Notas de la autora:
¡Hola amigos! Esta historia nació porque estaba teniendo coldflashs fluff abandonados y necesitaba seriamente que sean novios cariñosos. Pero saben lo obstinados que son— ¡Tuve que hechizar a uno de ellos!
Espero que disfruten de esto; todavía hay mucho por hacer.
Para que constara, Len no planeaba robar nada.
No esta noche, de todos modos.
Simplemente estaba dando un paseo por Ciudad Central. ¿Quién puede decir que es sospechoso que casualmente haya estado caminando en círculo alrededor del museo? ¿Y qué si tenía si tenía su equipo completo de Capitán Cold con su arma escondida debajo de su parka?
Quizás estaba fresco y tenía un punto débil por el arte moderno.
Los ojos de Len analizaban las puertas traseras otra vez antes de revisar su reloj. En el lapso de una hora y quince minutos, vio a los empleados entrar y salir dos veces. El curador había salido primero a las ocho de la mañana, con el equipo de limpieza entrando a las nueve. Almaceno esta información para después.
Tan pronto como memorizó la ubicación de las cámaras, regreso a su ruta para ir a casa, satisfecho con su progreso de hoy. Respiró profundo, recibiendo el frío en sus pulmones. No había estado mintiendo; disfrutaba de sus paseos y el aire fresco. Si quería realizar múltiples tareas e inspeccionar un lugar para un robo eran sus propios asuntos. Nada podía llevar un humor tranquilo abajo.
Claro, hasta que escucho un gigante choque desde la entrada principal.
Len tenía el arma fría cargada y apuntando en una fracción de segundo. Lentamente se dirigió hacia el frente, manteniendo la espalda apretada contra la pared. Aguantó una profunda respiración, y entonces salió disparado, con el arma apuntando a…
— ¿Flash? –siseó, frunciendo las cejas antes de controlar sus rasgos a su usual caparazón duro.
El velocista todavía estaba luchando para ponerse de pie cuando levantó la su cabeza.
— ¿Cold? –se veía como si hubiera tenido un revolcón, aunque su cara estaba incrédula debajo de su máscara. — ¿Qué estás haciendo aquí?
Len enarcó una ceja. Apagó su arma y la apoyo contra su hombro, con una sonrisa satisfecha en sus labios.
—En un paseo nocturno –arrastro las palabras casualmente, con gestos amplios. Estudio el hueco en forma de hombre en el letrero del museo y los raspones en el traje del velocista. — ¿Qué hay de ti? ¿Quién te llevó a una prueba de manejo?
El otro hombre no parecía divertido.
—Hay un meta prófugo –dijo una vez que terminó de rodar sus ojos a Len. —Ella sólo me atrapó con la guardia baja a unos cuantos kilómetros atrás. Está armada y peligrosa así que… Ten cuidado.
Len inclinó la cabeza, intrigado. Eso no era algo que escuchaba todos los días, no a menos que incluya la amenaza habitual de Lisa de despellejar a Len si alguna vez llegaba herido después de un trabajo. Aun así, Len no pudo evitarlo.
—Ah, ¿Preocupado por mí, Barry?
—Es mi trabajo preocuparme por todo mundo, criminales incluidos –Barry gritó de regreso, casi a la defensiva. Se desempolvo el traje, estremeciéndose un poco mientras doblaba los codos.
—Así que lo admites –dijo Len. Creyó ver las mejillas de Barry ponerse rosas, pero podría ser un truco de las luces. Su sonrisa se amplió. —Siempre supe que tenías un punto débil por mí.
—Cállate, Snart –murmuró el velocista, pero no había hostilidad detrás de eso a pesar de parecer molesto. —Y ni siquiera pienses en robar algo esta noche –advirtió.
Len levantó una atrevida ceja. Casi quería marchar al museo, con el arma fría encendida, sólo para fastidiarlo. Casi.
— ¿Prefieres que te ayude a atrapar a tu preciosa meta?
Los ojos de Barry se volvieron duros con eso.
—No, gracias –declinó con la mandíbula apretada. —He aprendido mi lección.
Así que seguía enojado por eso. Sin duda el chico tenía que haber visto que estaba equivocado con meses de confinamiento solitario para personas que nunca habían pedido por sus poderes. No importaba que planeara rehabilitarlos—lo que importaba es que cuánto tiempo los presos tuvieron que soportar esa prisión privada. Eso funcionaba para Len, de todos modos, como siempre lo hacía. Tenía nuevas adiciones a su equipo que le debían sus vidas.
— ¿Y te rendiste conmigo? Es una lástima –Len meditó por el interés de molestar, pero realmente, eso no era del todo sorpresa. Con el tiempo, la gente se daba cuenta de que Len no valía la pena, su tiempo o esfuerzo.
Miró como las emociones revolotearon sobre la cara del otro hombre—sorpresa, ira, compasión, terminando con desafío.
—Nunca me voy-… –Barry comenzó, pero se detuvo cuando su mano se elevó a su oído. — ¿Qué, Cisco? ¿Aquí? –como si un interruptor sonara y el cuerpo de Barry automáticamente se tensara en defensa. Su cabeza como un látigo de un lado a otro, alerta.
