Disclaimer: Ningún personaje de -man me pertence, son propiedad de Hoshino.

Advertencias: Shounen-ai (chico&chico) Angst más adelante.

N/A: Mi primer fic de éste fandom, cualquier crítica constructiva es más que bien-recibida. De antemano gracias por leer.


Entre Líneas y Café

Prólogo

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Un libro, dos y hasta tres fueron apilados de manera prolija. Ahí fue cuando Lavi realmente tomó consciencia de su aburrimiento.

Tras un suspiro, rascar su nuca de manera pensativa y bostezar sonoramente… decidió que lo mejor era dejar las ideas para la próxima noche (o mismo tarde). La novela no se iba a escribir por sí sola, cierto; pero tampoco se podía trabajar estando tan blanco como estaba. Y menos siendo sábado en la noche.

A veces la monotonía podría resultar estresante —inclusive había días en los que quería salir un poco del apartamento ubicado entre las avenidas más populares que tenía Nueva York; y simplemente mirar el techo, o quizá hasta salir con bastantes mujeres que cumplieran sus expectativas físicas. ¿Para qué molestarse en buscar una relación seria si ya lo había intentado? Cierto; incontables citas, lugares y demás cosas que solían pactarse antes de verse con ellas. Pero, para Lavi, ninguna era lo que buscaba.

Seguro, quizá de las dos primeras citas podría no preocuparse, pero teniendo ya más de dos (en realidad una cifra lo suficientemente exorbitante) era para preocuparse.

Rubias, morenas, altas, menudas, delgadas, robustas… Oh, sí, era evidente que había intentado con cada tipo de mujer. Si seguían pasando los años el peor miedo de Lavi podría hacerse realidad: terminar con Kanda.

Se golpeó su frente mientras sonreía de manera ruidosa al imaginarse a su mejor amigo con un hermoso vestido blanco. Ya que, claro, él no iba a hacer el papel de novia en la relación.

Oyendo su risa podría denotar el vacío que implicaba el sonido. Era… uno arrancado de su garganta por la manera superficial con la cual volaba su imaginación. Era algo evidente para él que la felicidad no estaba precisamente a su alcance. Lavi podía sentir el hueco que implicaba estar solo en las calles de éste país y hasta perdiendo —ahora— su propia vocación. La editorial le había dado un tiempo; dos meses, para terminar lo que sería la novela del año: acción, romance y…

Ahí murió su inspiración.

Cansado, y hasta cierto punto aturdido, miró el celular que se alzaba en el desastre que era su departamento —el cual, según él, sólo implicaba creatividad en el ambiente—; suspirando una vez más murmuró algunas oraciones sin sentido (y sin léxico) y volvió a retomar la idea de despejarse un poco esta noche. De todas las personalidades que tenía Lavi la más efectiva resultaba la amistosa —esa que sólo Yu-chan conocía—. No era su culpa haber perdido en alguna parte de su vida su personalidad. No. Sólo eran útiles conforme la situación.

A pesar de que implicara estar perdiéndose dentro de sí mismo.

El apartamento en el que vivía no era muy grande, tampoco era rico en cuanto a objetos costosos. Para él era simple y reflejaba un poco de lo que pasaba por su mente. Claro que… entrando y viendo el desorden de papeles, los muebles del living que parecían querer perderse entre mudas de ropas (corbatas, camisas, ropa casual); la cocina con platos sucios, comida chatarra dispersas en lo que debería ser la mesa y ni describir su dormitorio. Reclinando la silla dónde estaba actualmente sentado, tomó el celular, tirando la tela que estaba en su frente a la altura de sus ojos, y cruzó uno de sus brazos en su nuca.

Quizá no había elegido a la persona más interesante para salir una noche.

Oh no, eso era algo más que evidente. Y el hecho le obligó a sonreír de manera desvergonzada.

