Guerreros del bien
Aarón Acosta García
Era medio día. Dando casi las 3 de la tarde. La ciudad igual de caótica.
Gente activa y preparada para otro día de trabajo.
Algunos caminaban con prisa, otros haciéndolo sin tomar en cuenta el tiempo ni la acción misma de caminar mientras se detenían a admirar las pequeñas tiendas descuidadas de los edificios bajos. El resto, simplemente era indiferente a las situaciones varías de su alrededor.
Las calles estaban sucias y los puestos de comida cercanos atraían gente para obtener clientes. El tráfico era estresante y los pitidos molestos.
Los camiones públicos despedían deliberadamente fuertes cantidades de smog, contaminando el aire ya desgastado por tantas veces sufrir lo mismo desde las mañanas.
Vendedores ambulantes promocionaban productos mediocres al andar; a veces, después de tomar el transporte público.
Junto a la multitud ciudadana, un joven de muchos otros se dirigía hacia el parque de aquella colonia.
Esquivando a los individuos y soportando la demencia sonora sobre el paso peatonal, él no dejaba de mirar el cielo.
En su camino se cruzaban incontables grupos de gente, y éste luego los miraba pasar mientras avanzaba.
Mucha variedad entre la multitud.
Personas vestidas de traje con sus maletines.
Personas con ropa 'normal' y a la moda.
Personas en familia o con amigos sin dejar de hablar ni por un segundo; algunas veces, soltando unas carcajadas perturbadoras.
Personas con camisetas de tiras para dejar al descubierto los tatuajes de sus brazos; unos incluso con perforaciones sobre sus orejas o nariz.
Personas sucias y desalineadas.
Personas con sus auriculares puestos, escuchando música de su reproductor MP3.
Personas de piel morena, de piel blanca, amarilla o de piel oscura.
Personas de ojos grandes, pequeños, rasgados, saltones, tristes, pensativos, ignorantes, orgullosos, indiferentes, egoístas, amables, confundidos, alegres, preocupados, atentos, cuidadosos, enojados, presumidos, aviesos, cálidos, profundos o realistas.
Personas satisfechas con lo que vivían día con día y otras que maldecían cada segundo.
Los autos avanzaban con más rapidez y el tráfico comenzaba a desaparecer.
Sobre la orilla de una banqueta, el joven esperó la luz roja para poder cruzar al otro lado. El parque solo estaba a dos calles más de ahí.
La luz se presentó y los vehículos se detuvieron. No perdió tiempo y continuó de igual forma con los siguientes cruces hasta su destino.
Se detuvo por un rato y bajó la mirada a los escasos y pequeños árboles dentro de los jardines, la mayoría con hojas secas.
Nadie cuidaba del pequeño parque, y era la razón por la que la basura abundaba sobre los caminitos por donde la gente se paseaba.
A nadie parecía importarle; es más, a nadie parecía importarle otra cosa sino a lo que se hallaba haciendo en ese momento.
El muchacho buscó una banca para sentarse.
El ruido ahí no disminuía.
¿Qué otra cosa podría esperarse de un parque público dentro de la ciudad?
En poco tiempo había visto ya a mucha gente pasar de un lado a otro mientras se recargaba sobre su asiento.
El césped de los alrededores ya estaba indudablemente marchitado y maltratado, dejando al descubierto pequeños pedazos pelones con solo tierra dura.
Un pabellón ubicado en el centro del parque, empolvado y con algunas personas recostadas en el suelo usándolo como respaldo.
La expresión del chico no cambiaba. Solamente una seriedad se le notaba en el rostro.
No había empatía que demostrar.
No había razón para cambiar de expresión, sin embargo, él se sentía observado.
Comenzó a patrullar la zona frente a él con sus ojos.
Un anciano detrás del pabellón cojeaba típicamente al son de su bastón en mano, aunque, inquieto.
Pronto buscó una banca para descansar.
