I.- CAPITULO 1
Estoy en la limosina que mis padres me alquilaron para ir a su bendita cena. Al parecer tratan de hacer las paces conmigo, que pena que eso nunca pasará, nunca pasará porque ellos son unos estúpidos con mente cerrada, unos tontos que no pueden aceptar que su unigénito es homosexual. No entendieron, ni entienden, ni entenderán que mi destino no es como el de ellos, que yo no quiero dirigir esas malditas empresas de las que mi padre es dueño, lo único que yo haré hasta los últimos días de mi vida será escribir. Con eso comeré, pagare mis cuentas y viviré, con eso me alimentare a diario, con las palabras que tecleo en la computadora.
Soy Namizake Naruto. Asi es, mi apellido puede ser un regalo del cielo, y al mismo tiempo una maldición, porque gracias a él la gente no puede ser genuina conmigo. Lo único que observan cuando posan sus ojos en mi es a un joven atractivo de cabellos rubios y orbes celestes, hijo de una de las familias más poderosas de Japón. Estoy harto.
La limosina para al frente de un restaurante, un lujoso y, al parecer, prometedor restaurante de comida gourmet. Entro por la gigante puerta de cristal y diviso a lo lejos una mesa en la que mi padre, Namizake Minato, y mi madre, Namizake Kushina, están hablando de forma amena, con el mismo amor que los unió hace ya 20 años. Quizás en esa parte es la única que la que, en serio, los admiro.
Me acerco lo más rápido posible, quiero acabar cuanto antes con esto. Siempre me están tratando bien, me pagan los lujos que desee, incluso me pusieron en mi propio apartamento cuando se los pedí, porque ellos son asi, demasiado paternales, otra cosa que no me gusta mucho.
- Hola – Es la única palabra que mis labios articulan. Una astenia única recorre mi cuerpo cuando mis padres me muestran las sonrisas más grandes de sus repertorios.
- ¡Naruto! – Grita mi padre con una expresión de sorpresa (obviamente fingida) – Que alegría que estés acá.
- Tú mandaste a esa limosina a que me recogiera, ¿verdad? – Pregunté, obviamente sabiendo la respuesta. Mi padre entendió mi tono, asi que solo se cayó el hocico.
- Buenas noches, Naruto – Dijo mi madre, tan dama como la recuerdo y recordaré.
- Siéntate, por favor – Comentó mi padre. Que estúpido que era, obviamente me tenía que sentar, sino no me hubiera siquiera presentado a esa dichosa cena suya. En serio que a veces me sacaba de quicio.
Me senté en la silla del lado de mi madre. Siempre fui muy unido a ella, desde pequeño. Por el hecho que mi padre no paraba mucho en casa, empecé a agarrarle un odio y repulsión a su forma de ser, incluso ni yo me lo puedo explicar. Ahora ya no trabaja, tiene gente que hace eso por él, asi que él solo supervisa que no le roben sus preciados ingresos, según él para "su vejez". ¿Cómo alguien que tiene 40 años puede pensar en algo asi? No lo sé ni lo sabré. Seguro que ya tenía en mente que yo no le daría un centavo cuando estuviera anciano.
- ¿Cómo te ha ido en la universidad, hijo? – Preguntó mi madre. Saqué del bolsillo de mi Casaca un papel en el que estaban impresos todas las notas del ciclo.
- Velas tu misma – Le digo, estirando la mano para pasarle aquel papel. Al igual que mi padre cuando lo salude, también se hace la sorprendida al encontrar nueves y dieces (basados en nota máxima diez). Digo que se hace la sorprendida por que esas eran mis notas regulares, las notas que siempre sacaba y saqué sin mucho esfuerzo.
- No esperaba menos de ti, hijo – Dice con orgullo en sus ojos. Le pasa aquella hoja a mi padre, y este también me da sus felicitaciones.
La cena estaba ocurriendo de forma normal, nada nuevo, comíamos de nuestros platos tal y como las otras personas en el establecimiento.
De repente veo a alguien conocido. Una chica, una de mis amigas de la infancia, acercándose a nuestra mesa. Observo que entra por la misma puerta por la que yo entre, y al ver que yo la observe, me sonríe. Se dirige a nuestra mesa, asi, de la nada.
