Te adoro, mi amor (Loancoln)
Esta historia puede ser considerada como una continuación de "Te extrañaré, Conejito".
A pesar de mi positiva aversión por la mayoría de los famosos "hijos del pecado", las reformulaciones de Loan que han llevado a cabo Jonas Nagera, y particularmente un autor que no publica en esta plataforma (ChilenoNeutral, de la plataforma de la W), me la han convertido en un personaje suficientemente interesante como para escribir sobre ella.
Una advertencia: las otras personajes que aparecen no son hijas del pecado. Loan es la única hija de Lincoln en esta historia. Las demás, son sus sobrinas.
Espero que este pequeño fic sea de su agrado.
Octware.
1.
Lincoln Loud abrió los ojos, y lo primero que vio fue el hermoso cuerpo desnudo de Loan, descansando tranquila a su lado.
Loan...
¡Qué difícil le resultaba llamarla "hija", después de lo que habían vivido! Después de dejarse arrastrar por la pasión, el deseo y la larga abstinencia; los sentimientos de culpa lo invadían. Se sentía una basura, un abusador. Se había aprovechado de la situación mental de su hija; del clima de falta de cuidado en el que había vivido tantos años, y que él mismo había propiciado sin querer.
Mortificado, se volvió para mirarla; y sus sentimientos de culpa y autodesprecio se atenuaron.
Dios mío. ¡Qué hermosa se veía! En la quietud plácida del sueño, Loan se veía muy diferente a su semblante habitual. Las ojeras habían desaparecido. La tenue sonrisa que se dibujaba en sus labios se veía tan dulce y natural… Tan diferente a la sonrisa forzada y no muy sana que mostraba siempre, incluso en su presencia.
De verdad, era una belleza. Tan parecida a su madre, y a la vez tan diferente…
La herencia de su abuela se había manifestado en ella con mayor intensidad. Lori era una mujer hermosa y perfectamente proporcionada, pero Loan tenía formas más rotundas. Sus piernas, caderas y trasero eran mucho más generosas que las de su madre. Incluso los senos eran algo mayores.
Lincoln sintió que sus pasiones se despertaban, y estuvo cerca de comenzar a acariciar la espalda desnuda de su hija. Pero ella se veía tan tierna y apacible, que de pronto se sintió muy culpable. Le dio vergüenza, y un nuevo sentimiento empezó a aflorar en su consciencia. No cabía duda de que era el peor hipócrita del universo.
¡Rayos, si desde la muerte de Lori, siempre había sentido algo demasiado especial por su hija! Algo que iba mucho más allá del amor de padre. Loan le recordaba tanto a su amada Lori, que no podía evitar tener sentimientos inapropiados por ella.
Sí. Tenía que ser sincero. Esa era la verdadera razón por la que había tenido tan abandonada a su hija durante esos años. Por eso había admitido a sus sobrinas y se había hecho cargo de ellas. Sus sentimientos por ellas no representaban una amenaza para sus sobrinas. Pero lo que sentía por Loan, sí que lo era.
Ahora, en la penumbra de su habitación, reconocía que esos sentimientos; ese deseo fue el motivo por el cual se alejó de su hija cuando ella más lo necesitaba. Ese fue el motivo principal por el cual se metió en la situación anómala en la que había vivido hasta hacia solamente unos días.
Y por eso, por sus miedos y debilidades, había estado cerca; muy cerca de perder a su hija.
Loan había vivido toda su adolescencia y juventud con problemas mentales. Depresión mezclada con rasgos de esquizofrenia. Su hermana Lisa le explicó que seguramente ya tenía la carga genética, pero todo se manifestó tras la traumática muerte de Lori en aquel accidente automovilístico.
La pérdida de Lori fue un golpe cruel y despiadado de la vida, tanto para él como para Loan. Lincoln jamás podría olvidar el día en que su preciosa hermana mayor lo sedujo con ayuda del alcohol; aquella maravillosa tarde en la que hicieron el amor por primera vez. Llevaba impresos en su mente el momento en que compartieron la bebida, el embotamiento que les produjo el alcohol, y la dulce seducción de su primera vez.
