Título: Garçon nu
Autora: FanFiker_FanFinal

Beta y dibujo de portada: Dybbo (gracias, hermosa)
Pareja: Harry/Draco
Rating: NC-17
Género: Romance

Universo: muggle (AU)
Advertencias: Slash
Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling, Bloomsbury Publishing, Scholastic Inc. y AOL/Time Warner Inc.Nadie gana ningún beneficio económico con esta historia ni se infringen deliberadamente derechos de autor.

Notas de autor: ¡He vuelto! Gracias a todos los que me habéis esperado y enviado mails. Ya es hora de publicar este fic que escribí hace tiempo. Constará de unos 8 capítulos y será mi primer fic de universo alterno (AU), aunque como siempre, intento dejar intacta la personalidad de los personajes, como manda mi Team Canon. Así pues, es posible que haya cosas que no se respeten de los libros de J.K.

Este fanfic responde al reto de Kira Raito de fecha 29/02 en amor yaoi, donde se pidió un Harry y Draco estudiantes en mundo muggle y donde Draco tenía que dar clases a Harry de alguna asignatura. El resto sale de la cabeza de la menda.

Resumen: Harry debe conseguir créditos extra para pasar de curso en la Universidad, y tras barajar varias asignaturas, llega a un acuerdo con un estudiante de otra facultad para que sea su profesor particular. Pero, ¿desde cuándo a Draco Malfoy le interesa ayudar a su rival Harry Potter? ¿Habrá algún otro motivo oculto? Drarry.


GARÇON NU

FanFiker_FanFinal

Beta: Dybbo


1. EL ACUERDO

Tras varios segundos de espera, la puerta del segundo piso en Bittoms Court hizo "clic" y fue recibido por un chico de tez morena, alto y desgarbado, con gesto despreocupado.

—Buenas tardes —dijo Draco, mirando al chico de arriba abajo, notando su lamentable y poco adecuada vestimenta.

—Hola, Malfoy, pasa —el rubio, ataviado con unos pantalones de lana color azul marino, se introdujo en el minúsculo piso atravesando el corto pasillo hacia el salón principal.

—Harry está limpiando su habitación, enseguida sale —le dijo Dean, y a continuación le ofreció algo para beber.

—Esperaré, gracias —asintió Draco, y mientras Dean se marchaba procedió a analizar el espacio: varias estanterías se amontonaban en una parte de la sala, todas llenas de libros; había dos enormes sofás color gris apagado, una mesita de centro llena de envoltorios de papel y platos y una mesa un poco más grande junto a la puerta, repleta de mochilas, papeles, más libros, bolígrafos y un portátil. El rubio hizo una mueca de asco: ¿es que nadie en esa casa era lo suficientemente ordenado? Desde luego, él tenía suerte de no compartir piso con nadie, pero su cuarto, más pequeño que aquel apartamento de alquiler para estudiantes, estaba tan ordenado y limpio que se podría comer en el suelo.

El rubio se giró al escuchar cerrarse una puerta: un muchacho moreno, de piel bronceada y cabello desobediente, vestido con vaqueros rotos y una camiseta torcida se dirigía hacia él, sonriente.

—Buenas tardes, Malfoy, bienvenido —el rubio se encontró con los relucientes ojos de Harry Potter, enmarcados tras unas horrendas gafas.

—¿Todavía llevas gafas? ¿Cuándo te vas a operar? —fue el saludo del otro, algo irritado.

—No lo sé. ¿Quieres algo de beber? —señaló uno de los sofás—, siéntate.

Draco miró su reloj y argumentó tener prisa.

—Está bien, entonces vayamos a mi cuarto. Lo he ordenado un poco, pero está bastante desastroso —el rubio no pareció sorprenderse al ver el pequeño cuarto de Harry; de hecho, le pareció incluso decente comparado con el resto de la casa: no había demasiados pósters, solo una flámula con un enorme puma; un pequeño corcho colgaba en un lateral, donde Potter no tenía demasiadas notas, un balón de rugby descansaba sobre un armario empotrado y había varias fotos de él con sus amigos. Draco hizo un gesto de desdén al contemplar el minúsculo escritorio junto a la cama. Harry acercó otra silla y preparó los libros que ambos utilizarían.

—No pretenderás que estudiemos aquí —lo miró el rubio, extrañado, pero Harry le sonrió tímidamente.

