeme, señor, por dudar!
- No hay problema
Mientras caminaba hacia la oficina de Roy, le animaron las miradas pasmadas y las felicitaciones que no dejaba de recibir. Lo había olvidado por un momento. Había logrado algo, después de muchos intentos fallidos. Algo que nunca nadie había hecho antes.
Pero, aún faltaba la parte más importante, pensó, mientras llamaba a la puerta.
Tardaron unos segundos en contestarle. De pronto, la misma se abrió, dejando ver a una rubia "secretaria", ya conocida por todos. Pero si era nada más que la Lieutenant Colonel Riza Hawkeye quien le atendía. Al verlo, esbozó una pequeña sonrisa.
- Edward-kun, ¡bienvenido! - se corrió y lo dejó pasar al despacho sin miramientos. No hacía falta anunciarlo siquiera.
- Gracias, Riza-san - la saludó con una reverencia.
Al ingresar, cerró la puerta tras él. Desde atrás de un escritorio, aquel hombre de mirada fría y calculadora que siempre sonreía irónicamente y trataba en un modo bastante cínico apartó unos papeles que observaba antes de ser interrumpido. Unas nuevas medallas se lucían en un sector de su chaqueta azul.
- Vaya, vaya... - comentó, observando detenidamente al rubio recién llegado - Pero si es nada menos que Edward Elric... o eso creo - sonrió cínicamente al observar que sus partes auto-mail ya no existían.
Una vena palpitó con insistencia en la frente del rubio. ¿Es que ni siquiera iba a decirle un frío "felicitaciones"?
- "Debí saberlo…" - no era como si necesitara oír eso de él de todas formas – Con gusto puedo demostrárselo – replicó, golpeando las palmas de sus manos y sonriendo maliciosamente. Acto seguido, transmutó una de las sillas que descansaban frente al escritorio del hombre en un elegante sillón de cuero y se sentó – Que viaje aburrido que tuve, la verdad…
- O sea que después de todo lograste obtener la ya-no-tan-legendaria Piedra Filosofal... - no parecía escucharlo. El Flame Alchemist se levantó de su asiento y se asomó a la ventana unos segundos, para luego mirarlo - Si viniste para que te felicite por reconstruir una piedra que trajo desgracias a este mundo sólo por un beneficio propio, ahí tienes la puerta – prosiguió.
- No vine para eso… – le conocía lo suficiente como para saber que podía esperar todo de él menos que le ensalzara tal como hacían los demás. Miró de soslayo a Hawkeye, deseando que saliera de allí y así no tener que humillarse frente a ella también.
La ahora Lieutenant Colonel comprendió el mensaje y sin más, se excusó y salió de la habitación, cerrando la puerta.
- Oh... mil perdones entonces - se disculpó el moreno y se apoyó en la pared, con los brazos cruzados - Te escucho…
- He venido porque… - maldición, ¿por qué precisamente se le secaba la garganta cuando más quería hablar rápido y de una vez? Carraspeó ligeramente antes de continuar – necesito de su ayuda, para recuperar el cuerpo de Al… la Piedra no es milagrosa – observó su brazo derecho, recordando todas las dificultades que había sufrido para recuperarlo – y yo solo… no voy a lograrlo – subió la vista a la espera de la respuesta.
"Oh, vaya. Así que de eso se trataba después de todo", pensó Roy. Por supuesto que eso él ya lo sabía, simplemente quería confirmarlo.
- Ah... - se quedó dubitativo unos segundos - En ese caso, la respuesta es no. - respondió tajantemente, acomodándose con una mano un mechón de cabello rebelde.
- ¿¡Qué? – frunció el ceño sin poder evitarlo. ¿Es que ni siquiera iba a pensárselo? ¿Ni la estima suficiente para hacer eso le tenía? – Mire, entiendo que le estoy pidiendo algo muy grande, pero, ¡se lo compensaré! Puede quedarse con la Piedra si eso es lo que quiere
- No me interesa la recompensa - habló, despegándose de la pared y acercándose a él lentamente, inclinándose en el escritorio de modo tal que sus rostros queden a la misma altura - No te das cuenta acaso de que si sale una sola cosa mal... ¿puedes perder a tu hermano para siempre?
