Nada del Potterverso me pertenece.

Disclaimer: Este fic participa en el reto "Parejas al Azar" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.

Pareja: Rowena Ravenclaw y Merlín

Palabras: 5700

Advertencia: Fanfiction no tiene catalogado a Merlín en el fandom de Harry Potter.

Así que hice un crossover con la serie de Merlín para poder ponerle como su pareja.

Agradecimientos:

Escristora, por ser tan paciente conmigo y darme tan buenas ideas. Sin ti no hubiese podido crear a este Merlín. :)

Nalnya, por darme su opinión y hacerme seguir con la historia. :)


I. LA TIENDA DE VARITAS

Acababa de entrar por la puerta de la biblioteca a hurtadillas para no despertar a nadie. No podía dormir, así que decidió bajar a coger algo para leer. Dejó el candelabro que llevaba entre las manos encima de la enorme mesa de madera de roble que había en medio de ésta y cogió una silla. Sabía exactamente qué libro quería en ese instante. Cada vez que necesitaba uno, acudía en busca de aquel ejemplar. No entendía el afán de Ronan por esconderle aquel libro. ¿Tan malo era admirar a un autor? Ni siquiera sabía cómo era, tan sólo lo que se rumoreaba por aquí o allá. Se subió a la silla con cautela, procurando mantener bien el equilibrio, puesto que cada vez se lo ponía más y más alto. Puso un pie en el borde de una de las lejas y se inclinó sobre sus pies todo lo que pudo hasta que consiguió coger el libro.

Se quedó de pie, encima de aquella silla de madera de roble, observando aquel ejemplar que, para Rowena, le parecía único. Acarició la tapa de cuero, algo desgastada por el paso de los años y paseó uno de sus dedos por las letras doradas en relieve que llevaba con el nombre del autor. Sonrió abiertamente y lo abrió por una página al azar.

—A este paso voy a pensar que estáis enamorada de él, querida—dijo una voz proveniente de la entrada a la biblioteca.

Al escucharlo, Rowena perdió el equilibrio, pero el joven muchacho fue más rápido y evitó que besara el suelo. Aunque, lamentablemente, no pudo evitar la caída del frondoso libro, que provocó un sonoro estruendo por toda la estancia.

—¡Me habéis asustado!—le contestó en voz baja, una vez de pie, ya en el suelo.

—De nada, querida—contestó en modo de mofa—. ¿Se puede saber qué es lo que hacéis a medianoche en la biblioteca? Parecéis un transeúnte entrando aquí a escondidas de todos.

—No podía dormir y necesitaba algo ligero para leer—contestó mientras recogía el libro del suelo.

—Ligero...—repitió, observando la enormidad de aquel tomo y sacudió la cabeza—No quiero saber qué entenderéis vos por "ligero". Es más—añadió, levantando un dedo, algo pensativo—, no quiero saber qué entendéis por "pesado".

—Ronan, ¿qué queréis?—preguntó sin más miramiento.

—Aguardaros de posibles malhechores—contestó, fingiendo preocupación.

—Me sé defender yo sola. Gracias.—contestó tajantemente, dándole la espalda.

Ronan no pudo evitar mirar de reojo el libro y se echó a reír.

—¡Ahora entiendo para qué lo necesitabais!

—Si habéis venido sólo para burlaros, mejor que me dejéis con lo que estaba haciendo—dijo cogiendo el libro y dándole la espalda.

—¡Oh, venga, Row!—espetó Ronan, cogiéndola por el brazo, impidiendo que diera un paso más—No seáis así. Además, será mejor que os vayáis a dormir. Mañana quiero que me acompañéis al Callejón Diagón.

—¿Para qué tenéis que ir allí?—preguntó algo extrañada. No era muy normal que se pasease por ese lugar.

—Mi madre necesita unos ingredientes para hacer una de sus pociones y me manda allí—contestó con sequedad—. No me agrada la idea, así que, qué mejor manera que ir acompañado de vos.

—Perfecto—dijo alegremente—. Así aprovecharé para visitar a Ollivander's.

—¿Ollivander's?—preguntó sin entender.

—Si, es una tienda nueva que han abierto que venden varitas. Me han dicho que allí venden las mejores de todo el país y...

—Un momento—le cortó de repente—, un momento, ¿varitas? ¿Para qué queréis mirar varitas, si ya tenéis una, mi querida Rowena?—se le notaba algo nervioso; no le estaba haciendo mucha gracia el asunto—La hice especialmente el pasado año como regalo por vuestro decimoquinto cumpleaños.

—Lo se, pero es que es...—se quedó pensativa unos momentos.

—¿Es...?

—Simplona—soltó al fin.

—¡¿Simplona?!—alzó la voz de más sin darse cuenta y se ruborizó.

—Sshh, nos van a oír, como no bajéis la voz.

—Es perfecta.

—No lo es. Y lo sabéis.

—¿Que tiene de malo? No sabéis lo que me costó encontrar esa espina de puercoespín.

—Ronan, yo te agradezco el detalle que tuvisteis al regalármela por mi aniversario—le explicó. Al joven se le notaba bastante molesto —, pero me gustaría tener una en el que no lo confundieran con un palo para tirarle a un can.

—¿Estáis insinuando que carece de valor?—comenzó a ponerse rojo de ira.

—Em... Yo no he dicho eso...—contestó mientras se escabullía en dirección a su dormitorio.

