Nada del mundo de Harry Potter nos pertenece. Todo ello es propiedad de J. K. Rowling

Esta historia es slash, es decir, relación hombre/hombre, más concretamente Harry/Draco o Draco/Harry , no hacemos distinciones.

Autoras: Hestia y Selene1981

Clasificación: M (hay contenido adulto, pero no explícito)

Resumen: Robar siempre fue un delito. Engañar un pecado. Pero cuando tu destino siempre estuvo marcado lo único importante es sobrevivir...

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Draconis Cruor

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Capítulo1: La vie en rose.

La suave música que se oía de fondo; La Traviatta, era sólo una muestra de los gustos caros del hombre con el que esa noche compartiría algo más que un beso de buenas noches, una sonrisa de cortesía o una tarjeta con un número de contacto. Ése hombre era más que un rostro bonito, una cuenta con muchos ceros o una mera diversión. Pero él no lo sabía y mientras desabrochaba su camisa con desesperación; intentando acercar sus dos cuerpos hasta que fueran sólo uno, Harry sonrió no sin cierta ironía, porque ése hombre que parecía querer devorarlo con su mirada; en ese preciso instante, significaba para él más de lo que ése francés jamás sabría y mucho menos de lo que desearía, porque a fin de cuentas era sólo uno más.

No tardó en sentir las fuertes manos recorriendo su torso mientras él se dedicaba a dejarse hacer; a disfrutar del mágico momento, pero manteniendo en todo momento el control de la situación. Sus manos recorrieron el pálido pelo, dejándolo deslizarse suavemente entre sus dedos mientras la fragancia de éste inundaba sus sentidos permitiéndole recordar porqué lo había elegido a él y no a aquél chico moreno que parecía irradiar energía por cada poro de su piel, pues a fin de cuentas de eso se trataba; de poder sentir esa magia recorrer su cuerpo, de poder sentirse vivo y ante todo poder sentirse lo que era, lo que siempre fue; un mago.

Se acercó a ese cuello que se le ofrecía casi como una ofrenda a los Dioses y lo recorrió suavemente, dándole pequeños besos, pero sobre todo aspirando ese perfume que lo volvía loco; Allure. No pudo evitar darle un pequeño mordisco mientras momentáneamente perdía el control, viéndose recompensado por un suave gemido y una pequeña descarga de energía recorriendo su cuerpo. Y él se sintió más vivo y estaba vez; más por necesidad, atrajo al otro cuerpo hacía sí; con brusquedad. Adueñándose de esos labios que pedían a gritos que los besaran y recorriendo esa piel reservada esa noche para él; Harry Potter.

Su camisa fue finalmente retirada mientras él desabrochaba la del rubio lentamente, con tranquilidad y sus manos se dedicaban a acariciar cada milímetro de piel que quedaba expuesto. Se pegó al otro cuerpo para tener un mayor contacto y pudo notar la creciente erección del otro. Sonrió y onduló sus caderas ligeramente recibiendo un gruñido de desesperación del francés que impotente veía como Harry por el momento se conformaba sólo con acariciar, besar y recorrer con su lengua parte de su garganta y su clavícula.

- Tu es parfait. Le plus beau (Eres perfecto. Bellísimo) — Harry sonrió y se separó unos centímetros del otro, llevando sus manos a los botones de su pantalón. Desabotonándolos lentamente, contoneando sus caderas pero sin conseguir coger el ritmo de la opera que había de fondo. Pero eso no importó. La suave piel que quedaba a la vista de aquél francés era lo único que llenaba en aquellos momentos su mente.

-Le plus beau (Bellísimo) — Volvió a repetir cuando aquellos pantalones se deslizaron de esas piernas fuertes y bien contorneadas.

No pudo evitarlo. Harry volvió a sonreír y esta vez una risa fresca escapó de sus labios mientras se deleitaba con ese acento al que nunca se acostumbraría. Pero que siempre amaría.

-Flatteur. Déjà vous m'avez dans votre lit, peut-être voulez-vous plus? (Adulador. Ya me tienes en tu cama¿acaso quieres más?)

-Je veux tout. À vous (Lo quiero todo. A ti).

Harry se separó un momento contemplando el cuerpo que se le ofrecía. Por un instante se perdió en su cabello rubio olvidándose del tiempo, pero el francés se acercaba a él sensualmente; acariciándolo.