—Esta es mi habitación. Siento que no sea de tu gusto, pero es lo que tengo, Malfoy.

—¿Por qué no estudiamos en el salón? Hay más espacio en la mesa grande.

Harry suspiró, cansado. La mesa estaba llena de objetos que pertenecían a sus compañeros.

—Había pensado en mi cuarto para que nadie nos molestara. El salón es territorio comanche —al ver la expresión desconcertada de Draco, añadió—, terreno común, además tendré que limpiarla y mis compañeros pasearán por ahí constantemente.

Draco pareció exasperarse.

—Bueno. Pero la próxima vez —añadió dejando sus libros sobre la mesa—, reserva ese espacio para nosotros. He traído muchos libros de consulta que no cogerán en tu mesa.

Harry asintió y Draco acabó de acomodarse, si a eso se le puede llamar ocupar una incomodísima silla de madera plegable que le hería el trasero al sentarse.

—Deja que yo me siente ahí, Malfoy, toma mi silla —San Potter le cedió amablemente su silla de ruedas con tres alturas.

—Se agradece, ahí no hubiera durado ni una hora, Potter. Tus muebles son viejos y baratos.

—Bueno, Malfoy, ¿has venido a estudiar conmigo o a evaluar mis pertenencias? Porque no me apetece pelear —dijo el otro, molesto.

Por supuesto, se dijo Malfoy, midiéndolo con la mirada; muy pocos estudiantes en Kingston tenían piso propio: el alquiler en ciertas zonas era demasiado caro y la mayoría de los estudiantes se alojaban compartiendo pisos de mala muerte como aquel. Potter, además, se juntaba con gente poco adecuada y por eso andaba vistiendo como un mendigo y viviendo en casas irrisorias. El rubio procedió a repartir cuatro libros sobre la mesa: un diccionario, dos libros de la universidad y otro de gramática.

—Bien, comencemos, entonces. Comment tu t'apelle?

Harry sonrió ligeramente.

Je m'apelle Harry et mon nom de famille est Potter.(1)

Ce n'est pas mal. Pero tienes que mejorar ese acento. Comment vont les études?(2)

—Hmmm…. –respondió Harry sin entender ni papa.

—Nivel básico elemental, ya veo —Draco frunció el ceño y añadió—. ¿Te sabes al menos los colores y los números?

Un peu(3) —respondió Harry algo cohibido.

Draco le adelantó un folio y le pidió que escribiera los que supiese para, luego él, añadir los restantes. Los pronunciaron juntos y Draco se los hizo escribir varias veces. Harry observó al chico de cerca: nunca se había dado cuenta de cuán pálido era el cabello de Draco: tenía un rubio que no podía comparar con cualquier tono de amarillo.

—Te recomiendo que los estudies.

—Vale —y a continuación propuso—, pensaba que podrías ayudarme con mis deberes. Y así explicarme lo que sea que no entienda, ¿qué te parece?

Draco lo miró con los ojos entrecerrados.

—No voy a hacer tus tareas, tú las harás y luego me preguntarás lo que no entiendas.

—Eso es lo que he dicho —respondió Harry irritado. No creía que pudiera tener mucha paciencia si ese esnob presumido seguía en esa línea.

Mientras el moreno procedía a realizar su tarea, Draco elevó la mirada: varios banderines del equipo de rugby de la universidad, los Kingston Cougars, yacían sobre la pared, frente a ellos. Draco sabía que Harry estaba en el equipo porque, en ocasiones, oía a algunos de sus compañeros de clase hablar sobre él. Al parecer era muy bueno, posiblemente todo lo que era de malo en francés, se dijo.

—…Oh, claro y ¿cuándo vas a hacer una quedada con nosotros? Harry y yo te echamos de menos —una conversación se filtró a través de las paredes.

—¿Qué es eso? —preguntó Draco.

—Debe ser Ron hablando con Hermione —dijo Harry sin elevar la vista.

—… no, ahora está estudiando, no puedo ponértelo… sí, con el odioso de Malfoy… no lo sé, pero le da clases de francés —Malfoy apretó la mandíbula, evitando lanzarle a Weasley algún improperio. La conversación continuó y aquello estaba sulfurando al rubio: ¿cómo podía concentrarse Potter con ese compañero de cuarto que gritaba a las cuatro paredes?