— ¿Qué? –preguntó Len, encontrándose imitando al otro.
Barry puso los ojos hacia Len antes de escanear el área detrás de él.
—Tienes que irte –ordenó, y parecía realmente pensar que Len le iba a obedecer. Lindo.
— ¿El meta? –adivinó Len, y Barry asintió lentamente. Cargó su arma de nuevo. —Genial.
— ¿Estás loco?
—Puedo cuidar de mí mismo.
Barry apretó la mandíbula tercamente.
— ¿De verdad quieres llegar a esto ahora mismo?
—Puedo bailar todo el día, Barry –dijo Len, mostrándole una sonrisa torcida.
—Eres tan-… –empezó, pero se cortó cuando un chillido fino sonó en el aire. Len parpadeó y se encontró en el suelo con Barry sobre él. La adrenalina se disparó a través de las venas de Len cuando se puso de pie de un salto. Había una flecha donde Len había estado parado, aunque estaba en un ángulo extraño, como que estaba destinado a-
—Barry, ¡Idiota! –gritó mientras alcanzaba su arma fría y disparaba en la dirección que la flecha había sido disparada. Escuchó el eco de una risita aguda entre los árboles.
— ¡Cisco! –Barry gritó en su sistema de comunicación. — ¡Flechas! ¡Está disparando flechas!
Len examino la zona, con el arma fría preparada y buscando con sus ojos. Otro chillido. Se tiró al suelo y por poco una extraña flecha le atraviesa el cuello. Envió disparos cortos en cada pequeño sonido mientras Barry discutía con Cisco.
— ¿Quieres que haga qué? –Barry esquivó una serie de tres flechas, todas apuntando a su pecho. — ¡Estoy un poco ocupado! Vale, vale, espera…
Cuando volvió a mirar a Barry, lo vio acercándose a la flecha. Antes de que sus dedos pudieran envolverla, sin embargo, la flecha estalló en una nube de humo rosa, y la mano de Barry se aferró a nada.
— ¿Qué demonios…? –miró atrás hacia Len, pero Len no era capaz de ofrecerle ningún tipo de explicación. La respiración de Barry se detuvo, sus ojos se ensancharon, y ahí estaba el soplo revelador de una, dos, tres flechas detrás de Len, sólo que Len sabía que era demasiado tarde. Se giró de todos modos, su mundo se ralentizo y un borrón rojo llenó su visión antes de que su aliento escapara.
Su espalda golpeó el suelo con brusquedad, con la cabeza crujiendo contra el cemento. Un gruñido escapó de él, su visión girando. Le tomó un momento, pero se forzó sobre sus codos. Sus ojos finalmente aterrizaron en Barry, quien seguía de pie, aunque se balanceaba ligeramente.
— ¿Escarlata? –gruñó, parpadeando para enfocar sus ojos de nuevo. Vio dos flechas clavadas en el suelo, a una distancia considerablemente cerca de él, antes de permitir que sus ojos volvieran hacia el otro hombre.
La temblorosa mano de Barry palmeaba su estómago hasta llegar a la mitad de su pecho donde—
Len sintió la sangre drenarse de su rostro.
—Barry –jadeó, revolviéndose sobre sí mismo al mismo momento que Barry colapsaba sobre sus rodillas.
La mano de Bary todavía estaba envuelta alrededor de la flecha que se clavaba desde su pecho, a través del emblema de Flash. Inhaló una respiración temblorosa cuando lo tomó por los hombros, con sus ojos agitándose.
—Hey, hey, ¡Quédate conmigo! –demandó, pero no hubo respuesta.
Esto no estaba sucediendo. El Flash no estaba muriendo; no podía morir, maldición, no cuando todavía había juegos para ser jugados, planes para frustrar, y némesis para provocar y ser en general un dolor en el trasero. Len no dejaría salirse tan fácilmente.
Barry se hundió sin fuerzas en los brazos de Len, su rostro presionado en su pecho. Len disparó con furia entre los árboles, largas cintas de hielo cubriendo sus alrededores antes de escuchar un grito agudo seguido de un aullido enojado. Escuchó a los arboles sacudirse de nuevo, pero era distante, como si la atacante se retirara, o tal vez haciéndole creer que lo hacía.
Estuvo en silencio por un largo rato. Len enfundo su arma y finalmente se volvió a Barry cuidadosamente para examinarlo.
Barry tenía los ojos cerrados, pero todavía respiraba; eso era bueno.
Len examinó la herida más cerca, sus dedos rozando suavemente el traje roto, sobre el emblema destrozado, sólo para darse cuenta… no había sangre. Debería haber sangre en ambos lados; la punta de la flecha era tan afilada, pero no había nada, ni siquiera una herida de entrada. Era extraño, pero Len sabía de lo extraño, y había visto lo extraño.