La verdad, el ahora Brigadier General de las milicias, creía que después de todo Edward Elric era un poco más inteligente que lo que le estaba demostrando en estos momentos.
- ¡Lo sé! Lo sé… – replicó el rubio, clavando su mirada en el azul profundo de los ojos de Roy - Es por eso que necesito de su ayuda, Coronel, para que nada salga mal
- General... - señala con la vista el pecho de su chaqueta, en la cual relucían los nuevos escudos y medallas del cargo - Y créeme que aunque te considere... osado... y hábil como para poder regenerar tu brazo y tu pierna gracias a la Piedra Filosofal, muy distinto es crear un cuerpo. No deja de ser transmutación humana, prohibición de las leyes de la alquimia, y aunque hayas podido volver tu cuerpo a la normalidad, no eres lo suficientemente competente como para lograr eso. De hecho, no hay NADIE en este mundo capaz de semejante ciencia - explicó el hombre, fijando su vista en el joven sentado enfrente suyo.
- No hay nadie aún – corrigió Edward con convicción y luego añadió – Estoy seguro de que juntos lo conseguiríamos, General. Sólo déme una oportunidad, si me permite enseñarle las ecuaciones con las que creé mis miembros, yo…
- ¿Ah, si? ¿Cómo? ¿De la misma manera en que estabas seguro de que conseguirías revivir a tu mamá? - Un golpe bajo. Y lo sabía. Pero necesitaba que el Fullmetal desistiera de esa absurda idea.
Por unos instantes, el mayor de los hermanos Elric no supo qué decir. Era cierto, después de todo. En ese entonces también había estado seguro de que triunfaría. Pero, ahora era distinto. ¡Lo era! Tenía la Piedra y muchísima más experiencia y, si Roy se lo permitía, también contaría con él esta vez.
- No es lo mismo… - masculló al fin, apretando los puños – Lo conseguiré. Se lo prometí a Al…
- Mírame, Edward, y escúchame bien - lo miró fijamente a los ojos - No estuviste en Ishbal. No sabes lo que es que una pequeña y minúscula partícula rocosa color granate decida el futuro de millones de personas. Ya no quiero participar más de la destrucción o creación de la vida a partir de la alquimia, a menos que las fuerzas militares me lo ordenen. Después de todo, soy un perro de los militares, igual que tú. Pero de mi propia iniciativa no nacerá nunca más la idea de la Piedra Filosofal. No es nada sino un ente de destrucción.
Sí, lo sabía. La Piedra no era algo de lo que pudiera fiarse completamente. Lo había vivido mientras regeneraba su brazo y su pierna. Sin embargo, era todo lo que tenía para recuperar el cuerpo de su hermano. Si tan sólo bastara con que entregara su vida para que funcionara, la daría sin dudarlo. Mas las cosas no eran así de fáciles y sabía que, ni aún así, podría cumplir su promesa.
¿Cómo podía explicarle todo eso a Roy de forma que entendiera y aceptara su propuesta? No lo sabía. Al menos no en ese momento.
- Volveré – aseguró, al tiempo que se dirigía hacia la salida. Cuando la hubo abierto, alzó el brazo derecho para despedirse como era debido – Gracias por su tiempo, General
Al parecer, tendría que quedarse en la ciudad un tiempo más del que había planeado, pensó, mientras cruzaba el umbral de la puerta.
- No lo dudo – y, de igual modo, lo saludó antes de que desapareciera por la puerta.
El Fullmetal Alchemist salió como una exhalación del recinto, apenas notando a tiempo a Hawkeye en uno de los pasillos para dedicarle un taciturno nos vemos mañana. Que el Brigadier hubiera tocado el tema de su madre no le había sentado para nada bien y, a la vez, se sentía sumamente desalentado. Roy no le había dejado ni la más ínfima esperanza de que cambiaría de parecer. Y lo peor del caso es que le había dado todos los argumentos para no poder objetarle nada en lo absoluto.
