Disclaimers: Los personajes de Harry Potter pertenece a J.K. Rowling y a los que han comprado parte de los derechos de autor, lo cual NO es mi caso, y sólo los utilizo sin intención de lucro alguno, la trama me pertenece, salvo los personajes, como ya se ha mencionado anteriormente.
¡Hola! Ya lo sé, ya lo sé, una nueva historia, ya lo sé, soy una criatura débil, perdón por eso, pero la idea ha estado rondandome por la cabeza desde hace días, desde antes de que terminara con La Aprendiz de Quidditch, y ahora que ya terminé de escribirla puedo darle rienda suelta a este songfic, me he inspirado en dos canciones, como el mismo título lo dice la canción de Souvenir de León Larregui, y la canción que aparecerá en italica la historia está conformada de viñetas, aun no sé cuantas saldrán, pero posiblemente (tomando en cuenta que no me pase lo mismo que con la Aprendiz) no sea una historia larga, no será una historia feliz, pero espero que puedan darle una oportunidad.
El Rating es T porque habla de violencia, pero no será muy explicita.
El Tedly es uno de mis tres OTP oficiales (que no son canon) pero que me vuelven loca, y me dan muchas ideas.
Espero que sea de su agrado. Gracias de antemano.
Muffliat0.
Viñeta 01: Introducción.
Sin duda alguien tendría que haberme dicho que las decisiones personales no lo son tanto. Qué una decisión puede sin duda arruinar la vida de alguien de una manera tan definitiva.
Así era, había arruinado su vida de una manera imperdonable, y yo ni siquiera lo sabía, y es que ¿cómo diablos iba a saberlo si lo único que yo veía era su cálida y dulce sonrisa?
Una noche había distado mucho de ser como las otras; la suave figura de Lily Luna Potter se había colado en mi vista, mientras estaba en el jardín, recostado sobre el pasto, giré la vista hasta la ventana de la pelirroja, la vi danzar, la música era moderada, por eso no la escuché, pero si vi la suave figura de la joven de catorce años moverse sensualmente, mi boca se secó de inmediato, debió ser el alcohol que había estado tomando minutos atrás porque mi entrepierna se endureció.
Mi mano fue hasta mi miembro de manera instantánea, sin detenerme a pensar lo que estaba haciendo, mejor dicho, a quién estaba viendo, y no me pareció suficiente, tendría que ser más creativo que eso.
Me levanté en un movimiento torpe, subí sin ni siquiera meditar un momento sobre mi estado de embriagues, usé la enredadera hasta la habitación de la chica y entré sin anunciarme, la música le impidió oírme, y sus ojos cerrados le habían impedido notar mi presencia.
La piel blanca y pecosa estaba a la vista, fui hasta ella, sorprendiéndola, sus labios se pegaron a los míos, la calidez de su boca me hizo sentí la lujuria recorriendo mi cuerpo entero, la chica se agito sorprendida, pero no dijo nada cuando la guie directamente hasta la cama, subiéndome sobre ella, jamás había visto a Lily Luna Potter se esa manera, no tenía ni idea de porque lo estaba haciendo.
Esa noche había tomado algo más que una decisión sencilla y un poco de alcohol de la estantería de mi padrino; me dejé cegar por las hormonas y eso me había hecho tomar la virginidad de la única chica en casa.
Tenía veinticuatro años, ella catorce, había hecho de la primera vez de la hija de mi padrino, la peor de todas, había sido brusco y pasional; nunca había visto a Lily de esa forma. Y seguiría sin notarla los siguientes años; fingiendo que esa noche no había pasado, y olvidándolo con el tiempo.
Pero nunca pasó por mi mente; que había alguien más, que no daría por olvidado el asunto, que esa pequeña y brusca decisión bajo los efectos del alcohol, involucraban a alguien más, había afectado la vida de alguien con una tonta decisión personal.
Observé a toda la familia Potter esperando por mi noticia, habían pasado exactamente una semana desde que había despertado desnudo junto a Lily; que dormía plácidamente sobre mí, con su cabello sedoso y pelirrojo esparcido entre la almohada y mi cuerpo.
Me alejé asustado y le pregunté por lo que había pasado; ella sonrió suavemente y cuando las palabras salieron de su boca me hicieron sentir la criatura más miserable del mundo "me hiciste tuya". Sus palabras golpearon mi cruda moral, me levanté asustado, me vestí tan aprisa como pude, torpemente antes de que mi padrino y su esposa llegaran; con un desesperado "Hagamos de cuenta que esto jamás sucedió, porque nunca debió pasar, ni siquiera me gustas como mujer, el alcohol debió estar por completo alterado". Salí de su habitación, dejándola confundida con mis palabras.
Ella me había tratado como siempre me trataba, como si lo que le había hecho nunca hubiese pasado; y lo agradecí, arrojando esa memoria enferma en lo más profundo de mi cabeza.
Todos sonrieron y me felicitaron. Casarme a los veinticuatro era algo que no cualquiera se aventuraría a hacer, pero estaba tan innegablemente enamorado de mi novia; Victoire Weasley, que no podía esperar porque fuera la nueva señora Lupin. Posiblemente mi mente me había dejado fingir que lo que había pasado entre la delicada chica que me abrazó feliz y yo, no había significado nada para ninguno de los dos; mi mente era tan cruel que me dejó pretenderlo por mucho tiempo, permitiéndome cometer el más grande de los errores que jamás había hecho. Lanzándola a la inmensidad de unos demonios que había creado especialmente para ella.
En mi boda lo conoció, incluso fui yo quien los presentó a petición de mi amigo, no quise prestar atención a mis instintos que vibrando me gritaban que no lo hiciera, que no permitiera que él se acercara a ella, los dejé hablar, conocerse, ella necesitaba amigos de todas clases, pensó mi mente idiota.
Me detuve frente a la foto con el rostro sonriente sobre la chimenea, y no pude evitar recordar la última vez que la vi sonriendo como en esa imagen, posiblemente habían pasado años; la chica de catorce años se había convertido en una joven bonita y vivaz, al menos eso era lo que le gustaba mostrarle a los demás, los monstruos en su interior habían hecho una tregua con ella; dispersándose al tener a alguien ajeno a él cerca.
Bajé el ramo de flores, ocultándolo de la vista, los lirios no eran sus favoritos, sino los míos, porque siempre me habían recordado a ella, a la suavidad de su piel, a la ternura de su sonrisa, y el exquisito aroma de su cuerpo desnudo moviéndose suavemente sobre el mío. Como es que me había permitido olvidar aquella sensación de tenerla tan cerca de mi cuerpo, como es que me permití lanzarla al precipicio y no pude detener su caída.