Ese hombre viejo era el responsable de la inquietud del chico. Pero por supuesto, ¿qué diferencia haría en su estancia? Ninguna.
Nada de qué preocuparse.
Una vez más el muchacho quiso observar el cielo y dobló su cuello sobre el extremo del respaldo.
Admiraba el cielo, pero desafortunadamente sus pensamientos no podían volar libremente por las nubes ni las olas de viento. Atrapado estaba en la cruel perspectiva de una miserable realidad.
Sin ser capaz de al menos imaginarse dentro de un mundo mucho más bello que su actual, aun cuando su vista era embellecida por el pacífico color azulado dominando su percepción ocular, levantó su celular para ver la hora y lo regresó a su bolsillo del pantalón…
-¿Odias este lugar? –asaltó una voz grave.
El joven regresó la mirada al frente y levantó levemente las cejas.
Era ese anciano con su bastón. De cabellos ya blancos y un suéter azul abotonado de mangas largas.
-¿Odias este lugar? –repitió sin cambiar su posición erguida dirigida al muchacho.
-…Sí
-No te culpo.
-¿Qué está diciendo señor? No debería estar pasando esto. Esto no pasa en esta realidad. Alguien preguntando por una opinión personal.
-Verdad. Es algo extraño en este lugar. Pero puede pasar.
-Claro que puede, pero no creas que es así de fácil.
-En eso tienes razón… ¿Podría…?
-Claro. Para mí, tú ya eres un milagro. No puedo decirle "no" a un milagro, ¿sabes?
El viejo se acurrucó lentamente por la izquierda del otro y se sentó presentando obvias dificultades al maniobrar la acción.
-Mirabas el cielo.
-Eso sí que es extraño también. Vamos señor, no hay gente que posea tanta profundidad en sus palabras. ¿Qué es usted? ¿Un actor para poner en ridículo a gente del parque y presentarlo por televisión?
-¿Qué quieres decir?
El joven le echó un reojo impasible y regresó su vista al cielo.
-En serio que aquí nada parece tener importancia. Todo es mediocre.
Tan mediocre que nadie parece creerse nada.
-Ahh, bien. Caeré en tu broma y luego me dejarás en paz. A quién le importa salir en televisión con tal objetivo.
-Joven, me acusa de ser un farsante en mi habla cuando es usted el que muestra la misma apacibilidad en sus palabras. ¿Por qué no creer lo que uno está dispuesto a abrazar?
El muchacho lo miró nuevamente por el rabillo de los ojos.
Le dedicó su mano derecha en espera de un amistoso saludo y compartió un par de sacudidas luego de que el segundo respondiera.
-No sé quién sea o de dónde venga o la razón por la que está realizando esto, pero me agrada que esté haciendo la diferencia el día de hoy, señor.
-El pensamiento es mutuo.
"¿Por qué?"
Esa es la gran pregunta que nos atormenta y nos hace avanzar con ánimos al mismo tiempo.
La pregunta que nos ha llevado hasta este punto.
La pregunta que nos ha hecho evolucionar, como civilización inteligente e independiente que somos. Sí, inteligente e independiente. De lo contrario, no seríamos capaces de entender la pregunta.
Esta pregunta conformada por solo un pequeño grupo de caracteres posee (y le hemos dado) una profundidad que solo nosotros los seres inteligentes podremos comprender. ¿Por qué? Porque nosotros vivimos esa pregunta, la sentimos, somos parte de ella, y la usamos conforme se nos haga necesario, si es posible usarla.
La llevamos con nosotros a todas partes, la alimentamos y la fortalecemos.
Hay otras varias preguntas, claro está.
"¿Cuál?", "¿Cómo?", "¿Quién?", "¿Para qué?", "¿Dónde?", "¿Cuánto?", "¿Cuándo?", etc.
Pero todas estas anteriores necesitan un "porqué", una razón para ser preguntadas.
