1- Primera impresión

Cuando entró a clase vio solo a un alumno que pasaba allí el recreo. Los ojos de Fox se pararon en él con curiosidad y educación, y su sonrisa fue amable, no burlona o irónica. Fue algo que lo descolocó, y parte de su ser quiso darle un puñetazo en la cara por ser tan asquerosamente amable.

-Hola, soy Fox McCloud.

-Lombardi. Falco.

-Encantado.

Falco dejó su mochila en la única mesa libre, justo detrás del zorro y le dio la mano. Era un chico bajito, con una sudadera normalita, en vaqueros y zapatillas de deporte. Le llamaron mucho la atención sus ojos de un verde brillante que jamás había visto en nadie. Se dijo que era un chico precioso. Le gustaba. Mucho.

Todos los demás de habían burlado de él en el pasillo. ¿Qué demonios podía ver en él que no habían visto todos los demás? En él, una rata de barrio bajo indeseable que no debería de estar allí.

Echo un vistazo a la sala, serían unos veinte, veinticinco alumnos como mucho. Por lo demás parecía un instituto de pijos.

-¿Qué haces aquí solo? ¿No vas a darle al pico con los demás?

-¿Eh? ¿Con los pijos, dices? Que va... Les encanta criticar. Incluso se critican entre ellos. No son mi tipo de gente...

-Ya veo.

Fox vio en Falco a alguien sincero y diferente, fue algo que le gustó entre toda aquella gente que te sonríe a la cara y te apuñala por la espalda. Iba al grano, directo, sin importarle nada ni nadie, ni lo que piensen de él. Lo admiró desde el primer segundo. Le hubiera gustado tener esa seguridad en sí mismo y cruzar el pasillo sin sentirse intimidado. Hubiera podido quedarse mirando sus ojos azules toda la vida.

-¿Son todos así?

-Sí. Todos. Dentro de poco seguro que vendrán a burlarse de ti, pero no les hagas ni caso, lo hacen todos los días a todas horas. A mi me lo hacen desde hace años.

-Líate a golpes.

-No me merece la pena, estoy muy cómodo al lado del radiador.

-¡Te comprendo! Si ves que te dan muchos problemas dímelo. Les daré su merecido.

Eso a Fox no le gustó tanto.

-¿Cómo?

-Digamos que tengo una gran creatividad y un repertorio de insultos impresionante. Son cosas que se aprenden en la calle.

Se rieron mientras tocaba el timbre. Fox sintió que tenía un amigo en él, y Falco sintió que, por fin, encajaba en algún lugar fuera de un barrio marginal.

Sus compañeros llegaron uno por uno, y todos ellos comentaron el aspecto del nuevo como solían hacer con todos.

-Eh, nuevo. ¿De dónde eres?

Falco le echó un vistazo rápido al pijo de turno. Una marmota o algo así. ¿Y esto lo viene amenazando? Un grupito de gente se empezó a formar a su alrededor.

-Zoness.

-Oí que ahí se os da bien mariconear.

La gente rió.

-¿Has oído también que se nos da bien enterrar cadáveres y dar palizas? Porque si no lo has visto te puedo hacer una demostración para ti solo cuando quieras, preppy.

El chico se calló, y se sentó. No volvió a burlarse de él en todo el curso.

La profesora cerró la puerta tras de sí.

-Lombardi, en este instituto está terminantemente prohibido amenazar a los alumnos. Sé que en Zoness se suele hacer, pero no estás en tu territorio. Esto no es un juego.

-Estás muerto, tío...

-Le estaba comentando a... ¿cómo decías que te llamabas?

-Lee.

-Lee. Le estaba comentando a mi amigo Lee lo que le habían dicho a un colega mío cuando se acababa de mudar a mi instituto. Yo no soy de ese tipo de delincuentes que van dando palizas por ahí. Es una pérdida de tiempo.

La profesora pareció tragárselo y comenzó la clase. En cuanto se dio la vuelta, Falco se pasó el dedo por el cuello mirando al chico como amenaza. Cuando la profesora acabó de dar la lección y se marchó, Lee huyó y Fox se dio la vuelta para hablar con Falco.