—Potter —demandó, y el joven sacudió la cabeza—, chsst, ¡Potter! Dile a tu compañero de cuarto que se calle. Estamos estudiando.

Harry se giró, impertérrito.

—Malfoy, está en su cuarto.

—Bueno, pues está hablando demasiado alto y nos está desconcentrando. ¿Es que no le han enseñado a hablar de forma decente? ¿Qué cree que hace gritando así? Dejará sorda a Granger.

Harry suspiró: sabía que no todo sería de color rosa.

—Mira, Malfoy, somos cuatro: no sé dónde vives tú, pero aquí hay gente y movimiento todo el día. Nosotros no podemos decirles a los demás que dejen de hacer su vida. Es cierto que Ron habla alto, ¿y qué? ¿Qué hago? ¿Llamo a su puerta y le digo que se calle? —el rubio pareció sentirse insultado, y levantándose de la silla reclamó:

—No te preocupes, ya lo hago yo —y a continuación salió del cuarto de Harry para golpear con fuerza en la puerta del cuarto contiguo.

—¡Malfoy, joder!

Un contento Ron abrió la puerta a un malhumorado Malfoy mientras sujetaba el teléfono móvil con la mano izquierda.

—Oh, un momento, Hermione. Buenas tardes, Malfoy.

El rubio, antes de hablar, recorrió el cuerpo del pelirrojo de arriba abajo: no llevaba camisa, solo unos vaqueros.

—Potter y yo estamos estudiando. Nos es imposible concentrarnos con esos gritos que estás profiriendo. ¿Podrías ser tan amable de hablar como una persona normal, o, en su defecto, de trasladarte a otro sitio de la casa hasta que acabes esa insulsa conversación? —Ron trató de no reír ante el palabrerío culto de su antiguo compañero de escuela. Tanto él como Harry, así como Dean, Seamus, Hermione y los otros habían coincidido en la escuela elemental y secundaria. Ron siempre se preguntó por qué el idiota de Malfoy había ido a su mismo colegio cuando su familia debería haberle enviado a algún colegio privado de renombre donde la gente se expresaba de ese modo y donde crecían más estirados que un palo.

La llegada de Harry quizá evitó una pelea.

—Disculpa, Ron. No hagas caso. Malfoy, vamos dentro. Ron no tardará en terminar —el rubio se deshizo del agarre del otro para decir:

—Mira, Weasley, haz el favor de no molestar. Entraré todas las veces que haga falta hasta que decidas hablar como una persona normal.

—¿Hablar? Dirás susurrar. ¿Cómo demonios va a oírme Hermione si no le hablo? —el rubio le arrancó el móvil de la mano.

—Buenas tardes, Granger. Disculpa la intromisión. Estoy tratando de estudiar con Potter, pero entenderás que es imposible hacerlo con esos gritos… claro… ¿todo bien? Un saludo… adiós.

Cuando el rubio le devolvió a Ron el móvil, éste tenía la boca abierta.

—¿Hermione? —el pelirrojo comprobó con estupor que no había nadie al otro lado de la línea.

—Granger llamará mañana. Dice que estudiar es prioritario —y con una sonrisa de triunfo, se alejó de allí para entrar de nuevo en el cuarto de Harry.

—¡Malfoy, no vuelvas a coger mi móvil, ¿entiendes?! —Harry trató de apaciguar a su compañero, que era todo un basilisco de impotencia y rabia—, ¡Harry, ha colgado! ¡Ese idiota de Malfoy ha hecho que cuelgue! ¡Lo odio, sácalo de aquí!

—Disculpa, Ron, ya me encargo —cuando el moreno se encerró de nuevo en su cuarto, los gritos volvieron.

—¡Malfoy, eres un gilipollas! ¡Estás tan amargado como Snape! ¡Espero que salgas pronto de aquí!

Draco, complacido, se dirigió hacia Harry.

—Ya está arreglado, sigamos estudiando.

Harry lo miró con severidad. Ron parecía haberse calmado, después de varias patadas a lo que podía ser la madera que sujetaba la cama.

—Escucha, Malfoy, no quiero que haya peleas aquí, ¿entiendes? Todos, en nuestro tiempo libre, tenemos derecho a hacer lo que nos plazca, y no podemos evitar que otras personas nos interrumpan.

