El mundo y los personajes de Harry Potter no me pertenecen. Esto lo escribo por diversión
Un ratoncito ruso
Era el quinto cumpleaños de Hugo y la Madriguera estaba llena de Weasleys. Ron había encantado una piñata y en lugar de buscarla con los ojos vendados, corrían tras ella turnándose para romperla con un bate de golpeador. Los Potter aún no habían llegado y Hermione echaba de tanto en tanto miradas preocupadas a la chimenea.
— Ya llegarán — dijo una voz tranquilizadora en su espalda.
Hermione dio un bote que a Ron le recordó a sus saltitos con la mano levantada de sus primeros días de Hogwarts.
— No quería asustarte.
— No estoy asustada —respondió rápidamente— pero normalmente son los primeros en llegar y me parece raro que no estén aquí ni hayan mandado una lechuza para avisar.
— Se habrán entretenido por el camino. Seguro que James ha armado alguna de las suyas… Ese niño es un trasto.
Hermione sonrió levemente y sacudió la cabeza, como si quisiera apartar de si los malos pensamientos. Tomó la mano de su marido y tiró de él hacia abajo con suavidad, una ya vieja señal para que se inclinara un poco y le diera un beso ligero.
—Vamos fuera — dijo ella, ensanchando la sonrisa.
Hugo rozaba el suelo con sus piececitos, subido en una escoba de juguete con la que perseguía a su primo Louis, montado en otra similar. Un pequeño de enjambre de pelirrojos jugaba al pilla-pilla en el jardín. Pero Hermione pudo distinguir perfectamente a su hijo desde el umbral. Era el único de cabello castaño entre todos los Weasleys.
Suspiró y apretó un poco la mano de Ron, mientras se mordía el labio, preocupada.
— Hugo cumple cinco años — comentó Ron — y todavía no ha hecho magia accidental.
— Algunos niños no demuestran su capacidad mágica hasta mucho después de los cinco años, aunque la tradición diga que tiene que pasar antes. Hasta se ha documentado el caso, en 1876, de una mujer que no hizo mágica hasta los cuarenta y cinco años. Fue un asunto complicado y tuvieron que crear una ley especial sólo para ella, la Ley Madeleine Graves para casos inusitados de Magia en Muggles Adultos.
— Siempre tan sabihonda…
— Me preocupo por nuestro hijo — cortó ella, sin asomo de irritación en su voz. Con los años las peleas se parecían cada vez más a caricias.
Ron iba a responder cuando un ruido a su espalda les sobresaltó. La familia Potter al completo acababa de llegar. Después de un rápido saludo a sus tíos, James, Albus y Lily desaparecieron corriendo hacia el jardín en busca de sus primos.
— Sentimos el retraso — dijo Harry mientras sacudía un poco de ceniza de su túnica con su mano derecha, mientras sujetaba un regalo en la izquierda — Lily se empeño en comprar… una cosa para el regalo de Hugo y no había manera de encontrarla.
—Me pregunto de dónde habrá sacado esa idea. Yo no había visto una en mi vida —comentó Ginny distraídamente. La señora Potter sujetaba con cuidado una cajita entre sus manos y Hermione pudo escuchar un pequeño movimiento en su interior.
— ¿Qué habéis comprado? — preguntó Ron, curioso.
— ¡Nada de eso! Tendrás que esperar hasta que Hugo abra los regalos —rechazó Ginny con energía. —Por cierto, ¿Dónde está mi pequeño cumpleañero?
Puede que el regalo de los Potter no fuera el más valioso, pero fue el favorito de Hugo durante años. Era un pequeño roedor, un ratón ruso color avena con manchas grises. Lily lo había bautizado Ilia, un nombre sacado de algún lugar tan desconocido como aquel en el que descubrió la bola de plástico que Harry llevaba dentro de una caja azul con un lazo amarillo. A Hugo le encantó el lemming tanto como el nombre propuesto por su prima y como la bola rodeadora, que extrañó a Ron tanto como fascinó a Arthur Weasley. El señor Weasley nunca se cansaría de admirar el ingenio de los muggles.
— Este material, el pasticol, es una cosa estupenda, Molly —explicaba a su mujer, que levantaba los ojos al cielo, armándose de paciencia. — Resiste, es moldeable y a la vez puede ser transparente. Nosotros no tenemos nada parecido. Dicen que está hecho con aceite...
El patriarca de los Weasley podría haberse perdido en explicaciones incongruentes si sus nietos no se hubieran encargado de romper la tranquilidad del momento reclamando el reparto de la tarta de chocolate. Por suerte para su esposa e hijos, el revuelo ahogo sus palabras y el cumpleaños continuó de forma normal. Es decir, mágica.
Espero que os haya gustado, sólo era una excusa para aumentar el número de fics dedicados a Hugo!
