Llevaba un vestido morado que resaltaba su figura y él no podía dejar de mirarla. Era mujeriego no lo negaba, pero aquella pelirroja que tenía enfrente hacía que olvidara a todas las otras chicas.
Se dedicaron a hablar. En él se podía notar la impaciencia, pero estaba dispuesto a esperar, después de todo esa noche los deseos de ella serían órdenes. Además los últimos días no se había comportado muy bien, de hecho había salido con unas cuantas chicas mientras ella estuvo en Chicago.
La noche pasaba lentamente. Él se acercó a ella e intentó besarla, ella lo evitó sonriendo.
— Señor Stark —dijo— no creo que sea aconsejable que nos vinculen.
— Pepper sabes que eso no me importa —nuevamente intentó besarla y ella nuevamente lo evitó.
— ¿Vamos? —preguntó Stark. Si ella no quería que los vieran juntos, él la llevaría a un lugar en el que pudieran estar solos.
— ¿A dónde?
— Deja sorprenderte.
El lugar al que la llevó no tenía nada de sorprendente, pues la había llevado a su casa. Allí él podría hacer lo que quisiera con ella, era su territorio. En un momento en el que ella estaba desprevenida, la tomó por la cintura, la acercó a él, redujo la distancia de sus rostros y la besó apasionadamente. Intentó, con aquel beso, remediar todos sus errores, hacerle sentir lo que sentía por ella. Le robó el aliento con aquel beso que ahora era correspondido por ella. Soltó desesperadamente el cabello recogido de ella, lo alborotó con sus manos mientras sus bocas se mantenían unidas. Disfrutó como nunca abrirse paso entre los labios de ella, sus lenguas se encontraron y se entrelazaron. Mientras la besaba, él la arrinconó contra una pared, sus manos descendieron acariciando el cuerpo de ella. Su respiración era agitada, se separó de ella y la contempló con una sonrisa. Una vez más Tony Stark conseguía lo que quería.
