Disclaimer: Ninguno de los personajes que aquí describo me pertenecen
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Capítulo 1
El ataque
Miedo.
Las nubes se arremolinaban en el firmamento y el viento frío azotaba en todas direcciones, no existía ningún lugar seguro al cual dirigirse y el agudo canto que ya conocía, le instaba en seguir adelante; aferró con fuerzas el pequeño objeto de barrocos grabados que llevaba en las manos, y siguiendo el canto del ave, continuó caminando por el pequeño puente de tierra que se encontraba encima del acantilado, un paso a la vez y temiendo caer con el más minúsculo descuido, cerró los ojos al verse cada vez más cerca de su destino y entonces un ruido en la orilla la hizo voltear hacia atrás, se tambaleó un poco pero rápido logró equilibrarse suspirando aliviada.
―¡Hinata-chan! ―le gritó el rubio desde atrás, estaba jadeando pues era obvio lo mucho que había corrido para darle alcance y en un torpe intento de alcanzarla estiró el brazo, no obstante para su desgracia, ella ya se encontraba a varios metros lejos de él. Hinata lo miró a los ojos y por un momento vaciló― ¡por favor, no te vayas! ―le suplicó y ella se alejó un paso más de él, si se detenía no podría conseguir la llave a la que la cajita en sus manos parecía llamar y por ende, jamás podría cumplir con su misión, a estas alturas ya estaba consciente de cuál era su deber― ¡lo siento, Hinata-chan! ―se disculpó el muchacho al tiempo que comenzaba a caminar por la delgada senda que ella había tomado.
―¡No te acerques, Naruto-kun! ―exclamó Hinata al ver que se disponía a llegar a hasta con ella― ¡no nos podrá sostener a los dos!
―¡Entonces regresa, por favor! ―le imploró volviendo a la seguridad del risco, tragó saliva y la joven volvió a dar otro paso hacia adelante― ¡Hinata-chan, por favor no vayas!
―¡Lo siento mucho, Naruto-kun! ―le dijo al muchacho y el viento enfurecido cubrió su cara con su oscura melena perdiendo de vista al guerrero por unos instantes, sintió miedo de irse, ella nunca antes habría pensado en llevar a cabo tal osadía, pero el objeto que apretaba contra su pecho le indicaba que tenía que seguir adelante en busca de cierta persona, pasó su vista al cielo nublado y la enorme ave negra sobrevolaba trazando círculos justo encima de ella.
―¡Hinata, por favor! ―gritó el muchacho y en sus ojos azul zafiro se veía el remordimiento, por un momento la joven flaqueó ante lo que creía era seguir su destino mientras que de sus ojos perlados brotaban incontenibles lágrimas― te amo…
Le dijo en voz baja pero increíblemente ella lo escuchó, o quizás simplemente leyó sus labios, su voz se resquebrajó y no pudo decir nada más pues aquella frase era lo que más había ansiado escuchar desde el día en que lo conoció, las piernas le temblaron y perdió el sentido del tiempo y la orientación, en un momento de vacilación, uno de sus pies resbaló de la estrecha vereda y la joven sólo sintió caer hacia el centro del abismo…
…
Un año antes
La noche gris se encontraba cubierta con un majestuoso velo blanco que cubría las calles de la ciudad, los adornos y decoraciones decembrinas estaban a la orden del día en cada comercio de la capital japonesa y las parejas románticas paseaban del brazo observando maravillados las luces que deslumbraban las calles. Dentro de dos semanas sería navidad y aunque la temperatura fuese de varios grados bajo cero las personas acostumbraban a reunirse en la plaza central para ver el gran momento en que la máxima representación de las fiestas navideñas se encendiera en un espectáculo de luces y color, risas y sueños por cumplir, deseos y esperanzas por realizar en un próspero futuro como cada año auguraba esta temporada especial, o al menos era eso lo que los comerciantes vendían.
En medio de la multitud, una joven observaba como una a una las lucecitas navideñas se encendían, mientras que en la cúspide, la gran estrella que coronaba el árbol en el centro de los espectadores, comenzaba a brillar bajo los sonoros fuegos artificiales que iluminaron el cielo nocturno con graciosas flores coloridas, sonrió ante la majestuosidad del espectáculo y aplaudió junto con el resto de los asistentes por la hermosa exhibición que acababan de presenciar. La música comenzó a sonar desde las bocinas que se encontraban más atrás y el presentador agradeció al público su asistencia cerrando la presentación con una frase anglosajona muy sonada por este mes: Merry Christmas.