¡Lori se sentía tan culpable después de que hicieron el amor! Pero Lincoln, con su gran empatía, su facilidad de palabra y sensibilidad hacia los estados emocionales de sus hermanas, pudo consolarla y hacerle ver qué adoró su primera vez; y el más aún porque fue con ella. Desde ese día, iniciaron una tórrida relación que los llevó primero a vivir juntos, y luego a tener a su amada Loan.
Fue entonces cuando la familia los descubrió. Como era de esperarse, gran parte de ellos, aunque no todos, se les fueron encima. Pero Lori, bendita fuera, no permitió que los hicieran sentir culpables. Se enfrentó a todo y a todos, y juntos pusieron en su lugar a la familia. Ellos no tuvieron más remedio que aceptar, o al menos tolerar la situación.
Loan era íntima de su madre. Sin duda los amaba a los dos, pero Lori era su confidente y su modelo a seguir. Cuando murió, Lincoln quedó desolado, pero Loan estaba absolutamente devastada. Se negó a comer o ir a la escuela durante muchos días. Solo las amorosas atenciones de su padre consiguieron sacarla poco a poco de su marasmo, pero las cosas no volvieron a ser iguales.
Ambos añoraban a Lori.
Para agravar más las cosas, aquellas de sus hermanas que aún luchaban por alcanzar sus sueños le pidieron ayuda con sus propios hijos. Lola fue la primera, pero enseguida se agregaron Luna, Leni y Luan. Y de pronto, Lincoln se vio cuidando no a una, sino a seis preadolescentes que buscaban en él la atención que sus madres no les dieron. Claro que contribuían con su manutención, pero nada compensaba el tiempo y las horas robadas al descanso y a su hija. Además, Loan se volvió mucho más retraída, y comenzó a sufrir en silencio el menosprecio y el rechazo de sus primos.
Lincoln ahora no entendía cómo pudo ser tan ciego. Era cierto que siempre fue muy débil y condescendiente con sus hermanas; pero esta vez realmente habían pasado los límites, tanto ellas como él. Sacrificó durante años tiempo, salud y estabilidad; y también las de Loan. Su hija se fue poniendo tan mal que ya no podía ir a la escuela, e incluso se negaba a salir de casa.
Por supuesto, Lincoln percibía todo estos problemas y llevó a su hija con varios especialistas que la diagnosticaron con depresión, esquizofrenia y trastorno bipolar. La trataron con medicamentos y terapia que solo tenían resultados transitorios. La muchacha parecía funcionar con mayor normalidad tras la terapia, pero tardaba muy poco en recaer.
Fue su hermana Leni la que dio la primera voz de alarma. En cuanto su situación se estabilizó, se llevó a su hija con ella. La hija de Leni había heredado el carácter dulce y comedido de su madre, y aunque aparentemente era una boca menos que cuidar y alimentar, ayudaba mucho en la casa y era un apoyo para Loan. Al faltar, Loan se puso mucho peor, y la presión sobre ella aumento.
Leni fue la primera en darse cuenta de la situación de Loan y avisar a su hermano. La siguiente fue la Dra. López, la muy competente psicoterapeuta que había ayudado a su viejo amigo Clyde durante su infancia y preadolescencia. Después de examinar cuidadosamente a Loan, llamó aparte a Lincoln y le habló con gran severidad.
- Señor Loud. Lo que sucede con su hija es muy claro. Ha perdido demasiado tiempo con terapias y medicamentos. En realidad, lo que ella necesita es atención por su parte. La situación en su casa es muy anómala. ¿Sí se da cuenta de que ni usted ni su hija tuvieron un duelo adecuado por la muerte de su esposa?
- Entiendo, doctora. Pero mis sobrinas viven conmigo, y yo tengo mucho trabajo...
- Usted lo ha dicho, señor Loud -interrumpió la doctora-. Son sus sobrinas, ¡no sus hijas! ¿Por qué las tiene usted? ¿Qué hay de los padres de las muchachas?
Lincoln le explicó a grandes rasgos todo el asunto, y la doctora se molestó todavía más.
