Por más raro y disparatado que suene, Ana no se sentía mal en Bergen Belsen. Porque ella siempre tenía un lugar al que podía ir cuando estaba triste y deprimida. Un lugar al que siempre acudió toda su vida, cuando estaba en su casa, en el anexo secreto, en la escuela...un lugar que ella siempre necesitaba cuando estaba en sus periodos de depresión y bipolaridad adolescente. Ese lugar es su mente, y cuando estaba sola no existía el tiempo para ella, no había límites. El único lugar seguro que tenía era su mente, ahí podía estar a salvo de cualquier persona que tratara de hacerle daño, de lastimarla. Y estaba a salvo de cualquier peligro nazi, estaba a salvo de todo y era el único lugar en el que se sentía en paz consigo misma, aunque no siempre su mente estaba tranquila. Desde que abandonaron su escondite por la fuerza que Ana se sentía cada vez más y más intranquila y atormentada, pero este día se sentía extrañamente tranquila y no sabía porque. Pero le seguía dando vueltas en la cabeza lo último que le dijo Peter cuando lo vio por última vez antes de partir en tren a Bergen Belsen
- "Yo solo te amo a ti, Ana. Ya nos volveremos a ver, piensa en mí, aunque haya tanto dolor en tu mente"
- No existe el dolor en mi cabeza ¿no lo sabías, Peter? No habrá un triste mañana, no habrá dolor ¿no lo sabías? ¿No te lo dije, Peter? ¿No sabías que hay un lugar al que puedo ir sin sentir dolor y ese lugar justamente es mi mente? – Pensó Ana – Debí decírtelo antes de irme, así te quedabas un poco más tranquilo...pero se nota que todavía faltaba conocernos más
Y el tiempo ya no existía, porque Ana estaba dentro de su mente, metida profundamente en su propio mundo de divagaciones y fantasías, donde podía expresarse con plenitud y libertad total sin que el miedo de ser criticada la estuviera acechando constantemente. Cuando estaba sola, tenía un precioso lugar...y lo único que le quedaba de cordura...su ultimo escondite, su último refugio...su mente