A pesar de haber terminado el evento, la algarabía continuaba por todas partes y la muchacha de largo cabello oscuro observó a su alrededor, toda esa gente había acudido a ese lugar saliendo de la escuela o el trabajo, familias enteras habían arribado a presenciar cómo se encendía el enorme árbol navideño en el centro de la ciudad, del otro lado pudo vislumbrar las vendimias para los enamorados en donde pudo distinguir que la mayoría de sus ventas eran a adolescentes que se peleaban por adquirir amuletos para atraer el amor, en navidad era inconcebible que alguien lo pasara sin pareja, y sin embargo, los últimos dos años ella había pasado las fiestas de esa manera, tal y como ahora se encontraba, sola entre la gente con el único recuerdo de los años anteriores en que su primo solía llevarla precisamente a este evento, pues él sabía que era su favorito.
Su nombre: Yuhi Hinata, quien caminaba hundiendo sus zapatos escolares en la nieve de regreso a casa aunque para su desgracia, sobre todo en estas fechas, lo hacía sin prisa ya que nadie esperaba su retorno, hacía ya más de dos años en que el destino le arrebatara a una persona de suma importancia para ella, su madre, Yuhi Kurenai; su vida se vio interrumpida en un ataque terrorista, nadie supo quién fue o el motivo, simplemente que a ella le tocó la mala fortuna de encontrarse en el lugar y momento equivocado. No obstante, su infortunio no terminó allí, su primo Neji-niisan, como solía llamarlo y quien siempre estuvo con ella desde que ambos eran pequeños, se marchó del apartamento en el que vivían juntos dos meses después del atentado sin dejarle explicación alguna. Desde entonces, no volvió a saber de él. El año anterior no se había atrevido a asistir a este acontecimiento, el momento en que encendieran el enorme árbol de navidad, pues le recordaba la ausencia del muchacho, pero esta vez creía que se había vuelto lo suficientemente fuerte como para no dejarse llevar por sus emociones; sin embargo, fracasó por completo.
Los ojos perlados de la joven se cristalizaron al recordar a su madre y a su hermano, pero se negaba a llorar en el centro del bullicio, acomodó su mochila en el hombro, se abrigó más con la bufanda que llevaba puesta y se dispuso a marcharse del lugar antes de que sus tristes recuerdos lograran apoderarse de sus ojos, ni siquiera se fijó hacia donde se dirigía y comenzó a acelerar el paso, cuando de repente, uno de sus pies resbaló en un pequeño charco congelado y su cuerpo se fue hacia atrás. Apretó los puños y los ojos con fuerza esperando el inminente golpe que nunca llegó, en cambio, sintió un par de manos que la sujetaban de los brazos por detrás de ella y al abrir los ojos descubrió a su salvador, un muchacho que portaba una intensa mirada oscura la observaba desde arriba.
―Ten cuidado ―le advirtió y al momento, Hinata se levantó rauda, giró hacia él e hizo una reverencia casi hasta el suelo mientras se disculpaba una y otra vez por su torpeza, cuando miró hacia el frente para observar mejor a su interlocutor, se dio cuenta que hablaba con el viento, el joven de hacía un momento había desaparecido.
Parpadeó un par de veces y buscó entre la multitud pero no encontró rastro de él, solamente quedó el recuerdo de las huellas de sus botas marcadas en la blanca nieve que se perdían entre el bullicio de la gente; parpadeó de nuevo desconcertada y decidió no darle mayor importancia al asunto, por lo que se dispuso a continuar su camino olvidando lo acontecido. Todavía se preguntaba el por qué su primo se había ido sin decir nada y más importante por qué no había vuelto a verla desde aquel día, tal vez estaba molesto con ella pero le resultaba ilógico pensar de esa manera, ya que el muchacho continuaba dejándole suficiente dinero para pagar sus gastos mensuales bajo la puerta de entrada al apartamento.
Asistía a la escuela como cualquier otra estudiante de dieciséis años y sus notas eran perfectas, aparentemente llevaba una vida aburrida y cotidiana, o al menos así se suponía que era a la vista de los demás, pues el hecho de volver a casa y no saludar a nadie eran cosas que realmente le afectaban. Ya nadie le daba la calurosa bienvenida al regresar de la escuela ni le preparaba su almuerzo antes de irse de casa; aspiró hondo al sentir como una pequeña lágrima resbalaba por su mejilla y la limpió como si se tratara de la cosa más repugnante del mundo, caminó más rápido sin dejar de pensar en quién había podido ser capaz de arrebatarle a su madre de esa manera tan violenta, estaba molesta y quería ser fuerte pero ella no era así, siempre había sido débil y muy frágil, cuyo único alivio para liberarse de sus malestares era dejarse llevar por el llanto. Una idea que le parecía bastante deprimente.