- Ils voient, il laisse qui t'aime (Ven, deja que te ame) - exclamó

Pero Harry negó con un suave movimiento de cabeza, sonriendo levemente,

- Non, mon petit le minet. Tu vais aujourd'hui jouir de toi (No, mi pequeño gatito. Hoy vas a disfrutar tú) - contestó mientras lo desnudaba completamente. Mientras lo besaba

Se recostó en el cabecero de la cama y con un gesto de su mano animó al francés ha acercarse. Éste; aún desconcertado, intentaba entender en qué momento había perdido el control. Maldiciendo esos ojos verdes que lo habían hechizado. Se acercó a cuatro patas; como un gatito, sonriendo con lascivia. Cuando estuvo encima de él comenzó a lamer las zonas más sensitivas; su cuello y sus pezones, mientras Harry se arqueaba sintiendo todo el placer que aquél rubio le estaba dando.

- Déjà vous savez ce que vous devez faire, le minet (Ya sabes lo que tienes que hacer, gatito) — sonrió.

Y el francés; sorprendido ante su propia sumisión, siguió recorriendo el cuerpo de Potter; besándolo, lamiéndolo, saboreando aquel dulce que se le había regalado sin buscarlo en la discoteca. Harry se arqueó notando el ya familiar cosquilleo que convertía sus sesiones de sexo en algo completamente diferente al del resto de las personas; magos o muggles.

Lo que hacia a Harry Potter más especial de lo que alguna vez fue. El precio a pagar por ser el elegido, el salvador del mundo mágico, el héroe. Su maldición.

No pudo evitar un gemido cuando sintió la lengua del rubio lamiendo sus ingles, acercándose a su miembro palpitante. Gimió aún más fuerte cuando el otro comenzó a lamer su erección y parte de su magia se desplegó recorriendo la piel del moreno. Mezclándose con la suya.

El rubio se afanaba, a cuatro patas totalmente sumiso, entregado a los sonidos realmente eróticos que emitía Harry, dejando que su cuerpo hablase por él. Sin embargo Potter tenía otros planes para él. Suavemente lo levantó y mientras lo volvía a besar lo tiró encima de la cama.

-Hagi que… (Harry qué…) — acertó a decir

Pero lo siguiente que sintió fue unos dedos dilatando su entrada y ya nada fue igual. Entrecerró los ojos y hubiese jurado que aquel inglés delicioso estaba rodeado de un aura azul. Cerró los ojos y se dejó llevar, pues en el instante en que se acercó a su próstata, solo pudo gemir y gemir

Harry se introdujo en él lenta pero firmemente, dejando que sus parpados cayeran pesados, que su inestable magia se desplegase aprovechando la relajación del otro y que su cuerpo tomara el control. Comenzando ha embestir cada vez con más fuerza a medida que su magia iba creciendo. Un empuje y más fuerza y pudo sentir como el cuerpo de su amante temblaba entre sus brazos

Comenzó a masturbarlo mientras se acercaba a su oído y lo lamía sugerentemente a la par que le susurraba:

-Il éjacule le minet (Córrete gatito)

El francés, totalmente sometido, se dejó llevar por un increíble orgasmo que le impidió notar como su cuerpo se elevaba de la cama junto con el de Harry y cómo una pequeña llama se iluminaba en su frente; allí donde una vez hubo un rayo, justo antes de que se desmayase sin tiempo a sentir el orgasmo de Harry y como los dos caían nuevamente en la cama.

Harry salió suavemente de su amante. Acarició su pelo platinado y se acercó a la ventana que abrió para poder fumar mientras las luces de Paris le recordaban que faltaba poco para un nuevo día. Contempló el cuerpo tendido en la cama, tan familiar y tan desconocido a la vez.

Se dio cuenta de que ni siquiera recordaba su nombre, suspiró y exhaló el humo del pitillo mientras pensaba que quizás sería un buen momento para volver a Londres.

Posiblemente nunca debería haberse ido, pero en aquel momento, cuando Dumbledore le hizo partícipe de sus nuevas circunstancias; de la vida que tendría que vivir a partir de ese momento. Lo único en lo que pensó, lo único en lo que podía pensar, era en huir. Y ahora, encerrado en esa jaula de oro que él mismo se había creado; de la que le daba miedo salir, algo dentro de él le gritaba que ya era hora. Eran demasiados años fuera, olvidado y olvidando demasiadas cosas.