El cosmos entero funciona de la misma manera. Con la misma pregunta fluyendo a través del todo.
Esta pregunta hace que las 'cosas' existan. Las crea.
¿Por qué el "porqué"?
Simple. De lo contrario no existirían.
¿Por qué no?
Porque si no fuera así, toda la materia o esencia existentes no estarían comprendiendo la pregunta misma. Y literalmente su existencia sería imposible.
Lo que existe es porque entiende la pregunta.
En otras palabras, y curiosamente son unas de las más comunes y consultadas por cualquier tipo de persona sobre este planeta: "Todo tiene un porqué".
Literalmente, tienen razón.
Prólogo
La chica abrió de manera veloz sus ojos serios. Lucían débiles, pues habían descansado inertes por mucho tiempo.
Sus pupilas apenas se ajustaban a la vista.
Los ojos tan fijos y temerarios acreedores a los de un gran héroe mirando hacia arriba, fueron cambiando a los delicados y tiernos ojos de una inocente asustada.
Quiso ponerse de pie para saber en donde se hallaba, pero simplemente no pudo.
Sus pies no le respondían bien, estaba débil. Ni siquiera tenía la energía suficiente para asustarse de la tenebrosa oscuridad que la rodeaba.
Con dificultad, trató de explorar todo lo que podía ver con su vista en alto. Supuso estar en una especie de caverna oscura, y por lo tanto, seguramente peligrosa.
Sin mucha demora, recuperó la voluntad y comenzó a girar sobre uno de sus hombros hasta quedar boca abajo y así poder levantarse más fácilmente.
Logró recargarse sobre sus rodillas y manos, pero al momento de querer forzar su cuerpo a un poco más, irremediablemente perdió el equilibrio y se echó bruscamente para atrás hasta quedar sentada entre sus piernas.
La chica era de aspecto frágil e inocente, y su rostro no mostraba señal de amenaza. Era tremendamente femenina.
Levantó sus manos en señal de una fuerte intimidación provocada por el sombrío escenario a su alrededor; su situación parecía no tenerle explicación obvia.
Innumerables preguntas al mismo tiempo y ni una sola respuesta. Se esforzó un poco en recordar sin dejar la cautela. Tenía que haber una razón que le contara todo…
Nada. Sólo un atroz dolor de cabeza forzándola a retorcer el rostro.
Una joven de labios delgados y llamativos, nariz delicada. Sus pequeños y finos ojos lucían transparencia y bondad, asimismo portadores también de un curioso y fuerte sentido de seguridad, superior e imponente.
Cabello lacio, negro y tenue, llegándole hasta por debajo de su pecho.
Cuerpo de delgada figura con curvatura perfecta y desarrollados pechos bien torneados de tamaño provocativo. Piel clara, lisa y suave.
Esta hermosa joven no se daba idea de dónde podría estar, ni el porqué de no tener prenda alguna. Poco pudo suponer.
Empezó a sentir el frío por todo su cuerpo, y comenzó a frotar sus brazos con la palma de sus manos.
Poco transcurrido, descubrió en su brazo derecho una extraña textura de seda lisa sujetándose.
Dirigió la mirada a su brazo.
Se trataba de un listón largo de seda blanco, y lo que sobraba del mismo le colgaba hasta la altura de su codo.
La chica no evitó preguntarse por qué tenía semejante accesorio mientras que su cuerpo yacía desnudo. Pronto lo ignoraba.
Finalmente estaba decidida a levantarse y procuró utilizar todas sus fuerzas en el nuevo intento. Colocó sus manos en el suelo delante de ella y fuertemente se impulsó para arriba, logrando esta vez, sostenerse satisfactoriamente sobre sus pies.
Sus fuerzas no tardarían en regresar a la normalidad…
Episodio 1: El final del comienzo
Capítulo 1: Arribo a Japón
Él tomaba su café mientras observaba todo lo que sucedía a su alrededor.
