1. El primer día en Hogwarts

Lizzy no podía dejar de mirar asombrada el enorme castillo. Era increíble, espectacular, mucho mejor de lo que jamás hubiera podido imaginar. Sus padres no habían exagerado nada. Se movió con cuidado en el bote para poder contemplarlo mejor, por suerte, el agua estaba muy tranquila aquella noche y no sufrió ningún accidente. Comenzó a sentir un fuerte cosquilleo en el estómago. Estaban a punto de llegar, por fin iba a estudiar en Hogwarts, lo aprendería todo sobre la magia y haría un montón de amigos. Se preguntaba en qué casa quedaría, pero no era algo que realmente le preocupara. Sus padres habían estado en Ravenclaw, igual que sus abuelos, pero su abuela materna había sido Gryffindor; la paterna, Slytherin y su tío, Hufflepuff. Sabía que todas las casas eran igual de buenas. Salió del lago con cuidado y siguió al resto de sus compañeros. Miró hacia arriba, cada vez más asombrada, antes de atravesar la puerta principal del colegio y entrar al vestíbulo.

- ¡Buenas noches y bienvenidos a Hogwarts, chicos! – Saludó un hombre de aspecto simpático. Llevaba una lista en la mano. – Soy el profesor Longbottom y ahora os llevaré al Gran Comedor para…

Dejó de escuchar sin poder evitarlo y se alejó del grupo. No podía dejar de mirar: las columnas, las ventanas, los cuadros… todo le parecía increíble. Su madre le había repetido una y otra vez que no se separara del grupo – la conocía bien y sabía que haría justo lo que estaba haciendo –, pero en ese momento le daba igual. No quería perder el tiempo, quería explorar aquel lugar cuanto antes y descubrir todos sus secretos. No le importaba perderse.

- ¡Vaya una niña perdida!

La voz la sobresaltó. Se giró y se encontró con una figura flotando en el aire. Le dedicaba una sonrisa burlona y tenía un montón de globos de agua. Lizzy abrió mucho los ojos. Aquel debía ser el famoso Peeves. Sacó la varita rápidamente y lo amenazó.

- ¡Aléjate de mí!

- ¡Uy que miedo! – Peeves comenzó a reír y le lanzó un globo de agua que ella esquivó por poco. El poltergeist siguió riendo y burlándose de ella. - ¿Qué vas a hacerme, eh?

La chica palideció. Tenía razón, apenas sabía un par de conjuros sencillos, no tenía nada que hacer contra él, pero no estaba dispuesta a demostrarlo así que mantuvo su posición. Su abuela siempre le había dicho que la actitud y la seguridad eran más importantes que las largas listas de hechizos.

- ¡He dicho que te vayas!

Peeves siguió riendo y Lizzy notó cómo la sangre hervía en sus venas. Tuvo que morderse la lengua para no lanzarle nada.

- ¿No deberías molestar a alguien de tu tamaño, Peeves? – Preguntó, de repente, alguien detrás de ella.

Lizzy se giró y se encontró con un chico un poco más mayor que ella, con el pelo negro y los ojos marrones. Miraba al poltergeist con chulería, sin ningún tipo de miedo.

- ¡Pero si es el niño Potty! ¿Ahora defiendes a los pequeñitos?

- Déjala tranquila. – Se acercó a Lizzy y la agarró con cuidado del brazo. Le dedicó una cálida sonrisa y ella se relajó un poco. Se acercó a su oído y le susurró. – Cuando yo tire de ti, empieza a correr, con un poco de suerte llegaremos al Gran Comedor secos.

- ¿Qué vas a hacer si no, Potty?

- Esto.

Tiró del brazo de Lizzy y los dos empezaron a correr. El poltergeist comenzó a perseguirlos y lanzarles globos, pero ellos conseguían esquivarlos. James cogió a Lizzy de la mano y la guió rápidamente hacia el Gran Comedor.

- ¡Ya estamos llegando! – Dijo, señalando la puerta cerrada. - ¡Vamos!

En seguida alcanzaron la puerta y la abrieron de par en par justo cuando la voz de Neville llamaba al siguiente para la selección:

- Collins, Elizabeth.

- ¡Yo! – Gritó la chica, soltando a James y corriendo hacia el frente de la sala. Todo el mundo la miraba y no pudo evitar sonrojarse. Cuando se sentó en el taburete se mordió el labio. – Siento el retraso, me despisté.

- Por suerte ha llegado justo a tiempo, señorita Collins. – El profesor negó con la cabeza, pero le dedicó una sonrisa tranquilizadora antes de ponerle el sombrero en la cabeza. – Vamos a ello.