Len no sabía exactamente de primeros auxilios apropiados para una flecha en el pecho, pero seguro que sabía que era mejor que dejar que se quedara allí, especialmente si Barry se curaba más rápido que el hombre promedio. Su mano agarró la flecha, pero lo siguiente que supo, no estaba agarrando nada. El mismo humo rosado bailaba a través del aire, escapando entre sus dedos. Len no sabía qué pensar de eso, no ahora mismo, no cuando la meta todavía podía estar al acecho. Tomó a Barry en sus brazos y se forzó a ponerse de pie, arrastrándose por el camino oculto por las farolas rotas.
Una parte de Len había esperado que Barry fuera mucho más pesado, asumiendo que sus poderes tendrían que tener algún tipo de peso físico, pero era el apropiado ya que tenía el cuerpo de un corredor. Zigzagueó a través de la ciudad, tomando turnos a menudo, pero no realmente siguiendo una línea recta. Sus brazos comenzaron a tensarse después de pocas cuadras, pero el lugar estaba libre. No había nadie siguiéndolo. Si la meta lo hubiera perseguido cuando se marchó, entonces ya habría hecho un disparo. Len redujo la velocidad, respirando pesadamente. Tomó una calle vacía, las tiendas cerradas en frente, la farola parpadeante, antes de considerarla (relativamente) segura. Reajustando a Barry mientras se dirigía a la parada de autobús con un banco. Barry se removió en sus brazos, quejándose ligeramente.
—Escarlata –dijo Len, mirando al hombre. —Voy a bajarte, ¿Todo bien?
No esperó una respuesta, gentilmente tumbó a Barry en el banco. Flexionando sus brazos y estirándolos, sintiendo inmediatamente los calambres. La luz amarilla de la farola iluminaba el rostro de Barry, permitiéndole a Len ver lo suficientemente claro para examinarlo. Cuidadosamente retiró la máscara, con una gentil mano acunando su cabeza. El cabello despeinado de Barry se asomaba por cada ángulo y Len era incapaz de detenerse de peinar con sus dedos a través de los suaves y castaños mechones.
Barry se quejó de nuevo, con menos dolor esta vez, antes de que sus ojos empezaran a parpadear. Sus ojos estaban desenfocados, mirando fijamente al vacío sobre ellos.
En lugar de estar de pie sobre Barry, Len tomó asiento junto a la cadera de Barry en la banca. Esto pareció asustar a Barry; sus manos se dispararon inmediatamente, agarrando el cuello de la camisa de Len, sus piernas pateando en alarma.
Len detuvo su reflejo para golpear el brazo de Barry y en su lugar colocó sus manos en los hombros de Barry, apretando suavemente.
—Hey, sólo soy yo –dijo. Barry parpadeó, con los ojos fijos en Len.
Len aspiró una respiración profunda, observando las pupilas de Barry ondulando. No podía ser un truco de las luces esta vez, simplemente no podía. Len observó aturdido mientras el negro de las pupilas de Barry se extendía en dos puntos hacia arriba y uno hacia abajo en un… ¿Un corazón?
— ¿Qué… demonios? –murmuró Len. Su mano se encontró la mejilla de Barry para presionar un pulgar bajo su ojo, moviéndose para inspeccionar más de cerca. Sólo unos segundos más antes de que las pupilas de Barry se ensancharan en su forma normal, antes de que el hombre parpadeara hacia él.
Len recordó cerrar su boca. Aclaró su garganta suavemente, agregando esto a su creciente lista de cosas extrañas que suceden en esta ciudad.
— ¿Estás bien, Escarlata? –preguntó con áspero.
Barry todavía lo observaba, con su respiración débil, aunque su mano se estaba aflojando en la camisa de Len. Estudiaba a Len, muy intensamente, agregó, y podría ser inquietante si Len no hubiera aprendido a mantenerse firme.
Len estaba acostumbrado a que las personas le dieran todo tipo de miradas—miradas de desdén, desprecio, miedo… ¿Pero esto? Esto era algo diferente. Esto era nuevo. Barry lo miraba con asombro, maravillado, como su alguien como Len no pudiera ser real. Len no estaba acostumbrado a eso. Esto era tan malditamente extraño, ¿Y por qué cosas como estas siempre le sucedían a él? Francamente, estaba lejos de ser justo—
—Eres tan hermoso –susurró Barry.
¿Por qué esto no le sucedía a Mick o Lisa? Parecía que el mundo se estaba riendo de—
Su mente gritó para detenerse, finalmente procesando las palabras de Barry.
Estuvo en silencio por un largo momento. Barry siguió estudiando su rostro como si hubiera estado ciego toda su vida y de repente tuviera el regalo de ver. Len no entendía. Odiaba no entender. Déjenlo para Barry Allen, un cerebrito extraordinario y perro faldero del DPCC, para patear a Len en el trasero cerca de diez veces.
—Sólo tenías una flecha en el pecho –finalmente dijo Len, porque, ¿Qué demonios se suponía debía decir después de eso?
Barry no parecía estar escuchando. Se sentó de pronto, sus rostros a unos centímetros de distancia. Len intentó automáticamente retroceder, pero se encontró atrapado por una mano detrás de su cuello.
—No puedo creerlo… después de todo este tiempo, debería haberlo sabido –murmuró Barry, con su otra mano soltando la camisa de Len para acariciar ligeramente su mejilla.