Pero si Neji-niisan sólo buscaba protegerla, entonces ¿por qué se había ido? arrugó la nariz en un intento de contener el llanto, una tarea bastante difícil de lograr para alguien con su historial, hacía mucho que debía hacerse a la idea de que estaba sola y estaba segura que llorar no cambiaría nada en absoluto. Miró hacia el frente, ya se había alejado de la multitud y las calles se veían cada vez más vacías, vio como un autobús se detenía en una de las esquinas y recogía a un grupo de estudiantes de su escuela, ella las conocía, iban en su misma clase y alcanzó a distinguir que una de ellas cargaba uno de los amuletos para el amor. El autobús partió y un par de hombres con gabardina oscura todavía se quedaron allí.
Su cabeza volvió a dar vueltas al pensar en el pequeño amuleto, el amor parecía ser un sentimiento puro para todas las jovencitas de su edad, y mientras sus compañeras se empeñaban en conseguir una pareja para navidad, ella pensaba en otra clase amor, no de pareja como la mayoría de las chicas románticas, se conformaba con tener de vuelta a su familia al menos por una noche, el tiempo suficiente para despedirse de ellos. Con su andar lento, sólo pensó en que también debió haber tomado ese autobús pero no le importó en absoluto que arrancara sin ella. Si hubiese corrido para alcanzarlo, el regreso a casa habría sido más rápido y el simple hecho de recordar que para estas fechas, su madre ya tendría que haber sacado los adornos navideños le entristecía, por eso prefería caminar, tal vez de esa manera el frío le ayudara a olvidar las desgracias que le aquejaban en su vida.
Caminó dos cuadras más absorta en sus pensamientos, esa era su manera de ser, prefería sentirse miserable y no compartir sus sentimientos con absolutamente nadie, qué iba a entender el mundo sobre la guerra que se vivía dentro de su cabeza, nada de lo que hacía, sus grandes logros en el cuadro de honor y las ofertas para entrar en las mejores universidades, no significaban nada, aunque en apariencia, ella mostrara lo contrario. Escuchó el crujir de la nieve detrás de ella y se percató que los hombres con gabardina que esperaban el autobús se encontraban a media cuadra por detrás de ella.
Su corazón empezó a latir enfurecido y el miedo opacó sus pensamientos, volvió su vista hacia el frente y sus pies comenzaron a moverse más rápido que antes, tal vez fuera sólo su imaginación, producto de las películas de terror o series de criminales que llegó a ver con su primo, pero aun así, su corazón le advertía del peligro y le dictaba que se alejara de ellos cuanto antes. Y mientras más caminaba más semejanza encontraba con las películas, las calles se iban oscureciendo y no alcanzaba a distinguir a nadie para pedir auxilio; pudo escuchar la risa de uno de los hombres más cerca, y ya fuera por el miedo o porque de verdad se estaban aproximando, su cuerpo se estremeció al escucharlo hablarle:
―¿Crees que te puedes esconder de nosotros? ―le preguntó el dueño de la risa al momento en que había comenzado a trotar, las piernas le temblaron y la voz se le escondió en algún lugar detrás de su garganta, en general, su cuerpo en pánico no respondía― haz dejado tu rastro por toda la ciudad y ahora que por fin te pudimos encontrar, será difícil que volvamos a perderte el rastro ―el hombre volvió reír con malicia y Hinata se estremeció de sobremanera― no creo que seas tan lista.
Tiritando de pies a cabeza, Hinata volteó a ver a los hombres, uno era bastante más pequeño que el otro y parecía tener una especie de joroba, incluso era como si se desplazara a rastras, vestían de forma similar, como si estuviesen uniformados, aunque el más alto llevaba una gabardina tan larga, que casi tocaba el piso y que solamente dejaba al descubierto parte de sus botas negras; mientras que el otro parecía cubierto por una capa que ocultaba su cuerpo deforme, lo único que alcanzó a distinguir de los dos, era una especie de broche con forma de nube roja. El hombre jorobado llevaba el rostro cubierto con un sombrero de ala ancha y una bufanda, mientras que el cabello dorado del otro resaltaba entre los tonos oscuros del ambiente nocturno.