"Diga" La voz apática del otro lado hizo que sólo su sonrisa se expandiera más. Oír a Kanda de manera sonámbula (¿qué esperaba? Eran las dos de la mañana, y él japonés madrugador) lo divertía más allá de lo que pensaba. Lavi tomó una bocana de aire e hizo que su risotada al saludar sonara en sus cuatro paredes.

"¡Yo! Yu-chan, pensé que…" Nada. Pudo oír el claro tono que decía claramente que Kanda le había colgado. Lavi sonrió más. Era algo evidente que Yu no estaba de buen humor. Bueno, ¿cuándo lo estaba realmente?

Con insistencia, marcó una vez más —los dedos de Kanda eran rápidos, al menos para colgarle de esa forma por segunda vez—; no obstante Lavi tomó su chaqueta negra (la única que vio en todo el desorden) y las llaves que estaban en el bolsillo sonaron al momento de colocarla en su cuerpo. Cerró sus ojos de manera divertida mientras la sonrisa infantil seguía en la plenitud de su rostro; a continuación marco nuevamente:

"¿Sabes que es rudo cortarle a alguien, Yu?" Podía imaginarse en estos momentos —mientras bajaba por el ascensor— al japonés maldiciendo entre sus dientes mientras apretaba su mandíbula.

"¿Qué demonios quieres, estúpido conejo?" Lavi suspiró de manera dramática, sintiendo el viento otoñal golpearle en pleno rostro al salir por la puerta principal del edificio. Lo malo de ésta estación era qué no había un punto intermedio: había días dónde el calor podía suprimir tu piel y otros, como ahora, dónde el frío te congelaba hasta el último dedo del pie.

"¿Cómo puedes hablarme así? ¿Después de las cosas que pasamos juntos? ¿Los años?" tras un llanto descaradamente fingido, Lavi sonrió de nuevo, esperando ahora que algún taxi de la cuadra dónde estaba pasara. "Bueno, sólo era para avisarte que en… hum…" miró su reloj de muñeca "en veinte minutos pasaré por tu casa"

"¡¿Qué mierda…?!"

Lavi sonrió de manera graciosa; a veces creía que hablar con Kanda solamente unos momentos lo relajaba de manera rápida. Suspiró viendo a lo lejos, unas dos cuadras antes, un automóvil que bien podría resultar el taxi que esperaba. Presionó el auricular del teléfono en su tímpano antes de aventar una mano en símbolo que el vehículo se detuviera. Era tanta su concentración que se olvido que Kanda estaba del otro lado de la línea.

"Oh, no sé que quieres decir Yu-chan, pero estoy en camino" murmuró de manera alegre, ubicándose en medio de la calle y empezando a mover su brazo de manera acelerada. Es que con tan pocas luces y el viento… quizá lo seguían de largo.

"¡No!" Escuchó a Yu ladrar del otro lado; estaba molesto y como consecuencia él no podía no podía estar más entretenido con la reacción.

"Un poco tarde, hehe. ¡Hablamos luego, Yu-chan!" Sin más, Lavi terminó cortando la línea telefónica. No era que le desagradara hablar con Kanda por teléfono. Oh no, de hecho hubiera preferido que le hiciera compañía en el viaje. Después de todo tampoco le convenía agotar a tal extremo la paciencia de Kanda, ya que éste sería capaz de dejarlo afuera (nunca lo había hecho, pero siempre había una primera vez), y él mismo veía esa posibilidad tan cerca que espantaba.

Cuando el automóvil aparcó en su lado de la vereda, se sorprendió a ver a una muchacha de cabellos hasta los hombros y oscuros. Lavi parpadeó, preguntándose a sí mismo que hacía una joven manejando a estás horas de la madrugada. Titubeó en la decisión de preguntarle —o bien no—; si lo hacía apoyaría claramente la opinión de Kanda "Eres un conejo impertinente"; tal vez lo era.

Sonriendo con infantilismo entró en la parte trasera del taxi al oír la cerradura ceder en cuestión de segundos. Apoyó su espalda sintiendo el asiento mullido y cómodo. La joven le miró con una sonrisa y algo titubeante. Tendría que haber esperado que ella le preguntara el destino, o algo similar… pero su dicha de salir de esas cuatro paredes no habían hecho más que volverlo más conservador que de costumbre.