Len estaba aturdido. Desconcertado. Estupefacto. Prácticamente podía sentir el gigantesco signo de interrogación rebotando alrededor de su cerebro.
— ¿Qué pasa contigo? –preguntó Len, pero su voz vaciló ligeramente y se odio a sí mismo por eso.
Los ojos de Barry eran grandes y honestos, con la emoción inundada profundamente dentro de ellos.
—Te amo –declaró Barry. Las palabras eran ruidosas en la calle tranquila, parecían rebotar en las paredes de ladrillo y en los frentes de las tiendas y en la cabeza de Len para romper cualquier última pizca de coherencia.
Algo no estaba bien.
Barry se inclinó más cerca de Len, con los ojos cerrados y los labios fruncidos—Len se dio cuenta en un inicio que Barry estaba tratando de besarlo. Una extraña sensación vibró en la boca del estómago de Len, antes de pisotearla y arrancarse del agarre de Barry.
Algo definitivamente no estaba bien.
La gente normal no iba por ahí confesando su amor por Leonard Snart, especialmente no su súper poderoso némesis. Barry se veía un poco herido por el rechazo de Len, sus cejas juntas, sus pecaminosos ojos verdes implorando. Se levantó de la banca lentamente, ninguna señal de su daño anterior excepto por el ligero temblor en su paso.
—Lo siento, yo solo—te amo tanto –Barry trató de explicar, con las manos extendidas defensivamente, como si Len fuera una especie de animal asustadizo.
—Deja de decir eso –dijo Len, firme. Eso era una mentira y los héroes no se suponía que mintieran, especialmente no Barry Allen de todas las personas.
— ¡Pero te amo!
Len presiono la palma de su mano contra su sien, tratando de aliviar el dolor de cabeza que sabía estaba llegando, mientras paseaba por la acera. Esto era lo que pasaba cuando Len trataba de jugar al héroe. Simplemente no funcionaba para nadie.
Barry estaba claramente fuera de sí. Ni siquiera sabía lo que decía, por no mencionar lo que estaba haciendo. Los ojos de Len viajaron al emblema del Flash en el traje.
La flecha.
Era la flecha. Debió haberle hecho algo; el hecho de que no dejara huella en él y estallara en solo humo rosa eran banderas rojas.
—Barry –dijo, recordando de repente que era importante preguntar. Ignoró la manera en que Barry se alzó inmediatamente más recto, con su sonrisa estúpida destellando. — ¿Estás herido? ¿Sientes algún dolor?
Barry canturreó para sí mismo, su rostro resplandeciendo como si la atención de Len fuera todo lo que necesitara para vivir.
—No. Me siento bien. Incluso mejor porque estás aquí –Barry sonrió y se desplazó hacia delante, pegándose al brazo de Len.
— ¡Hey! –Len ladró, tratando de sacudirse al hombre de su brazo, pero Barry solo se reía y apretaba su agarre como un pulpo.
Esto era malo. Muy malo.
Barry todavía estaba en típico traje de Flash, actuando completamente como no-Flash, abrazando a Leonard Snart de toda la gente en una parte peligrosa de la ciudad. Len se maldijo. Escaneo la calle antes de empujar a ambos al callejón detrás de la parada del autobús.
Se apartó del agarre de Barry y lo presiono contra la pared.
—Barry, escúchame –dijo Len, manteniendo los ojos cerrados.
Barry rió tontamente, con las mejillas ligeramente sonrojadas. Prácticamente orgulloso bajo la atención directa.
—Estoy escuchando –casi cantó, pero era un maldito mentiroso.
Len continúo de todos modos, necesitando decir lo que necesitaba ser dicho.
—Algo sucedió allá atrás. Creo que los poderes de la meta—
Sintió los dedos de Barry moviéndose juguetonamente en el estómago de Len, provocándole temblar un poco. Tomó la muñeca de Barry y la colocó sobre la cabeza del hombre.
—Como estaba diciendo, necesitamos averiguar qué había en esas flechas, o que tipo de poderes…
Barry estaba usando su otra mano para tratar de tocar la cara de Len antes de que él tuviera ambas muñecas clavadas encima de él.
— ¡Barry! –rugió, su paciencia cada vez más débil. — ¿Me estás escuchando? No voy a dejar que esta sea la razón por la que gano. Así que vas a sentarte y callarte mientras rastreo a tu equipo—
—Eres tan sexy cuando estás enojado –casi gimió.
—Y entonces ellos van a arreglarte para que podamos volver a la normalidad –Len estaba prácticamente nariz con nariz cuando terminó. Podía ver rastros de color avellana en los ojos de Barry. — ¿Entiendes?
Estaban tan cerca que Len podía sentir los ligeros jadeos de Barry. Trataba de no darse cuenta de lo suave que parecían los labios de Barry. Eran sólo labios. Simplemente los labios normales que pertenecían a un superhéroe terriblemente bocón que no dejaba de mirar a Len como un todo-lo-que-puedas-comer buffet. Sus ojos eran increíblemente oscuros, con los parpados medio cerrados, todavía desafiando a Len, y, oh, esa mirada era peligrosa. Antes de que Len pudiera alejarse, Barry inclinó la babilla para cerrar la brecha entre ellos, y sus labios se unieron.