- Muy buenas noches – Son las palabras que dice.
Entonces me acuerdo de ella. Me acuerdo, pero hago como que no.
- Oh, que sorpresa – Dice mi padre, otra vez con su maldita sorpresa fingida. Alguien necesitaba decirle que no sabe simular una mierda. – Sakura, ¿qué haces aquí? – Preguntó con un tonito aparentado.
- Estaba pasando por acá, y por la ventana los vi, asi que me decidí a entrar. Muy buenas noches, señora Kushina – dijo mirando a mi madre – Naruto, ¿eres tú?
Obviamente soy yo, estúpida, sino quien más, quien mas tendría un aspecto idéntico a mi padre, si fuera más joven seriamos gemelos. No pude contestarle como se debía por mi gran sentido de ética (que creo, tengo).
- Asi es. ¿Tú eres Haruno Sakura, verdad? – Pregunte con la misma falsedad con la que ella me habló – Recuerdo que solíamos jugar de pequeños.
Si, solíamos jugar de pequeños. No sé como eso ocurrió, pero de hecho no volvería a jugar alguna cosa con esta chica estúpida y falsa.
- ¿Qué sorpresa, no crees, Naruto? – Dijo mi padre.
Ya empezaba a entender todo. Entendía todo lo que ocurría, pero no diría ninguna palabra, quería ver hasta dónde podía llegar la estupidez de mis queridísimos padres. Sakura ni siquiera fue invitada a sentarse, pero lo hizo, a mi lado.
- ¿Recuerdas cuando jugaban de niños, Naruto? – Empezó mi padre con su intento de sacarme alguna sonrisa melancólica. Asenté con la cabeza para dar por terminada esa pregunta. El muy tarado suspira como si estuviera rememorando. – Aun recuerdo aquel día en el que me dijiste cuanto te gustaba Sakura, estabas tan nervioso, si… lo recuerdo… fue tu primer amor.
Maldita sea. Al parecer este imbécil que llamo padre nunca entendería. Siguio con su discursito cursi.
- Mira, Naruto, ahora Sakura está más bella que nunca, si fuera tú, la invitaría a salir.
Se forma un tinte rojizo en la cara de Sakura, y tengo que decir que en mi rostro también. Pero lo mío es muy diferente, me pongo rojo por la furia, la furia de saber que mi padre no entenderá jamás que a mí me gustan los hombres y no las mujeres, que no me importa lo que diga su maldita iglesia, a la que le da regalías monetarias casi infinitas. Nada de esa mierda me importa, Nada. Pero al parecer no entendió, no entiende ni entenderá. Veo a mi madre, que pena que me da que ella llegue a ver esto, pero no hay otra forma, esa es la forma que mi padre necesita ser tratado, no porque sea mala persona, sino todo lo contrario, por ser demasiado buena, o por tratar de serlo, siguiendo las reglas de un libro llamado Biblia.
Me paro de la mesa, tratando de no observar el rostro santurrón de mi madre (en el buen sentido de la palabra) para que no sienta decepción de mí por lo que estoy a punto de hacer.
- Al parecer nunca lo entendiste, padre – Dije, tratando de calmarme a mí mismo – A mi no me puedes estar planeando citas a ciegas con chicas, ¿y sabes por qué? POR QUE A MI ME GUSTAN LOS HOMBRES – Esto último lo grite tan fuerte que todos en el restaurante lo escucharon – Siempre me gustaron, desde niño, pero eso tu nunca lo entendiste, creíste que el poder de tus rezos darían frutos, pues te digo algo, ESO NUNCA PASARA, seré homosexual por el resto de mi vida, asi soy feliz, no necesito estar dando dinero a una iglesia aristocrática para sentirme en paz conmigo mismo. Espero algún día lo entiendas.
Dichas estas palabras salidas de mi hígado, me dirijo a la puerta que me vio ingresar, y que ahora me ve salir de forma tan bochornosa y poco elegante, con todas las miradas siguiendo mi paso.
Ya estoy afuera. Aire puro, al fin un poco de aire toca mis mejillas calientes de la cólera. Me dispongo a caminar, quizás eso me ayude a olvidar un poco todo ese circo. Antes de alejarme más, solo volteo, volteo a ver a mi mamá, a ver su cara de confusión, la misma que vi cuando le confesé por primera vez que era gay, hace ya dos años, e incluso después de todo este tiempo, ella también piensa que puedo "cambiar", aunque no sea tan inoportuna como mi padre. Ya no importa, caminaré.