El moreno, por su parte, había seguido su jornada de trabajo con relativa normalidad. A pesar de que consideraba su decisión irrefutable, se sentía extraño. ¿Culpable, tal vez?
No, por supuesto que no. No Roy Mustang.
Mas no podía sacar de su mente los intensos ojos de Ed en el momento en que le dio el no definitivo.
- ¿General? – le sacó de su ensimismamiento la voz de su subordinada – Ya es tarde. ¿Le molesta si…?
- Es verdad… - miró distraído el reloj sobre la mesa y añadió – Puedes irte, Hawkeye.
- Muchísimas gracias, señor. Con permiso - luego de un saludo marcial, se retiró del despacho de su jefe. Tal vez si se apresuraba, lograría alcanzarlo.
No tuvo que correr mucho de todos modos. En la escalinata de la entrada al edificio se encontraba, apoyado en una columna, el rubio y joven alquimista, observando melancólicamente las estrellas. Lenta y silenciosamente, se acercó a él.
- ¿Ocurre algo malo, Edward-kun?- preguntó de pronto, sorprendiendo al aludido al tiempo que se sentaba a su lado.
- Riza-san… - la miró, no muy seguro de querer hablar de lo sucedido. Al final se animó a hacerlo, con el pensamiento de que la mujer podría interceder por él – Nada, es que… le pedí un favor al General, y él… se negó. No sé cómo hacerle cambiar de opinión, es todo.
- ¿Un favor? - lo miró algo curiosa - Qué extraño, no se ha negado últimamente a los favores que le has pedido. Dime, ¿qué favor es ése?... - al ver la mirada del chico, reaccionó - Eh, si se puede saber, claro
- Le pedí que me ayudara a recuperar el cuerpo de Al – le contó, resignado, y agregó luego, bajando la vista – Ni siquiera lo pensó…
- Vaya... - lo observó un momento - Por cierto, ¡felicitaciones! Me alegra mucho que hayas conseguido al fin la Piedra Filosofal y hayas recobrado tus partes biológicas - sonrió un momento, pero no sirvió para alegrar al muchacho, por lo que prosiguió – Y... el recuperar el cuerpo de tu hermano es una tarea muy complicada y riesgosa, tal vez por eso el General no quiera involucrarse. ¿No hay otra persona a quien puedas pedirle ayuda?
- No – respondió el rubio enseguida y siguió hablando, sin pensar en lo que decía – O sea, sí hay otras personas… pero, no puedo. No puedo recurrir a ellas para algo así de importante. Sólo confío en él. Tiene que existir una forma de convencerle…
¿"Sólo confío en él"? Un pensamiento se cruzó por la mente de la Coronel. ¿Podría ser eso posible?... no, era una locura. Aunque...
- Bueno, concluyamos en que es un alquimista muy habilidoso, pero... Edward-kun, tienes que comprender que para el General Mustang, la guerra de Ishbal fue un golpe muy fuerte. Sabes que la Piedra estuvo relacionada casi directamente con el conflicto, por lo tanto entenderás si la excusa de él es ésa, supongo
- Lo comprendo. Sé que, aun si no hubiera estado presente en Ishbal, tampoco sería un favor fácil de conceder… Pero, ¿qué se supone que haga? ¿Qué deje que mi hermano menor viva como armadura por el resto de su vida?
- No, es cierto... si quieres, yo puedo ayudarte a convencerlo, pero no te aseguro nada. No creo que ceda fácilmente a tu petición...
- ¿De verdad lo haría? ¡No sabe cómo se lo agradezco, Riza-san! – sonrió, visiblemente más animado. Se puso de pie y se desperezó antes de seguir, pues hacía horas que apenas había movido un músculo – No me importa cuánto nos tome, me quedaré el tiempo que sea necesario
- Sí, pero no hoy... el General tenía una cita, así que - se encogió de hombros -Ya debe de estar por salir - Miro al rubio unos segundos, levantándose también de su lugar - Pero mañana a primera hora le mencionaré el asunto y veré que puedo hacer, ¿está bien?- le sonrió finalmente
- ¿Una cita? – no pudo evitar preguntar, aunque no sabía por qué se admiraba del hecho. Era Roy del que estaban hablando después de todo – "¡Claro! Yo que vengo a pedirle algo importante y a él le importa un bledo…" – rumió para sus adentros después, ceñudo.