Algo se disparó en la espina dorsal de Len, algo que se sentía sospechosamente como electricidad, y—mierda, Len tenía razón. Los labios de Barry eran tan, tan suaves. La presión de sus labios era indecisa al principio, midiendo la reacción del otro. Era nuevo, extraño, explorador, asombroso, adictivo… Los labios de Barry se separaron en un ligero jadeo mientras que Len mordía su labio inferior antes de que él lo reconfortara con su lengua. Los labios de Barry se abrieron más completamente, sus respiraciones compartidas, calientes. Len aceleró entonces, incapaz de continuar con el ritmo tortuoso. Lo necesitaba más rápido, más duro. Se presionó contra Barry, soltando las muñecas de Barry para colocar una mano en su cintura y la otra en su cuello. Sostuvo el rostro de Barry mientras cambiaba el ángulo, así podía saborear aún más profundo, con su lengua acariciando la de Barry, ganando el más delicioso gemido y—mierda.
Len retrocedió abruptamente, ambos jadeando con dificultad, un delgado hilo de saliva unía sus labios. Antes de que Len pudiera pensar en algo que decir, Barry se inclinó hacia delante para con su lengua lamer el labio inferior de Len, rompiendo el hilo. Una punzada aguda de excitación se disparó en el cuerpo de Len, pero se centró en retener a Barry por los hombros. Ambos se miraban a los ojos, con un Len confundido y un Barry ansioso por él para continuar… pero esto no estaba bien.
Lo que sea que lo golpeo, estaba afectando a Barry y él no estaba en sí ahora mismo. El Barry Allen normal preferiría congelarse hasta morir que besarlo. Este Barry Allen, sin embargo, era ingenuo y prácticamente borracho de amor. Len podría ser un criminal, pero tenía moral, y no iba a tomar ventaja de la situación.
—No podemos hacer esto –Len gruñó, pero no estaba seguro si estaba tratando de convencer a Barry o así mismo. Tal vez a ambos.
— ¿Por qué no? –Barry hizo un puchero, y habría sido divertido si sus labios no hubieran sido tan rojos y mordibles, ligeramente húmedos. Len forzó sus ojos a subir.
No podía pensar en este momento, no en ese callejón sucio y por supuesto no con Barry mirándolo así, tan descarado. Necesitaba mirar todas sus opciones, pensar en cada escenario.
—Vamos –dijo Len. —Tengo una casa segura a unas pocas cuadras.
X
Era extraño tener a Barry—el Flash—en un lugar que Len usaba para esconderse después de sus escapadas criminales. El paseo sólo tardaba diez minutos, pero no importaba, Barry literalmente no podía mantener las manos lejos de Len todo el camino. Tuvo que esquivar cinco besos, todos aterrizando en algún lugar de su cuerpo como el cuello y mandíbula, e incluso la clavícula. El aire frío le había hecho algo de bien, haciendo su mente más clara y su fuerza de voluntad más fuerte.
Sin embargo, Len no era completamente inmune a los toques de Barry; después de todo, solamente era un hombre. No era idiota, o ciego. Sabía que Len era atractivo por derecho propio. No importaba, su cerebro gobernaba sobre su deseo y sabía que ese no era el momento o lugar para ceder a su lujuria.
Len luchaba para abrir la puerta. Era una tarea aparentemente imposible cuando Barry estaba decidido a mantener sus dos manos entrelazadas con las suyas.
— ¡Barry, tienes una mano! –gruñó de nuevo—sí, de nuevo, porque Barry era insoportable. — ¡No ambas!
Barry hizo un ruido de pérdida mientras soltaba una de las manos de Len para que pudiera usarla para abrir la puerta. El hecho de que Len dejara que Barry sostenga una de sus manos era una hazaña increíble según él; Barry debía estar honrado, el bastardo desagradecido.
El aire estaba rancio dentro del apartamento, aunque era de esperar porque habían pasado semanas desde que Len había estado ahí por última vez. Hizo todo en tres pasos para cerrar la puerta antes de que sus manos fueran tomadas de nuevo.
Len miro a Barry, sus dedos temblaron hacia su arma fría.
Barry hizo un puchero y lo miró con sus ojos grandes de ciervo.
—Te amo tanto, quiero estar cerca de ti –trató de defenderse.
—Tienes que dejar de decir eso –Len refunfuñó. Arrastró a ambos al centro de la habitación, sus manos se sentían demasiado calientes que se sacudió a Barry, aunque ahora su pecho se sentía demasiado frío. —Te voy a arreglar, y luego ambos podremos olvidar lo que paso.
—No puedes besarme así y esperar que lo olvide –entonces Barry suspiró soñadoramente, como si estuviera repitiendo los acontecimientos del callejón. Len trataba de actuar como si no estuviera haciendo lo mismo.
—Eso fue un error –dijo Len. Un maravilloso, alucinante, perfecto error. —No volverá a suceder.