"¿Qué hace una muchacha conduciendo a ésta hora?" Sí, definitivamente era un conejo impertinente. Pero era algo que no controlaba. Sea como fuese, la muchacha de ojos marrones miró hacia adelante, sonriéndole con nerviosismo y un poco de felicidad, quizá. Lavi parpadeó ante ello.

"Sólo le hago un favor a un amigo" le mencionó, ahora mirándolo a través del espejo. Le sonrió con el mismo infantilismo incorporado, mientras se rascaba la nuca. "¿A dónde vamos?"

Tras la simple pregunta, Lavi le mencionó sólo que la iba a ir guiando ya que eran unas pocas cuadras; ella le asintió de manera sonriente mientras las ruedas comenzaban a hacer un ruido peculiar en el pavimento, él se relajo tirando sus brazos de manera despreocupada al costado del asiento.

"Por cierto, soy Lavi… Lavi Bookman" Se presentó de manera simpática, estirando uno de sus brazos y acomodando la cinta de su frente. Por supuesto, su verdadero nombre no era algo que le mencionara a cualquiera —por no decir a nadie—.

"Miranda Lotto…" terminó en un balbuceo y tras decir alguna que otra tontería más, Lavi sintió que el peso de su cuerpo se iba hacia adelante, mientras la voz femenina ejercía un grito que bien podría haberle roto un tímpano. Miranda le vio con dos enormes lágrimas en los ojos, en tanto los suyos verdosos se habían quedado en el poste —ahora roto— que la joven se había llevado puesto. "¡Lo siento, lo siento! ¡¡No vo-lverá a ocurrir!!" le gritó, tratando de girar la llave de arranque con temblorosas manos.

Lavi sólo pensaba en el hecho que eran cuatro cuadras, no iba a morir en cuatro cuadras, ¿verdad? Tras entreabrir sus labios para buscar coherencia en lo que diría a continuación, sonrió de manera pequeña. Quizá era la primera vez que ejercía este tipo de oficio y ella podría estar nerviosa dado que su primer pasajero era un hombre.

"No te preocupes, Miranda…" Eso no significaba que él no se preocupara; Lavi era consciente que las próximas cuadras, y ésta travesía, sólo podría contarlas si llegaba con vida.

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Lenalee Lee apoyó su espalda en la puerta del pequeño cuarto. Realmente iba a ser una noche larga y tras haber sujetado bien sus dos cintas —atadas de manera prolija en la base de la cabeza—; se tapó levemente las fosas nasales para evitar que el humo de los incontables cigarrillos (la mayoría abanos) siguiera corriendo por el interior de su cuerpo.

Las paredes parecían estar hechas de cartón, ya que había intentado estar un poco afuera, pero era el mismo resultado dado que el humo se expandía de manera peculiar por todo el corredor. Inhalo un poco afuera, y a continuación volvió a internarse en la habitación. El lugar en general resultaba desagradable; no precisamente todo el centro nocturno, pero sí lo implicaba los pasillos del fondo —dónde, casualmente, estaban ellos—; si hubiese sido por ella habría arrastrado a su mejor amigo del pañuelo que cubría sus cabellos y lo habría sacado a patadas.

Pero bien, ella no iba a dejarlo solo y Allen no tenía muchas alternativas.

Miró con recelo, en tanto la muchedumbre masculina que se reunía en una cuadrada y pequeña mesa gozaba de charlas estúpidas y sin sentidos (al menos para ella) haciendo gala de su talento para el póker. Pero ello terminaba decayendo en el vacío dado que el adolescente —su mejor amigo— siempre terminaba despachando a quién tuviese en frente. Lenalee sólo esperaba que, ciertamente, con esto pudiera terminar de una buena vez con las deudas del maestro de Allen.