- Sí... yo no tengo idea, eso comentó en el almuerzo - se lavó las manos enseguida la rubia - "Si, ¡definitivamente es lo que pensé!... oooohhh, ¡¡qué emoción!"
- Sou ka – con gusto hubiera iniciado un combate con él ahora mismo, sólo para enseñarle algo muchísimo más especial que andar seduciendo mujeres por ahí – En fin, muchas gracias, Riza-san – esbozó una sonrisa y luego se dio la vuelta, bajando la escalinata y alejándose del lugar. Levantó la mano cuando estuvo abajo y agregó - ¡Hasta mañana!
- ¡Hasta mañana, Edward-kun!- le devolvió el gesto y retornó al edificio, hacia su dormitorio.
Vaya cosas que había descubierto hoy...
Por su parte, Edward suspiró. Tenía que convencer a Roy a toda costa de que lo ayudase a recuperar el cuerpo de Al o a que al menos le explicara cómo enlazar su alma al cuerpo de alguien más, aunque esa ultima alternativa no le agradaba demasiado. No podía simplemente echarse para atrás en un momento así.
Con todo esto en mente, se fue caminando hacia donde se alojaban, es decir, a los dormitorios de los State Alchemist. Al seguramente estaría preocupado por él.
Y dicho y hecho; al llegar, el hermano menor de los Elric se aproximó a la puerta con rapidez.
- Nii-san! ¿Que pasó que tardaste tanto?
- Nada, Al – replicó él, mientras se desvestía preparándose para dormir – Tuve unos problemitas con nuestro querido Brigadier General. Se mosqueó porque le presumí que encontramos la Piedra… me sermoneó. Es lo único que sabe hacer; ¡dar sermones! – bueno, era cierto, ¿no? En realidad no estaba mintiendo, sólo… omitía detalles.
- ¿Y por qué te sermoneó? - inquirió mientras lo observaba. Francamente, estaba muy feliz de que su hermano hubiera logrado encontrar la Piedra y hubiera recuperado sus miembros amputados. Era una dicha más grande aún que si recuperase su propio cuerpo.
- Dijo que la Piedra sólo sirve para traer desgracias, que no debería intentar nada con ella… blah…
- ¿Sólo sirve para traer desgracias?... pero, ¡si obtuviste de nuevo las partes originales de tu cuerpo! ¿Eso también es una desgracia?
- No, pero, intenta tú decirle eso a él – "Porque a mí no me escuchó" – agregó en sus pensamientos, al tiempo que se dejaba caer boca abajo en la cama – "Pero, claro, ¡sí que puede escuchar a una de sus citas!" – sin percatarse, comenzó a darle golpecitos a la almohada.
La armadura que correspondía al nombre de Alphonse lo observaba desde su propia cama.
- ¿Estás seguro de que es sólo eso?... - Edward nunca le mentiría. Sin embargo...
- Na? – Levantó la cabeza para mirar a su hermano un momento - ¿Por qué me preguntas eso?
- No lo sé... te ves extraño...
Trató de detener un irremediable tic nervioso antes de que su interlocutor lo viera. Vaya que su hermano era perceptivo. Ya se había dado cuenta de que le escondía algo.
- "Kuso…" - ¡Me veo enfadado! ¡Ni siquiera me felicitó, Al!
- ¡E-Está bien! Lo siento... pero en todo caso tendrías que haberle dicho algo; no es normal que te quedes callado en esa clase de situaciones
- ¡No me quedé callado! Es sólo que… se me acabaron los argumentos – admitió, derrotado – ¡Maldito sea...!