Barry tuvo el valor de sonreír y decir: —Mentiroso.
—Eres exasperante, Barry –dijo Len, rechinando los dientes. —Tengo la mitad de la mente en estrangularte y terminar con esto.
La sonrisa de Barry se volvió lobuna.
—Puedes hacer lo que quieras, somos novios, después de todo.
Len no explotó, simplemente no podría decidir entre gritarle a Barry o reírse de los ridícula que era la situación.
—Barry, no sabes lo que estás diciendo ahora, así que te voy a ignorar.
La cara de Barry cayó. Buscó por Len de nuevo, pero Len camino alrededor de la habitación.
No podría abandonar a Barry y dejarlo en alguna parte para que otro criminal, menos tolerante, lo recogiera. El Flash en manos equivocadas podía destruir la ciudad que Len tanto amaba.
Sin embargo, no podía negar la tentación de interminables posibilidades de robo, los crímenes perfectos que esperaban si Len podía convencer a Barry de robar, de robar para él.
Esa idea fue rápidamente lanzada por la ventana en disgusto. Barry seguía siendo un héroe de corazón, no importaba cual fuera su interés número uno ahora mismo (Len), y Len no pensaba que iba a ser todo gratificante de tener éxito con un robo si el Flash no podía si quiera molestarse en detenerlo. Después de todo, a Len le gustaban el desafío, y sin desafío no había emoción. Y aunque Len estaba acostumbrado a hace lo que quisiera, sabía que se aburriría y cansaría sin alguien ahí para dar lo mejor.
—Tu sistema de comunicación –empezó Len. — ¿Todavía funciona?
—No –dijo Barry, presionando ligeramente contra su emblema destruido. —Tiene cortocircuito.
—Dame tu teléfono, entonces –ordenó Len, pero Barry sólo parpadeo hacía él. —Teléfono, Barry.
—No llevo mi teléfono conmigo –dijo, divertido. — ¿Dónde lo pondría?
Len sintió sus ojos deslizarse por el cuerpo de Barry, teniendo en cuenta el traje ajustado a la piel antes de cerrar los ojos brevemente y aclararse. — ¿Recuerdas el número de tu equipo?
—Sí, el de Cisco –dijo. Sus ojos parpadearon hacia el teléfono que Len le ofrecía. — ¿Quieres que yo…? Oh, vale.
Rápidamente programo el número de teléfono—era uno desechable, así que Len no estaba preocupado—antes de presionar el móvil de nuevo en las manos de Len. Dejó que sus dedos lo rosaran sin sutileza.
Para Cisco:
Tengo a tu velocista. Está bien, pero un meta lo golpeó. Voy para allá. Arréglalo. O sino.
–Cold.
Hubo una respuesta inmediata.
De Cisco:
¡Tráelo AHORA!
De Cisco:
Quiero decir, por favor…
Len volvió a meter el celular en el bolsillo, mirando a Barry con cuidado.
— ¿Estás bien para correr? –preguntó. —Vamos a ir Laboratorios S.T.A.R.
Barry sonreía de oreja a oreja.
— ¡Por supuesto que lo estoy! –lanzó sus brazos alrededor de Len, acariciándolo un largo momento antes de que el mundo a su alrededor se hiciera borroso.
Len se encontró parpadeando entre paredes demasiado blancas. Su estómago se revolvió con náuseas y tragó denso. Nunca se iba a acostumbrar a eso.
— ¡Barry!
Len se giró para encontrar a una mujer, la Dra. Snow, seguida por Cisco. La Dra. Snow se detuvo abruptamente, su cara palideció al ver a Len. Comprensible, teniendo en cuenta que la había secuestrado, pero en realidad no iba a hacerle daño. Sólo la necesitaba por ventaja. Por supuesto, ella nunca podría saber eso.
— ¡Hey, chicos! –saludó Barry felizmente, todavía envuelto alrededor de Len. Len simplemente permaneció allí, mirando fijamente a la par, mientras Barry pasaba su nariz bajo su mandíbula.
—Barry, ¿Estás bien? –preguntó la Dra. Snow. Sus ojos parpadeando entre Barry y Len. Barry la ignoró a favor de acariciar el cuello de Len.
—Qué… –Cisco tragó, dirigiéndose a Len ahora, escondiéndose detrás de su Tablet. — ¿Qué está mal con él?
—Sus signos vitales se dispararon durante un minuto completo –dijo la Dra. Snow en voz baja, con sus dedos temblando como si quisiera alcanzar el extintor y amenazar a Len con eso.
—No me soltado por casi una hora –dijo Len, concentrando su acero en Cisco, que se contrajo considerablemente.
—Porque te amo –dijo Barry a su lado, con sus dientes destellantes mientras sonreía. Tratando de besar a Len de nuevo—Dios, ¿Por séptima vez?
Len puso una mano en el pecho de Barry y retrocedió para separarlos. No iba a llegar a ninguna parte si Barry no podía controlarse. Sin embargo, Barry hizo un ruido ante la pérdida. Len lo mantuvo a raya, pero Barry siguió intentándolo de todos modos, con las manos extendidas como un niño que busca su juguete favorito.