—Si te hubieras asociado con la clase de gente que no se comporta como pueblerinos, esto no habría pasado —dijo Draco, irritado.

—Bueno, Malfoy, lo último que te permito es que le faltes el respeto a mis amigos en mi propia casa. Creo que no ha sido buena idea que vinieras.

Harry se levantó y recogió las cosas del rubio, quien se sintió algo violento.

—La idea de las clases fue de mis amigos, realmente yo no creía que esto fuera a funcionar —añadió Harry.

—¿Vas a hacerme volver después de esperar el autobús y trasladarme de Richmond aquí?

—Bueno, eres tú quien no puede darme clase. Evidentemente, no quiero que te vayas, y de verdad que necesito esas clases, pero si mis compañeros no van a poder hacer su vida normal, es mejor que disolvamos el acuerdo.

Ambos parecieron enfrentarse con la mirada, como evaluando la situación; Harry necesitaba aprender francés, y sabía que la mejor persona para ello era Malfoy, bilingüe; y Malfoy, por alguna razón había concedido ser el profesor particular de Potter.

—Te propongo un trato: tú te aseguras de que nadie nos molesta y yo no me meteré con ellos —dijo Draco, resuelto.

—No creo que estés en posición de negociar, Malfoy.

—Pero tus amigos estarán contentos de no escucharme; y tú aprenderás francés.

Harry pareció considerarlo; sin embargo, sabía que con el rubio engreído había que tener pies de plomo: solía manipular a la gente a su antojo, siempre que él tuviera un interés oculto para conseguir algún fin. El moreno suspiró, ¿es que Malfoy no podía ser como todo el mundo? Agradable, amistoso, ingenuo. En lugar de un insufrible bastardo que parecía saberlo todo y disfrutaba creando caos.

—Está bien. Hablaré con ellos —aceptó Harry—, y ahora sigamos.

Dos horas después, Harry despedía a Draco en la puerta de su apartamento. En cuanto el rubio se hubo ido, Harry entró a la cocina, donde Seamus y Dean hablaban animadamente. El moreno agradeció a sus compañeros que lo hubieran esperado para cenar, y cuando Ron se les unió, ambos comentaron acerca de Malfoy.

—Sigue siendo un imbécil —dijo Ron masticando su delicioso pastel de carne.

—¿Habéis visto sus ropas? —dijo Dean—. Parece recién salido de alguna pasarela de moda.

—Malfoy siempre fue muy esnob —apoyó Seamus—, hay cosas que nunca cambian. Pero bueno, Harry, ¿te fue bien la clase con él?

El moreno asintió.

—Sí. Aprovechamos para repasar muchas cosas —y le dio una rápida mirada a Ron—. Hemos vuelto a quedar el lunes.

—Oye, compañero, vuelve a contarme cómo es que Malfoy asintió a darte clases de francés. ¿Qué hiciste, lo amenazaste?

Harry dejó de comer. Elevó la vista para recordar y poder narrarle a Seamus toda la historia.


Hace dos semanas.

Harry y todos sus compañeros estaban reunidos en la cafetería del campus, alrededor de una mesa redonda y frente a varias bebidas.

¿Cómo vas con los estudios, Harry? —preguntó su amiga Hermione, que estudiaba también en Kingston pero en la Facultad de Ciencias y Artes, y siempre había sido brillante en sus notas.

Raspado. Tengo que llegar a cuarenta créditos y solo tengo treinta, contando los puntos que pueda darme el equipo de rugby.

¿Por qué no coges alguna asignatura optativa? Te ayudaría a subir los créditos.

Porque estoy saturado, Hermione. No tengo tiempo de estudiar en casa y coger una asignatura optativa sería cargarme demasiado la agenda.

¿Y subir la nota de alguna asignatura que ya tengas? Hay que hacer algo, Harry, no puedes esperar al final del segundo trimestre. Aunque estoy aliviada de que vayas mejor que Ron, que lleva veinte créditos.

Harry se preguntó cómo es que Hermione siempre recordaba, además de los suyos, los créditos de los demás: parecía un ordenador.

¿Qué asignatura? Si las saco todas raspadas es porque apenas las entiendo.

¿Qué tal Estadística o Fundamentos Matemáticos? Creo que Seamus es bueno en esas, podría darte clases.

