Pip Pirrup sintió un nudo en su estómago. Suspiró pesadamente, tratando de aliviarse, vagamente lo logró hasta que se volvió a cuestionar ¿Qué había sido todo aquello?

¿Damien, él… lo había defendido? Imposible ¿Por qué? No se le ocurría una razón lógica. Hace tiempo que actuaba así de extraño.

Se balanceó en el columpio.

Pequeños copos caían sobre el metal oxidado. La pintura de los juegos infantiles se descascaraba, cayéndose a pedazos.

La rubia cabellera se mantenía inclinada, absorto en sus pensamientos. Había una frase en especial que le rondaba en la mente.

-¿Qué, Pip es ahora tu puta, fenómeno? Porqué no la meas encima entonces.- Se sonrojó. Eric Cartman realmente no sabía cuando callarse. No era novedad que usara ese tipo de lenguaje vulgar, pero…

-¡No te atrevas a llamarlo puta otra vez!-

Eso es lo que había gritado Damien. Y lo siguiente que recuerda fue cuando los maestros arrastraron al Anticristo a detención y al gordo a enfermería.

Diagnóstico: 3 semanas de reposo para el enorme trasero de Eric. Vaya que el Príncipe Infernal le había dado duro. Pip sonrió ante aquel pensamiento. Todo apuntaba a que Damien de verdad lo había defendido. No podía evitar sentirse feliz, incómodamente feliz… Ya que ¿Por qué lo había hecho? Hace ya mucho tiempo que ellos no eran amigos, y después de años sin verse ¿todo vuelve a ser como antes?

Antes, como su primera vez en South Park…


-Chicos, hoy quiero presentarles a alguien muy especial

Con la mano que antes sostenía al preciado títere homosexual, el Sr. Garrison señalaba al invitado, lleno de júbilo.

-¡Les presento al Señor Esclavo! – exclamó feliz, refiriéndose al hombre alto y fortachón de pecho peludo, al parecer amante del latex.- Él es mi novio y será ahora nuestro nuevo ayudante

-¿Y qué pasó con el Sr. Sombrero?-pregunta el pequeño Marsh de solo diez años. A su lado estaba el judío pelirrojo Kyle Broflowski, quien miraba la escena con diversión. En general, el curso estaba acostumbrado a las excentricidades de su maestro, y la verdad, a las locuras que ocurrían todo el tiempo en South Park.

-¿Él? Ya no lo necesitamos. Yo no lo necesito, solo es un infantil, racista, que todo el tiempo…-

Los dulces retoños ya no escuchaban al profesor, pendientes de sus propias conversaciones. Aun así nadie reparó en el pobre Phillip Pirrup, nuevo, recién llegado desde su natal Inglaterra (según dice él), temblando en la entrada de la sala sin saber qué hacer.

¡Llevaba ya media hora parado! No podía seguir así, pero sus piernas no le respondían y sus mejillas ardían a más no poder. Y es que apenas llegó, el profesor Garrison comenzó a quejarse de porqué ya no iba a estar con un tal Sr. Sombrero, que luego de haberse metido al Kuklux klan y perseguir a la Directora, habían tenido una discusión y no sé qué más. En fin, Pip escuchaba y escuchaba pensando que en algún momento se detendría, pero ya pronto acabaría la clase y él ahí. Rojo como un tomate, deseando que el profesor hubiera tenido mejores modales y lo presentara de una condenada vez.

-¡Hey tu!- Pip saltó en su lugar, el Profesor Garrison lo llamaba- Si tú, deja de estar parado como pendejo y anda a tu lugar de una vez.

Y así lo hizo. Ignorando el lenguaje vulgar del maestro, se sintió aliviado cuando por fin pudo sentarse. Suspiró.

-Eres nuevo ¿no?-Le preguntó un chico de chullo azul, parado a su lado. Su expresión neutra fue difícil de interpretar para el pequeño inglés. Pero…

¡Ahora! Esta era su oportunidad, pensó Pip. Realmente deseaba hacer amigos, desde su anterior experiencia traumática en su tierra natal, quería empezar de nuevo ¿No todos debían ser tan… peculiares como el profesor, no?

-¡Sí, encantado!- respondió el rubio exaltado, sin poder esconder la emoción de su voz- Mi nombre es Phillip Pirrup ¿Y tú?

-Yo soy Craig Tucker, y estas sentado en mi asiento, tarado. –dijo el chico Tucker, acompañando su cortante frase con su seña del dedo preferida. Acababa de llegar justo después de que Pip entrara, siempre tarde, sin respetar a nadie, todo le daba igual.

-¡Oh p-presión! – se escuchó desde el otro lado de la sala, proveniente de un pequeño rubio espasmódico. Prácticamente todo el curso observaba la escena. El nuevo se veía bastante impactado.

-Lo siento muchísimo- se apresuró a responder Pip, entre sonrojado y ofendido, tomó sus cosas para dirigirse a otro asiento.

-¿Oye, que acaso no te enseñaron modales en Francia?- la voz burlona del eternamente gordo Eric Cartman, recorrió la sala hasta golpear directamente a su moral, Pip se detuvo ¿él, un francesito?