―No tenemos tiempo para ponernos a charlar, Deidara ―le dijo con voz rasposa y cansada, el hombre del sombrero a su compañero, quien dirigió su vista a Hinata y la muchacha casi se desmaya al ver cómo un bulto salía desde su espalda y comenzaba a tomar forma de aguijón por encima de él― tomemos lo que buscamos y regresemos cuanto antes.
Finalizó contundente y su compañero rió de forma burlona mientras se relamía los labios con malicia― bien, pero no será divertido ―respondió Deidara mientras comenzaba a correr hacia ella, Hinata respingó y en un acto inconsciente logró esquivar el agarre del rubio, atravesó la calle a toda velocidad creyendo que lo que le estaba ocurriendo se trataba de algo irreal, un sueño, la peor pesadilla que había tenido jamás y huyó por un callejón buscando alguna calle principal en donde encontrar ayuda.
En repetidas ocasiones miró hacia atrás y estás continuas distracciones la hicieron tropezar con la basura, pero la adrenalina que corría por su cuerpo le impedía detenerse a descansar, se levantó de nuevo, se echó la mochila al hombro y continuó con su carrera buscando la ayuda de alguien que se encontrara cerca. Los hombres caminaban detrás de ella, como si el hecho de verla correr les resultase gracioso e incluso vergonzoso, parecía que se jactaban de alcanzarla sin importar lo mucho que se alejara de ellos.
―¡No trates de escapar si no quieres que nadie salga herido! ―le gritó el rubio, parecía que el callejón se había alargado pues a pesar de seguir corriendo no lograba llegar al final, hizo un último esfuerzo al ver una luz verde en frente de ella y logró salir de nuevo a una calle abierta, vio gente a unas cuantas cuadras más allá, pero de pronto, las luces se volvieron a apagar y las personas desaparecieron.
Hinata se asustó mucho más de lo que ya estaba y volvió su vista de nuevo hacia atrás, no obstante, ya no había nadie siguiéndola, su respiración era agitada y el corazón le latía a mil por hora, buscó un arma para defenderse y entre la basura, logró vislumbrar un madero. Pudo ver el vaho expulsado por su boca con cada respiración forzada que hacía y empuñado con fuerza su rústica arma, como si de un bate de béisbol se tratase, comenzó a hurgar con la vista en la oscuridad. El silencio que la rodeaba le aterraba de sobremanera y comenzó a caminar lentamente hacia la avenida principal, el ruido de una envoltura de frituras aplastada atrajo su atención de nuevo al callejón e increíblemente pudo ver como por encima de ella, saltaba una figura negra de un techo a otro sin siquiera estar mirando en esa dirección.
Al girar la cabeza hacia arriba sintió que algo la golpeaba por un costado y la lanzaba por los aires hasta hacerla chocar contra la pared de cemento de uno de los negocios cerrados, atrás dejó el madero con el que se defendería, sintió una punzada en la cabeza pero no tuvo tiempo siquiera de revisarse, esa misma 'cosa' que la había lanzado ahora se arremolinaba en torno a su cuerpo y comenzaba a estrujarla como una serpiente constrictora a punto de devorar a su presa.
El hombre del sombrero apareció de entre la oscuridad, al parecer, él había sido su atacante con el aguijón que sobresalía por debajo de su capa; pudo ver los ojos de su agresor que se asomaban del sombrero, portaba una mirada sin vida e inusualmente maligna y cuando alzó la cabeza para hablarle, la bufanda no pudo ocultar el resto de su cara deforme, como si estuviera frente a enorme muñeco de ventrílocuo.
―¡¿En dónde está escondido?! ―exigió saber demandante y ejerciendo mayor presión con el aguijón, Hinata pudo sentir como sus pies se despegaban del piso y negó con la cabeza, pues se le perdió la voz a falta de aire, no tenía ni la más remota idea de lo que le estaba hablando― ¡no me vengas con estupideces, sé muy bien que tú lo ocultas!
