Me he esforzado especialmente en ser breve porque detesto escribir sin mi ordenador. Necesito recuperar mi teclado. Iba a dejar esto para de aquí a un año... pero a saber qué será de nuestras vidas para entonces. ¿Para qué esperar? Feliz 2017.

Disclaimer: The Lost Canvas no me pertenece.


–¿Por qué tiene que acabar este año? Ha sido genial.

Albafica estaba tumbado sobre la hierba de una colina cercana a su hogar. Observaba el cielo estrellado usando los brazos a modo de almohada. Su maestro y padre, Lugonis de Piscis, estaba sentado a su lado, observando el firmamento nocturno con atención, casi como si supiera que esa sería la última Nochevieja que celebraría con su discípulo.

–Todo tiene un final. Incluso las estrellas que hoy vemos brillar con fuerza acabarán por apagarse algún día–explicó el adulto sin bajar la mirada–. Así es la vida. Este año debe acabar para que empiece uno nuevo igual que a veces un caballero debe sacrificarse para que otras personas sobrevivan.

–Lo entiendo. Pero no me gusta.

–No tiene por qué gustarte, jovencito–sonrió, apartando por fin la mirada del cielo para dirigirla hacia Albafica, que se había girado ligeramente para poder hablar cara a cara con su maestro más cómodamente–. Simplemente debes aceptar que algunas cosas jamás van a cambiar.

–Yo haré que cambien. Ese será mi propósito de Año Nuevo–anunció con seguridad–. No puedo detener el tiempo pero puedo hacerme más fuerte para que nadie, especialmente tú, tenga que sacrificarse por mí. Seré conocido como el Caballero más Fuerte del Santuario y nadie se atreverá a atacarnos. No dejaré que ningún compañero muera en la Guerra y todos juntos llegaremos a ver el inicio de una era de paz.

Lugonis volvió a sonreír con indulgencia. El pequeño al que había criado como a un hijo todavía conservaba su ingenuidad a pesar de todo por lo que había pasado. Crecer con solo un padre no había sido sencillo, y mucho menos cuando dicho padre era un caballero de oro que pasaba mucho tiempo ausente y sabía poco sobre cómo tratar con niños. Su entrenamiento tampoco estaba siendo fácil o indoloro y, desgraciadamente, lo peor estaba aún por llegar. Aun así, su hijo seguía teniendo una visión muy infantil del mundo.

–No seré yo quién te desmotive, pequeño guerrero, pero ¿no crees que eres demasiado ambicioso en tus metas? Un solo hombre no puede vencer una guerra y proteger a todos sus camaradas, así como a los civiles, por sí mismo.

–Ya veremos. El tiempo le dará la razón a uno de los dos. ¡Y será a mí!–exclamó alzando un puño hacia las estrellas.

El joven Albafica estaba en lo cierto en una cosa. Pesare a quien le pesare, el tiempo le daría la razón a uno de los dos.

No tardaría en hacerlo.