Disfrutaba ver cómo pasaba la gente caminando de un lado a otro, notar cómo los niños frente a él se alegraban de que su padre hubiera regresado de su viaje, y ver aquella familia, al igual que muchas otras, regocijando de alegría con sus seres queridos. Tantos encuentros, despedidas, tantas sonrisas, y algunas lágrimas. Ese lugar no tenia igual para él, encontraba una extraña paz en medio de toda esa multitud del aeropuerto principal de la ciudad.
-Vuelo a: Tokio, Japón. Favor de abordar el vuelo número 88. Destino: Tokio, Japón.
El joven se levantó de su asiento y simplemente se dirigió a su casilla donde lo recibirían.
Al llegar, mostró sus papeles, pasaporte, pases, etc. y permitió el escaneo de sus pertenencias.
En cuestión de minutos ya se le había permitido entrar al avión para así tomar su número de asiento.
El chico se sentó en su lugar y pidió un poco de agua a la azafata pasados ya unos minutos.
-Bienvenidos al Vuelo número 88 con destino a Tokio, Japón. Esperemos que el vuelo sea de su agrado, manténgase sentado en su lugar al momento de partida…
Después de varios minutos, el avión había comenzado a despegar y el chico decidió dormir durante el transcurso del vuelo…
Al despertar, el chico abrió abochornadamente los ojos y luego retiró la cortinilla de la ventana a su lado. Comenzó a bostezar y despejarse del cansancio.
No sabía cuánto tiempo había transcurrido desde que el avión había despegado, así que acudió a preguntarle a su acompañante de asiento. Un hombre de pelo corto y de mediana edad quien hojeaba una revista de noticias y novedades de Japón…
-¡Wow! ¡Es genial! –exclamaba el hombre mientras leía.
Pronto, este se dio cuenta de que estaba siendo observado y volteó.
-Ahh, hehe, disculpa ¿Quieres buscar algo en especial? –le dijo extendiéndole la revista que sujetaba en sus manos.
-…No, estoy bien.
-¿Estás seguro? Ya se acerca el torneo de combate libre. ¡Y esta vez se llevará a cabo en la ciudad de Hachioji! ¡Es mi oportunidad de ir! ¡Ahí es donde vivo! –exclamó entusiasmado el hombre.
-…Seguro que es un acontecimiento muy importante de Tokio.
-¡Que dices! ¡Este torneo es una costumbre que se lleva a cabo cada año! Y en cada torneo tratan de ingresar miles de concursantes bien entrenados y algunos hasta temerarios.
-…Ya veo.
El hombre observó al joven con un rostro afligido al notar que no reaccionaba de la misma forma que él.
-No pareces interesado… ¡! …¡Ya veo! Es la primera vez que vienes a Japón, ¿verdad?
-…Así es. Pero me doy cuenta de que el torneo en verdad es popular –contestó el joven con facha de principiante.
-No solo es popular en Japón. Muchas personas del mundo viajan para observar el desarrollo de este torneo con sus propios ojos. ¿No es sorprendente?
-…Supongo que lo es –respondió nuevamente de manera frívola.
-Como sea, creí que solo venías por el torneo como acostumbran ese tipo de personas.
-…Difícilmente me di cuenta de ello, soy nuevo en esto…por cierto, me preguntaba, ¿Hace cuanto partimos del aeropuerto?
-Hace cuatro horas, de hecho, sospeché que algo no andaba bien al ver que usted no despertaba.
-[…No me sorprende, no he dormido bien últimamente] –pensó dentro de sí un poco consternado por el hecho de saber cuál era el verdadero problema de su insomnio.
-Por cierto, soy Kaito. –se presentó el hombre extendiéndole la mano discretamente.
-…Arex.
-Wow. ¿En serio ese es tu nombre? Suena bien. Pues bienvenido Arex. Será mejor que disfrutes lo más que puedas de Tokio, ya verás, no te arrepentirás.
-…Lo tomare en cuenta.