Pero éstas nunca terminaban, ella podía sonreírle diciéndole "Te falta poco, Allen-kun" y Allen la miraba con horror y cansancio al constatarle que ella no lo conocía de la misma forma en que él lo conocía. Tocio cuando una bocanada más fuerte llegaba a ella de manera perturbadora. Estos lugares le daban cierto miedo, para ser franca, pero nunca le impidieron terminar acompañándolo en la mayoría de las travesías desde que él había llegado.

Estaba segura que en los próximos meses Allen llegaría con la noticia que se iría a otro lado. Hizo una mueca viendo que un nuevo mazo era repartido y barajado de manera sospechosa; e hizo un murmullo para ella misma de la trampa evidente que había entre ellos. Aunque Allen no era precisamente un santo; cierto que sonreía de manera casi angelical, pero ella podía verle con claridad dos enormes cuernos salir de sus sienes. Y es que Allen era todo lo contrario a lo que ellos creían. Reteniendo una risita, cuando un grito de disgusto y dos palmas enormes se aplastaban de manera brutal en la mesa de madera.

Tuvo miedo en ese instante; si bien Lenalee podía defenderse por ella misma y Allen también, no significaba que pudiesen con tantos.

"Tch" apretó su mandíbula un hombre tosco, de aspecto desgarbado quién había hecho la pequeña escena segundos antes. Vio que Allen lo miraba desde dónde estaba sentado "Tira otra vez" ordenó el sujeto, ahora frente al adolescente. Lenalee se alerto, buscando a tientas una botella —algo—.

"Lo siento, pero ésta mano terminó." El muchacho sonrió de manera calma, mientras sus ojos grisáceos se clavaban en el próximo que jugaría la mano próxima. "El que sigue, por favor"

Los ojos de Lenalee no dejaban de analizar al hombre que parecía seguir presionando a Allen y, a pesar de que estaba aterrada, con el corazón latiéndole en el pecho con fuerza —al punto de querer detenerse en cualquier momento—; se colocó detrás de Allen con el ceño fruncido y recostando una mano en su hombro. El joven parpadeó y le hizo una seña con la mano.

"Esta bien, Lenalee, no creo que sea necesario…" murmuró, para más espanto de ella. No creía soportar tanta presión, al menos no cada noche que Allen recurría a estas artimañas para pagarle al sujeto que lo había reconocido inmediatamente como aprendiz de Cross. Cross Marian cierto que era un hombre temible, pero esto daba más espanto que el sujeto en sí.

Suspirando se acercó hasta el oído de Allen para murmurar con sutileza:

"Pero, Allen-kun, ¿crees que… salgamos bien, verdad?" la voz le titubeó un poco sin poder evitarlo. Vio como él clavaba los ojos mirándola de reojo y sonriéndole calmadamente.

"Aa. No te preocupes…" Le sonrió una vez más, y Lenalee estuvo convencida que él sabía lo que hacía. El hombre delgado de aspecto deplorable se alejó hasta la puerta de salida, golpeándola —al salir— con fuerza; más… Allen ni se tensó con el fuerte golpe, parecía saber como tratar con éste tipo de personas.

Lenalee terminó por suspirar y alejarse, cruzando ambos brazos en su pecho para saber si paraba el constante temblor de los mismos. Tomando un poco de aire —el cual parecía contaminado—, recostó nuevamente la espalda en el marco de la puerta. Se preguntó en silencio, mientras veía a Allen sonreírle al próximo de manera desafiante, cómo realmente terminaría la noche.

Miro el reloj de mano, notando que las tres de la madrugada ya eran más que tarde para ellos, dado que a las ocho de la mañana tendrían que abrir el café que estaba a unas cuadras de éste horrible lugar. Bien, sonriendo, Lenalee prefiero confiar ciegamente en que Allen podría manejar la situación. Y de eso tenía cada vez menos dudas, podría influir el hecho que su amigo tenía apenas dieciséis años y los demás… arriba de veinte.

Bien, debía tranquilizarse, Allen podía con la situación, ¿verdad?

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tbc