-¡No soy francés, yo provengo de Inglaterra!

- Franchute, no te sientas en las sillas de otros amigo, eso está mal, mal- siguió avivando el fuego Stan Marsh, el grupito había encontrado una nueva distracción.

Las risas no tardaron en hacerse escuchar. Avergonzado y rojo de rabia, el pequeño Pirrup abrió la boca para responder poseído por el coraje. Sí, coraje. Para su corta edad, este niño de diez años pocas veces en su vida había sentido rabia, más bien se destacaba por poseer una infinita fuente de paciencia ante cualquier dificultad que la vida le pusiera. Aunque eso significara cargar con la muerte de unos cuantos conejos… ¡Él seguía siendo una persona decente! Pero que lo compararan con un apestoso amante del queso ¡Un francés…!

-¡Ya paren de joder, malditos mocosos y concéntrense en lo que les digo!- gritó el Sr. Garrison, quien mostraba unas diapositivas bastante explicitas de sus vacaciones de verano con el Sr. Esclavo.

Las risas cesaron y se convirtieron en murmullos. Pip suspiró por enésima vez. Déjalo Phillip, pensó. A lo lejos divisó un puesto vacio, al lado de los ventanales y arrastrando los pies, derrotado, se dirigió hasta allá. Ya sentado, bajó la cabeza, apoyándola en sus brazos. Lindo comienzo, pensó.

Sintió un pequeño golpe en su hombre derecho. Una bolita de papel arrugado.

¿Vas a llorar, marica?, leyó.

Sus ojos le molestaban, solo un poco. Parecía que se humedecían, trató de hundir más su rostro entre sus brazos, dejándose ir por el cómodo sopor que le proporcionaban.

Luego de unos segundos, el timbre interrumpió. Otra clase bizarra y sin sentido que terminaba, para los chicos de South Park era así diariamente, pero Pip no estaba acostumbrado. Tímidamente se dirigió al patio, tras los demás ¡No podía dejarse vencer por esos americanos! Pip venía con las mejores intenciones, no se daría por vencido.

Tendría un amigo, harían los trabajos juntos durante las clases, tendrían pulseras de la amistad y tomarían el té juntos ¡hasta podría compartir su gusto por Los Beatles con alguien más!

Al salir al patio, se encontró con la extraña sorpresa de que todos los juegos estaban destruidos. Parecía ser que había ocurrido un incendio hace poco, ya que la pintura de los columpios y resfalines se veía chamuscada. ¿Qué diantres había pasado, pensó?

Paseó su mirada por sus compañeros, nervioso, todos tenían su grupito ya formado ¿Cómo lo haría? Trató de quedarse lo más lejos posible del fastidioso con sobrepeso y sus amigos, pero…

-Oye francés ¿en tu país todos los tipos se visten de marica?- Ahí estaba otra vez, esa voz exasperante, palabras inmaduras. Pip frunció el ceño, nuevamente lo comparaban con un francés.

-¡E-eric! Cielos, no seas así

Eric, asique así se llamaba ese panzón, era mejor recordarlo, ese nombre iba directo a la lista personal del pequeño rubio de "Personas no agradables" Espera ¿alguien lo había defendido?

-Diablos, Butters, no seas gay con el nuevo-respondió el dichoso Eric, con una mueca de repulsión total

-H-hamburguesas, no tienes porqué tratarlo así, Eric. Es difícil s-ser nuevo- nervioso, Leopold Butters Stotch contradecía a su pseudo amigo. Pip lo observó admirado, con un destello en sus ojos.

-Vamos Culón, deja de joder y ven a jugar.- le gritó Broflowski, esperándolo aparentemente para jugar a la pelota. El inglés los miraba sorprendido, nunca había escuchado tantas groserías en un mismo día. Le extrañaba esa forma tan familiar en la que todos se ofendían.

-Ya voy,… ¡ y no me digas culón, maldito judío!- Cartman miró por última vez a Pip y luego a Butters, para luego rodar los ojos y voltear tras sus amigos- Nos vemos, maricas.

Los susodichos arquearon una ceja, se miraron entre si y no pudieron evitar sonreír.

-Me llamo Butters.- dijo el pequeño Stotch, sobándose las manos, esa manía nerviosa que sus padres le habrían provocado a causa de tantas reprimendas y malos ratos.

Pip se retorció de alegría en su interior. Extendió su mano, emocionado.

-¡Yo soy Phillip Pirrup, encantado!

Butters rió con ganas, le causaba gracia ese niño de ropa afeminada y modales refinados. No para burlarse de él, sino que le traía curiosidad su forma de ser tan distinta.

-Pip, cielos, eres extraño-soltó Butters sin un deje de malicia, sonriéndole

-¿¡Yooo!?- histriónicamente, Pip le mostró una mueca exageradamente ofendido

Ambos rieron. Al fin había podido relajarse, tan poco hacía falta… El rubio recordó, algo quería preguntarle.

-Butters, algo llama mucho mi atención

Este último se mostró extrañado, preguntando qué con su rostro.

-¿Por qué los juegos se encuentran… bueno, quemados?