- Interesante. – Dijo una voz grave en su cabeza. No pudo evitar sorprenderse, aunque ya sabía lo que sucedería. – Eres muy decidida y bastante valiente, estarías bien en Gryffindor pero dentro de ti hay una gran sed de conocimiento, quieres saberlo todo y, además, eres muy creativa, serías una buena Ravenclaw. Sí, creo que está ya decidido, tienes un corazón valiente pero las ansias de saber son aún más grandes así que… ¡Ravenclaw!

Neville le quitó el sombrero y Lizzy sonrió antes de dirigirse rápidamente a la mesa de las águilas para seguir viendo la selección desde allí. La chica que estaba a su lado le dedicó una nerviosa sonrisa.

- Hola, soy Eliza Bell, también soy de primero. – Dijo, tendiéndole la mano.

- Encantada, Lizzy Collins. – Se presentó, estrechándola.

La ceremonia de selección siguió, aunque ellas apenas recordaron algunos nombres. Dos chicos llegaron también a la mesa de Ravenclaw, pero se sentaron lejos de ellas. Lizzy no prestó realmente atención hasta que escuchó un apellido concreto.

- Goyle, John.

La gente comenzó a murmurar. La familia de ese chico había luchado en el bando de Voldemort. Sus padres ya le habían comentado que podría haber hijos y nietos de mortífagos, pero que no debía ser muy prejuiciosa con ellos. Quizás fueran como sus padres o quizás no, sin embargo, no todo el mundo parecía opinar igual que ella. El sombrero no tardó en anunciar la casa a la que pertenecería y que a nadie sorprendió.

- ¡Slytherin!

Pronto, otro nombre llamó su atención. Un apellido odiado y temido por muchos.

- Malfoy, Scorpius.

Un chico rubio se acercó y se sentó en el taburete, parecía nervioso y no era para menos. A su alrededor mucha gente murmuraba, muchísima más que antes. El sombrero tampoco tardó demasiado en decidirse.

- ¡Slytherin!

Las serpientes aplaudieron, pero la mayoría de la gente siguió murmurando, sobretodo porque el siguiente apellido también era conocido.

- Nott, Theodore.

A Lizzy no le pasó inadvertida la mirada que intercambió con el chico que acababa de sentarse en la mesa de Slytherin antes de que el profesor Longbottom le pusiera el sombrero.

- ¡Slytherin!

- ¿Por qué no los dejan tranquilos? – Le preguntó Lizzy a Eliza. – Ellos no son mortífagos, no deberían tratarlos así.

- Estoy de acuerdo. – Respondió la otra chica con decisión. – Pero, tranquila, estoy segura de que los dejarán demostrar que son distintos.

Las dos continuaron hablando hasta que el Gran Comedor estalló en murmullos y un chico con el pelo negro y ojos verdes se acercó al banco.

- ¡Potter, Albus!

- ¡Es el hijo de Harry Potter! – Exclamó Eliza a su lado, sorprendida, pero Lizzy solo podía fijarse en que se parecía bastante al chico que la había salvado antes y, por primera vez, se dio cuenta de que Peeves lo había llamado "Potty".

El sombrero estaba tardando demasiado y todo el mundo parecía cada vez más nervioso. Sin apenas darse cuenta, la Ravenclaw se giró para mirar la mesa de Gryffindor buscando a una persona concreta. Y ahí estaba, mirando de forma nerviosa al chico al que estaban seleccionando. No apartó la vista de él, ni siquiera cuando el sombrero exclamó lo que nadie se esperaba.

- ¡Slytherin!

Todo el mundo guardó silencio y el chico abrió mucho la boca, incapaz de creerse que su hermano hubiera acabado en aquella casa. Solo dos chicos – una chica y un chico ambos rubios – de Ravenclaw se levantaron y comenzaron a aplaudir, seguidos de una pelirroja de Gryffindor y una chica que esperaba ser seleccionada, además de los miembros de la casa nombrada. Albus se dirigió lentamente hasta la mesa de las serpientes y se sentó junto a Malfoy y Nott, cosa que sorprendió aún más a todo el mundo. Sin embargo, la selección siguió y los nombres siguieron sucediéndose.

- Roth, Martha.

- ¡Ravenclaw!

La morena de pelo corto sonrió con autosuficiencia y se acercó a la mesa. Lizzy y Eliza le hicieron un hueco entre las dos y se presentaron. La nueva chica parecía realmente simpática.

- Smith, Caroline.

- ¡Ravenclaw!

La rubia también se acercó a ellas y se presentó. Cada vez quedaban menos alumnos y, cuando solo quedaban tres, la sala volvió a llenarse de murmullos.

- Weasley, Molly.