- Por Dios vivo, ¡Con razón Loan tiene tantos problemas! Escúcheme bien, señor Loud: en un ambiente como el que tiene en su casa, no habrá medicamentos ni terapia que puedan ayudar a su hija. Tiene usted que eliminar las presiones y darle la debida atención. ¡Su hija clama por usted, señor! ¡Créele un ambiente más sano, y hágase cargo de ella! Si no lo hace pronto, mucho me temo que pueda llegar a lamentarlo para siempre.
Por desgracia, las palabras de la doctora López fueron proféticas, y en efecto; Lincoln estuvo a punto de lamentarlo para siempre.
Si no hubiera regresado a la casa por los documentos que olvidó...
Cuando entró al baño, Loan ya se había desmayado por la pérdida de sangre. Se había cortado las arterias de las muñecas. En sentido vertical, como tenía que hacerse para obtener una muerte segura.
Afortunadamente, en el hospital lograron salvarla, pasarle transfusiones de sangre y estabilizarla. Sus sobrinas ayudaron, e hicieron ver que sentían algo de culpabilidad. Pero sus reacciones hicieron que Lincoln por fin abriera los ojos.
Todas culpaban a Loan. Las descubrió llamándola loca a sus espaldas. De sus tías, solo Leni y Lana acudieron para verla, para darle su amor y apoyo.
Cuando Loan recuperó por completo la consciencia y el dominio de sí misma, apenas podía voltear a ver a su padre. Se sentía tan mal y tan culpable, que cada vez que lo veía se ponía a temblar. Eso fue suficiente para que Lincoln reaccionara por fin, y decidiera lo que tenía que hacer.
Una vez que las visitas se fueron, lo primero que hizo fue pedirle privacidad a la enfermera de turno. Antes de que su hija pudiera decir algo, la envolvió en el abrazo más cálido y fuerte que le había dado en años.
Aquello le hizo mucho bien a los dos. Loan se dejó llevar. Hacía demasiado tiempo que no sentía físicamente todo el amor de su padre. Su aroma y su calor la transportaron muchos años atrás, cuando su madre vivía y eran una pequeña familia unida y feliz. Lincoln sintió en sus brazos aquel cuerpo turgente, tan parecido al de su amada Lori. Fue una sorpresa para él darse cuenta de lo mucho que había crecido su pequeña.
- Mi amor... ¡Perdóname, por favor! -dijo mientras lloraba-. Te fallé, mi vida. Te dejé sola...
- Papá... Papi… -musitó la joven, aferrándose con fuerza a su progenitor.
- Hija... ¡Ni siquiera se te ocurra pensar que tú tienes la culpa de esto! Fui yo, mi amor. ¡Yo! Pero te juro por el amor que te tengo, que todo será diferente desde hoy, corazón. ¡Te lo juro!
Loan no dijo nada más. No hacía falta. Había percibido algo en el tono y la voz de su padre que la llenaba de confianza; y comenzó a despertar sentimientos que creyó enterrados desde el final de su adolescencia.
Tan pronto como salió del hospital, Loan se dio cuenta de inmediato de que su vida comenzaba a cambiar para mejor. Su padre se mostraba más cariñoso y preocupado por ella que nunca; y la muchacha comenzó a relajarse. A sentirse cómoda en su casa.
Por supuesto, las cosas no fueron tan sencillas Para empezar, Lincoln habló claro con todas sus hermanas y les dijo que ya no podía seguir haciéndose cargo de sus hijas. Era tiempo de que se convirtieran en madres responsables y se las llevarán a vivir con ellas.
Por supuesto, eso género peleas y un escándalo familiar. Pero esta vez, Lincoln no se dejó intimidar ni chantajear. Tras el regreso de Loan, Nury solamente duró dos días en la casa. En menos de dos semanas, todas sus sobrinas habían regresado con sus madres; o se habían independizado por fin.
A pesar de la zozobra por los gritos de su padre y las súplicas de sus primas, Loan estaba feliz por primera vez en años. Esta vez, las cosas estaban cambiando de verdad. Los primeros días de convalecencia, su padre pidió un permiso en su trabajo para cuidarla; y estuvo durmiendo con ella en su cuarto.