Qué lindo es caminar, siempre me ha gustado caminar, desde pequeño, con mi madre, cuando paseábamos por el centro de la ciudad. Estoy muy cerca del centro, asi que me encaminare hacia allá.
Llego a la plaza principal y observo como las personas corren como locas por doquier, entrando a una y otra tienda, con bolsas llenas de productos en sus brazos. Lo había olvidado por completo, hoy era el aniversario de nuestra aburrida nación llamada Japón. Preferiría ser budista (la religión con mas creyentes en Japón) que Cristiano, pero bueno, la vida es asi, me dio padres cristianos, y debo respetarlos. Mierda, estoy volviendo a acordarme de eso. Olvida, olvida, olvida.
Estoy caminando por aquellas calles tan brillantes, aquellas que no visito de forma muy seguida debido a que soy un flojo o un traumado, y repentinamente algún torpe se choca conmigo. Quizás fue mi culpa por andar pensando en tonterías, pero seguro que esa persona no tiene menos culpa que yo.
Aun no veo su cara, no sé si es hombre o mujer, solo veo como caen al piso las bolsas que llevaba en las manos.
- Lo siento tanto – Digo simultáneamente como reflejo. Me fijo en lo que salió de aquellas bolsas, lo que cayó en el asfalto. Libros.
- No te preocupes, fue mi culpa – Habló el extraño. Digo extraño porque ahora escucho que es un hombre. Su voz me puso algo nervioso, una corriente de escalofrió subió por mi espalda al escucharlo hablar (no estoy exagerando, asi de nervioso me puso)
- Yo te ayudo – Dijo al ver que estaba recogiendo aquellos libros solo. Eran muchos, unos 15 de todos los tamaños y grosores.
Empecé a ayudarle a recoger, y por primera vez vi su rostro. No sabía cómo describirlo, pero algo era seguro, definitivamente era apuesto. Su rostro era de un níveo perfecto, y esto contrastaba asombrosamente con sus cabellos oscuros, sus orbes aun más oscuros, y unos labios rosados completamente besables (lo siento, aun soy gay, y siempre me he fijado en los labios de aquellos que tienen potencial).
Tenía que pensar, y pensar rápido, no podía permitir que alguien tan "perfecto" por asi decirlo, se fuera de mis manos. No soy alguien que sea superficial, pero es que aquella belleza era hipnotizante, algo que en definitiva no se podía pasar por alto.
Pienso en algo que pueda retener a este chico para que hable conmigo, quizás me dé su nombre, o incluso podamos tomar algún café, juntos. Podría solo pedirle su número, pero no soy tan sociable como para atreverme a tal sinvergüencería. Me fijo en los libros que estoy recogiendo, y diviso uno bastante interesante, pero lo más interesante fue que ni siquiera había salido al mercado aun.
- Disculpa – Tenia que preguntarle su nombre – ¿Cómo te llamas?
Tenía esa manía estúpida, que antes de preguntar algo, preguntarle su nombre y luego decirlo con la pregunta. Me mira mal al principio, pero luego me lo dice.
- Soy Sasuke, Uchiha Sasuke – Me dice, esta vez el mirándome por primera vez. Fija sus oscuros ojos en mí y me siento desnudo.
- Este… ahm… - Titubeo como casi nunca lo he hecho, generalmente soy seguro de mi mismo, o eso trato de transmitir – Sasuke, ¿cómo es que tienes este libro antes que saliera a la venta?
Veo que se sorprende, y quisiera saber el porqué. Quizás cree que, por que soy rubio, soy un tonto. Está bien, eso es estúpido, ya no sé ni en que estoy pensando.
- ¿Te gusta ese autor? ¿El tal "Nagashi"? – Pregunta con curiosidad.
- Claro que sí, es uno de mis autores favoritos – Digo con total sinceridad. Es la verdad, prácticamente lo amo, por asi decirlo. Su escritura es exquisita, su redacción, casi perfecta, y ni que hablar de su léxico, siempre me sorprende. – ¿Cómo es que tienes este libro?, sale en una semana.