El aguijón apretó su cuerpo aún más y la muchacha exclamó de dolor, sentía su corazón desbocado al sentir tal presión y supo que pronto su vida llegaría a su fin. Frente a ella se vislumbraba un mundo blanco que le profetizaba bienaventuranza y descanso, la promesa de felicidad venía implícita de por medio; no sintió miedo, al contrario, una gran parte de ella deseó que llevara a cabo sus planes, aún si se trataba de un sueño o pesadilla, deseaba tener un final tranquilo en el que se volvería a encontrar con su madre y nunca más volvería a estar sola. No obstante, su cuerpo parecía opinar todo lo contrario, al abrir de nueva cuenta sus ojos sintió cómo las lágrimas agonizantes descendían por sus mejillas, no paraba de gimotear y suplicar, con apenas un hilo de voz, que la soltara 'por favor'. Su instinto de supervivencia la hacía patalear en un vano intento de escapar, mientras que sus brazos buscaban, de manera desesperada, un punto débil del aguijón para aprovecharlo y huir cuanto antes.
La criatura imperturbable al ver que se negaba a responder, agitó el aguijón y golpeó a la chica de nueva cuenta contra la pared. Los gritos de Hinata no se hicieron esperar y el miedo la embargó al sentir su propia sangre recorrer su cuerpo, aterrada pidió auxilio al ver que su atacante no se ablandaría aunque le gritara una y otra vez que ella no sabía de lo que le estaba hablando. La sangre empañó su vista y como hacía un rato había visto al cielo cuando sus ojos miraban en otro lugar, distinguió una sombra acercase rápidamente hacia ellos ¿amigo o enemigo?, a estas alturas ya le daba igual pues sabía que no existía escapatoria de su trágico destino.
Una cuchilla larga y gruesa partió en dos el aguijón que la sujetaba separando a la víctima de su verdugo y otras tres más dividieron el cuerpo de su agresor en menos de segundo. Hinata cayó medio moribunda y sus ojos se centraron en la criatura que quedó inmóvil frente a ella, sintió miedo y quiso huir pero su cuerpo machacado no respondía; vio entonces como el cuerpo del monstruo se habría en línea recta en el centro y, como si se tratara de un insecto que esperara por salir de su capullo, un muchacho de cabello rojizo apareció en medio de un asqueroso humo hediondo que salía de la carcasa de la criatura que la había atacado.
Antes de que pudiera hacer algo el joven de mirada vacía, una enorme esfera negra rodeada de pequeños relámpagos arrasó con él y lo estrelló en un automóvil que se encontraba al final de la calle. La alarma del carro la despabiló y con la poca fuerza que le quedaba comenzó a quitarse lo que quedaba del aguijón, el ruido de una lucha la hizo voltear de nuevo hacia atrás y pudo ver que la esfera comenzaba a moverse rápidamente de un lugar a otro y al final vio cómo se elevaba hacia el cielo perdiéndose de vista.
Aterrada, buscó con la vista su mochila entre los escombros, su cuerpo temblaba de miedo, nervios e incluso alivio, no podía creer que se había salvado de una inminente muerte, ni siquiera prestó atención a las heridas que comenzaban a reclamar el dolor, en cuanto descubrió su bolsa corrió hacia ella, se cruzó el asa por el pecho y cojeando buscó de nuevo la luz entre las tinieblas en las que se había sumergido.
―¿A dónde crees que vas? ―le preguntó el hombre rubio, por un momento se olvidó completamente de él, al girar a verlo se dio cuenta de que se encontraba tan herido como ella, incluso, se atrevía a decir que estaba peor, con una mano abrazaba el resto de su cuerpo pues el otro lado de su ser estaba empapado de sangre― ¡no creas que te será tan fácil escapar!
Le dijo el hombre jadeando y metió su mano sana en una pequeña bolsa que ocultaba bajo su gabardina, Hinata no quiso detenerse a descubrir lo que sería y buscó una vía de escape del maníatico que la amenazaba, había varios metros de distancia entre ellos y suponía que esta ventaja le sería de gran ayuda en su huída.
―¡Todavía no te he dicho que te puedes ir! ―exclamó Deidara y le lanzó una figurita hecha de arcilla, Hinata corrió en dirección contraria a él pero antes de que pudiera alejarse lo suficiente escuchó un grito proveniente del cielo que se acercaba a toda velocidad.
―¡Rasengan! ―seguido de una explosión en medio de Hinata y su agresor, la muchacha sintió la onda que la lanzó varios metros hacia adelante, dio varias vueltas antes de poder detenerse y quedó tendida en el piso. El silencio volvió a hacerse presente en el lugar y sobrecogida, se sacudió la cabeza y lo que quedaba de la falda cuadrada del uniforme que llevaba puesto.