Ocuparon muchas horas para platicar de corazón a corazón. Lincoln le contó a su hija que desde hacía tiempo estaba contemplando muy seriamente la idea de renunciar a su trabajo. Había analizado cuidadosamente la idea de poner un negocio propio; y ahora que solo tendría que ver por Loan, se decidió por fin. Tenía ahorros, y conocía todo lo necesario para que el negocio marchara bien. Solamente iba a regresar a su trabajo por unos días, para finiquitar todos sus pendientes.
La muchacha disfrutó aquellos días como nunca antes. Ya no había quien le gritara, le diera órdenes o la tratará como una enferma. Lo mejor de todo, era que estaba a solas con su padre; y él ahora era atento y cariñoso con ella. Lo sentía ponerse un poco tenso cuando ella se acercaba en busca de un abrazo o un beso, pero poco a poco notaba que sus resistencias eran menores y se dejaba hacer con mayor facilidad. Para acabar de mejorar las cosas, ya no había tenido alucinaciones; y se sentía tan bien, que se creía capaz de estar esos días a solas mientras Lincoln finiquitaba las cosas en su trabajo.
Sí: las cosas estaban cambiando. Su amado padre era otra vez su amado padre.
Claro que no todo era color de rosa. La muchacha ya se percataba de que sus sentimientos inapropiados por él crecían, afloraban, y se hacían más intensos. Tal vez esa parte todavía les daría problemas, porque ahora era una mujer con deseos y necesidades de mujer. Pero presintió que las cosas no se pondrían peor de lo que habían estado durante los años anteriores; la parte más terrible y desesperante de su vida. Casi siete años en los tuvo que ocultar sus sentimientos por su padre, la angustia y desesperación que le producían sus primas, y el deterioro paulatino de su estabilidad mental.
Desde la muerte de su madre, Loan ya no conoció la paz. Las primeras semanas fue víctima de una depresión tan horrible, que su padre apenas podía hacerla reaccionar. Fue solo gracias a su afecto y sus amorosos cuidados que Loan fue saliendo de ese negro pozo de depresión.
Por supuesto, las cosas no fueron sencillas. Loan tuvo una auténtica regresión, y se negaba a dormir sola porque las pesadillas la atormentaban. Lincoln se vio obligado a dormir en la habitación de la chica, o a llevarla para dormir en la suya. Si no lo hacía de esa manera, los gritos de Loan lo obligaban a despertar en la noche y acudir corriendo a su lado.
Poco a poco, Loan consiguió ir recuperando cierta confianza; mientras Lincoln la cuidaba prácticamente todo el tiempo. Por desgracia, cuando parecía que se encaminaba a vencer la depresión, los síntomas esquizofrénicos y la bipolaridad mostraron su fea cabeza. La chica comenzó a quejarse de que alguien le hablaba al oído para decirle cosas raras y feas; como que ella tenía la culpa de la muerte de su madre, y que toda la gente lo sabía. También sabían que ella era una chica rara y peligrosa, producto de una relación prohibida entre sus padres.
Al principio, la muchachita ocultaba el asunto de las voces y todo lo que le decían. Pero se hicieron tan constantes y desquiciantes, que no tuvo más remedio que confesar. Ya no quería salir, ni siquiera a pasar el rato con él afuera de la casa. Prefería quedarse y pasar todo el tiempo encerrada.
Lo que Loan nunca dijo, fue que las voces le hacían notar lo apuesto y atractivo que era su padre; lo bien que se veía, y que de seguro las mujeres lo perseguían. Pronto llegaría una que lo apartaría para siempre de su lado, y haría que a ella la encerraran en un manicomio.
Cuando eso le ocurría, las pesadillas y gritos de Loan se hacían terribles; y no podía tranquilizarse a menos que Lincoln se fuera a acostar con ella. Muy pronto, la chica ya no podía dormir; a menos que él la abrazara durante toda la noche.
Fue en este punto que Lincoln la llevó con psiquiatras infantiles y comenzaron a darle medicamentos antipsicóticos. Fue muy duro para él, porque las primeras semanas Loan pasaba horas y hasta días enteros en su cama; sin poder moverse, y con la mirada perdida en la nada. Sin embargo, su cuerpo terminó por acostumbrarse; y no tardó mucho en comenzar a funcionar con relativa normalidad. Gracias a eso, Lincoln pudo dejar de gastar sus ahorros y reincorporarse al trabajo. Incluso comenzaron a elaborar planes para que Loan regresara a la escuela.