Los ojos de la Dra. Snow y Cisco se ampliaron.
— ¿A-Amor? –la Dra. Snow casi se ahogó, con el horror inundando su rostro. —Barry, ¿Sabes quién es, verdad?
Barry se rió.
—Por supuesto. ¡Mi novio!
— ¡No soy tu novio! –dijo Len al mismo tiempo que Cisco y la Dra. Snow decían: — ¡No es tu novio!
—Pero yo lo amo –Barry suspiró felizmente, todavía buscando a Len. —y él me ama.
—No te amo –dijo Len al mismo tiempo que Cisco y la Dra. Snow decían: — ¡Él no te ama!
Barry agarró la mano en su pecho y juguetonamente mordió el dedo índice de Len. Len hizo un ruido con la nariz.
—Escarlata, estás siendo un poco molesto –suspiró Len. Cansado de alcanzar y titubear, Len giró alrededor de Barry y lo sostuvo contra su pecho. Al menos de esta manera Barry no podría tratar de besarlo.
Barry dejó caer su cabeza hacia el hombro de Len y canturreo, completamente encantado.
—Ves, me amas –dijo Barry, acariciando la mandíbula de Len.
Len puso los ojos de blanco y se conformó con un ceño fruncido.
— ¿Están viendo esto? –preguntó Len incrédulo. La Dra. Snow tenía un ligero rubor en sus mejillas, mientras que Cisco, por primera vez, perdió sus palabras.
— ¿Qué pasó ahí afuera? –preguntó la Dra. Snow. —Perdimos la comunicación con él.
—La meta-humana –dijo Len. —Sus flechas desaparecieron en un humo rosa. Una golpeó a Barry.
— ¿Humo rosa? –preguntó Cisco, y Len asintió. —Interesante…
La Dra. Snow alzó una mano, con las cejas fruncidas.
—Espera, ¿Estás diciendo que golpeó a Barry? ¿Por qué no está herido?
—Se me escapó de las manos –dijo Barry casualmente, balanceándose en los brazos de Len en una canción silenciosa. Con los ojos de todos estaban en él ahora.
— ¿Qué quieres decir con que se te 'escapó'? –La Dra. Snow presionó. Parecía frustrada por la indiferencia de Barry. Genial, eso hacía dos de ellos.
Barry levantó los hombros y los soltó en un gran encogimiento de hombros.
—Traté de agarrarla para detenerla, pero mi mano la atravesó.
Cisco estaba profundamente concentrado mientras buscaba a través de su tableta y la Dra. Snow se acercaba a Barry.
—Barry, voy a hacerte unas pruebas, ¿Vale?
Barry seguía tarareando para sí mismo, disfrutando abiertamente de los brazos de Len. La Dra. Snow intercambiaron miradas, sus ojos más fríos que los de Len, y después de un asentimiento, Len libero a Barry.
Barry se congeló antes de girarse bruscamente, absoluta traición escrita en su rostro.
—Bueno, supongo que mi trabajo aquí está hecho –empezó Len, viendo cada vez más y más horror en la cara de Barry.
—No puedes—no me estás… dejando, ¿Verdad? –preguntó Barry, casi gimiendo. Sus ojos estaban desesperados, suplicantes.
— ¿Qué esperabas que haga? –preguntó Leonard con seriedad, arqueando la ceja. Seguramente el hombre no esperaba que Len se quedara a su lado para siempre. La idea era ridícula por muchas razones.
— ¿Quedarte a mi lado para siempre? –sugirió Barry, sus labios se curvaron en una sonrisa.
Len lo miró fijamente, pero Barry siguió pareciendo esperanzado.
¡Mierda, era en serio!
—Lo siento, Flash –dijo, con la boca torciéndose en diversión. Volvió su atención a Cisco y la Dra. Snow. —Déjenme saber si necesito un nuevo superhéroe para luchar –dijo con un gesto evasivo antes de girarse.
— ¡Bebé, espera! –lloró Barry, pero Le continuó caminando. Era sólo su maldita suerte que su vida se convirtiera en una especie de telenovela. Apenas había llegado a la salida del Cortex, un pie apenas pasando el umbral, antes de oír un pequeño golpe detrás de él.
— ¡Barry! –jadeó la Dra- Snow. — ¡Oh Dios mío!
Len se dio la vuelta justo a tiempo para ver a Barry balanceándose sobre sus rodillas, con la mano apretando su corazón antes de caer al suelo.
X
Len se dio cuenta de que nunca había visto dormir a Barry antes.
Se veía tan joven, tan inocente, sin rastro de dolor o preocupación que venía con ser un superhéroe a tiempo completo.
Sin embargo, con Barry acostando en la cama médica conectado a una diez maquinas diferentes, Len no podía dejar de sentir que esto era su culpa. Debería haberse quedado con él, verlo a través, no haberlo dejado atrás; después de todo, era su culpa que Barry hubiera sido golpeado en primer lugar. Si no hubiera sido tan obstinado…
La Dra. Snow regresó a la habitación llevando más suministros médicos con Cisco en su tableta detrás de ella, aunque ella no se quedaba a charlar. Revisaba los monitores de Barry y ajustaba la bolsa de suero antes de salir sin decir una palabra o incluso una mirada en dirección a Len.