- De acuerdo, tranquilo, relájate - intentó calmarlo - No sacas nada discutiendo y reprochándote a ti mismo. Estoy seguro de que en la mañana se te ocurrirán mil cosas para decirle y entonces podrás vengarte. Pero por ahora, intenta descansar un poco
La verdad es que era muy fácil detectar cuando Ed estaba enfadado o no; a pesar de tener un cuerpo de acero, aún podía percibir todos los estados de ánimo de su hermano como si de un libro abierto se tratase.
- Sí, bueno… tienes razón, Al – respiró hondo, y se dio vuelta en la cama, cruzando los brazos bajo su cabeza – Dime, ¿qué hiciste tú hoy?
- Etto... nada en especial; visité a Schiezka-san a ver si tenía unos libros con información sobre algunas cosas... pero no encontré demasiados datos útiles. Me dijo que esta noche copiaría más libros de la biblioteca quemada, así que tal vez mañana tengamos más suerte - exclamó, con un dejo de esperanza en su voz.
- De todos modos, ella no leyó todos los libros que estaban en la biblioteca… ¿o si? - preguntó Ed, pensativo.
- Según ella, hubo pocos libros que se le escaparon de las manos porque otra gente los retiraba. Y me dijo también que el que más libros tomaba prestados era precisamente el Coronel.
- ¿Nuestro Coronel? – repitió Ed parpadeando, extrañado.
- Hai, dice que investiga mucho a veces... aunque otras iba sólo a hablar con su compañera de trabajo y a invitarla a salir - se encogió de hombros la armadura gigante, mientras se recostaba en la otra cama disponible del dormitorio.
- "¡Como no!" – Gruñó para sus adentros el rubio, cerrando los ojos, malhumorado – Sou ka
- Pues sí... en fin, mañana será otro día. Podrías ir a preguntarle al Coronel si se quedó con algún libro en su poder antes de que la biblioteca se incendiara... podría sernos de utilidad
- Hai… - se dio la vuelta, dándole la espalda a su hermano – Iré mañana. Oyasumi, Al.
- Oyasumi, Nii-san
Al alba del día siguiente, Edward Elric se encaminó nuevamente a los cuarteles generales de la milicia. Intentando darse ánimo mentalmente, repasaba las conclusiones a las que había llegado la noche anterior, la que prácticamente había pasado en vela. Le era difícil descansar cuando estaba frustrado.
El guardia del día anterior le abrió raudo la puerta, dejándole libre el paso y, a medida que se acercaba a la oficina del Brigadier, no pudo evitar preguntarse si él también habría dormido poco.
Sacudió la cabeza.
Indudablemente sí. Aunque por razones distintas a las suyas, por supuesto.
Una vez frente a la puerta de la reluciente oficina, el muchacho se tomó unos segundos, en los cuales respiró profundamente y se dedicó a pensar detenidamente en lo que iba a decirle a nuestro ex Lieutenant Colonel. Estaba más que convencido que nunca; ese día lograría que Roy le prestara ALGO de atención y lo ayudase un poco – ¡tan siquiera una pista! - para poder cumplir con su meta.
Pasado aquel momento, tocó a la puerta. Tal cual el día anterior, la rubia secretaria le atendió.
- Ohayou, Edward-kun - sonrió, guiñándole el ojo.
- Ohayou, Riza-san – le devolvió él la sonrisa, no entiendo el porqué del gesto de la mujer y, luego, volteó a mirar al hombre con el que venía a hablar – General.
- Ohayou - le sonrió como siempre lo hacía, con un deje de autosuficiencia y cinismo – Dime, ¿qué te trae por aquí tan temprano?
- Necesito investigar algunas cosas – comenzó Ed, con fingida naturalidad - ¿Sabe de una biblioteca lo suficientemente completa a la que pueda acudir?
- Mh... - pensativo, le dirigió a Hawkeye una mirada y ella salió enseguida de la oficina - Eso depende. ¿Qué quieres averiguar? - se hizo el tonto, mientras revisaba unos papeles del escritorio. Sabía perfectamente lo que el mayor de los Elric quería saber.