Seamus no es serio cuando estudia, Hermione, y que conste que ya le he pedido ayuda varias veces. Pero es imposible, nos… distraemos mucho.

La joven lo miró a la cara, ciertamente tratando de adivinar lo que ocurría.

Bebéis, ¿no? Por Dios, Harry, de verdad que el alcohol no te hará ningún bien, eso sin contar con que te agotarás cada vez más y no podrás entrenar.

No necesito ningún sermón, gracias. Sabes que he mejorado, Hermione, no me agobies.

La chica se atusó el cabello castaño, recogido a un lado con unas pinzas y susurró:

No te agobio. Pero piensa en tu futuro, Harry.

Más tarde, en casa de Harry, Dean, Seamus y Ron.

Decidme en qué asignaturas trataríais de mejorar, porque yo me rindo —Harry desplegó su calendario de clases ante sus compañeros, que poco a poco barrieron el papel con la mirada.

Uf… no sé, Harry… lo veo chungo. ¿Qué tal Sistemas Digitales?

Es lo que había pensado, pero es un contenido muy amplio y este trimestre tenemos otro tema más. No estoy seguro.

Bueno, Harry, yo podría ayudarte en Programación —ofreció Dean.

Imposible, me coincide con los entrenamientos.

Quizá Hermione pueda ayudarte en esta optativa —señaló Ron.

¿Por qué no eliges Francés? —preguntó Seamus—, creo que es de las menos difíciles. No tienes mala nota, si se trata de subirla un poco… seguro que alguien en el campus sabe francés. Y luego podríamos machacar un poco Estadística para subir nota también.

Harry quedó pensativo contemplando sus opciones: Francés, Estadística y Fundamentos Matemáticos. En ninguna de las tres era especialmente malo, quizá llevaba peor Francés, pero sabía que sería mucho más fácil subir la nota si alguien lo ayudara. Comenzó a buscar en las facultades gente que pudiera dar clases de dos de esas tres asignaturas, ofreciendo a cambio ayuda en cualquier otra cosa. El intercambio de clases estaba a la orden del día pero no todo el mundo quería perder el tiempo enseñando a otros cuando ellos disponían de esas horas para estudiar o quizá divertirse. Descorazonado, varios días después Harry probó suerte en la facultad de Arte, Diseño y Arquitectura.

¿Qué es ese alboroto? —quiso saber uno de los estudiantes mientras salía de clase. Sus compañeros mostraron una sonrisa burlona.

Parece que el famoso jugador de nuestro equipo necesita clases de varias asignaturas. Creo que está un poco desesperado. Quizá si ofreciera sexo a cambio, yo podría estar interesado.

Draco apartó a Blaise y se acercó al grupo de estudiantes; qué patéticos, seguro que algunos de ellos se morían por darle clases a Potter. En cuestión de segundos, el moreno tenía en la mano varios papeles con números de móvil.

No estés tan contento por ello, Potter —le dijo Draco acercándose con garbo—, la mayoría te pedirá cosas bastante bochornosas a cambio.

¿Bochornosas? ¿Qué quieres decir? —el rubio señaló uno de los papeles y lo agarró.

Llama.

Harry así lo hizo y poco después estaba soltando improperios al móvil, irritado.

No sé si sabes que nuestra facultad está llena de perversos sexuales.

Harry elevó la vista y preguntó:

¿Te cuentas entre ellos?

Malfoy mostró una mueca burlona.

Si tuviera que discutir mi vida sexual con alguien, tú no estarías entre los elegidos, Potter. ¿Qué andas mendigando? Déjame ver.

Harry estaba renuente a entregarle el papel, porque Malfoy era como Hermione: brillante en casi todas las asignaturas, la diferencia era que disfrutaba restregándolo por ahí. Era una suerte que no estuvieran en el mismo edificio, aunque se veían de vez en cuando en los pasillos o la biblioteca y en ocasiones, el rubio le solía increpar, rescatando así los antiguos hábitos de la escuela.

¿A ver? Dame la puñetera nota, Potter —el rubio se la arrancó de las manos y paseó la mirada curiosamente por las letras—. ¿Francés? Qué curioso… —y esbozó una sonrisa malévola—, ¿sabías que yo soy bilingüe?