—No puedo dejar de notar que estás mucho más cálido hacía mí que Snow –dijo Len en tono de conversación.
—Uno de nosotros tiene que serlo –murmuró Cisco. —Además, Barry siempre creyó que hay algo bueno en ti –no parecía que quisiera elaborar más sobre eso, así que Len lo dejó.
— ¿Alguna noticia? –preguntó Len en su lugar.
—Creo que lo hemos averiguado –giró la pantalla de la Tablet a Len, mostrándole lo que Len asumía que era un acercamiento a las células de Barry. —Esto está en su cerebro –dijo Cisco, haciendo un gesto a la derecha de la pantalla, y después gesticulando a la izquierda. —y esto en su corazón.
—Vale, ¿Y? –preguntó Len, mirando lotes de círculos.
Cisco se mostró incrédulo antes de enseñar su expresión.
—Mira aquí –señalo los grupos de células. —Tiene cantidades insanas de dopamina y serotonina en su cerebro. Esas sustancias químicas son conocidas por estar presentes cuando alguien está profundamente enamorado. Más cuando todavía están en la etapa de luna de miel.
—Y tú crees que por eso es que él es tan… -Len no podía encontrar una palabra agradable para usar, pero Cisco entendió de todas formas.
—Es como si estuviera drogado, si eso tiene sentido. Cree que está enamorado de ti.
—Vale –dijo Len, asintiendo. Eso ya lo sabía. — ¿Y por qué se desmayó?
Cisco se centró en su tableta de nuevo, pasando a través de algunas fuentes de imágenes antes de parar en un escaneo de cuerpo completo.
—Averigüe esto: resulta que es la adrenalina. Pensó que iba a perderte—la única persona que amaba y por la que vivía—y su instinto entró en picada e hizo que su corazón enloqueciera. Eso, además del cóctel de sustancias químicas que tiene en su cerebro sobrecargó su corazón y tuvo un mini ataque al corazón.
Len estuvo en silencio por mucho tiempo.
— ¿Estás diciendo que puede morir de un corazón roto?
—Técnicamente, no es un corazón roto, pero... sí, básicamente –Cisco miró hacía Barry, con ojos tristes.
Len estaba enojado de repente, la realidad y la gravedad de la situación se asentaban.
—Entonces, ¿Qué se supone que debo hacer? –demandó Len. — ¡No pedí que se enamorara de mí!
— ¡Él tampoco lo hizo! –gritó Cisco, pero retrocedió un paso cuando Len se alzó sobre él.
Len hizo todo lo posible para calmarse. Sabía que no era culpa de nadie, más que de la meta. Lo sabía, pero quería a alguien para culpar, aquí y ahora. Se tomó unos momentos antes de que Len se pasara una mano por la cara y retrocediera.
— ¿Qué pasara ahora?
—Directo al grano.
—Caitlin y yo tendremos que hacer pruebas y ver si podemos contrarrestar las sustancias químicas manteniendo un equilibrio normal, pero mientras tanto… –Cisco se aclaró la garganta. —Lo necesitamos—su corazón—a gusto. Esperamos que el hechizo o lo que sea se desgaste en unos pocos días, o al menos sea menos intenso, pero hasta entonces, sólo necesitas, um, sopórtalo.
— ¿Y si no quiero que me siga cada segundo de mi día? –la idea era menos que desagradable.
Los ojos de Cisco se entrecerraron.
—Él te salvo la vida, Cold. Lo menos que puedes hacer es ayudarnos a salvar la suya.
Len frunció el ceño, sabiendo que tenía razón, por supuesto, Len no iba a sólo irse, pero tenía que dar batalla para el espectáculo. Barry le había salvado la vida después de todo, y Len se la debía.
—Está bien –él quería terminar con esto: se sentía como si esta noche iba a durar para siempre.
Cisco parecía complacido con la cooperación de Len.
—Voy a hacer una especie de monitor de ritmo cardíaco portátil para que podamos mantener un ojo en él, incluso cuando no éste en Laboratorio S.T.A.R –ya estaba garabateando un prototipo.
Len miró de nuevo a Barry, suspirando profundamente. Al menos quería estar seguro de en qué se estaba metiendo, poniendo un candado en su inevitable destino.
—Así que hasta que encuentres una cura, básicamente estamos atascados juntos…
—Sep –dijo Cisco, resaltando la 'p'.
Len podría preguntar qué hizo para merecer esto, pero en realidad, ¿Qué no había hecho?
Notas del traductor:
Así que, ¡Otro ColdFlash! Sí—no me arrepiento.
Haber terminado una traducción me deja con un vacío, y como soy una persona que le gusta tener proyectos empece con esta maravilla. Espero que lo disfruten, nos vemos en el próximo capítulo~
No duden en pasar a la historia original para dejarle un comentario o apoyo a la autora. Pueden encontrarla como sinplicity en Ao3.