—Sí, eso, insultáis mi valioso regalo y ahora salís corriendo—dijo algo malhumorado—. Muy bonito por vuestra parte.

—Buenas noches, Ronan. He de madrugar si queréis que os acompañe.

Y salió corriendo escaleras arriba mientras Ronan la veía subir con mirada fulminante.


Pasaron toda la mañana de tienda en tienda, en busca de todos los ingredientes que necesitaría la madre del joven para sus pociones cuando, a lo lejos, Rowena se percató de la pequeña tienda que había al fondo con un cartel que versaba el nombre de Ollivander's. Tiró de su amigo lo más que pudo, mientras éste resoplaba, murmurando cosas inteligibles nada agradables.

Al entrar, se encontraron con que la pequeña tienda estaba aparentemente vacía. Pasados unos pocos minutos, un hombre de avanzada edad salió refunfuñando algo que la pareja no pudo percatar a escuchar.

—Buenos días. Queremos ver unas...

—...Nadie hasta ahora había osado menospreciar mi trabajo...—comenzó a mascullar el hombre, haciendo caso omiso a las palabras de Rowena.

—¿Os ocurre algo, señor Ollivander?—preguntó preocupada.

—¿Que si me ocurre algo? —el anciano se giró hacia la muchacha con tono molesto—Pues sí, me ocurre que un desagradecido y cascarrabias ha osado rechazar descaradamente uno de mis más elaborados trabajos...

—Vaya, ¿y eso por qué?

—Según él, no cumple con los requisitos que él necesita—dijo mientras sacaba de una caja la varita rechazada—. Ya sabía yo que la joven que me lo encargó andaba bien equivocada en pedirme tal cosa. Si es que lo estaba viendo venir desde que pisó esta tienda, pero no me quiso escuchar.

—¡Qué bonita!—exclamó Rowena, maravillada al observar la varita de entre las manos del vendedor.

—Lo sé. Madera de saúco, cuerno de dragón, 29 centímetros, flexibilidad media. Uno de mis más laboriosos trabajos. No sabéis lo que me costó encontrar estos materiales de primera calidad. Y que encima me lo rechacen, es como un insulto.

—Os entiendo a la perfección—murmuró Ronan, que recibió una mirada fulminante por parte de su amiga.

—Me la quedo. ¿Cuánto cuesta?

—Más quisiera yo poder venderla, pero es un encargo muy especial y no la podemos más que guardar o destruir. La varita se puede volver en vuestra contra y no quiero arriesgarme a que me la devolváis. Lo mejor será que la guarde; con el esfuerzo que me costó poder tallarla, prefiero conservarla.

—¿Y no hay manera de hacerle entrar en razón a ese hombre para que se quede con la varita que le fabricasteis?

—Lo dudo. Ya le conozco demasiado tiempo y sé que no va a dar su brazo a torcer. Ya le dije a aquella mujer que no lo hiciera, pero ella se empeñó demasiado. En mis treinta años elaborando varitas, jamás nadie ha rechazado ni insultado ninguno de mis trabajos. Además que...—se quedó callado unos segundos mirando fijamente hacia algo que había en el mostrador—¡Lo que me faltaba ahora!

—¿Qué ocurre?

—El mequetrefe de Merlín se ha dejado esta bolsita de cuero. Será mejor que la guarde y se la lleve cuando en cuanto cierre...

—Un momento...—el corazón de Rowena le dio un vuelco al escuchar el nombre del destinatario de aquella bolsita de cuero—¿Habéis dicho... Merlín? ¿El Gran Merlín?

—No sé qué tiene de grandioso ese papanatas. Sólo sabe despreciar el buen trabajo de los demás. Se ha vuelto un cascarrabias y un huraño. Antes no era así, pero desde hace unos años, no hay quien le aguante...

—Bueno, pues...—comenzó a decir Rowena; se le acababa de ocurrir una idea—, seguro que no tendréis ninguna gana de tener que ir hasta la casa de ese horrible hombre...

—Pues no, no os pienso mentir. Me resulta de lo más desagradable presentarme allí y tener que devolverle esto. Como si no tuviera otra cosa que hacer.

—Si queréis—dijo mirando de reojo a Ronan—, nosotros podemos llevárselo sin problemas.

A Ronan no le hizo ninguna gracia el comentario de su amiga, pero si no le seguía la corriente, tal vez iba a ser peor.

—Me haríais un gran favor—dijo mientras anotaba en un trozo de pergamino a dónde tenían que dirigirse y se lo entregó a Rowena, quien ya tenía entre sus manos la pequeña bolsita de cuero.

Y, sin dejar acabar lo que le tenía que decir, cogió el trozo de pergamino y salió corriendo por la puerta, mientras el señor Ollivander negaba con la cabeza pensando en que, todo aquello, iba a ser una locura.


Nota de autor: Bueno, antes que nada, quisiera explicar un poco sobre mi Merlín particular. Como algunos ya sabréis, supuestamente Merlín fue a Hogwarts, pero, para mí personalmente, me pareció una cagada monumental por parte de JotaKá hacer tal burrada. Así que, como no me apetecía escribir nada sobre un Merlín alumno de Hogwarts, le quise dar mi propio toque personal.

En este primer capítulo, he pensado en el tema de las varitas porque me parecía bastante interesante, ya que, según mi entender, en esa época no se sabía si se usaban mucho o no. Más adelante explico el por qué Merlín le rechaza la varita, pero me pareció un buen comienzo y una excusa para esta historia.

Espero que os haya gustado. :)