Ambos estaban sentados ahora frente a la facultad, en un banco libre. Malfoy le acababa de contar que sus abuelos maternos vivieron en Francia, que su madre le enseñó el francés desde muy pequeño y que lo controlaba perfectamente, al igual que otros tres idiomas más. Luego empezó a alardear de otras cosas pero Harry, para entonces, ya había desconectado.

Realmente, nadie en esta facultad podría ayudarte como yo —ahora Malfoy sí estaba jactándose—, una pena que no seamos amigos, ¿eh, Potty?

Bueno, Malfoy —dijo el otro malhumorado—, supongo que seguiré buscando —y, levantándose, añadió—, quizá incluso me piense eso de los favores bochornosos —y fue alejándose hasta que sintió un tirón en el brazo.

¿Potter, tan desesperado estás?

Sí —dijo el moreno, fastidiado, y creyó ver algo de compasión en la mirada del otro. Después, los turbios ojos de Malfoy brillaron con malicia.

¿Y si… y si hacemos un trato? —el rubio se carcajeó al ver la mirada de incredulidad del otro.

No, gracias, no quiero tratos contigo —denegó el moreno—, antes me gasto mi herencia aunque sea en unas malditas clases de francés en la universidad.

¿Y si te dijera que hay algo que podrías hacer sin esfuerzo alguno y yo sería tu profesor particular durante lo que queda de curso? —ambos quedaron frente a frente, preparados para saltar; en el pasado habían compartido peleas, en la adolescencia ¿iban a ser retos?

Dispara —dijo Harry con los brazos cruzados, en posición de defensa.

Yo te enseño francés y tú… cuando necesite tu presencia, te llamaré y acudirás. No en horas de clase, obviamente, sino en horas no lectivas. Es decir, en fines de semana, fiestas de guardar, ¿lo captas? Yo llamo, tú vienes. Sin preguntas. Oh, no te lo tomes a mal, te lo explico así porque siempre fuiste muy denso.

¿Y qué se supone que quieres que haga?

Luego seré yo quien te diga lo que tendrás que hacer, pero, en principio te pediré hacerme compañía. Si te necesito para ir a una obra de teatro, te llamo y vienes; si tienes que esperarme en cierto sitio, esperas; si acordamos ir a comprar, me acompañas.

¿Y para qué vas a querer pasar tu tiempo libre conmigo? —Harry no le veía ningún sentido al acuerdo del bastardo; es más, era demasiado simple, y aquello solo quería decir que había algo más enredado detrás—. ¿Quieres que sea tu amo de compañía? ¿Tú no tienes criados para eso?

Draco se había criado en una familia de alto standing; tenía criados y sus padres hacían fiestas de etiqueta, y solía codearse con gente importante.

Un criado no podría hacerme el favor, no funcionaría, trabaja para la familia.

¿Y qué tal Blaise? Tu amigo italiano, él sí podría acompañarte, ¿por qué me pedirías eso a mí?

No voy a explicártelo, es algo personal. Lo tomas o lo dejas, creo que la universidad cobra una pasta por las clases, Potter.

Promete que no me pedirás nada bochornoso y entonces aceptaré —dijo el joven, resuelto, y Draco pareció divertido.

¿Nada como qué, Potter? Dime.

Nada como lo que ninguno de estos —enseñó los papeles con los números de móvil inscritos— pediría.

Draco se reservó la posibilidad de decirle que quizá, si estuvieran en esos términos sería Harry quien le pidiera algo a él.

Lo siento, Potter, pero serías tú quien tendría que pagar por tener sexo conmigo. Sí estoy interesado, sin embargo, en pasearme contigo por tu nombre, ¿entiendes? —el moreno pareció decepcionado, pero después se dijo "¿clases de francés todas las semanas solo por acompañarlo a sitios públicos y que me vean con él? ¿Qué podría pasar, que la gente inventara historias?", y antes de que pudiera pensar algo más, su brazo se había adelantado para sellar el acuerdo.

Acepto.


Notas de la traducción:

(1) Me llamo Harry y mi apellido es Potter.

(2) No está mal. ¿Cómo vas en los estudios?

(3)Un poco


CONTINUARÁ

Espero que os haya gustado, habrá mucha interacción entre ambos.

Publicaré semanalmente, los fines de semana, como el primero debí haberlo posteado ayer (pero procrastiné demasiado), este finde subiré el segundo.

Críticas y comentarios, bienvenidos. Y los jamones, también.^^