-Se te da bien.

-Si hubieras vivido en mi barriada lo hubieras aprendido rápido... No llevo esta bandana por nada.

En el segundo recreo se le acercó un chico algo mayor que él. Le dio la mano directamente.

-Bulldog.

-Lombardi.

-¿Zoness, verdad?

-Ahá.

-De los Hot Rodders.

-Así es.

-Soy amigo de uno de vosotros.

-Entiendo...

-¿Te fuiste de su lado?

-Lo necesitaban.

-¿Qué haces aquí? Ya sabes pilotar, y mucho mejor de lo que otros lo hacen.

-Tengo mis razones y no las voy a compartir.

-¿Necesitas una banda?

-Ahora mismo no. Quiero ver cómo es la gente por aquí primero.

-Chico listo. No te dejes engañar, los preppys no son buenos amigos, llevan máscara.

-¿Te repito de dónde vengo?

Le sonríe.

-No me engañaron cuando me hablaron de ti.

-¿Qué es lo que te dijeron?

-Que se te da muy bien el vivir en territorios hostiles... ¿Te has hecho amigo de McCloud?

-¿El zorro ese de mi clase? Es el único decente de ahí.

-Sabes de quién es hijo, ¿no?

-¿De McCloud?

-¡Pero qué cabrón! Siempre sabes cómo contestar, ¿no? Es hijo de James McCloud.

-Sí, oí hablar de él.

-Bueno, me largo. Me están esperando. Un placer, tío.

-Lo mismo.

Falco lo ve alejarse. ¿James McCloud? Ese era líder de StarFox, ese equipo que salvaba la galaxia cuando había alguna invasión. Un trabajo duro, pero quizá peor para su hijo. Que tu padre se vaya a la guerra y puede que sea la última vez que lo veas.

Vuelve a clase, pero él no está allá. Pone su mochila en la mesa y saca su agenda. Fox McCloud, ¿eh? Debía haberlo supuesto, no es un apellido que se oiga todos los días.

-¡Ah, estás aquí! Te he estado buscando. Me parece increíble que nadie te haya enseñado el centro todavía. Al fondo del pasillo hay una máquina expendedora de bolígrafos, corrector en cinta, pañuelos y esas cosas. Es lo más útil que vas a encontrar aquí. Ah, y los cereales azucarados de la cafetería están marcados con una banda roja. Y por lo que más quieras, no comas el pomelo. Está malísimo.

Fox vuelve a sentarse. Trae consigo un paquete de golosinas.

-¿Quieres?

-No, gracias.

-De nada.

El ave vuelve a mirarlo. Es increíble que este sea el hijo de James McCloud, tiene cara de no haber roto un plato en su vida y no matar ni a una mosca. Vuelve a echar un vistazo fuera donde una nave del ejército está aterrizando.

Imposible. Es imposible que este matado sea su hijo.

-Nunca conocí a nadie de Zoness.

-Pues ahora ya conoces a alguien.

-No es verdad que dais palizas a gente, ¿no?

-Solo entre bandas. Cosas del territorio y eso.

-Ah.

Fox se acomoda y lo mira de reojo. Es imposible que Falco haya hecho eso alguna vez. O eso cree. O eso espera, más bien. Traga el ladrillo con azúcar que tiene en la boca y se mete un caramelo blando.

-¿En serio que no quieres?

-¿Es que a caso eres sordo, chaval? Que no. Si quiero me las compro.

-Solo intentaba ser amable.

-¿Conmigo? ¿Por qué? ¿Porque tengo pinta de pobre o porque soy el nuevo?

-Porque me caes bien.

-Ja. Ni siquiera me conoces. Haces amigos demasiado pronto, McCloud.

-Llámame Fox, por favor.

-Pues Fox. Acabas de conocerme. No somos amigos.

-Tampoco hace falta que te pongas así.

-Me pongo así si me da la gana. Tú no me das órdenes.

Fox suspira, agita su cabeza y se mete a la boca otra golosina.

-Me da la impresión de que esto va a ir para largo...

-¡Oh, vamos! ¡Cállate!