- "Como si no lo supiera" – entornó los ojos y respondió de todos modos – Sobre la Piedra Filosofal, intentos de transmutación humana…
- Oh, ya veo... sigues con esas ideas en la cabeza, ¿verdad?- espetó el moreno.
- Así es – respondió simplemente – Dígame, ¿me recomendará algún lugar? ¿O tampoco puede hacer eso?
El hombre suspiró, acomodándose el cabello con una mano.
- No pararás hasta obtener lo que quieres, ¿o me equivoco?...
- Usted tiene sus ideas – dijo el rubio, seriamente – y yo las mías. Y, por mucho que respete las suyas, General, no cambiaré mi decisión. Le devolveré su cuerpo a Al, así tenga que hacerlo solo… así que, ¿si conoce una buena biblioteca?
- Yo respeto tus ideas, Fullmetal, pero espero que entiendas tú las consecuencias de tus actos y las enfrentes con el coraje de los más fuertes. Y la única biblioteca que conozco que pueda servirte de utilidad es la mía- remató sin rodeos, fijando la vista en los ojos de Ed.
- Las enfrentaré, no lo dude – aseguró él, devolviéndole la mirada - ¿Me permitiría usar su biblioteca, entonces? Sólo por un par de días…
- Por supuesto. Puedes venir hoy a las 20hs, apenas salgo de la oficina - sonrió y agregó – Supongo que con un día te alcanzará, ¿verdad?
- ¿Un día? - ¡tenía que estar bromeando, por supuesto que no alcanzaba! Mas, miró su sonrisa sarcástica y se lamentó para sí – "No, no está bromeando. ¡Maldito…!"
- ¿Qué? ¿No es suficiente? - sonrió, esta vez maliciosamente. Sabía perfectamente que ni para Edward Elric era suficiente.
- Está perfecto – mintió, tragándose el disgusto. De ninguna manera iba a humillarse y a pedirle más tiempo, sabía que era lo que quería y no iba a darle en el gusto – Arigatou.
- Douitashimashite - respondió el otro - ¿Necesitas algo más?
- No, eso es todo. Nos vemos más tarde, General – dicho esto, giró la manija de la puerta y se fue de allí sin siquiera fijarse en Hawkeye, pensando en cómo diantres le haría para alcanzar a leer todo lo que le servía de ahí en 24 horas.
Menudo problema.
Mientras tanto, en las afueras del cuartel, una enorme y resplandeciente armadura metálica se había sentado al lado de una fuente que había en los jardines y jugaba con unos barquillos de papel que había construido él mismo en el agua.
- ¿Que haces por aquí, Alphonse-kun?- preguntó una voz a sus espaldas.
- ¡Riza-san! Yo, etto… estoy esperando a Nii-san, no quiso que entrara con él, así que me quedé aquí… – respondió Al, subiendo la vista.
- Si quieres saber, estaba hablando con el General. Creo que tiene que ver con algunos libros - sonrió ella –Ya debe estar por volver, no te preocupes
- Ahh – aceptó, no del todo convencido. Desde la noche anterior, estaba seguro de que había algo que su hermano había evitado mencionar y que, precisamente, tenía que ver con el General – Riza-san… etto… ¿usted ha notado algo extraño a Nii-san últimamente?
- Mh?- OK. Entonces no era sólo idea de ella después de todo - ¿A qué te refieres con extraño, Al-kun?
- Es que anoche ha vuelto muy enfadado al dormitorio y… en realidad no estoy seguro de que sea por lo que él me dijo... y hoy ha estado muy callado...
- Mira, creo que en realidad lo que Ed necesita es que alguien le dé una mano y que lo ayude, o al menos le dé una palabra de aliento. Aunque no lo admita, sé que está molesto porque el General no le dijo nada. ¿No lo crees así?
- Hai… es verdad, gracias, Riza-san
- Cuando quieras, Al-kun – la rubia oficial le obsequió una sonrisa, antes de volver a sus labores dentro del edificio. Poco después, otra cabellera rubia se acercó al menor de los Elric y con tono desalentado se hizo notar.
- Vámonos, Al
- Hai!
Continúa…