Mira el interés en mis celestes ojos y sigue con aquella conversación. Todo esto transcurría con nosotros aun en el suelo, a pesar que ya habíamos terminado de recoger los libros.
- Pues… - Comienza a pensar – Quizás te parezca raro, pero él es un gran amigo mío.
- ¿En serio? – Pregunto con una emoción que me salió del corazón. Esto tenía que ser una obra del destino, me acabo de topar con uno de los (atractivos) amigos de Nagashi. – ¿Podría conocerlo? – Pregunto con esperanza pronunciada.
- A, eso no lo sé, dependerá de que te portes bien conmigo, porque él y yo somos muy buenos amigos – Entonces se dio cuenta de lo que yo había pensado al decirme "dependerá que te portes bien conmigo" – ¡Oh No! – Empezó a reírse a carcajadas – Solo quería saber si es que querías ir a tomar un café conmigo.
¡Me invito un café! ¡Qué Genial! No puedo creer que alguien que sea amigo de Nagashi (Aun sigo notando su extremadamente sexy apariencia) me haya invitado un café. ¡Podría llegar a conocer a mi autor favorito! Esto es demasiado bueno.
Estábamos caminando por la calle, mientras me empezaba a contar que es un literato, razón por la cual conoce a Nagashi. Según él se conocen de la universidad.
Llegamos a un Starbucks bastante cercano de donde nos encontramos. Ingresamos y fuimos directamente a pedir nuestros cafés. A pesar que dijo que me "invitaba un café" no permití que él pagara, asi que yo pagué mi propio café. Fuimos a una de las mesitas para sentarnos y conversar un rato.
- Y dime – dijo para romper el hielo – ¿Cuál es tu nombre? Nunca me dijiste tu nombre.
- Yo soy… - Pensé en decirlo con apellido, pero de hecho reconocería ese (maldito) apellido – Soy Naruto.
- Pues Naruto, que suerte que tienes de haberte chocado conmigo – dijo con una sonrisa destructora y sensual – Porque gracias a mi podrás conocer a uno de tus autores favoritos.
- En serio que no sabes cómo te lo agradezco. Conocer al hombre que escribió tan perfectas historias, y a tan corta edad, porque se puede notar que es joven. Dime algo… ¿cuál es su verdadero nombre? – Le pregunto, espero me lo diga.
- Ese es su nombre…
- Eso no te lo creería jamás, es obvio que es su seudónimo. Asi ha firmado sus dos libros, sin su apellido. Sinceramente no creo que ese sea su verdadero nombre.
Se quedo pensativo un momento, tomo un poco de su café y me habló.
- Adivinaste, ese no es su verdadero nombre. ¿Quieres saber su verdadero nombre? – Me pregunta, posando sus ojos en mí, esperando la respuesta de forma impaciente.
- Asi es – Respondo seguro
- ¿Quieres conocerlo?
- ¡SI! – respondo con mucha energía en mi voz, demostrando que de hecho esa es la verdad, que quiero conocerlo, hablar con él, preguntarle cuales fueron sus inspiraciones para escribir "Y de repente, un ángel" y "El cojo y el loco"
- ¿QUIERES CONOCERLO AHORA MISMO? – Dijo Sasuke (¡le dije SASUKE!) con decisión, y sentí que ya estaba en el cielo, con el solo hecho de saber que lo conocería.
- ¡SI! ¡SI! ¡SI! – repetí tres veces, para que parara con las preguntas y empezara a dar respuestas.
- Muy bien.
Dejo su café a un lado y se acerco a mí, o, más específicamente, a mi oído. Al principio me fui para atrás de la sorpresa, pero el uso su mano derecha para sujetar mi nuca y llevar su boca a mi oreja. Sentí su aliento, y me estremecí, literalmente.
- Yo soy Nagashi. – murmuró Sasuke.
No sé porque, pero en la forma en la que lo dijo, en como lo dijo, como es que tenia aquellos libros de Nagashi, le creí, le creí al instante.
Esa fue la tarde/noche que una limosina me recogió/raptó de mi apartamento, la noche que discutí con mis padres, y la noche que conocí a mi autor favorito, Sasuke Uchiha, alias Nagashi… y del que luego yo me convertiría en su Muso.