Al mirar de nuevo al lugar de la explosión, se dio cuenta que había quedado un enorme cráter donde supuso había sido el ataque y del que todavía quedaban flotando volutas de polvo; su respiración continuaba agitada y volvió a sentir el dolor invadir cada centímetro de su cuerpo. Trató de levantarse pero se dio cuenta que sus fuerzas habían llegado a su límite, y con la velocidad de un rayo, Deidara salió de entre la bruma de la embestida y se apresuró a arremeter de nuevo contra ella, sin embargo, estaba bastante cansada y no había forma de huir de él, cerró los ojos y esperó su fin.
…
El viento frío movió su oscura melena hacia atrás, se sintió protegida en los brazos de alguien que sostenía su cuerpo, abrió los ojos y fijó su vista en el rostro de su salvador, su cabello brillaba como el sol y sus ojos azul zafiro se posaron sobre ella, al verla despierta el muchacho dibujó una gran sonrisa y le preguntó afable― ¿te encuentras bien, Hinata-chan?
¿Cómo era que el muchacho conocía su nombre? no respondió nada y se limitó a observar a su alrededor, el joven también llevaba un abrigo negro pero con detalles anaranjados que le diferenciaban de los otros, su rostro resplandecía en medio de la oscuridad del firmamento e incluso pudo ver como sus ojos fulminaban algo frente a él; Hinata guio su vista cansada hacia donde el rubio miraba de manera amenazante, se dio cuenta que el muchacho yacía parado en un poste de electricidad con singular equilibrio.
Frente a ellos, Deidara continuaba observándolos con antipatía, incluso Hinata se atrevía a apostar que estaba rechinando los dientes con enfado, el hombre volvió a meter su mano a la bolsa escondida bajo la gabardina y trató de contraatacarlos pero el joven que la cargaba se mofó de su miserable intento― en este momento no estás en posición de atacar, Deidara.
―¡No te burles! ―vociferó el hombre y se lanzó hacia ellos en un arranque cólera, la joven volvió a tener miedo pero esta vez su cuerpo no respondió, pudo sentir como el joven que la cargaba también se lanzaba en contra del hombre dispuesto a responder su ataque pero antes de la colisión, todo se volvió negro, escuchó los golpes, los gritos de Deidara y luego, se dejó llevar a un lugar distinto, lejos de ahí, en donde todo se encontraba en absoluta calma y silencio.
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Esta historia es demasiado extraña en muchos aspectos, me rehusaba a escribirla y comencé a dibujarla pero a las tres páginas me aburrí XD, en mi mente nunca ha estado escribir otro fic después del que no puedo ni siquiera terminar, e incluso me he visto en muchas ocasiones, tentada a alejarme por completo de todo aquello que lleve impresa la firma asiática. Obviamente es una decisión difícil dada la importancia que tuvo en mis primeros años de vida y a mis gustos actuales, nunca me he nombrado otaku pero sin duda, he visto varias series provenientes del país del sol naciente, y me molesta.
En fin, regresando a la historia, es extraña porque ni yo misma sé qué es lo que quiero y aunque no lo parezca, pues me niego en abandonar el otro fic, pero la historia de Naruto desde mucho antes de terminar ya me tenía hastiada y es una de las principales razones por las que me quiero alejar del mundo del anime, me enfadó tanto relleno que no llegaba a ninguna parte. Y de todas formas, mientras más trataba de ignorar la idea que me vi obligada a plasmar en, tal vez, cuatro párrafos que abandoné hace tiempo, la historia se fue mermando en mi cabeza, creando un mundo que ya no pude dejar pasar desapercibido y heme aquí, comenzando desde cero pero que, a diferencia de la otra, no tengo ni remota idea de cuál será el final, y que por la naturaleza de su creación no creo que exista.
Aún con todo esto decidí compartirlo, en mi cabeza se alcanzaron a generar los cinco primeros capítulos y son los que, probablemente publicaré, no sé cada cuando, me urge terminar con el otro, pero sin duda tengo que plasmar aquello que no puedo dejar de pensar; no obstante, también depende de la aceptación del público y el interés que se muestre a la historia para continuarla, no acostumbro leer fanfics, he leído dos en toda mi vida -tal vez tres pero uno de ellos todavía no está terminado- y me he dado cuenta que a veces los escritores dejan a los lectores con ganas de saber más pero se niegan a continuar y eso es algo que yo no quiero hacer, si existe una sola persona en el mundo que quiera leer mi historia, entonces escribiré aunque sea solo para ella.
Creo que me alargué un poco pero quería dejar todo claro, dicho esto solo me resta decir: gracias por leer a aquel o aquella valiente que se atrevió a llegar hasta aquí abajo n.n