Pero Loan no estaba tan bien como Lincoln suponía. Las voces de su cabeza por fin se habían acallado. Sin embargo, fue ahora su corazón quien se encargó de jugarle una mala pasada. Ella siempre fue de natural cariñoso. Sentía la necesidad de estar cerca y gozar del contacto físico de la gente a la que amaba. Además, comenzó a sentir los deseos y tener las fantasías propias de su edad, pero enfocadas en la única persona que la amaba y cuidaba de manera incondicional: su padre.
Así, se volvió mucho más encimosa y empezó a tener todo tipo de fantasías románticas y eróticas con su padre. Al principio las negaba, procuraba no pensar en ellas; pero se volvieron tan intensas e insistentes, que llegó el momento en que ya no pudo sustraerse.
Lincoln notaba el cambio de actitud de su hija, y no sabía cómo reaccionar. Por un lado, comprendía que Loan ya no estaba en edad de ser tan encimosa. Ya era una mujercita de casi quince años, y muy hermosa por cierto; a pesar de las grandes ojeras y el constante nerviosismo que le producían su condición y los medicamentos. Pero había otra parte en todo aquello. Algo que detestaba sentir. Algo sórdido, que quizá hubiera preferido no saber; pero su hermana Lisa se sintió en la obligación de ponerlo sobre aviso años atrás.
Todavía podía recordar la mirada tan especial de su hermana genio cuando se lo dijo:
- Lincoln, me temo que tú y algunas de nosotras tenemos una variante de la atracción sexual genética. Es algo muy raro, porque se supone que no deberíamos tenerla. Hemos vivido juntos toda nuestra vida, pero aquí ocurre algo por completo atípico. Estoy seguro de que tú y Lori la manifiestan en su grado más alto. Por eso acabaron apareándose, viviendo juntos y teniendo a su hija. Pero yo también me siento atraída hacia ti; y tengo la fuerte sospecha de que Lori y yo no somos las únicas. Te pido que no te ofendas, pero... Ten mucho cuidado con tu hija Loan, por favor.
Lincoln sí se sintió muy ofendido por la insinuación. Le reclamó fuertemente, pero ella se limitó a mirarlo de una forma muy extraña y sugestiva.
Ahora, se preguntaba si Lisa tenía razón.
Loan era tan linda, tan cariñosa... Se parecía tanto a su madre, y él la amaba tanto. Cualquiera se sentiría feliz de poder abrazar y besar a una muchachita tan preciosa y atractiva como su hija...
De pronto se puso muy enojado. Se agarró de una pared cercana y comenzó a golpearla con la cabeza.
- Maldita sea... ¡Lincoln Loud, eres un cerdo asqueroso! Es tu hija. ¡Tu hija, con un demonio! No importa lo tierna y hermosa que sea, ¡es mi niña! ¡Maldición, si Lori pudiera verme y saber lo que siento, seguro que me mataba antes de convertirme en un pretzel humano!
Pero... ¿qué podía hacer? ¿Comenzar a rechazarla? ¿Negarse a dormir con ella? Estaba seguro de que si hacía eso, su hija se sentiría mucho peor. Quizá hasta podía recaer en la depresión...
No tuvo que pensar en ello durante mucho tiempo, porque aparentemente las circunstancias vinieron en su ayuda. Su hermana Lola acudió dos días después para pedirle un favor especial. Muy especial: necesitaba que cuidara a su hija Nury durante algún tiempo, mientras ella iba a filmar quién sabe qué película de bajo presupuesto a los desiertos de Namibia.
Y así, sin quererlo ni buscarlo, Lincoln vió que los cielos se abrían. Su sobrina llegaría muy pronto, y actuaría como un contrapeso a lo que Loan y él comenzaban a sentir el uno por el otro. Ya no les sería posible estar tan pegados con una tercera persona en la casa.
Lo que no imaginó en ese momento, era que los meses se convertirían en años; que muy pronto tendría a más sobrinas viviendo bajo su techo... Y que aquellos serían los años más duros y terribles en la vida de su amada hija.