Cerró los ojos con deleite cuando el humo del ya casi consumido cigarro salió sigiloso por sus labios y la suave brisa refrescó su rostro a la vez que sus pensamientos. Pero a pesar de esa sensación placentera, a pesar de sentir los coletazos de la magia de ese rubio francés aún recorriendo su cuerpo; alimentándolo, no puedo evitar ciertos remordimientos al saber que cada noche intentaba encontrar a alguien en brazos de desconocidos, que alimentara su cuerpo y su magia, pero siempre sacrificando aquella parte olvidada de su alma que pedía algo más allá de lo físico o lo material. Algo más allá de un mero gustar, una caricia reconfortante o unas bonitas palabras. Y ahora lo sentía más que nunca.

Había huido, sí. Reconoció con cierto pesar mientras tiraba el cigarro al suelo y las pequeñas brasas de este seguían brillando cada vez con menos fuerza. Pero ese país; Paris, tiene un olor especial, el de los pasteles recién hechos, el perfume perfecto, y el color de las acuarelas de Monet. Todo lo que en sí lo había seducido. Pero en Paris no estaba él, recordó. El cuerpo perfecto que dormía exhausto en aquel lujoso apartamento era tan parecido y tan distinto al mismo tiempo…y sin embargo era la inútil búsqueda lo que le daba la vida.

Rió con cierta ironía mientras recordaba pequeños detalles que creía olvidados, pero que le podían abrir la puerta de su dorada jaula y llevarlo a aquel lugar donde deseaba estar. No debía hacerlo, lo sabía. Pero a esas alturas había hecho tantas cosas que no deseaba hacer, que la diferencia entre lo que está bien o mal era escasa a sus ojos. Al fin y al cabo ¿quién pone las limitaciones sino es uno mismo?

Cerró la ventana cuando el cuerpo tendido en la cama se estremeció y el suave clic que esta produjo fue el detonante de todo. El que le hizo saber que aquel cuerpo tendido en la cama no era ni sería jamás el que ansiaba. El que le hizo saber que aquellos otros cuerpos elegidos, tampoco lo eran, ni lo serían y que sólo uno conseguiría apagar ese fuego que había en él. A pesar de saber que esa maldición que lo perseguiría siempre no lo dejara disfrutar el tiempo suficiente.

-Tú también eres perfecto — habló esta vez en su idioma natal mientras sus pasos lo llevaron a la cabecera de la cama — Bellísimo — añadió. Dejando que sus palabras se deslizaran suavemente, al compás de los dedos que se paseaban por el platino cabello — Pero nunca serás él, mi adorado francés.

Un nuevo estremecimiento recorrió aquel cuerpo y Harry fue consciente del estado precario en el que lo había dejado. Pero no sintió remordimientos. Una vez los tuvo. En realidad fueron muchas veces. Pero al igual que un ladrón no sentía remordimientos mientras tomaba algo que no le pertenecía. Al igual que una prostituta hacía su trabajo sin pensar por qué lo hacía. Él hacía tiempo que había dejado de sentirlos, porque simplemente eso era él y como en su día alguien le dijo 'contra el destino no se puede luchar'.

-Mañana estarás bien — le informó aún cuando éste no pudiera oírlo — Mañana todo volverá a la normalidad. Tú y yo — concluyó con cierto pesar mientras lo tapaba con la manta de plumas que había ido a parar al suelo.

No pudo resistirlo. Cuando sus pasos por fin lo habían llevado a la puerta de la habitación tuvo que detenerse y volver junto a aquel cuerpo que descansaba placidamente. Se agachó con deleite mientras enterraba ligeramente su rostro en el cuello del rubio. Impregnándose de su olor, su perfume; Allure.

-Tuviste que recordármelo — le reprochó y a regañadientes se separó de él — No me olvides — Susurró. Sabiendo que él sí lo olvidaría, del mismo modo que olvido su nombre, el color de sus ojos y todo cuanto no le recordara a él.

Finalmente salió de esa habitación, dejando solo a su provisional amante. A aquél que le había regalado parte de su magia. Y así, con el ritmo de la Traviatta de fondo, abandonó la estancia. Dirigiéndose a la lujosa chimenea que adornaba el pequeño comedor y cogiendo un pequeño puñado de polvos que había en un recipiente al lado de esta, los lanzó una vez que estuvo dentro, para ir por última vez a su jaula dorada

Continuará…

Lógicamente lo que está en francés es fruto y gracia de un traductor. No os podéis imaginar con cuantos hemos consultado, contrastado. Así que si las traducciones no están todo lo bien que debieran tener la consideración de no acusarnos de ello, hicimos lo que pudimos.