Los Weasley eran héroes de guerra y todo el mundo lo sabía. La chica, una morena de ojos marrones, se sentó en el banco con confianza y, apenas unos segundos más tarde, el sombrero anunció su casa.

- ¡Gryffindor!

La mesa estalló en aplausos y la pelirroja que antes había aplaudido a Albus volvió a ponerse de pie para recibirla. Ambas se abrazaron, probablemente serían familia.

- Weasley, Rose.

Fue el turno de una pelirroja muy pecosa y de aspecto nervioso. El sombrero tardó bastante con ella, como había sucedido con Albus, pero finalmente habló.

- ¡Ravenclaw!

Todos estallaron en aplausos y la rubia que se había aplaudido a Albus corrió a abrazarla mientras Neville llamaba al último de la lista.

- Wood, William.

- ¡Ravenclaw!

La mesa volvió a aplaudir. Rose se sentó entonces junto a las otras cuatro chicas y se presentó, aunque se quedó un rato mirando a Lizzy.

- ¿De qué conoces a mi primo? – Se atrevió a preguntar por fin, después del discurso de la directora.

- ¿Tu primo? – Lizzy arrugó la nariz.

- Sí, James, has entrado antes con él. – Explicó.

La chica sonrió y le explicó lo que había pasado mientras comían. Ambas habían congeniado bien y no pararon de charlar: sobre sus familias, lo que querían hacer cuando fueran mayores, las asignaturas que cursarían… Un poco de todo. Justo cuando terminaron de cenar, los prefectos comenzaron a llamar a los de primer año.

- ¡Los de primero, por favor! – La rubia se acercó a ellas. – Hola chicas, soy Victoire Weasley, la Delegada.

- Es mi prima mayor. – Rose sonrió. – Y es la mejor del mundo.

- No me hagas la pelota, Rose, no voy a ser menos estricta contigo que con los demás. – Vic lanzó una alegre carcajada.

- ¡Elizabeth!

La chica puso mala cara - odiaba su nombre completo, le parecía de persona mayor - pero aún así se volvió. James se dirigía hacia ella esquivando a los alumnos de otras casas.

- ¡Hola! – La saludó sonriendo. – Antes con las prisas no pudimos presentarnos.

- Llámame solo Lizzy. – Pidió la chica sonrojada, notando las miradas de las otras cinco fijas en ella. – Y muchas gracias por lo de antes.

- Tranquila, no ha sido nada. – Contestó. – Yo soy James Potter.

- Lo sé, me lo ha dicho Rose. – Miró de reojo a la pelirroja. – ¿Eres el hijo de Ginny Potter, verdad?

- Sí. – Respondió James algo sorprendido. Estaba acostumbrado a que le preguntaran siempre por su padre.

- ¡Soy su mayor fan! – Exclamó la morena, emocionada, lo que provocó que él sonriera ampliamente. - ¡He leído muchísimas crónicas sobre sus antiguos partidos y la he visto en las exhibiciones! Mi madre trabaja también en el Profeta y me consiguió un autógrafo, lo tengo colgado en mi pared desde que tenía siete años.

- ¿Eres fan de las Arpías? – Le preguntó.

- Por supuesto, son el mejor equipo del mundo. – Lizzy sonrió.

- Bueno chicos, siento interrumpir pero tengo que llevar a las niñas al dormitorio, los demás alumnos de primero ya se han ido. – Intervino Victoire, agarrando a la chica por los hombros.

- Pero Vic…

- Pero nada James.

- Quiero hablar un poco más con ella, por favor. – Pidió el chico poniendo cara de bueno.

- James Sirius Potter no vas a conseguir nada así.

- ¿Te llamas James Sirius? – Lizzy comenzó a reír sin poder evitarlo.

- Es un buen nombre. – James la fulminó con la mirada.

- Nadie lo niega pero, ahora en serio, tenemos que irnos.

Victoire hizo un gesto y las cinco chicas la siguieron hacia la puerta del Gran Comedor. Lizzy, que iba la última, no pudo evitar girarse. James la miraba y se sonrojó un poco al darse cuenta de que lo había descubierto.

- ¡Hasta mañana, Elizabeth! – Exclamó.

- ¡Adiós, James Sirius! – Respondió ella sonriendo.

James la vio marcharse sin poder apartar la mirada de esa pequeña morena. Por su mente pasó la imagen de la chica enfrentándose a Peeves. Había una seguridad en su mirada que lo había abrumado. No podía hacer nada contra él, pero no estaba dispuesta a rendirse. El chico suspiró y, por un instante y sin saber aún por qué, deseó que el sombrero la hubiera enviado a Gryffindor. Aunque una cosa tenía clara: estar en casas distintas no iba a detenerlo.